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¿Kyiv o Kiev? Seis hechos históricos que deberías conocer sobre Rusia y Ucrania
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Historias unidas de ambos países

¿Kyiv o Kiev? Seis hechos históricos que deberías conocer sobre Rusia y Ucrania

Téngase en cuenta que, cuando se trata de relatos nacionales, cada lado, evidentemente, intenta colar los episodios históricos por el estrecho filtro de su sesgo cognitivo

Foto: Banderas de Ucrania y Rusia. (EFE/Julian Stratenschulte)
Banderas de Ucrania y Rusia. (EFE/Julian Stratenschulte)
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Cuando uno deshace la madeja de circunstancias históricas de Rusia y Ucrania, se abren senderos insospechados y fascinantes. El relato de un mundo aparte, el eslavo oriental, que ahora mismo nos tiene pegados a las noticias. La relación entre Rusia y Ucrania, que, durante siglos, fueron en la práctica un solo país, tiene más de 1.000 años de historia. Pero es curioso cómo esos 1.000 años siguen muy presentes en las narrativas de los dos. A continuación va un resumen, forzosamente somero, de algunos de esos capítulos que seguramente pasamos por alto, pero que son fundamentales para entender las actuales tensiones: el peligro de una nueva invasión, esta vez a gran escala, de Rusia contra Ucrania.

Téngase en cuenta que, cuando se trata de relatos nacionales, cada lado, evidentemente, intenta colar los episodios históricos por el estrecho filtro de su sesgo cognitivo. Nada de lo que sigue a continuación está escrito en letras eternas e inamovibles. Solo es una reconstrucción muy breve de algunos hechos importantes.

Foto: Refugiados que huyen de la guerra en Ucrania llegan a Varsovia, Polonia (EFE/EPA/Marek)

Al final del artículo, por cierto, explicaré por qué uso Kyiv, en lugar de Kiev, para referirme a la capital de Ucrania. El cambio ha sido un riesgo, ya que, a simple vista, parece un posicionamiento político, pero creo que era necesario correr ese riesgo.

1. Ucrania y Rusia tienen sus orígenes en el mismo reino medieval

Cuanto más lejos viaja uno en el tiempo, más resbaladizas se vuelven las certezas. Pero es seguro decir que sí: que Rusia, Bielorrusia y Ucrania proceden de la llamada Rus de Kyiv, una confederación de tribus eslavas orientales gobernadas por una dinastía de origen nórdico, los ruríquidas, entre los siglos IX y XIII.

Más que de un Estado, se trataba de varias ciudades-estado repartidas por las actuales Ucrania, Bielorrusia y noroeste de Rusia. A veces, estas ciudades eran gobernadas desde Kyiv y formaban un reino de pleno derecho, con su lengua, su arquitectura y sus códigos legales. Su periodo de mayor esplendor se debe a Yaroslav el Sabio, que gobernó entre 1019 y 1054. Muy a menudo, sin embargo, los sucesores del Gran Príncipe, que así se llamaba al rey, se atrincheraban en sus ciudades y se hacían la guerra por el dominio de la capital, Kyiv, en un auténtico juego de tronos.

Rusia, Bielorrusia y Ucrania proceden de la llamada Rus de Kyiv

Es fundamental recordar que la Rus de Kyiv imitó, como modelo de civilización, al Imperio bizantino. Constantinopla fue evangelizando el reino eslavo en sucesivas misiones, iniciadas por los monjes Cirilo y Metodio, que empezaron su labor en la actual Crimea. Así, los bizantinos otorgaron a los habitantes de Rus la religión cristiana ortodoxa, el alfabeto cirílico, un código legal basado en el de Justiniano, una deslumbrante arquitectura y una concepción del poder vertical, mesiánica y misteriosa.

La Rus de Kyiv tocó a su fin en 1240, cuando los mongoles ocuparon las ciudades más importantes y acabaron en Kyiv, donde causaron una terrible carnicería. El reino se fragmentó en varios pedazos que, en los siglos siguientes, fueron pasando por las manos de distintos ocupantes. Podemos decir que, con el tiempo, las ciudades de Riazán, Novgorod o Vladímir-Suzdal (más la recién nacida Moscú) acabaron formando Rusia; Minsk y Polotsk, Bielorrusia, y Kyiv, Chernihiv o Pereiaslav, Ucrania.

