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La competencia infernal en las Clásicas revienta el ciclismo de élite tal y como lo conocíamos
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Mucho gallo en el mismo corral

La competencia infernal en las Clásicas revienta el ciclismo de élite tal y como lo conocíamos

La generación histórica conformada por Vingegaard, Pogacar, Evenepoel, Van der Poel, Roglic y Van Aert se retroalimenta y dispara el nivel del ciclismo. Este año solo es el principio

Foto: Vingegaard y Pogacar, frente a frente. (Reuters/Stephane Mahe)
Vingegaard y Pogacar, frente a frente. (Reuters/Stephane Mahe)

Pues han venido buenas este año, ¿eh? Las Clásicas, digo, las grandes Clásicas del ciclismo. Espectaculares, vibración absoluta, dos o tres fotos que vamos a recordar por décadas. Qué cinco Monumentos, chato, qué cinco Monumentos. Sumen el Mundial, que fue la hostia, el Mundial. Y Gante, que menudo descojono, con Gante, ay. Miren, yo no voy a engañarles... las Clásicas molan mogollón, pero también tiene ese punto de esnobismo que tanto gusta cuando te las das de entendido en un tema.

Vamos, que diferencian al aficionado bueno, al aficionado de verdad, del madridista (o culé) que aprovecha la chicharra francesa en julio para dormirse. El mismo que conoce Alpe d´Huez, los Lagos de Covadonga y la expresión "Armstrong dopao". Esa peña... en fin, guay, cuantos más seamos mejor, yo quiero vender cientos de miles de libros (yo quiero ganar el Premio Planeta al Mejor Libro de Bicis escrito por alguien con Pelazo), pero también mola lo de dártelas como entendido, connaisseur, y sonreír diciendo que oye, que Juan Ayuso muy bien, pero a mí dame cualquier van der Naiden, porque ese destaca en las pruebas que realmente me ponen tontorrón.

(Para otro día dejamos lo del flamenco, que es esnobismo al cuadrado... tú, en temas de ruedas y pedales, dices cualquier cosa en flamenco y ya has subido cinco o seis puntos de molonidad. Pero cualquier cosa, oigan, desde Bosberg hasta Maertens is beter dan Merckx. Aproximado, ustedes saben).Así que uno siempre mira las Clásicas con cariño, porque hablar de Clásicas, dejar caer este o aquel resultao, que te sigan el rollo.

Bueno, eso establece conexiones fuertes, colega, conexiones fuertes, y te ves reflejado en el interlocutor, y acabaréis pimplando tres o cuatro birras (denominación de origen Bélgica, lea usted el párrafo anterior), y discutiendo sobre si el origen del Oude en Oude Kwaremont. Y, ojo... que hacemos esto con todas las de la ley. Porque te divierten más. Las Clásicas, digo. Especialmente las piedras, los adoquines, el pavé, el kinderkopje. Recuerden, recuerden épocas más oscuras de este bendito asunto.

Foto: Van der Poel, en su victoria. (EFE/EPA/Yoan Valat)

Teníamos el Tour secuestrao, el Giro lo filmaba Eloy de la Iglesia, por septiembre venía Cordero rebajando... Pero De Ronde y Roubaix nunca te pusieron mustio, en De Ronde y Roubaix veías hostias lejanas, veías pavos con fango hasta en las patillas, veías ciclismo de antes, de cuando el ciclismo era ciclismo y no lo que fuera en aquel tiempo (ese ciclismo que hace tener pesadillas a Veronas y Hansens). Las piedras eran tu casa del pueblo... el sitio donde puedes volver sin temor, porque allí siempre, siempre, estarás seguro.

Los grandes ciclistas se exprimen al máximo

Pero es que ahora hay dos elementos diferentes. El primero... hasta las carreras tradicionalmente coñazos son espectáculos de primera línea. Vean, vean San Remo... a mí San Remo me encanta, entiéndanme, ese cocerse a fuego pausao, ese sprint de fondo, esos cinco minutos con más intensidad que una charla entre Pitingo y Willy Toledo... Yo disfruto San Remo como gorrino en fango, es que no tengo remedio.

Pero, objetivamente... bueno... Cipollini, Petacchi, Cavendish, esas mierdas. Hoy ya no... a mí me dicen que en 2024 Tadej se lanza locamente en Cipresa y me lo creo. Desde Pantani que no vemos algo así. Fue en 1999, y aquello eran fuegos artificiales (con potencia de bomba nuclear, eso sí) que solo sirvieron para medirse miembros viriles con Bartoli.

