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El dilema militar español en Mali tras la asonada de Wagner: actores o testigos en el flanco sur
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Sahel, donde España y Wagner se encuentran

El dilema militar español en Mali tras la asonada de Wagner: actores o testigos en el flanco sur

El pasado fin de semana se produjo uno de los momentos más tensos desde que Rusia invadió Ucrania, pero todavía quedan muchos flancos abiertos desde la revuelta de Prigozhin

Foto: La ministra de Defensa, Margarita Robles, en Bamako. (EFE)
La ministra de Defensa, Margarita Robles, en Bamako. (EFE)

El motín de la empresa militar privada Wagner se ha saldado provisionalmente con el exilio de su fundador y líder Yevgueni Prigozhin en Minsk. Tras la entrega de material pesado al ejército ruso, Bielorrusia acogerá una base de Wagner con los combatientes que no aceptaron la oferta de irse a casa o integrarse en el ejército. Parece el fin de Wagner tal como la conocemos. Pero, como ha anunciado el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, la compañía seguirá operando sin cambios en países como Mali y República Centroafricana. Especialmente en Mali la presencia rusa está llamada a tener un papel protagonista ahora que su Gobierno ha pedido a los cascos azules que se vayan del país y deja a los países europeos que tienen desplegados instructores militares allí, entre ellos España, ante un complicado desafío de inciertas consecuencias.

La historia del auge y caída de Prigozhin puede leerse como un relato aleccionador sobre la Rusia de Vladímir Putin, donde es posible convertirse en millonario y construir un imperio, pero hay que tener mucho cuidado en brillar demasiado como líder carismático y parecer ambicioso políticamente. Pero la percepción de que Prigozhin y Wagner se podían convertir en una amenaza para el Kremlin es el resultado de la fama obtenida en la guerra de Ucrania, una guerra que posiblemente nadie tuviera en mente cuando se creó la empresa. Wagner nació para operar de forma discreta en conflictos lejanos y Wagner u otra empresa rusa parecida seguirá sirviendo a los intereses del Kremlin.

Foto: Logotipos del Centro Wagner de la PMC (Compañía Militar Privada) en el edificio de San Petersburgo. (EFE/Anatoly Maltsev)

Empresas militares en las guerras posmodernas

Las empresas militares privadas tuvieron su momento de auge tras la invasión y ocupación de Irak en 2003, con la empresa británica Aegis llevándose discretamente el mayor volumen de contratos, mientras la empresa estadounidense Blackwater acumulaba fama y polémica. Pero, en realidad, el modelo en el que se inspira la empresa rusa Wagner nació varios años antes y en un lugar insospechado: Sudáfrica.

El régimen racista del apartheid sudafricano estuvo implicado en dos largos guerras en el África Meridional. Una en Angola, donde apoyaron a la insurgencia de la Unión Nacional para la independencia total de Angola contra el Gobierno comunista apoyado por tropas cubanas. La otra en Namibia, una antigua colonia alemana que Sudáfrica pasó a administrar tras la Primera Guerra Mundial y en donde se tuvo que enfrentar a una insurgencia nacionalista. En la primera guerra, los sudafricanos vivieron una guerra convencional de alta intensidad con duelos de fuerzas acorazadas, artillería y cazabombarderos.

En la segunda, los sudafricanos llevaron a cabo una campaña de contrainsurgencia contras guerrilleros en una sabana hostil. Cuando terminaron ambas guerras y el régimen del apartheid dio paso a la democracia multiétnica con Nelson Mandela en el poder, el ejército sudafricano fue reducido. Miles de militares sudafricanos, veteranos con experiencia de dos largas guerras, fueron desmovilizados. Muchos sintieron que no tenían encaje en la nueva Sudáfrica.

Uno de aquellos militares desmovilizados, Eeben Barlow, montó una empresa de seguridad llamada Executive Outcomes, traducible por resultados ejecutivos. Obtuvo primero negocio prestando servicios de seguridad en minas de diamantes de Sudáfrica para luego terminar dando formación incluso al propio ejército sudafricano, que había vivido una enorme fuga de personal veterano y con talento. El comienzo de una carrera internacional meteórica llegó con la oferta de dos hombres de negocio británico. La guerra en Angola se había reiniciado y los rebeldes de Unita habían tomado en la ciudad de Soyo una valiosa infraestructura petrolera cuyos dueños querían recuperarla. Executive Outcomes reunió a una fuerza de veteranos con experiencia para instruir a militares del ejército angoleño y liderarlos en la batalla para recuperar Soyo. Los mercenarios pelearon, tuvieron bajas y lograron su objetivo.

