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Si España entra en guerra, ¿vendrían nuestros aliados al rescate 'con razón o sin ella'?
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Si España entra en guerra, ¿vendrían nuestros aliados al rescate 'con razón o sin ella'?

¿Está preparada España para impulsar una narrativa internacional en caso de guerra? ¿Y está nuestro arsenal listo para enfrentar un conflicto de alta intensidad?

Foto: Tropas españolas, en maniobras en Letonia en 2022. (EFE/Toms Kalnins)
Tropas españolas, en maniobras en Letonia en 2022. (EFE/Toms Kalnins)
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La guerra de Ucrania ha hecho correr ríos de tinta sobre lecciones aprendidas en el ámbito militar que las fuerzas armadas y los think tanks occidentales tratan de destilar para desentrañar el carácter de las guerras del futuro. Pero sería recomendable esperar a que la guerra termine y se pose el polvo de la refriega ucraniana —el literal y el de la confusión informativa— para que esas conclusiones no sean presa de la moda del momento. Tómese como ejemplo el caso del carro de combate, que se dio por muerto en los primeros compases de la invasión y ahora es la gran esperanza ucraniana en forma de Leopard 2 ante la esperada gran ofensiva de primavera. Quizás, la principal experiencia del primer año de guerra que podemos empezar a estudiar en España —pensando no en Rusia, sino en potenciales conflictos más cercanos— quede lejos del campo de batalla.

La batalla de la narrativa

Ucrania fue invadida por Rusia por primera vez en febrero de 2014 en un contexto informativo confuso, lo que generó distancia una cierta distancia emocional en las audiencias europeas y norteamericanas. El apoyo occidental a la Ucrania salida de la plaza de Maidán fue limitado. España envió cascos y chalecos de protección en septiembre de 2014. Y en febrero de 2015, Mira Milošević se preguntaba en el blog del Real Instituto Elcano si se debía armar a Ucrania. No sabemos qué hubiera pasado si la segunda invasión rusa ocho años después hubiera tenido éxito en la pretendida ofensiva fulminante que se quedó a las puertas de las grandes ciudades del norte de Ucrania. Tras resistir Ucrania esa primera acometida, esta vez sí hubo implicación de los países occidentales para armar y apoyar al país invadido.

Pero, más allá de mera la voluntad occidental, un elemento fundamental ha sido la capacidad ucraniana de mantener la guerra como un tema relevante en la agenda informativa internacional. Desde el carisma del presidente Volodímir Zelenski y sus emotivos discursos al comienzo de la guerra a pie de calle en Kiev, a la movilización de una legión de ucranianos anónimos para recaudar dinero vía las redes sociales para desatar una peculiar guerra de memes y chistes contra Rusia. Con esta referencia en mente, se hace inevitable pensar qué pasaría si España se viera enfrentada a un conflicto de alta intensidad. ¿Qué capacidad tendrían tanto nuestros líderes como la sociedad española de hacer llegar mensajes a la opinión pública internacional?

Foto: Imágenes de satélite del convoy militar ruso de más de 60 km hacia Kiev. (Getty/Maxar)

Tenemos un precedente en la crisis catalana de 2017. En octubre de aquel año, el diario El Mundo reunió a corresponsales extranjeros en España para compartir sus impresiones sobre su trabajo y la gestión de la comunicación hecha por los protagonistas. Hubo consenso en que el Gobierno de España les resultó distante y no hubo un verdadero esfuerzo por hacer llegar su punto de vista a los medios internacionales. En contraste, el independentismo catalán puso toda clase de facilidades. La presencia de varios políticos que hablaban idiomas en el Gobierno catalán, habitualmente disponibles mediante una oficina de prensa que hacía de enlace con la prensa internacional, supuso que el relato de primera mano de lo que sucedía en aquellos días en España para la audiencia global provino de políticos separatistas.

En ese panorama comunicativo donde no se estaba dando la batalla del relato, era habitual en las redes sociales leer comentarios sore España en los que se mencionaban Homenaje a Cataluña, de George Orwell, y Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway, dos obras sobre una guerra civil que terminó hace casi 84 años. La impresión de que la crisis catalana podía dar pie a un enfrentamiento armado se entendía en un marco mental donde España seguía un escenario romántico donde se combinaba la pasión, la violencia y el atraso social. El abuso de los tópicos sobre la España de Franco hizo acuñar al escritor Antonio Muñoz Molina el término Francoland para designar ese territorio imaginario donde habita la imaginación de los corresponsales extranjeros.

