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Cumbre de la OTAN en Madrid: ¿trampolín para una carrera internacional de Sánchez?
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Aspiraciones tras el Gobierno

Cumbre de la OTAN en Madrid: ¿trampolín para una carrera internacional de Sánchez?

En los círculos diplomáticos europeos, se sospecha que el presidente ambiciona ocupar en unos años la secretaría general de la Alianza, ponerse al frente del Consejo Europeo o algún otro cargo de peso internacional

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE/Chema Moya)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE/Chema Moya)
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Pedro Sánchez ha echado el resto para que la cumbre de la OTAN que concluye este jueves en Madrid sea todo un éxito. Lo ha hecho, probablemente, porque es un atlantista convencido y porque quiere dejar en el mejor lugar al país que representa, pero quizá también porque confía en que le sirva como trampolín para una futura carrera internacional. En los círculos diplomáticos extranjeros, sobre todo entre los europeos, se tiene la sospecha de que el presidente del Gobierno español ambiciona alguno de los cargos más importantes que pueden quedar vacantes en los dos próximos años y se prepara discretamente para ello. Esa teoría se reforzó desde que en primavera quedó claro que la guerra en Ucrania sería larga y llevaría aparejada una nueva crisis económica que se añade a la de la pandemia, aún no del todo superada.

Si se cumplen estos vaticinios, el presidente no se presentaría a las próximas elecciones generales como cabeza de lista por Madrid. O, más bien, tras una hipotética derrota del PSOE, se retiraría de la política española para reanudar, a otro nivel, aquella carrera internacional que concluyó provisionalmente en Sarajevo en 1999.

Los dos puestos que más pueden tentar a Sánchez, y que quizás estén a su alcance, opinan embajadores europeos, son la secretaría general de la OTAN, que ejerce el ex primer ministro noruego Jens Stoltenberg, o la presidencia del Consejo Europeo, que ostenta el liberal belga Charles Michel. El mandato del primero, que fue prorrogado en marzo a causa de la guerra, expira en septiembre de 2023, pero podría de nuevo ser alargado hasta el otoño de 2024.

El mandato de Michel, ex primer ministro belga, vence a finales de 2024 y, en principio, no puede ser renovado. El de la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, concluye en las mismas fechas, pero algunas señales indican que desea continuar en el cargo, algo que está a su alcance.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. (Reuters/ Susana Vera)

Antes de que Rusia invadiese Ucrania, se especulaba con que Stoltenberg sería sustituido por una mujer, la primera al frente de la OTAN. Se barajaban los nombres de la ex primera ministra británica Theresa May o de la italiana Federica Mogherini, que fue alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores. Desde que estalló el conflicto, ya no se hacen conjeturas, aunque a un buen número de capitales de la Alianza Atlántica les parece desaconsejable que el nuevo secretario general sea ciudadano de un país fronterizo con Rusia.

España ya tuvo un secretario general de la OTAN, Javier Solana (1995-1999). Justo en aquella etapa, Pedro Sánchez también residió en Bruselas, donde trabajó como asesor parlamentario en la Eurocámara, antes de marcharse a Bosnia y Herzegovina, donde durante dos años (1997-1999) ejerció como jefe de gabinete de Carlos Westendorp, que fue alto representante de Naciones Unidas para esa parte de los Balcanes. Esa fue su principal experiencia internacional antes de su posterior carrera política y acceder a la presidencia del Gobierno.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron (i), y su homónimo español, Pedro Sánchez (d). (EFE/Christophe Petit Tesson) Opinión
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Para colocar a un español al frente de la OTAN, el Gobierno de turno tiene un hándicap: el escaso esfuerzo presupuestario que hace España (1,02% del PIB en 2021), que la coloca a la cola de la Alianza junto con Luxemburgo. Con un incremento del 7,89% con relación al año anterior, el gasto en Defensa en el ejercicio de 2022 (10.155 millones) registra una subida sustancial.

Aunque el secretario general de la OTAN no es norteamericano, EEUU tiene un peso decisivo en su designación. Esa es quizás una razón adicional para que Sánchez diese el martes el visto bueno al presidente Joe Biden para incrementar de cuatro a seis los destructores estadounidense en la base de Rota (Cádiz) que reforzarán el escudo antimisiles. También convertirán aún más esa provincia andaluza en objetivo militar de Rusia. La petición norteamericana había sido cursada en tiempos de Rajoy, pero ha sido su sucesor socialista el que le ha dado la definitiva luz verde. Biden describió el martes a España como “un aliado indispensable”.

Que Sánchez encabece un Gobierno de coalición en el que el socio minoritario es reacio, o incluso hostil, a la OTAN o al envío de armas a Ucrania no es un lastre para sus ambiciones internacionales, en opinión de diplomáticos extranjeros acreditados en Madrid. Desde Moncloa y Exteriores, siempre se ha trasladado el mensaje a los socios europeos y atlánticos de que los ministros a la izquierda del PSOE no tenían papel alguno en la política exterior ni de defensa. “Así lo hemos podido comprobar desde 2018”, afirma un embajador europeo.

Desde hace unos meses, Sánchez repite con frecuencia, y lo volvió a hacer el miércoles en una entrevista en la SER, que es necesario “aumentar las capacidades de disuasión de España”. Aquel secretario general del PSOE que en 2014 opinaba que “sobra el Ministerio de Defensa” sostiene ahora que el gasto en esta cartera debe alcanzar el 2% del PIB, el porcentaje requerido por la OTAN a sus miembros, pero que casi nadie cumple.

Foto: Sánchez, en una reunión en Moncloa con el secretario general de la OTAN, Stoltenberg. (EFE/Emilio Naranjo)

Si España es cicatera en Defensa, participa, en cambio, en todas las misiones de la OTAN, excepto en la de Kosovo, un país cuya independencia no reconoce. Unos 1.600 militares españoles están desplegados bajo la bandera de la Alianza Atlántica. Cuando gobernaba Mariano Rajoy, el Ejército español ya se instaló en las 'barbas de Putin', en Letonia, y desde que estalló la guerra ha reforzado aún más su presencia.

Son ya 600 los soldados allí destinados y su número aumentará aún con el despliegue en curso en la base de Lielvardes de una unidad de defensa antiaérea provista de misiles Nasams a cargo de 85 militares del 73 Regimiento de Artillería Antiaérea del Ejército de Tierra. A ese esfuerzo sobre el terreno se añaden los envíos de armas a las filas ucranianas, las llamadas telefónicas de Sánchez a Volodímir Zelenski y su viaje en tren a Kiev en abril.

Pedro Sánchez ha echado el resto para que la cumbre de la OTAN que concluye este jueves en Madrid sea todo un éxito. Lo ha hecho, probablemente, porque es un atlantista convencido y porque quiere dejar en el mejor lugar al país que representa, pero quizá también porque confía en que le sirva como trampolín para una futura carrera internacional. En los círculos diplomáticos extranjeros, sobre todo entre los europeos, se tiene la sospecha de que el presidente del Gobierno español ambiciona alguno de los cargos más importantes que pueden quedar vacantes en los dos próximos años y se prepara discretamente para ello. Esa teoría se reforzó desde que en primavera quedó claro que la guerra en Ucrania sería larga y llevaría aparejada una nueva crisis económica que se añade a la de la pandemia, aún no del todo superada.

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