La existencia de mercenarios en África no arrancó con Executive Outcomes. La Segunda Guerra Mundial, las guerras coloniales francesas y la guerra de Vietnam produjeron un buen número de inadaptados y aventureros que terminaron luchando en conflictos olvidados en África tras ser reclutados mediante redes de confianza. La compañía aportó la novedad de contar con una estructura empresarial completamente profesional que iba de la mano con empresas de minas e hidrocarburos. Cuando Executive Outcomes tuvo que dotarse de aviones de transporte, sistemas de comunicación y hospitales de campaña, descubrió que podía prestar con todos ellos servicios a organizaciones humanitarias, empresas y organismos internacionales en zona de conflicto.

Foto: Una imagen de satélite tomada por Maxar muestra la destrucción cerca de Jersón, Ucrania. (Reuters/Maxar)

Después de Angola, el gran contrato de Executive Outcomes apareció en Sierra Leona. Allí una fuerza insurgente se había apoderado de la región diamantífera del país. El Gobierno del país no tenía suficiente liquidez para pagar los servicios de la empresa, así que en el pago se incluyó derechos de explotación de los diamantes. El problema de los paramilitares es que fue empresa militar estrictamente privada, dispuesta a trabajar al mejor postor. Sus directivos nunca tuvieron problema de ser contratados por el anteriormente enemigo Gobierno de Angola para combatir a Unita, precisamente un antiguo aliado de la Sudáfrica del apartheid. La presencia de mercenarios sudafricanos en las guerras africanas fue motivo de escándalo en el país, y la empresa nunca tuvo un padrino político poderoso. Las presiones desde Naciones Unidas a Estados Unidos se hicieron notar y Executive Outcomes fue disuelta. Pero había creado el modelo que muchos años más tarde Wagner imitaría en África.

El método ruso para consolidarse en África

Wagner no fue el único emprendimiento de Yevgueni Prigozhin. Se le considera que él estaba detrás de la Agencia de Investigación de Internet, una empresa dedicada a la manipulación de la opinión pública con granjas de trols. En sus oficinas de San Petersburgo, sus empleados se dedicaban a inundar las redes sociales y la sección de comentarios de artículos de prensa. El objetivo era crear ante la opinión pública objetiva la impresión de que determinadas ideas y opiniones eran realmente populares y extendidas. Cuando Wagner desembarcó en África por primera vez en 2017, lo hizo no solo ofreciendo servicios de seguridad a la dictadura sudanesa, sino que detrás venía una oferta de servicios de manipulación de la opinión pública.

Foto: EC Diseño

Los servicios de Wagner y empresas asociadas parece que no pudieron impedir la caída del dictador Omar Al Bashir en Sudán en abril de 2019. Pero el Gobierno de transición aceptó mantener los contratos con Rusia. Al final, en Sudán todo cambió para que todo siguiera igual. Un nuevo golpe en octubre de 2021 cortó la aventura democrática. La clave de la presencia rusa en Sudán son los recursos naturales del país, en concreto oro y uranio. Wagner abrió la puerta a dos empresas, M. Invest y Meroe Gold, con las que canalizar la explotación de las riquezas del país. Exactamente, el modelo que inauguró Executive Outcomes.

La siguiente casilla africana ocupada por Wagner fue la República Centroafricana, una antigua colonia francesa asolada por una guerra civil desde 2012 y en donde un Gobierno débil no ha podido acceder al mercado de armas por un embargo internacional. Allí Rusia encontró la brecha por la que consolidar su presencia en África. El país había sido lugar de despliegue de una misión de mantenimiento de paz de la Unión Europea, Eufor RCA, en la que participaron fuerzas españolas entre 2014 y 2015.