España necesitaría, llegado el momento, hacer llegar su visión del conflicto y una estrategia para generar simpatía internacional por su causa

Durante los momentos álgidos de la crisis catalana de 2017, la percepción de que no se estaba dando la batalla en el terreno de la comunicación llevó a la aparición de una iniciativa privada, el blog Voices from Spain, donde voluntarios traducían a varios idiomas europeos artículos y ensayos de autores favorables a la unidad de España y críticos con el separatismo catalán. En una próxima crisis internacional, quizás España no podrá permitirse el lujo de contar únicamente con la iniciativa de la sociedad civil para dar la batalla del relato en los medios de comunicación y las redes sociales. Cualquier conflicto que implique la defensa de la soberanía de aguas y territorios españoles ubicados geográficamente fuera de la península corre el riesgo de ser vendido por el bando contrario como un episodio de colonialismo trasnochado. España necesitaría, llegado el momento, hacer llegar su visión del conflicto y una estrategia para generar simpatía internacional por su causa.

Quién vendría con razón o sin ella

En la pasada cumbre de la OTAN en Madrid, celebrada en junio de 2022, las preguntas de los periodistas sobre la defensa de Ceuta y Melilla pillaron por sorpresa a los altos funcionarios de la OTAN, que en algunos casos no eran capaces de ubicar las dos ciudades en un mapa. Las declaraciones del secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, de que la Organización defendería “cada centímetro de su territorio” se interpretó errónea y entusiastamente en España como una señal de que las dos ciudades norteafricanas de España estaban ahora bajo paraguas de la OTAN.

En realidad, la cobertura defensiva de la OTAN viene regulada por el artículo 6 del Tratado del Atlántico OTAN, que deja fuera a ambas ciudades. Pero desde la OTAN se dejó una puerta abierta, dejando claro que todo estaba sometido a acuerdos políticos. La presente guerra de Ucrania nos enseña cómo un país fuera de la cobertura defensiva de la organización ha recibido una ayuda vital para defenderse.

Foto: Soldados italianos en unos ejercicios de la OTAN en Bulgaria, el pasado diciembre. (Reuters/Stoyan Nenov)
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Ucrania es un buen ejemplo de la importancia de tener buenos aliados. Más allá del decisivo apoyo de Estados Unidos y Reino Unido, hemos visto que países como Polonia y las repúblicas bálticas han asumido la supervivencia de una Ucrania democrática y soberana como un asunto propio, de seguridad nacional y justicia histórica. Podríamos tratar de buscar qué países tienen esa relación fraternal con España y estarían dispuestos a hacer un esfuerzo en caso de que España viviera una crisis internacional o incluyo una guerra convencional de alta intensidad.

La pertenencia de España a la OTAN y la Unión Europea no significa automáticamente que España puede contar con la ayuda incondicional de sus socios y aliados. La acumulación de intereses económicos de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania en el Magreb, que van de los sectores energéticos a la instalación de factorías aprovechando la mano de obra barata, podría convertir cualquier crisis internacional entre España y sus vecinos en un asunto en el que marcar distancias.

En los discursos públicos encontramos referencias a “la tradicional amistad hispano-árabe” y a los “países hermanos de Hispanoamérica”, sin olvidar el furibundo europeísmo que hace gala España en temas como la industria de defensa. Pero cabe preguntarse qué países son los verdaderos aliados de España que aplicarían la lógica del credo legionario acudiendo en auxilio de nuestro país “con razón o sin ella”. Esto es, ¿qué países abrirían sus arsenales para que los A-400M del Ejército del Aire y del espacio volvieran a casa con pallets de proyectiles de 155mm, bombas guiadas por láser o misiles aire-aire regalados, financiados o a precio de amigo?

Material de guerra, mentalidad de paz

Muchas de las lecciones militares a debate en esta guerra no resultan nada novedosas para quien prestara atención a otros conflictos del siglo XXI, empezando por la guerra del Donbás de 2014, episodios de la guerra civil siria o la guerra del Alto Karabaj. En todos los casos hemos visto que los conflictos se alargan más de lo previsto, que se consumen montañas de munición que superan las estimaciones hechas en tiempos de paz y que tienen el protagonismo todo aquello que unas fuerzas armadas como las española jamás usaron en décadas de misiones de paz: blindados, artillería de tubo, artillería de cohete, sistemas de defensa antiaérea, medios de guerra electrónica y movilización de masas de reservistas. Los ejércitos europeos han sido descritos despectivamente como ejércitos boutique, pequeños y ultraespecializados. La guerra convencional de alta intensidad no estaba en los planes previstos.

