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Histórica primavera de Van der Poel: conquista la Roubaix, la carrera que siempre está ahí
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Aunque no hubiera momentos para la historia

Histórica primavera de Van der Poel: conquista la Roubaix, la carrera que siempre está ahí

Aunque ya no se salga desde París, esta carrera que durante largos años fue el último reducto del verdadero ciclismo. Una vez al año, pero siempre presente para los fieles

Foto: Van der Poel, en su victoria. (EFE/EPA/Yoan Valat)
Van der Poel, en su victoria. (EFE/EPA/Yoan Valat)

París-Roubaix. Vale, ya no se sale de París, pero ustedes me entienden. París-Roubaix.

Dicho todo junto, así, laparirubé. Reconocible. Reconocible, incluso por quienes no gustan de las bicis, por los que piensan que BH aun fabrica pistolas, por los de ¿Armstrong?, sí, hombre, el de La Luna. Hasta ellos saben lo que es laparirubé. Reconocible, dijimos. Cantos, piedras, barrillo, adoquines, hierba que asoma por entre juntas, ciclistas con los brazos saltarines cual su cuñao, el de las lorzas, cuando baila en Nochevieja...

Durante muchos años, además, la París-Roubaix fue último reducto de ciclismo auténtico que nos echábamos a la boca, así, hop, cada doce meses. Luego llegaban Ardenas (con los Schleck haciendo el imbécil y muchos tíos yendo al matadero de Valverde), después el Tour (con videos pidiendo perdón por no sé qué, trenecitos chucuchú y ganadores menos glamourosos que David Bustamante), más tarde la Vuelta (en fin, pasa palabra... o no, no paso palabra, digo Horner, digo Nozal, y paso palabra), y, entre medias, bochornos en pruebas más chicas. Verán que me salto el Giro, porque el Giro también nos servía, años ha, para quitarnos el monuco de ciclismo güeno (ahora gana Hindley, que es el anti-Simoni).

Pero la Roubaix seguía como siempre, la Roubaix nunca va a decepcionar, la Roubaix continuaba allí como una dama inalterable a modas y mierdas como “está todo muy igualado”, “contra ese equipo es imposible competir” o “lo inteligente es guardar, guardar y atacar en los últimos cien metros de una llegada en alto”. Vamos, todo eso que la actual generación ha mostrado como erróneo, como engañifa, como chorradón.

placeholder Van Der Poel, en lo más alto del podio. (EFE/EPA/Yoan Valat)
Van Der Poel, en lo más alto del podio. (EFE/EPA/Yoan Valat)

(Estoy por pedir indemnizaciones a los ciclistas de hace diez años, colega).

Pues incluso entonces... en Roubaix podías confiar. Era salvaje, era irreductible, era un cachito de lo que esto fue y unos pocos (los mismos que ahora se permiten dar lecciones) nos habían robado. Por eso hay que verla siempre. Porque es un deleite, sí, pero también por lo otro.

Porque ella nunca nos falló.

Este año... duelo de vans. Como cuando estaba van Looy, o van Steenbergen, o van Daele, o Van-dereaerden. Los de ahora se llaman Wout y Mathieu, un flamenco y un neerlandés (por esas cosas de la vida) que es el flamenco más excitante desde Camarón. Digamos que es difícil pensar en cómo podría no ganar uno u otro. Y eso que Roubaix es carrera traidora, taimada. Pero son tan grandes...

El resto a verlas venir, parecía.

El resto a verlas venir, oigan.

Así que salida, primeros escarceos, cielo con nubes pero sin agua (y en pocos sitios importa esto tanto como en La Pascale), el grupo que tira, el grupo que se acerca hasta lo más importante, hasta esos adoquines criminales que han hecho historia. Queda un mundo, nadie se moverá...

Pero esto nunca decepciona. Nunca (salvo si gana Hayman). Cien a meta (más de cien a meta), y se pone van Aert como un loco. Como un loco. No hemos llegado ni a la Trouée, andan aun por Haveluy a Wallers, y entran metiendo latigazos en adoquines. Grupito de seis, o así. Laporte, van Aert, van der Poel, Degenkolb (recién salido de Rocky III, aproximadamente, tanto tiempo llevaba missing), Küng, Mikhels. Pedersen. Kristoff y sus lorcillas, Ganna... fuera, lo que es favorable para Jumbo. Van Baarle fuera, lo que es favorable para Wout. Todo escojonado a tres horas del final, lo que es favorable para quienes lo vemos con ganas de leña... Pinta bien el asunto, porque es gente de la que lanza a relevar siempre, no importa lo lejos que estén las Hilaturas...