Los militares y diplomáticos europeos hablaban de condicionalidad de la ayuda, reformas democráticas, lucha contra la corrupción, gobernanza y derechos humanos. Rusia llegó ofreciendo armas y formación al ejército local para combatir a los grupos rebeldes sin miramientos, mientras en paralelo se ofrecía seguridad al presidente para blindarlo de golpes de Estado. Y sin olvidar, las acciones de "poder blando" ruso, que incluirían desde campañas de agitación antifrancesa a una película que glorificaba la presencia de mercenarios de Wagner allí. Finalmente, la colaboración militar con Francia se suspendió en 2021. Fue la primera excolonia francesa de la que los rusos desalojaron a la antigua potencia. No sería la última.

El primer campamento de Wagner en República Centroafricana se instaló a 60 kilómetros de la capital, en un antiguo palacio del emperador Bokassa. Los primeros rusos fueron identificados en el país en enero de 2018. El asunto dejaría de ser secreto cuando en agosto de ese año se selló un acuerdo militar. Por supuesto, detrás llegaron los acuerdos para la explotación de los campos de diamantes a través de empresas como Lobaye Invest y Diamville. Precisamente esta última fue sometida a sanciones por Estados Unidos el 27 de junio de 2023, pocos días después de que Wagner fuera noticia por el motín de Prigozhin en Rusia. Como vemos, seguir la pista de Wagner en África supone dibujar una nube de empresas pantalla.

Aunque Wagner sea la cara más conocida, no habría que perder de vista que no todo el personal ruso que opera en África y más concretamente en la región del Sahel pertenece a Wagner. Los militares rusos también tienen cada vez más presencia en la zona, aportan más material a los ejércitos africanos y hay más acceso a formación de mandos africanos en Rusia. Esto abre la puerta a Rusia a influir a las fuerzas armadas de una región sometida a toda clase de crisis políticas y migratorias en plena expansión del yihadismo.

Mali, donde Wagner, Rusia y Europa se cruzan

El siguiente trofeo de Wagner en África fue Mali. El norte del país vivió en 2012 una rebelión de la minoría tuareg que provocó el colapso del Estado en esa región del país. Pero el resultado no fue la ruptura del país para dar lugar a un nuevo país, como los casos de Eritrea o Sudán del Sur. Sino que, mientras se discutía un despliegue multinacional de ejércitos africanos, aparecieron las fuerzas yihadistas para aprovechar el caos, tomar el control del norte del país y lanzar sus columnas de todoterrenos hacia la capital. La respuesta francesa fue una operación militar fulminante, la operación Serval, que recuperó el control del territorio y empujó a los yihadistas de vuelta a ser una fuerza insurgente en un conflicto de baja intensidad. Finalmente, fue una fuerza militar de cascos azules, la Minusma, la que se desplegó en el norte del país.

Foto: Fotografía sin fecha facilitada por el Servicio de Prensa del presidente de Bielorrusia. (EFE)

Para Francia, Mali era su patio trasero africano y cualquier desestabilización del país podía afectar sus intereses en las minas de uranio del vecino Níger. Para países como España, el Sahel era ese lugar donde el caos y las crisis y conflictos provocaban ondas de choque que se hacían sentir en sus fronteras meridionales. Otros, como Estonia, entendieron que ayudando a Francia ganaban puntos y favores que canjear luego en caso de crisis en su entorno regional. Mientras que Francia desplegó fuerzas de combate, la Unión Europea creó una misión de entrenamiento del ejército maliense. En sus sucesivas rotaciones de personal, la misión EUTM Mali ha contado con liderazgo español.

La presencia de militares de la Unión Europea presentó un desafío parecido al sufrido por Estados Unidos en Afganistán con dilemas irresolubles. ¿Se puede separar la lucha contra insurgencias yihadistas de la construcción de un Estado democrático? La visión europea de que toda cooperación tiene que ir acompañada por el esfuerzo de los locales en reformar sus instituciones y sus prácticas para alcanzar el objetivo final de tener un Estado moderno y democrático se percibe en África como neocolonial y paternalista. Algo que las operaciones de desinformación rusa explotaron.

La frustración de una parte de las fuerzas malienses con la marcha de la guerra contra las insurgencias yihadistas llevó a un golpe de Estado militar en mayo de 2021. Nuevamente, como en el caso de la República Centroafricana, la falta de democracia creaba un dilema ético a Occidente a la hora de mantener la cooperación. Así que pocos meses después, en septiembre de 2021, la nueva junta militar firmaba un acuerdo con Rusia que incluía los habituales paquetes de formación a las fuerzas locales y las puertas abiertas a compras de la industria rusa de defensa. Los militares franceses que combatían las insurgencias yihadistas en Mali se retiraron en agosto de 2022.