Foto: Imágenes satelitales muestran blindados rusos agazapados a las afueras de Vuhledar. (Reuters)

Podemos fijarnos en las Fuerzas Armadas españolas y comparar la lista de las prioridades ucranianas con el estado de los sistemas equivalentes. Los Leopard 2A4 que España donará a Ucrania proceden de un lote que estaban reservados para su conversión en vehículos de zapadores, lanzapuentes y de recuperación. Justo la clase de vehículos que Ucrania necesitará para abrir brecha en las defensas rusas y apoyar a sus nuevos carros de combate Leopard 2 en la próxima ofensiva de primavera. El presupuesto para la conversión en España nunca llegó e incluso se tanteó la venta a Perú de esos carros de combate almacenados. Mientras tanto, los escuadrones de caballería acorazada dotados de Leopard 2 ubicados en las dos ciudades españolas en el Norte de África cuentan con vehículos de recuperación M-47ER, un modelo desarrollado en España sobre los chasis de un modelo de carro de combate que entró en servicio en los tiempos de la guerra de Corea.

Las piezas de artillería autopropulsada del Ejército de Tierra llevan largo tiempo esperando su renovación. La situación en la brigada de Infantería de Marina era peor. Se tuvieron que dar de baja y ser sustituidos por unidades cedidas por el Ejército de Tierra. Sin olvidar que la brigada de Infantería de Marina, el “puño ofensivo de la Armada”, perdió sus carros de combate en un contexto general de postergación. Una unidad, cuya razón de ser es servir de fuerza de contingencia, ha vivido años de decadencia al no ser empleada ni para su propósito ni entrar en la rotación de misiones de paz, concentradas en el Ejército de Tierra.

Más paradójica es la situación de la artillería cohete. El Ejército de Tierra cuenta con el Regimiento de Artillería de Lanzacohetes de Campaña nº 63, que tiene una peculiaridad: no tiene cohetes. Conserva el nombre de cuando los tuvo, a la espera de que algún día se compren. Por supuesto, hubo planes en su momento de comprar los ahora afamados M142 Himars. Pero como cualquier otro armamento que sirve para la guerra y no para las misiones de paz, quedó relegado en el olvido.

Foto: Una batería HIMARS. (U.S. Marine Corps Lance Cpl. Aaron S. Patterson)

Y podríamos seguir por la situación de la artillería antiaérea. El sistema de defensa antiaérea autopropulsado Roland, diseñado para acompañar a fuerza blindadas, fue dado de baja sin sustituto. Otro sistema del Ejército de Tierra, el Aspide fue dado de baja en 2020, también sin sustituto. Mientras tanto, se barajó una nueva modernización del sistema Hawk, recibido entre las décadas de los sesenta y setenta. La guerra en Ucrania ha trastocado los planes del Mando de Artillería Antiaérea del Ejército de Tierra, porque se han donado sistemas como parte de un programa de la OTAN que ayuda a los países para dar los viejos y comprar otros nuevos.

Así que tenemos que todo aquello que ha brillado en la guerra de Ucrania, desde las piezas de artillería de 155mm que han dado ventaja a las fuerzas ucranianas a los sistemas de defensa antiaérea que han protegido las grandes ciudades, forman parte de la lista de materiales militares que en España estuvieron durante décadas al final de la lista de prioridades. La lección aquí es que las misiones de paz en países remotos distorsionan las prioridades de las Fuerzas Armadas. Ciertamente ayudaron a convertir a las Fuerzas Armadas en una organización altamente valorada por la opinión pública. Y dan puntos a los gobiernos de turnos que las ordenan. Pero las alejan de su cometido de velar por la defensa nacional. La guerra de Ucrania ayudará a las fuerzas armadas europeas a reorientar sus cometidos y prioridades.

La guerra de Ucrania ha hecho correr ríos de tinta sobre lecciones aprendidas en el ámbito militar que las fuerzas armadas y los think tanks occidentales tratan de destilar para desentrañar el carácter de las guerras del futuro. Pero sería recomendable esperar a que la guerra termine y se pose el polvo de la refriega ucraniana —el literal y el de la confusión informativa— para que esas conclusiones no sean presa de la moda del momento. Tómese como ejemplo el caso del carro de combate, que se dio por muerto en los primeros compases de la invasión y ahora es la gran esperanza ucraniana en forma de Leopard 2 ante la esperada gran ofensiva de primavera. Quizás, la principal experiencia del primer año de guerra que podemos empezar a estudiar en España —pensando no en Rusia, sino en potenciales conflictos más cercanos— quede lejos del campo de batalla.

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