2. Por eso, Moscú considera a Ucrania la cuna de la civilización rusa

Esta época medieval de esplendor, bautismos masivos en el Dniéper, guerras existenciales contra los nómadas y sueños de convertir a Kyiv, como se decía, en la Nueva Jerusalén, conforman las semillas originales de la imaginación eslava oriental. Y estas ilusiones de grandeza giraban en torno a Kyiv, en Ucrania.

Cuando Iván IV, conocido como Iván el Terrible, fundó el Zarato de Rusia al coronarse zar (voz eslava de 'césar': herencia bizantina) en 1547, manifestó su intención de recuperar Kyiv, la 'ciudad madre' de los rusos. Quería recuperar el reino perdido a manos de los infieles tres siglos antes. Se trataba de una reconquista.

La toma rusa de Kyiv, sin embargo, no se consiguió hasta 1686, bajo los auspicios de Pedro el Grande. Los nuevos territorios elevaron a Rusia de categoría. Ya no sería un zarato, sino un imperio. El Imperio ruso. Los territorios de la antigua Rus, con su monumental acervo histórico, habían sido devueltos a sus herederos.

Foto: Jugadores argelinos muestran la bandera palestina en los cuartos de final de la Copa Árabe contra Marruecos. (Reuters/Ibraheem Al Omari)

Desde el punto de vista ruso, todo en orden. Pero había un detalle: entre la caída de Kyiv en 1240 y su conquista a manos de Rusia, habían pasado cuatro siglos y medio. Casi medio milenio en el que las poblaciones de Kyiv y las ciudades aledañas habían desarrollado sus propios rasgos distintivos. Un idioma particular, unos ritos religiosos diferentes y una clase intelectual con sus veleidades, su producción literaria y su red de academias. Entre sus luminarias destacaban Job Boretski, Pamva Berynda o Petro Mohyla, que da nombre a una de las universidades ucranianas más importantes. En Vinnitsia, Lviv o Kremenchuk aparecieron hermandades y parroquias donde se fraguaban el estudio y la resistencia, y se trataba de resucitar la cultura de Rus. El primer diccionario eslavo oriental, por ejemplo, se publicó entonces: en ucraniano.

Además de los intelectuales, la clerecía ortodoxa y el pueblo llano, formado sobre todo por campesinos ucraniano-hablantes, estaban los cosacos. Una casta guerrera de aventureros que ha pasado a encarnar, en la mitología ucraniana, los valores nacionales de independencia, valentía y capacidad espontánea de organización. Estos elementos formaban un embrión nacional; una serie de fuerzas que se amalgamaron gracias a las rebeliones cosacas, lo cual nos lleva al siguiente epígrafe.

3. Ucrania también traza sus rasgos y su identidad al Medievo

Las ciudades del noreste de Rus, como hemos visto muy sucintamente, se liberaron de la ocupación tártara y cristalizaron en Rusia. ¿Y qué sucedió con el resto, con Chernihiv, Galicia-Volhyinia o la propia Kyiv? El yugo tártaro fue reemplazado allí por el polaco. Muchos de los restos de la nobleza de Rus se polonizaron para mantener su estatus, cambiaron sus apellidos y adoptaron el catolicismo. Pero la población de a pie, esas clases intelectuales y esos campesinos que trabajaban, muchas veces a golpe de látigo, en las haciendas polacas, mantuvieron su idioma y sus tradiciones.

El descontento general que causaba el dominio de Polonia se canalizó gracias a un cosaco. No está claro qué fue lo que llevó a Bohdan Jmelnitski a iniciar una insurrección. Dicen que fue un asunto de honor, la ofensa de un noble polaco. El caso es que Jmelnitski logró encender una rebelión campesina que dio paso a una guerra total contra Polonia. Cuando las tropas de Jmelnitski entraron en Kyiv, el cosaco fue aclamado como 'autócrata de Rus', un nuevo 'Moisés', el 'libertador de Ucrania'. Como habían hecho los rusos, dominados por los tártaros hasta el siglo XV, los ucranianos abandonaban su cautividad.

Foto: Un soldado ucraniano en una trinchera en el Donbás (Reuters/Oleksandr Klymenko)
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Pero luego Polonia contraatacó. Jmelnitski se vio al borde de la derrota y, en una situación desesperada, necesitado de un cable, se le ocurrió mirar hacia el este: hacia aquellos primos hermanos con los que compartían un pasado. Los rusos.