Mientras Occidente tiene dudas de cómo tratar con la junta maliense, Rusia ofreció una cornucopia de aviones y helicópteros de combate. Turquía, por su parte, ofreció los célebres drones Bayraktar TB2. Y desde China llegaron dos grandes lotes de blindados y vehículos ligeros todoterreno, según informaciones analizadas por la página especializada OSINT Sahel.

Foto: Prigozhin durante su asalto el pasado viernes. (Reuters/Alexander Ermochenko)

En 2019, se publicó un artículo académico de Wolfgang Minatti e Isabelle Duyvesteyn, de la Universidad de Ledien, donde cuestionaban los esfuerzos occidentales de luchar por crear gobiernos legítimos a ojos de la población local. Planteaban que quizá los esfuerzos occidentales sean completamente inútiles, porque, a ojos de la población musulmana de valores tradicionales y conservadores, los gobiernos sustentados por fuerzas occidentales se perciben como ilegítimos. Estos dilemas no parecen afectar a Rusia, que apoya a gobiernos no democráticos con métodos expeditivos.

En marzo de 2022 se produjo una masacre de civiles en la localidad maliense de Moura. Según el informe que presentó el jefe de la Minusma el pasado día 16 de junio ante el Consejo de Seguridad de Naciones, los responsables de la masacre de Moura fueron el ejército maliense y "personal de seguridad extranjero", esto es, personal de la empresa Wagner. La respuesta del ministro de Asuntos Exteriores de Mali, Abdoulaye Diop, fue pedir la salida de la fuerza Minusma del país "sin retraso". La perspectiva de que los cascos azules se marchen de Mali rompería un consenso básico que permitió la paz entre los antiguos rebeldes del norte del país, y el Gobierno central de Bamako. Unos antiguos rebeldes que se han mostrado también contrarios a la reforma constitucional.

Foto: Soldados de Naciones Unidas en Mali. (EFE) Opinión

El mandato de la fuerza Minusma expira el próximo día 30. Según la agencia Reuters, Francia trabajaba ya en un borrador de resolución para retirar a los cascos azules de Mali. Alemania, por su parte, puso mayo de 2024 como fecha límite para su presencia en el país y estos días su ejército liquidaba en subasta en Mali los materiales que no iban a ser repatriados. Esto deja a los militares españoles en una situación complicada. Sin la presencia de cascos azules, el ejército maliense y sus aliados rusos podrían actuar aún más sin restricciones éticas y morales. Las piezas se empiezan a mover para un nuevo ciclo de conflicto entre el norte del país y el Gobierno central. El dilema ahora es seguir implicados en el epicentro del drama con la esperanza de influir en los acontecimientos o ser meros testigos desde la seguridad de la distancia para asumir las consecuencias a largo plazo.

En África se lleva produciendo desde hace muchos años una injerencia rusa, tanto por parte de sus Fuerzas Armadas como por empresas privadas militares, lo que genera desestabilización en los países del Sahel, una región clave para los intereses de España, Europa y la OTAN. Hay que estar expectantes para ver como se suceden los acontecimientos en los próximos meses y cómo el Kremlin gestiona la presencia de sus militares y la empresa Wagner en África. Una ecuación en la que hay que tener en cuenta que la región nutre a Rusia de los recursos mineros necesarios para apoyar operaciones militares como la ucraniana.

El motín de la empresa militar privada Wagner se ha saldado provisionalmente con el exilio de su fundador y líder Yevgueni Prigozhin en Minsk. Tras la entrega de material pesado al ejército ruso, Bielorrusia acogerá una base de Wagner con los combatientes que no aceptaron la oferta de irse a casa o integrarse en el ejército. Parece el fin de Wagner tal como la conocemos. Pero, como ha anunciado el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, la compañía seguirá operando sin cambios en países como Mali y República Centroafricana. Especialmente en Mali la presencia rusa está llamada a tener un papel protagonista ahora que su Gobierno ha pedido a los cascos azules que se vayan del país y deja a los países europeos que tienen desplegados instructores militares allí, entre ellos España, ante un complicado desafío de inciertas consecuencias.

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