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Rusia y Ucrania pasan al ataque y ambos miran al reloj: bienvenidos a la siguiente fase de la guerra
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El deshielo llega al frente

Rusia y Ucrania pasan al ataque y ambos miran al reloj: bienvenidos a la siguiente fase de la guerra

Tanto la ofensiva invasora en proceso como la contraofensiva de los invadidos en ciernes demuestran que ambos bandos siguen considerando que pueden obtener victorias sobre el terreno

Foto: Miembros del Ejército ucraniano disparan un Howitzer M777. (Reuters/Gleb Garanich)
Miembros del Ejército ucraniano disparan un Howitzer M777. (Reuters/Gleb Garanich)

Conforme los copos de nieve que a diario tiñen de blanco el oriente ucraniano se hacen más pequeños, las líneas del frente, que han permanecido relativamente inmóviles desde mediados de noviembre, se vuelven más inestables. En el frente nunca hay calma, pero ahora pocos son los que no ven una tormenta en el horizonte.

A cámara lenta y con resultados todavía poco impresionantes, una ofensiva rusa llama en estos momentos a las puertas de las posiciones ucranianas en múltiples puntos del Donbás, la región oriental cuya conquista completa es uno de los principales objetivos de Vladímir Putin. Mientras tanto, en reuniones secretas y campos de entrenamiento dentro y fuera del país, la respuesta ucraniana va tomando forma día tras día. El resultado que se espera de este proceso es una contraofensiva que incluya gran parte del material militar que, durante los últimos meses, los aliados occidentales han proporcionado a Kiev.

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En la antesala del aniversario de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, la paz parece más lejos que nunca. Tanto la ofensiva invasora en proceso como la contraofensiva de los invadidos en ciernes demuestran que ambos bandos siguen considerando que pueden obtener victorias sobre el terreno. Será el éxito o fracaso de la primera la que determine, en gran medida, la efectividad de la segunda. Sin embargo, independientemente de estos movimientos, este choque de trenes advierte de una realidad que resulta más dura en Kiev que en Moscú: tras un año de conflicto, todavía hay guerra para rato.

La ofensiva rusa: ¿qué queda en el asador?

Que los frentes se hayan mantenido prácticamente estáticos durante los últimos meses no significa que hayan permanecido tranquilos. Los drones, misiles y obuses rusos han golpeado de forma incesante gran parte de las áreas controladas por Ucrania en el este del país. En las últimas semanas, estos han ido acompañados de movimientos sobre el terreno que han hecho disparar las alarmas del Gobierno ucraniano. La ofensiva del enemigo, aseguran desde Kiev, ha comenzado.

A nadie podría extrañar que Putin —nunca dispuesto a desaprovechar una fecha simbólica— intente lograr algún progreso sobre el terreno de cara al aniversario de la invasión, especialmente tras un largo periodo de contratiempos durante el cual las victorias han brillado por su ausencia. Después de todo, el Ejército ruso no ha logrado un éxito operativo significativo en Ucrania desde la captura de la ciudad de Severodonetsk, en el óblast de Lugansk, en julio de 2022. Pero aunque lo sucedido en febrero puede ser considerado una ofensiva, lo que no puede decirse es que haya sido exitosa.

Las fuerzas de Moscú han lanzado múltiples ataques alrededor de Kreminna, en el noreste, y en Vuhledar, en el sureste. El ritmo de los disparos de artillería rusos también ha aumentado hasta su nivel más alto desde el verano pasado, con hasta 100 ataques por día, de acuerdo con reportes del Ejército ucraniano. Las posiciones defensivas ucranianas, no obstante, se han mantenido en pie y, en el caso de Vuhledar, el Ejército invasor ha vuelto a ser el protagonista de una desastrosa operación, sacrificando cerca de una brigada entera y hasta 36 carros de combate en un fallido asalto al pequeño enclave minero.

Los únicos avances de los que ha podido presumir el Kremlin a lo largo del último mes han sucedido en torno a Bajmut, una ciudad que Rusia lleva intentando conquistar desde junio y que ha sido escenario de varios de los episodios más sangrientos de la guerra. El Ejército ruso y, sobre todo, el grupo de mercenarios Wagner han dedicado una enorme cantidad de recursos y vidas en capturar la localidad, descrita por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, como “nuestra fortaleza”. Esta fortaleza se encuentra más y más rodeada a cada día que pasa y existe un creciente consenso entre analistas de que su caída es prácticamente inevitable.

Y, sin embargo, el propio Yevgeny Prigozhin, el jefe del grupo Wagner, reconoce que la batalla por la ciudad, cuyo valor simbólico hace tiempo que superó al estratégico, todavía está lejos de terminar. “Bajmut no será tomada mañana, porque hay una fuerte resistencia. La picadora de carne está funcionando”, afirmó la semana pasada, según su servicio de prensa. “No estaremos celebrando en un futuro cercano”, admitió Prigozhin, a quien los servicios de Inteligencia occidentales acusan de haber arrojado a miles de mercenarios reclutados en cárceles rusas contra las defensas de la ciudad a modo de carne de cañón, sufriendo miles de bajas en el proceso.