La reunión entre Jmelnitski y los delegados del zar Alexei se produjo en Pereiaslav, una bonita localidad a 100 kilómetros de Kyiv, en el año 1654. Según la reconstrucción que hacen, en sendos libros, los historiadores Serhii Plokhy y Paul Robert Magocsi, los boyardos rusos tenían una condición: que, de vencer a Polonia gracias a la intervención del zar, los territorios del nuevo estado cosaco quedarían dentro del Zarato de Rusia. Jmelnitski exigió a los boyardos garantías de que las costumbres e instituciones locales serían respetadas. Los rusos se negaron y Jmelnitski abandonó la iglesia donde negociaban. Pocas horas después y falto de opciones, sin embargo, Jmelnitski volvió y aceptó las condiciones del zar.

Antes de seguir con otros epígrafes, un inciso.

4. Estos episodios históricos siguen siendo claves a la hora de construir los relatos y justificar las acciones de estos estados

Aunque jamás en nuestra vida hayamos oído hablar de Jmelnitski, o de Yaroslav el Sabio, o de la batalla de Kulíkuvo, hay que recalcar que se trata de capítulos muy presentes en la manera en que Rusia y Ucrania se perciben a sí mismas. No son anécdotas lejanas, olvidadas, sino grandes bloques narrativos. Tres ejemplos rápidos.

En 1954, la Unión Soviética conmemoró el 300 aniversario de la “reunificación” de Ucrania y Rusia firmada por Jmelnitski y los boyardos rusos en Pereiaslav. Para celebrarlo, se erigió una estatua de dos mujeres, vestidas con los trajes tradicionales ruso y ucraniano, sosteniendo un tratado de amistad, en la propia Pereiaslav. Pero la clave es que el 'premier' Nikita Jruchshov, aprovechando la efeméride, cedió a la República Socialista de Ucrania el control administrativo de Crimea. Se presentó como un regalo, un signo de unión y amor imperecedero. En realidad, la cesión obedecía a la comodidad burocrática. Crimea es más fácil de gestionar, y de abastecer de agua, desde Ucrania. 2014 no se entendería sin aquel gesto.

Otro Vladimir, Putin, inauguró el monumento con un discurso el 6 de noviembre de 2016: Día de la Unidad Nacional Rusa

Segundo ejemplo. En 2013, antes de la tormenta, los presidentes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania se reunieron en Kyiv para festejar el 1.025 aniversario de la conversión de la antigua Rus al cristianismo ortodoxo. Fueron, curiosamente, Rusia, Bielorrusia y Ucrania las repúblicas fundadoras de la Unión Soviética. Y fueron los líderes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania los que finiquitaron la URSS en un bosque bielorruso, en 1991. Un frustrado Gorbachov les gritaba al otro lado del teléfono.

Y tres. En 2015, el Gobierno ruso comenzó a erigir junto al Kremlin una estatua del príncipe de Rus, Volodimir, para los rusos Vladimir, que adoptó el cristianismo en el año 988. La piedra fundacional de la estatua se trajo de Crimea, el lugar en el que Volodimir fue bautizado. Otro Vladimir, Putin, inauguró el monumento con un discurso el 6 de noviembre de 2016: Día de la Unidad Nacional Rusa.

Seguimos con el siguiente punto.

5. Rusia ha intentado rusificar Ucrania desde el siglo XVII

Las consecuencias del acuerdo entre Jmelnitsk y los boyardos se notan a día de hoy. Las tropas del zar Alexei penetraron en los territorios de la actual Ucrania, expulsaron a los polacos y acabaron, ya con Pedro el Grande, en Kyiv. Desde el punto de vista ruso, una vez más, todo correcto. Desde el punto de vista de la población autóctona de estas regiones, no estaba tan claro.

Las rebeliones cosacas, que habían sido sucesivamente dirigidas contra Polonia, empezaron ahora a darse contra Rusia. El último intento cosaco de unificar los territorios ucranianos fue liderado por Iván Mazepa, en 1708. Mazepa fracasó. Y Ucrania quedó bajo la tutela rusa durante casi tres siglos.