Foto: El esloveno celebra la victoria. (EFE/Olivier Matthys)

Me adelanto... yo a Wout van Aert lo he atizado mucho. Muchísimo. Principalmente porque, creo, tiene condiciones de extraterrestre. Y porque no las usa como a mí me gustaría (y este juego consiste en subjetivizar el asunto), porque jamás propone, jamás adelanta acontecimientos, jamás juega a ganador más allá de meterse en regatas donde no para de remar. Vamos, que no escatima, pero dispone a destiempo (repito, para mí). Pues, miren, hoy de primeras lo hizo. Hoy propuso cosas desde antes de Arenberg. Hoy corrió a ganar muy lejos, y cuando corres a ganar solo queda que te aplaudan, aunque luego juegues algo a chica según te vas acercando a meta.

Y llegamos a Arenberg. La Trouée d´Arenberg. No hagan caso a esos happyflowers que le dicen bosque de Arenberg. Es una Trouée, una trinchera. Oh, sí, En los bosques coges moras, ves ardillas y escuchas el rumor de los arroyos. En las trincheras no, en las trincheras sufres, te salta barro al morruco y tienes ganas de morir. Por eso Arenberg es, háganme caso, una Trouée.

Cuentan que si lo de la Trouée fue idea de Jean Stablinski, campeón del mundo y vencedor en la Vuelta. Él conocía bien Arenberg, porque trabajó bajo sus adoquines. Sí, fue minero en aquellas tierras donde todos los que llevaban apellidos de paladeo polaco acababan sacando carbón. Así que sufrió Arenberg bajo sus ruedas y sobre su cabeza. Puta vida. Ya que a mí me dolió tanto, que duela también a otros. Y, hop, hecho.

Así funcionan las leyendas, amigos.

Apocalipsis. Pongan el nombre que deseen, pero... apocalipsis. Caídas, ciclistas unos encima de otros, tubulares patinando, botellines que vuelan, pies donde antes había cascos. Sangre, barro y polvo. La Trouée de Arenberg es uno de esos sitios que no superas... sobrevives. La foto más bonita del año. La recta más cruel de todas.

(Sí, más que la Cueña que están ustedes pensando, no me jodan, que esto es Roubaix).

placeholder Barro y sudor. (EFE/EPA/Yoan Valat)
Barro y sudor. (EFE/EPA/Yoan Valat)

Los buenos por delante, salida de Arenberg, balance de daños y... pincha Laporte. Laporte, que podría ser elemento decisorio, porque plantea superioridades numéricas. Laporte, que lleva un invento rarísimo en su bici, uno para meter y bajar presión en las ruedas, una de esas folkloradas que lucen para parecer más listo que el resto, pero a la hora de la verdad... Vamos, que te lanzas Poggio abajo o ganas a Fignon en los Elíseos, pero nadie recuerda todas las demás mierdas que se han intentado imponer en este bendito asunto que son las bicis...

No me innoven con gaitas, por favor.

Eliminado Laporte y... parón. Entran más ciclistas por detrás. No muchos, una docena, pero... gente importante. Ganna, Pedersen. También dos compañeros de van der Poel, que parece haber parao, precisamente, para propiciar esto. Jugada maestra, oigan. Un momento, un chas, y la Roubaix cambia desde lo táctico, porque ahora lleva superioridad en soldadesca Mathieu. Su padre nunca triunfó aquí, su abuelo tampoco. Todo de cara para vengar la estirpe...

Así que ataca. A cincuenta de meta. Todos lo esperaban por Mons-en-Pévèle, pero es que llegó antes. Coge dos curvas imposibles (imposibles para todos los que no hayan mamado el Cx desde niños), aprieta, diez, doce metros, van Aert que reacciona, van Aert que acaba por llegar, Ganna no, Ganna no puede, Ganna se queda, Ganna vuelve al grupo. Han sido fuegos artificiales, pero fuegos artificiales de esos que siempre queman algo...

Mons-en-Pévèle y otro arreón de van der Poel. Y otra vez van Aert a rueda. Y a rueda. Y a rueda. Y no propone, joder, y no lanza latigazos, joder, y van der Poel se sube hasta por las cunetas, y van der Poel provoca argayos, pero van Aert se limita a seguir, joder, Wout, que te limitas a seguir, Wout, que tú a cien de meta molabas, Wout, que luego en julio te tienen de chacha, Wout, aprovecha ahora, Wout, hostias, Wout. Mathieu reincide a la salida del tramo, en un repechito, en asfalto, moviendo la bici, generando más vatios que el DeLorean cuando salta a 1955, y van Aert llega fácil, y Küng parece que va a llegar fácil, pero a Küng le sube un regüeldo de ácido láctico, y se corta, y corta a todos, y son veinte metrucos, pero tiene que ponerse Ganna para recortar esos veinte metrucos, y este tipo de asfixias terminan pesando, sí. Porque, oye, ahora ni siquiera pillamos aire entre tramo y tramo de adoquín...

A todo esto... vamos para récord de la Roubaix más rápida de la historia. Que también cuenta.