La lentitud de los escasos avances rusos y la falta de éxito en sus incursiones más allá de Bajmut han dividido la opinión de los expertos en dos campos. Por un lado, están aquellos que ven esta falta de efectividad como una nueva muestra de la debilidad de Rusia en su invasión de Ucrania y que vaticinan el fracaso de la ofensiva. “En un mes, creo que el frente estará en las afueras de Chasiv Yar [localidad vecina a Bajmut] en el peor de los casos”, señala Gustav Gressel, experto en cuestiones de seguridad y defensa del European Council on Foreign Relations (ECFR), en entrevista con El Confidencial. “Debido a que Donbás es una región fuertemente industrializada, hay muchos pueblos y áreas urbanas que brindan a las fuerzas ucranianas la oportunidad de aferrarse al territorio y obligar a los rusos a combatir cuerpo a cuerpo. Allí, Rusia no puede utilizar su superioridad en artillería, como puede hacerlo en campo abierto. Todo eso apunta a un progreso muy lento”, agrega.

Por el otro, hay quienes consideran que a Moscú todavía le queda mucha carne en el asador y que la gran ofensiva, como tal, todavía no ha empezado. Apuntan a reportes de Inteligencia estadounidenses de que el Kremlin está posicionando aviones de combate, bombarderos y helicópteros para brindar apoyo aéreo para una ofensiva terrestre. También al hecho de que el Ejército ruso ha establecido nuevos campamentos en Voronezh y Kursk, cerca de la frontera nororiental de Ucrania y exactamente donde estaban situadas las tropas antes del 24 de febrero. La siguiente semana será clave para determinar la envergadura real del ataque ruso.

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La contraofensiva ucraniana: ya no quedan sorpresas

Mientras el frente se encontraba estancado, Ucrania ha conseguido cosechar victorias en otros escenarios. Concretamente, en las reuniones y cumbres junto a sus aliados occidentales. Estos se han comprometido al envío de una considerable cantidad de armamento, cruzando líneas que hasta la fecha habían parecido infranqueables. El caso más notable es el de dos batallones de tanques Leopard II, de fabricación alemana, pero también decenas de vehículos acorazados Bradley y Stryker, obuses Howitzer, sistemas antiaéreos Patriot, Avenger y Stinger y cientos de misiles Brimstone, entre muchos otros.

Pero este cargamento masivo de armas tardará en llegar a Ucrania. El entrenamiento de sus soldados para utilizarlas de forma efectiva, todavía más. En un principio, la posible contraofensiva ucraniana estaba prevista para inicios de primavera. Hoy en día, dada la cantidad de material, muchos hablan ya de finales de la estación o, directamente, de inicios de verano. El propio ministro de Defensa ucraniano, Oleksi Reznikov, reconoció la semana pasada que su país tardará en pasar al ataque. “Tomará tiempo. Estamos hablando de varios meses para que estemos completamente listos”, enfatizó en entrevista con Ukrinform.

La pregunta del millón, no obstante, es cuál será el objetivo una vez Ucrania decida pasar a la acción. El Gobierno de Zelenski no ha dado señal o pista alguna al respecto, consciente de la importancia que el factor sorpresa jugó en la exitosa contraofensiva que en septiembre del año pasado liberó miles de kilómetros cuadrados de territorio y decenas de localidades en Járkov y Donetsk. Son los movimientos recientes de las tropas rusas los que dejan claro, al menos, cuál es el ataque que más temen en el Kremlin: un esprint hacia Melitópol.

En los últimos meses, el Ejército ruso ha desplazado una gran cantidad de armamento pesado y erigido decenas de posiciones defensivas para fortificar el frente sur de la guerra. Estas maniobras han incluido un cerco completo a la ciudad de Tokmak, la cual ha sido transformada en una absoluta fortaleza debido a su posición directa entre la zona de control ucraniano y la ciudad de Melitópol. Esta urbe, cercana al mar de Azov y capturada por Moscú poco después del inicio de la invasión a gran escala, es el mayor objetivo al que Ucrania podría aspirar. Situada en la intersección de dos importantes carreteras y de una vía ferroviaria clave que conecta con la península de Crimea, supone el corazón estratégico de la ocupación rusa del sur de Ucrania.