Un pequeño inciso: nos estamos dejando fuera muchas cosas. Por ejemplo, ¿dónde empieza y acaba Ucrania? La mitad occidental del Dniéper siguió bajo dominio polaco, por ejemplo. Y los actuales territorios de este, el actual Donbás y aledaños, eran una tierra de nadie ligeramente poblada por campesinos huidos de las ciudades. O, por ejemplo: ¿cuántos grupos de cosacos distintos había? No todos profesaban la misma lealtad. Perdonen que estas y otras cosas las dejemos para otra ocasión.

Foto: Reservistas ucranianos en un entrenamiento cerca de Kiev, Ucrania. (EFE/Sergey Dolzhenko)

Pedro el Grande, tras la conquista de Kyiv, se proclamó 'Zar de Todas las Rusias', el unificador de los territorios históricos. Él y sus sucesores emprendieron la rusificación de la población autóctona. En 1720, se prohibió la impresión de libros en ucraniano. En 1734, aparecieron instrucciones para mezclar ambos pueblos, el ucraniano y el ruso, mediante los matrimonios mixtos. El ruso se volvió lengua obligatoria y Ucrania pasó a ser referida como Rusia del Sur o Pequeña Rusia.

Esta política de rusificación se prolongó, con algunos paréntesis, hasta 1991, cuando Ucrania declaraba, por segunda vez, su independencia, pues la primera vez que lo hizo fue en 1918. Ahora tenemos que dar un salto en el tiempo, al siglo XX.

Tras el colapso del zarismo con la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa, el nuevo Parlamento ucraniano, la Rada (nombre de las asambleas cosacas), se declaró independiente de Rusia. El nuevo Ejército Rojo, pese a que los bolcheviques profesaban el “derecho de autodeterminación de los pueblos”, atacó y ocupó Kyiv menos de tres semanas después de que se declarase la independencia.

De todos los frentes de la guerra civil que se tragó los restos del Imperio ruso, el frente ucraniano fue el más confuso y violento. Había un Ejército nacionalista, uno cosaco, uno blanco, uno rojo y hasta uno negro, formado por los bandidos anarquistas de Néstor Majno. Stalin tomaría nota de lo importante que era Ucrania, de lo inestable de la situación y de la necesidad, para él, de meterla en vereda.

6. Hace menos de un siglo, el Kremlin mató de hambre a millones de ucranianos

La guerra mundial, la revolución y la guerra civil fueron tan traumáticos, y dejaron a Rusia tan devastada, que Lenin hizo algunas concesiones: un poco de capitalismo, para permitir que las fuerzas del mercado resucitasen la producción, y un poco de oxígeno para los nacionalismos periféricos. Estas políticas, bautizadas respectivamente como NEP (nueva política económica) y 'korenizatsiya' (nativización), beneficiaron a Ucrania. Sus clases intelectuales florecieron en ucraniano. También prosperaron, aunque en márgenes estrechos, los campesinos.

Unos años después, sin embargo, un nuevo líder soviético tenía otras prioridades. Stalin quería industrializar a toda prisa la Unión Soviética, un país agrario que, de lo contrario, quedaría en una posición muy vulnerable frente a sus enemigos. La vía más rápida era comprando maquinaria extranjera, y, para comprar maquinaria extranjera, Stalin necesitaba divisas. La mejor manera de adquirir divisas era exportando grano. La república que producía más grano, desde siempre, era Ucrania.

Así que Stalin, también de acuerdo con sus principios comunistas, decidió colectivizar la agricultura: todas las explotaciones agrícolas pasarían a manos del Estado soviético, que se encargaría de organizar la producción y vender el grano a quien considerase oportuno. El aparato que gobernaba Stalin se puso manos a la obra.

Foto: El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (Reuters/Carlos García Rawlins)

Las fricciones empezaron inmediatamente. Los propagandistas soviéticos aparecieron en las chozas de los campesinos, como cuenta Anne Applebaum en 'Hambruna Roja', con sus zapatos limpios y sus modales urbanitas, hablando ruso a ucranianohablantes. La petición a los campesinos de que entregasen sus magras propiedades no funcionó, así que Stalin mandó a la policía y al Ejército. Las tensiones desencadenaron conatos de revuelta campesina. Stalin, que temía la tozudez ucraniana mostrada en la guerra, lanzó una campaña masiva de requisa de alimentos.

