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En el Vuhledar de los tanques rotos: si los rusos no aprenden de sus errores, que lo hagan los ucranianos
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masacre de carros de combate en el donbás

En el Vuhledar de los tanques rotos: si los rusos no aprenden de sus errores, que lo hagan los ucranianos

La esperanza puesta en los Leopard 2, que en sus últimas versiones supondrían un salto tecnológico considerable respecto a los carros de combate con que cuenta Ucrania, refleja una paradoja

Foto: Imágenes satelitales muestran blindados rusos agazapados a las afueras de Vuhledar. (Reuters)
Imágenes satelitales muestran blindados rusos agazapados a las afueras de Vuhledar. (Reuters)
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Un reciente ataque ruso contra la localidad ucraniana de Vuhledar, un pequeño enclave minero en el Donbás, se estrelló con las defensas ucranianas. Podría parecer un fiasco militar más de Moscú en esta guerra, pero en esta ocasión pudimos ver a las fuerzas blindadas rusas hacer movimientos torpes y erráticos en el campo de batalla, con pérdidas de tropas y equipos significativas. Los ucranianos estiman que el enemigo habría sacrificado una brigada entera y hasta 36 carros de combate en el fallido asedio. Así que Vuhledar ha de servirnos para recordar que la llegada a Ucrania de carros de combate occidentales no es una panacea tecnológica y que la ejecución de ataques de fuerzas blindadas contra líneas defensivas enemigas protegidas con campos de minas requiere una coordinación precisa y unos medios adecuados.

Como vimos recientemente, hay muchas esperanzas puestas en la llegada de los carros de combate de diseño alemán Leopard 2. Alemania fabricó más de 2.000 unidades durante la vieja Guerra Fría y después de la caída del Muro de Berlín liquidó sus arsenales como parte de los “dividendos de la paz”. Aquellos Leopard 2A4 terminaron repartidos de Portugal a Polonia y de España a Noruega. Posteriormente, varios países, como España, Suecia o Grecia, encargaron un modelo más avanzado de nueva construcción. El resultado es que el Leopard 2 se convirtió en el carro de combate estándar europeo. Y es lo que la mayoría de países europeos mandará al frente —previsiblemente en la primavera— en este nuevo giro de tuerca a la ayuda militar para Ucrania.

Foto: Soldados ucranianos remolcan un tanque ruso en Donetsk. (Reuters/Gleb Garanich)

La esperanza puesta en los Leopard 2, que en sus últimas versiones supondrían un salto tecnológico considerable respecto a los carros de combate con los que cuenta Ucrania, refleja una paradoja de esta guerra. Las ofensivas ucranianas se han convertido en un fenómeno anticipado y debatido abiertamente. Durante la primavera se discutió repetidamente la siguiente ofensiva para liberar la ciudad portuaria de Jersón y la margen occidental del río Dniéper, que finalmente arrancó el 29 de agosto. Y durante este invierno se ha hablado de la esperada “ofensiva de primavera” ucraniana. No es de extrañar, por tanto, que las fuerzas rusas quieran aprovechar la ventana de tiempo. El Ejército ucraniano al que se van a enfrentar cuando hayan llegado los materiales prometidos —y con militares formados en varios países occidentales— será más capaz que el actual.

Y el de Vuhledar, en la provincia de Donetsk, es uno de los ataques rusos que mejor encapsula las lecciones aprendidas por unos y por aprender de otros. El ataque comenzó el día 4 de febrero y en él participaron la 40ª y la 155ª Brigadas de Infantería Naval rusas. Los marines rusos, junto con las tropas paracaidistas, se consideran parte de la élite de la infantería rusa. En esta guerra, tanto las defensas costeras ucranianas con misiles como los que hundieron el crucero Moscú, así como los drones marinos que atacaron Sebastopol, han privado a Rusia de la libertad de maniobrar sus fuerzas navales en el mar Negro. Así que la infantería naval rusa no ha podido desarrollar las operaciones anfibias para las que está concebida. La ofensiva fue, además, reforzada con la 72ª Brigada de Fusileros Motorizados, una unidad bisoña y que incluye personal reclutado en la República de Tartaristán —que las minorías étnicas están sobrerrepresentadas en las listas de bajas rusas es otra constante de esta guerra—. Por su parte, las fuerzas ucranianas estaban constituidas por al menos dos batallones de la 72ª Brigada Mecanizada y, es de suponer, apoyadas por unidades de artillería.

Autopsia de un fracaso

Las imágenes del satélite Sentinel 2, de la Agencia Espacial Europea (ESA), nos permiten deducir los puntos de partida del ataque ruso gracias a los cráteres dejados por los impactos de la artillería ucraniana. Esos cráteres se concentran en las localidades de Mykiiske, Pavlivka y Shevchenko, que se ubican al suroeste y al sureste de Vuhledar.

Podemos concluir, por tanto, que el ataque ruso trató de constituir una pinza sobre los flancos de las posiciones ucranianas en Vuhledar. Las fotos de la zona y las imágenes grabadas por los drones ucranianos nos permiten ver que el terreno de la zona es más o menos despejado. Esto supone que las fuerzas rusas quedaron rápidamente a la vista de los medios ucranianos de vigilancia del campo de batalla y estuvieron, además, a tiro del armamento anticarro en campo abierto.