Luego, en el Giro, lo que se midieron fueron hematocritos, y salió el asunto peor...El segundo rollo que ha cambiado en las Clásicas es... bueno, si ya lo hemos citado con Tadej. Los nombres, los nombres que pululan ahí. Nos tiramos veinte temporadas sin ver Monumento y Gran Vuelta en el mismo palmarés el mismo año (aquel 1995 de Jalabert), y ahora es algo casi habitual (vamos, Jonas, anímate, muchacho). O sea, que los grandes, los más grandes del pelotón, las auténticas estrellas, tipos con estatus histórico, legendario, tíos que van directos al Gotha... se meten en estas lides. Y se retroalimentan.

placeholder Jonas Vingegaard, ganador del Tour 2023. (EFE/Manu Bruque)
Jonas Vingegaard, ganador del Tour 2023. (EFE/Manu Bruque)

Y los Monumentos siempre fueron Monumentos, pero cuando pastorean Dan Martin, o Purito Rodríguez, o Gerrans, o Iglinsky, pues parecen otra cosa... Hemos pasao de un Osos Amorosos vs los Fruitis, a un cómic de Garth Ennis. Y joder si lo agradecemos... Y nos encontramos así, como en este año. Dos de las cinco mejores carreras del curso... Clásicas. De Ronde, el Mundial. ¿Dos de las cinco? Dos de las dos, si quieren. Sumen San Remo, que tuvo muchísimos quilates, o Lombardía, o la misma Ámstel.

Sumen exhibiciones de Evenepoel por Redoute, sumen, sumen, sumen... Contra eso... a ver, qué podemos oponer. El Tour estuvo muy guapo, pero por debajo del anterior, creo. Marie Blanque, Tourmalet, lo de Loze, la crono, fuera lo que fuese la crono. Alto nivel, ahí contentísimos. Pero luego el Giro... ay, el Giro, que me han hecho al Giro. Menudo peñazo, menuda mierda, menudo excremento como el que observa Ian Malcolm en Isla Nublar. A ver, algo que se juegan Geraint Thomas (le faltó pedirse un donuts en el cambio de bici camino Lussari), Almeida (Olano con bigote) y Roglič (gran vueltómano, gran competidor, muy profesional, muy majo, menos variedad en sus guiones que El Secreto de Puente Viejo) sale lo que sale.

Las Clásicas, el lugar donde estar

Y la Vuelta es que ni sé decirles. Entre charlotadas, homenajes a Ibáñez, chapuzas y la elección del vencedor final vía votos de la audiencia, te queremos, Sepp, la casa todo lo magnifica, pues... De lo otro no quiero ni acordarme.Llas vueltas menores son, si no acuden Tadej o Vingegaard, cosa como para poner en Guantánamo. Sí, por mucho que grandes campeones estén engordando palmareses en plan loco por ellas.

Así que el refugio son las Clásicas. Las Clásicas y esta generación acojonante que tenemos ahora. Los Seis, les dicen, como a los Cuatro Fantásticos, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, el Six Pack que nunca tuve, los seis chupitos que no debiste pedir. Pogačar, Vingegaard, van der Poel, Evenepoel, van Aert, Roglič. Maravilla de maravillas... hay ahí un trío que combina Clásicas-Monumentos y Grandes Vueltas. Desde Hinault que no veíamos esto.

O desde Merckx, Gimondi et al. Sumen que Laporte siempre pilla algo regalao por Wout (comprando a precio de diamante ayudas que luego no llegan), apariciones estelares, el ego de Tom Pidcock (cuerpo Farfán, chulería Eros Poli) y te queda algo de lo más cuco. Pero de lo más cuco.

Foto: Hinault y Lemond, en su célebre subida a Alpe d'Huez en el Tour de 1986. (Foto: RTVE)

Pero, ¿saben qué?... es todo un brindis al sol. Porque son seis, vale, y tienen palmarés como para trincar millones anuales en Movistar Team (espera, una llamada... ¿cómo? ¿que Cortina qué?, hostia, quiten, quiten lo anterior), y arrastran aficionados como usted arrastraba asignaturas para septiembre. Pero lo mollar, lo histórico, lo que pasa dos o tres veces en cien añitos de bicis... eso son dos. Que no les engañen.

Dos. Vale, primero... Tadej Pogačar. Tiene dos Tour de Francia, tiene cinco Monumentos, tiene tres distintos. Le faltan San Remo y Roubaix, y yo no quiero apostar en su contra. A ver, para entendernos... el último ganador del Tour con cinco Monumentos fue Bernard Hinault. Antes, Merckx (que ganó diecinueve, lo juro, ganó diecinueve). Y antes Coppi (que pilló ocho), y antes Bartali (siete), y antes Pélissier (que era un cabrón, pero ganó seis)... y ya. Vuelvan a leerlo. Un repóker de paisanos, más Tadej. Y tiene veinticinco años.