El régimen cayó en una espiral de medidas draconianas. En agosto de 1932, se aprobó una ley que consideraba cualquier alimento propiedad del Estado y que penaba su robo, aunque fuese de una monda de patata, con la muerte. En los seis meses siguientes a la aprobación de esta ley, unas 4.500 personas fueron ejecutadas por robar comida. Cerca de 100.000 acabaron en el Gulag.

El Gobierno redobló la represión: sus emisarios se llevaron todo. Aparecían con largas barras de hierro con las que removían los pajares. Hurgaban en los pozos y en los jardines y en las cunas de los bebés. Desde su punto de vista, no le quitaban el sustento al campesino, sino que lo obtenían para paliar la escasez general de comida que abundaba en el Imperio y que había generado la desastrosa colectivización.

Los apologetas del comunismo dicen que la hambruna se dio en muchas regiones de la URSS, y es cierto. Ocurrió en el sur de Rusia o en Kazajistán, por ejemplo. Pero ninguna de estas regiones sufrió tan intensamente como el este y el sur de Ucrania.

Foto: Foto de archivo de una reunión entre Donald Trump y Vladímir Putin. (Reuters)

Cuando se desató la hambruna, los campesinos se acercaban a las vías de tren para comerse las mondas de naranja que algún pasajero les tiraba por la ventana. Al principio, los trenes se paraban, y más de una pareja de padres entregó a su niño a los desconocidos a través de la ventanilla, salvándolo de una muerte segura. Luego los trenes ya no tenían permitido detenerse. Las autoridades levantaron torres de vigilancia y cercaron las ciudades, donde el hambre, aunque no tan intensa, también se enseñoreaba de la población. En Járkiv, según el testimonio de los cónsules de Italia y Polonia, los orfanatos estaban al triple de capacidad. Los niños comían cáscaras de nuevo, junto a los cuerpos exangües que amanecían en las aceras.

Los casos de canibalismo se daban, sobre todo, en el seno familiar. Un padre de Sumy se comió a su hijo y luego a su hija. Otra familia se comió a la nuera, pero reservaron la cabeza para alimentar a un cerdo que habían logrado esconder. En apenas unos meses, la policía registró unos 2.500 casos de canibalismo en Ucrania. El número real jamás se sabrá. Como tampoco se sabrá el número total de muertos por hambre. Según las estimaciones que compila Applebaum, la más aceptada ronda los cuatro millones de muertos. Solo en Ucrania.

A este episodio se le llama Holodomor, y documentalista Serhii Bukovski rodó un documental al respecto, muy sencillo y hasta hermoso, pese a la indecible tragedia que contiene. El documental incluye entrevistas a supervivientes. Se puede ver gratis en YouTube.

7. Y repobló las provincias del este y el sur con campesinos y trabajadores rusos

Pese al desastre de la colectivización, que lastró la productividad agrícola para el resto de la historia de la URSS, una cosa que reconocen los historiadores es que Stalin era un dictador tan pérfido como competente. El comunismo realmente existente es un invento suyo: su criatura. El partido único, los planes quinquenales, los juicios-espectáculo. Todo lleva su firma.

Otra de sus políticas, aunque existen antecedentes en el Imperio ruso, es la de las deportaciones masivas. Una manera de mezclar identidades y de capar, de raíz, los potenciales nacionalismos. Con un matiz: las poblaciones se sacaban de todas partes, pero los huecos se rellenaban con rusos. Stalin era georgiano, pero apreciaba la utilidad de tener una etnia, digamos, vehicular. Un forma de vertebrar el Imperio.

Solo entre los años 1959 y 1970, más de un millón de rusos se instalaron en las provincias de esta parte de Ucrania

Cuando la hambruna despobló las regiones agrícolas de Ucrania, el tirano inició un programa de repoblación de rusos. A finales de 1933, Moscú envió a 117.000 colonos a las tierras del este y el sur ucraniano vaciadas por el hambre. Al año siguiente, 20.000 más, y 39.000 en 1935. Los nuevos granjeros recogían los restos de los cuerpos putrefactos, que se deshacían en el tridente. Las mujeres fregaban las viviendas intentando quitar el hedor. Muchas casas fueron derruidas y vueltas a construir. El goteo siguió hasta los años 70. Solo entre 1959 y 1970, más de un millón de rusos se instalaron en las provincias de esta parte de Ucrania.