Varias filtraciones de grabaciones de vídeo captadas por drones ucranianos muestran a las fuerzas mecanizadas rusas avanzando en columna. Se trata de la misma disposición que a comienzos de la guerra. En aquel momento respondía a la voluntad rusa de alcanzar rápidamente los centros de poder del país y provocar el colapso del Gobierno de Kiev, dando por hecho que los ucranianos no presentarían batalla, tal como sucedió en Crimea en 2014. En esta ocasión, el avance en columna respondería al temor por los campos de minas tendidos por las fuerzas ucraniana. Pero también porque se trata de una disposición de fuerzas que simplifica las tareas del jefe de la columna.

Esas columnas rusas se encontraron pronto campos de minas ucranianos. Y tras la primera explosión, los movimientos del resto de vehículos de la columna fueron erráticos. A partir de ahí, se ha podido ver más vehículos pisando minas, y hasta choques entre vehículos. El resultado final es multitud de vehículos abandonados a lo largo de un camino o carretera.

Las minas no han sido el único protagonista del fallido ataque ruso. Su papel fundamental es ralentizar y canalizar a las fuerzas atacantes hasta lugares donde puedan ser fácilmente abatidas por armas anticarro. En este caso, la principal arma empleada por los ucranianos ha sido la artillería. Según las propias fuentes ucranianas, fue la principal responsable de la derrota de la ofensiva mecanizada rusa sobre las grandes ciudades del norte del país al comienzo de la guerra —aunque las unidades de infantería ligera y fuerzas especiales empleando misiles y lanzagranadas anticarro se llevaran todo el foco mediático—. Parece que solo cuando acabe la guerra y se asiente el polvo del campo de batalla podremos empezar a razonar fríamente sobre las verdaderas lecciones de esta guerra. A veces, la abundancia de imágenes mostrando un tipo de arma determinado nos hace sobreestimar su papel en la refriega.

El protagonismo de la artillería ucraniana en esta batalla está directamente relacionado con varios factores que le dan una ventaja sobre la artillería rusa. Si la artillería ucraniana ha podido frenar las columnas acorazadas rusas, es porque ha contado con observadores avanzados y/o drones que han permitido corregir el tiro. También por el empleo de munición de precisión, como los proyectiles estadounidenses M982 Excalibur. El resultado es que se aprecia una diferencia considerable entre la precisión de los rusos y los ucranianos viendo las fotos aéreas de los campos de batalla donde operan una y otra.

Una de las soluciones a los campos de minas es emplear unos rodillos que se montan en la parte delantera del vehículo para provocar la detonación de las minas y artefactos colocados en el camino. Los vehículos rusos han sido vistos con ellos en la ofensiva sobre Vuhledar, pero hay que tener en cuenta que solo son eficaces a baja velocidad y limitan la movilidad del vehículo. Por lo que los oficiales rusos habrán considerado ventajas e inconvenientes de su uso. Además, hay algunas minas anticarro que están diseñadas para explotar transcurridos unos segundos después de ser pisadas. Por lo que estos rodillos no son una solución infalible y hay imágenes de carros de combate rusos destruidos o abandonados con sus rodillos instalados.

Otra táctica para enfrentar los campos de minas es abrir pasillos mediante mangueras explosivas extendidas con un cohete propulsor. Para ello, ambos bandos cuentan en esta guerra con el sistema UR-77 Meteorit. Su presencia en el campo de batalla solo se ha intuido recientemente por las explosiones secundarias de un vehículo alcanzado por la artillería ucraniana. La manguera explosiva y su cohete propulsor habrían alimentado la enorme bola de fuego. Esto supone que, con los drones y la artillería de precisión ucraniana presentes, es un riesgo acercar un vehículo tan cargado de material explosivo al frente de batalla. Aunque posiblemente su ausencia sea resultado simplemente de la escasez de este material tan especializado.

La ofensiva rusa sobre Vuhledar nos recuerda que la presencia en el campo de batalla de carros de combate, por muy modernos y avanzados que sean, no proporciona una ventaja definitiva si no son empleados eficazmente. Para ello hace falta tripulaciones bien entrenadas que sepan sacar todo el provecho a un carro de combate por mucha movilidad y potencia de fuego que disponga. Los carros de combate que avanzaron hacia el frente de batalla en Vuhledar en fila india bien podrían haber sido de los modelos más avanzados del arsenal ruso, que su suerte hubiera sido la misma ante los campos de minas y la artillería ucranianas.

Por tanto, hay que hacer una adecuación gestión de las expectativas puestas en el Ejército ucraniano una vez reciba los Leopard 2 prometidos por varios países europeos. Pero, sobre todo, la lista de equipo militar prometido a Ucrania bien debería incluir material para que los zapadores ucranianos puedan abrir brecha en los campos de minas y en los obstáculos rusos. Meses de anuncios de una gran ofensiva ucraniana de primavera significa que los rusos han tenido tiempo de sobra para preparar el terreno.

Un reciente ataque ruso contra la localidad ucraniana de Vuhledar, un pequeño enclave minero en el Donbás, se estrelló con las defensas ucranianas. Podría parecer un fiasco militar más de Moscú en esta guerra, pero en esta ocasión pudimos ver a las fuerzas blindadas rusas hacer movimientos torpes y erráticos en el campo de batalla, con pérdidas de tropas y equipos significativas. Los ucranianos estiman que el enemigo habría sacrificado una brigada entera y hasta 36 carros de combate en el fallido asedio. Así que Vuhledar ha de servirnos para recordar que la llegada a Ucrania de carros de combate occidentales no es una panacea tecnológica y que la ejecución de ataques de fuerzas blindadas contra líneas defensivas enemigas protegidas con campos de minas requiere una coordinación precisa y unos medios adecuados.

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