No hay duda de que Melitópol es el objetivo más tentador, pero también el más difícil. “Hay un problema claro con Melitópol, y es que es el lugar más obvio para una ofensiva. Todo el mundo lo sabe y, por tanto, cuenta con las mejores defensas rusas”, apunta Oliver Imhof, analista alemán de estrategia y datos de Inteligencia militar abierta, en entrevista con El Confidencial. Pero lo cierto es que, a estas alturas de la guerra, no existen muchas alternativas. Una contraofensiva en el eje Kreminna-Svatove, en el noreste, o un ataque anfibio a través del río Dnipro, en el suroeste, serían operaciones con un grado de complejidad similar y con un premio mucho menor como recompensa.

El factor sorpresa parece descartado en esta ocasión. La mayor esperanza de Ucrania podría ser lanzarse directamente a por el premio gordo de Melitópol, combinando una ofensiva terrestre con ataques de largo alcance, suavizando las defensas rusas con artillería de precisión y misiles y después utilizando sus recién adquiridos tanques y vehículos acorazados para culminar el asalto sobre las amplias llanuras que rodean la ciudad. “La gran pregunta es cuán efectivo será el Ejército ucraniano en un asalto con armas combinadas. Si logran combinar todas sus unidades de forma eficiente, el éxito de una ofensiva contra Melitópol no está excluido, aunque seguirá siendo difícil”, resume Imhof.

placeholder Soldados ucranianos reciben en Polonia entrenamiento sobre el manejo de tanques Leopard II. (EFE)
Soldados ucranianos reciben en Polonia entrenamiento sobre el manejo de tanques Leopard II. (EFE)

El factor temporal: Rusia juega al largo plazo

Cuando Prigozhin dio la semana pasada señales de que al asedio de Bajmut todavía le quedaban meses por delante, también agregó otra predicción temporal. Dijo que Rusia podría tardar entre un año y medio y dos años en controlar por completo las regiones de Donetsk y Luhansk, en el este ucraniano. Aunque el líder de Wagner no forma parte del Gobierno ruso ni de la estructura formal del Ejército, sus comentarios son una muestra de hasta qué punto la mentalidad de la cúpula del poder en Moscú va dirigida al largo plazo.

Un experto citado por Meduza, medio independiente con sede en Letonia que informa sobre temas rusos, considera que Putin ha concluido que prolongar la guerra tanto como sea posible beneficia más a Rusia que a Ucrania a la hora de crear condiciones favorables para sus demandas políticas. John Sullivan, exembajador de Estados Unidos en Rusia, ofreció una conclusión similar en una entrevista reciente con Nikkei: “Tiene [Putin] un horizonte a largo plazo. Esta no es una operación al azar con la que busca aumentar sus posibilidades de reelección en 2024. Este es un panorama mucho más amplio, un tema estratégico a largo plazo para él”, sentenció.

Foto: Imagen de 'Zar Accidental'. (Cedida)

Incluso si la ofensiva rusa fracasa de forma espectacular y la ofensiva ucraniana tiene, contra todo pronóstico, un éxito contundente, la guerra no llegará a su fin. Pocos esperan que una nueva derrota de Moscú en el campo de batalla provoque un derrumbe total de la invasión, como si de un castillo de naipes se tratara. Putin sigue enfrentando muy poca presión doméstica, con el respaldo de la amplia mayoría de la población y sin poderes fácticos que puedan hacerle frente. El deterioro de la economía de Rusia, todavía mucho menor del esperado por Occidente, es un pequeño precio a pagar por un conflicto que el presidente continúa definiendo como existencial.

Ofensivas y contraofensivas no cambiarán una realidad señalada por Lawrence Freedman, profesor de Estudios de Guerra del King’s College de Londres, en su análisis publicado en Foreign Affairs: que Kiev y Moscú están librando dos guerras distintas. Ucrania se ve limitada a una guerra clásica o convencional, en la que la única forma de obtener la victoria es sobre el terreno. Mientras tanto, Rusia está librando una guerra total, atacando infraestructura civil, dejando a millones de personas sin luz y calefacción, reduciendo ciudades a ruinas y lanzando drones kamikaze y misiles contra edificios residenciales. El segundo siempre puede infligir al otro mucho más daño que el primero.

Como indica Freedman, el camino de Ucrania hacia la victoria depende de hacer retroceder a las fuerzas rusas lo suficiente como para persuadir a Putin de que la guerra es imposible de ganar, pero esa ventana de oportunidad es pequeña. “Si Ucrania no vence ahora, va a ser más complicado que lo logre más adelante. Rusia tiene capacidad para mejorar su Ejército de cara al futuro. Están incrementando su personal militar y están transformando su industria en una de guerra. A largo plazo, deberían poder producir más tanques, más vehículos acorazados y demás”, asevera Imhof. Llevamos un año de tragedia. Es probable que queden muchos más.

Conforme los copos de nieve que a diario tiñen de blanco el oriente ucraniano se hacen más pequeños, las líneas del frente, que han permanecido relativamente inmóviles desde mediados de noviembre, se vuelven más inestables. En el frente nunca hay calma, pero ahora pocos son los que no ven una tormenta en el horizonte.

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