He aquí otra acción que se ramifica hasta el día de hoy, donde uno de los problemas en el este de Ucrania, aunque no el más agudo, es esta potencial falta de entendimiento: los dos relatos, el prorruso y el proeuropeo, que explotan los propagandistas. Potencial, solo, porque resulta habitual tener, en una familia, sangre ucraniana y rusa, hablar los dos idiomas y no dedicar grandes cantidades de energía a ponderar estas cosas. Afortunadamente, estas grandes líneas históricas, que chocan en varios sitios, no tienen por qué quebrar la más saludable convivencia. Incluso en momentos tan tensos como el que vivimos estos días.

Cosas que nos dejamos por el camino

Muchas. Faltaría un epígrafe dedicado a lo que se suele llamar la Ucrania histórica: los territorios del oeste, ciudades como Lviv o Ivano-Frankivsk, que pasaron por la férula, algunas veces enriquecedora, del Imperio austro-húngaro.

Falta hablar de la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, del grupo terrorista nacionalista, de ideología fascista, de Stepán Bandera, que colaboró en algunos momentos de la guerra con los invasores nazis. Y de sus sucesores, grupos extremistas presentes en la violencia del Maidán en 2013 y 2014: una clave de la crisis, pero demográficamente, a la vista de las encuestas y los resultados electorales, insignificantes. Aunque tengan una presencia sobredimensionada en el relato ruso de los acontecimientos.

Falta el accidente nuclear de Chernóbil, uno de los factores que hundió la confianza de los ucranianos en el sistema soviético y abrió el camino hacia la independencia.

Y falta uno dedicado al Donbás, mencionado muy de pasada, y cuya historia de anarquismo, bandolerismo y cultura minera aportaría muchos matices a la comprensión de lo que sucede hoy en Donétsk y Luhánsk.

¿Por qué Kyiv y no Kiev?

Si ha llegado hasta aquí, muchas gracias por su paciencia.

Si digo Kyiv y no Kiev, no es porque quiera usar gratuitamente el ucraniano original. Por ejemplo, no escribo Moskvá en lugar de Moscú, o Al Qahira en lugar de El Cairo. Siempre me limito a usar la palabra de uso común en español. Pero el uso concreto de Kiev, al ser la denominación rusa y a la vista de acontecimientos pasados y actuales, les plantea un problema a la mayoría de los ucranianos. Algo que reflejan las encuestas de opinión y también su Gobierno, elegido democráticamente.

Es por eso que el Gobierno ucraniano ha planteado una petición oficial a la comunidad internacional para que cambie Kiev por Kyiv. Es una manera de establecer una distinción respecto al vecino, Rusia, que siempre ha tenido una voz global más poderosa, y de reivindicar el idioma oficial y mayoritario del país.

Foto: Encuentro entre Zelensky, Duda y Nauseda. (EFE)

Si buscamos posibles comparaciones, el caso se parecería más al de Myanmar (ex-Birmania) o al de Sri Lanka (Ceilán): países que optaron por un cambio de nombre debido, en parte, a las connotaciones históricas y políticas. Si hablamos de ciudades, Bombay está pasando a ser Mumbai.

La casi totalidad de los grandes medios anglosajones, como 'The New York Times' o la agencia Reuters, así como las universidades, los aeropuertos, los propios gobiernos, o Wikipedia, ya usan Kyiv en lugar de Kiev. Creo que es lo correcto, dada la petición oficial de un país. Posiblemente, su uso se acabará estableciendo.

* Argemino Barro es autor de 'Una historia de Rus: crónica de la guerra en el este de Ucrania' (La Huerta Grande, 2020).

Cuando uno deshace la madeja de circunstancias históricas de Rusia y Ucrania, se abren senderos insospechados y fascinantes. El relato de un mundo aparte, el eslavo oriental, que ahora mismo nos tiene pegados a las noticias. La relación entre Rusia y Ucrania, que, durante siglos, fueron en la práctica un solo país, tiene más de 1.000 años de historia. Pero es curioso cómo esos 1.000 años siguen muy presentes en las narrativas de los dos. A continuación va un resumen, forzosamente somero, de algunos de esos capítulos que seguramente pasamos por alto, pero que son fundamentales para entender las actuales tensiones: el peligro de una nueva invasión, esta vez a gran escala, de Rusia contra Ucrania.

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