Foto: Veronica Ewers, del equipo EF Tibco SVB. (EFE/Iñaki Porto)

Inciso... van der Poel lleva como “apoyo” a Philipsen, pero es que Philipsen es un sprínter mucho más puro que él, así que Philipsen es “apoyo”, sí, pero esas comillas son gordas, gordas como un escritor de ciclismo, que Philipsen es “apoyo” pero también alguien a quien limpiarse, porque de cara al óvalo que hay tras el Charles Crupelandt pues da miedito... Situación complicada, pues. Que sea, al mismo tiempo, situación envidiable nos muestra qué difícil es acertar a veces en esto de las bicis...

Treinta y cinco a meta y van los de siempre... que si van Aert y van der Poel, que si Degenkolb y Pedersen, que si Philipsen, que si Ganna, que si ese gigantón de Küng... Entre ellos estará el adoquín, por más que Jumbo vaya detrás metiéndose la pechada para na...

(Claro que mejor meterte pechada para na que rendirte sin probar a ver si sale).

Ratito de tregua y que pueda usted ir al baño (que lo sé, que se está haciendo pis desde Arenberg) y llegamos a lo mollar, a lo decisivo. Será, como tantas veces, en el Carrefour de l´Arbre. O, mejor, en el sitio ese que empalma Camphin-en-Pévèle y el Carrefour de l´Arbre.

(Me vas a comparar molonidad y leyenda entre una Trouée y un Carrefour, también te digo... Yo le cambiaba el nombre. Abismo de l´Arbre, o Findelmundo de l´Arbre, por poner dos ejemplos).

Allí... Philipsen a fuego, van der Poel que sube por lo verde, van der Poel que entra por donde no entra, Degenkolb que cae, van Aert ataca en la confusión, abre un hueco, Degenkolb se levanta, todo jirones y desgracia, van der Poel que llega a van Aert, y son ellos dos, ellos dos, tampoco es la sorpresa del mundo, no es Jacky Durand ganando de Ronde, pero son ellos dos. Mathieu entra al relevo, aprieta, abre un metruco, queda poco para acabar el tramo, abre dos metrucos, abre tres, no se rinde nunca, van Aert, no se rinde nunca, salen al asfalto, no se rinde nunca... hasta que para. Pinchazo. Van der Poel en cabeza, imperial, lanzado, y van Aert pincha. Golpe definitivo, game over, usted lo sabe, yo lo sé. Puede que esa avería ayudase para que se abriesen esos metrucos en el Carrefour de l´Arbre. Seguramente ayudó. Quizá hubieran llegado juntos. Quizá, quién sabe.

Será otro año.

Ah, lo de Degenkolb... Pues no es fácil, oigan. Y tampoco claro. Vayamos al mismo origen... ¿son aplicables las reglas generales del ciclismo en algo como la París-Roubaix? Quiero decir... en un camino donde no hay asfalto, donde la cuneta son puros agujeros, donde la hierba salpica aquí allá... Pues resulta difícil. Si fuese una etapita del Tour, con carretera de diez metros y todo ese rollete, pues... Miren, en ese caso yo creo que lo de Mathieu sería sancionable. Ahora... ¿en Roubaix? No me atrevo. Lance de carrera, así, con esa abstracción tan deliberada, creo que sería mi veredicto a puro cliché. Lance de carrera. Qué insatisfactorio, sí, pero...

Y eso, que van der Poel solo, rodando divinamente, y tomando las curvas como James Hunt toma Eau Rouge. Vamos, que imposible echarle mano. Tres Monumentos distintos, cuatro en total. Calcando números (no identidades) a lo que hizo Tadej con De Ronde. Es leyenda (ambos son leyenda). Y queda, sí, por ver. El reto de los Cinco, entrar ya en lo más selecto del Gotha. Veremos. Merece la pena intentarse, Mathieu, hostias.

Veremos.

Son tres, tres belgas. Van Looy, Merckx, de Vlaeminck. Son tres, y nadie más. Por ahora.

Veremos.

Segundo y tercero hacen Philipsen y van Aert. Vamos, que doblete. Ganar con doblete mola, aunque hacer “uno-dos, Mathieu-Wout” pues también mola mucho. Si ya lo dijo Anquetil sobre el abuelo de van der Poel... “corro para que la clasificación sea Primero Anquetil y Segundo Poulidor... lo otro me acaba decepcionando”. Es lo que tienen los duelos de leyenda. Y ahora tenemos uno gordísimo...

(Ah, Mathieu ya suma más Monumentos que su padre y su abuelo juntos. Que, con su pedigrí, tiene mérito. Y un segundo ah... ha ganado dos Monumentos y ha hecho plata en otro esta primavera. No pasaba desde 1986, con un tal Sean Kelly. Disfrutemos de esta gente).

Digamos que la Roubaix ha tenido un resultado histórico (con todo esto de van der Poel) pero no ha dejado muchos momentos históricos. Todo muy rápido, todo muy veloz, todo muy estético, pero peor que otros años. O menos bueno. No importa. Ella, Pascale, siempre estuvo ahí. Siempre.

Y por eso la queremos tanto.

París-Roubaix. Vale, ya no se sale de París, pero ustedes me entienden. París-Roubaix.

Tour de Francia