Más aun... es que en 2023 trincó dos cosas tan diferentes entre sí como De Ronde y Lombardía. Eso lo han hecho él, y Rik van Looy. Ni Eddy, macho, ni Eddy (Eddy se llevaba regular con De Ronde, también te digo). Por Flandes, además, pintó Tadej obra maestra, domeñando en su terreno (domeñando a su manera, a bombazos desde lejísimos) al paisano que, números cantan, mejor se adapta a esta prueba desde... bueno, desde quién sabe. Y eso, que en San Remo también fue protagonista. Y en Lieja se cayó, que menuda Lieja esta Lieja con él. Es un tipo histórico, monstruoso, canibalesco. Calidad, cantidad, variedad. Un regalo.

Van der Poel hizo historia

Como Mathieu van der Poel. Vale, otra vez... referencias históricas. Dos Monumentos, Mundial. A ver, quién lo hizo antes... efectivamente, Rik van Looy y Eddy, y también Tom Boonen. Qué grandes, macho, Rik van Looy y Eddy (y también Tom Boonen), otro día les cuento cuando coincidieron en el mismo equipo, que aquello fue guerra psicológica loquérrima. En fin, que histórico. Pero es que combinar San Remo y Roubaix... bueno, tampoco mucho desde... joer, desde hace más de un siglo. Vamos, que Sean Kelly. Y qué gigante era, Sean Kelly. Luego llegó el Mundial, con su pathos, con su exhibicionismo, con su punto de grandilocuencia absoluta. Otro carrerón, el Mundial, gracias a este tío (y al Tadej ese del que hablamos antes).

placeholder Mathieu van der Poel está en la cima del ciclismo. (EFE/Bas Czerwinski)
Mathieu van der Poel está en la cima del ciclismo. (EFE/Bas Czerwinski)

Fíjense en qué momento estamos para esto de las bicis que la temporada de Remco Evenepoel nos parece fracaso. Veintitrés años, dos veces Lieja (imperial), campeón del mundo, una Grande. Otra vez debes irte a Merckx para ver algo parecido. En estos meses... Pues Monumento, Klasikoa, cinco etapas entre Giro y Tour, parciales aquí y allá, la bandera belga en el maillot. Y eso... que parece poquita cosa. Con la mitad de la mitad se vienen pidiendo galones.

La competencia es infernal

Es una nueva época, con una nueva forma de correr. La más conservadora posible, y me mataré a decirlo. Si Pogačar gana por fuerte... pues lleva las competiciones hasta ese punto donde sus fuerzas marcan diferencia. Igual con van der Poel, particularidades y características propias. ¿Y Evenepoel? ¿En qué es insuperable Evenepoel? En rodar, en poner un ritmo altísimo y mantenerlo, sin mover los hombros, sin alterar el gesto, pinta de Bugno enfadado.

Pues hagamos eso, pongamos cartas a nuestro lado. Lo contrario... esperar al sprint, pastorear grupos enormes con veinte gregarios y cien outsiders, resolver de una única manera... eso es lo arriesgado. Si vuelcas una Lombardía a tu favor (como pasó este año) no importa que acabes haciendo eses (como pasó este año) porque los demás también terminan haciendo eses (como pasó este año) y en tales extremos de agonía suele ganar el mejor (como pasó este año). Es simplificación, pero seguro que pillan mensaje, guiño, Wout van Aert, tos, tos, guiño. Así que no... no están locos, no son arriesgados, no se ponen espectaculares porque sí.

Juegan de la mejor manera para sus intereses. Y ahí ganamos todos. (Ellos mucho, ellos ganan muchísimo). Así que eso... disfruten de las Clásicas, disfruten de esta generación, contemplen el páramo con plantas rodantes que concurre cuando no parecen ellos en carreras y critériums. Y, después, vuelvan, vuelvan a los Monumentos, vuelvan a la Vía Roma, a la Trinchera, al Paterberg, al Ghisallo, a la Redoute. Se están honrando esos lugares.

Pues han venido buenas este año, ¿eh? Las Clásicas, digo, las grandes Clásicas del ciclismo. Espectaculares, vibración absoluta, dos o tres fotos que vamos a recordar por décadas. Qué cinco Monumentos, chato, qué cinco Monumentos. Sumen el Mundial, que fue la hostia, el Mundial. Y Gante, que menudo descojono, con Gante, ay. Miren, yo no voy a engañarles... las Clásicas molan mogollón, pero también tiene ese punto de esnobismo que tanto gusta cuando te las das de entendido en un tema.

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