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Aquellas peleas de Merckx y Ocaña: sobre Orduña, Torrelavega y la Vuelta de 1973
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Una lucha sin cuartel

Aquellas peleas de Merckx y Ocaña: sobre Orduña, Torrelavega y la Vuelta de 1973

Ambos ciclistas protagonizaron un enfrentamiento mediático histórico en una de las ediciones más famosas en terreno español

Foto: Ocaña, Merckx y Thevenet. (Imagen de archivo)
Ocaña, Merckx y Thevenet. (Imagen de archivo)

Y tres. Seguro que Eddy pensó algo parecido. Ya está, cosa hecha, trabajo que termina, todas las Grandes al zurrón. O igual ni eso, oigan, porque Eddy es mucho Eddy, profesional como la copa de un pino, eterno insatisfecho. Tú a Eddy Merckx le podías arrancar sonrisas con el objetivo de la cámara, pero, en realidad, algo lo iba devorando por dentro. Ambición. Necesidad absoluta. El típico tío que gana mil carreras y solo tiene recuerdos para aquella que perdió por equivocarse en el desarrollo mientras esprintaba, joder, por qué no metería el doce, por qué. Y, oye, que en solo cinco días empieza el Giro. Vamos, vamos, cámbiate de ropa y para Verviers, que los italianos te hacen el guiño. Comienzo casi enfrente de tu casa. Todo dispuesto para la exhibición.

Foto: Damiano Caruso celebra su victoria en La Vuelta. (EFE)

Estamos en el año 1973, y Eddy Merckx piensa. Qué más, qué desafíos aguardan. El hombro que ha ganado todo (el hombre que ha ganado todo tantas veces) duda., Y si... Vale, perfecto, iré. Hasta aquel entonces solo dos tipos habían domeñado las tres Grandes Vueltas. Jacques Anquetil, Felice Gimondi. La élite, la aristocracia. Solo que Merckx es... cree ser... es más que ellos. Primus inter pares. Jacques fue un gran emperador, pero Eddy es de esos paisanos que coge corona y se la pone él mismo sobre su cabeza. No sé si me entienden. Así que sí... iré a la Vuelta a España. Para ganarla. Para que nadie me pueda decir “esto no lo hiciste”. París-Tours al margen, claro.

Así que... conservar. Por la cabeza de Eddy Merckx llega a pasarse lo de correr todo seguido. Vuelta, Giro, Tour. Luego, durante su julio en blanco, él lo niega, pero Luis Ocaña aprovecha cada tarde para refrescar hemerotecas, porque Luis Ocaña tenía memoria y rencores para aburrir. Sí, dijo de correr las Tres, aunque... es un cobarde. Un cobarde. Qué risas. Pero eso, que por enero Eddy se piensa el asunto. Ummm, nueve semanas entre abril y julio. Tendremos que ahorrar fuerzas allá por primavera, ¿no? Y Eddy ahorra. En 1973 su temporada de clásicas se cierra con Gante, Lieja, Roubaix, Amstel y Het Volk. Ya ven, una vergüenza...

Así que para la Vuelta se viene Eddy Merckx. Le costó sus buenos dineros al organizador, no vayan a pensarse. La Vuelta es que antes era así (y ahora... bueno, mejor, pero sin volvernos locazas), y para atraer talento tenía que rascarse el bolsillo. Como cualquier empresa española, vaya (salvo las tecnológicas, y las de reparto a domicilio hasta hace cuatro tardes). Pero merecía la pena, ¿eh?, porque Eddy era el mejor corredor de siempre. Y venía para ganar, porque no sabe hacer otra cosa. Y además aquí se juntaba con otros de su estirpe. Campeones. Inconformistas. Luis Ocaña, sobre todo, que es némesis más allá de la némesis. “En la carretera podía conmigo, pero un día nos fuimos de copas y no aguantó nada”. Odio personal, diríamos. Espadas en alto. También Bernard Thévenet. Y Pesarrodona. Y Agostinho. Y Tamames. El de 1973 será mejor pódium de siempre acá (nada menos que ocho Tour de Francia sobre el cajón de Donosti).

placeholder Luis Ocaña, en una imagen de archivo.
Luis Ocaña, en una imagen de archivo.

¿Les cuento un secretito? La carrera pues ni fu ni fa. Digamos que para atraer al belga la organización también hubo de preparar algunas... cómo explicarlo... facilidades. Lo dijo claramente Luis Ocaña. “Todo favorece a Eddy, hay bonificaciones por todas partes. Solo falta que pongan segundos en la puerta del hotel”. Sumen a eso la magra orografía que afrontaba la carrera por esos años, añadan toda una llanada de semana y media por la costa levantina, aderecen con la habitual potencia del Molteni y... Bum, receta perfecta para bostezos.

Así que el paso del belga por aquí tampoco dejó gestas para la historia, etapas de esas que se escriben veinte veces y leyendas a medio contar. Ojo, dominio bien chulo, ¿eh? Muy Merckx, si quieren. General, más seis etapas, más la crono por equipos, más once días de líder, más los puntos, más la combinada, más las metas volantes. Poca cosa, vaya. Algunos dicen que fue en esta prueba donde se produjo la conocidísima anécdota del sprint bajo la pancarta... del Partido Comunista. No sé, huele a mentira repetida mil veces, pero en tal caso al menos 'è ben trovata'.

El desempeño en el Giro fue similar, oigan. General, más seis etapas, más líder de principio a fin, más la clasificación por puntos, más la combinada. Atila en bicicleta, un ogro viene a verme. Después de eso... descansó. Nada de Tour, imposible. “Es un cobarde”, decía Ocaña. Un cobarde. Ah, terminó el año ganando más cositas. El Gran Premio de las Naciones, por ejemplo. Y cuarto en el Mundial de Barcelona. Primero Gimondi, segundo Luis, tercero Maertens, cuarto él. Lujo y una enemistad que arrastra décadas. Ya ven, temporada cargadita, por decirlo suavemente...

Pero estábamos por la Vuelta. Miradas puestas en él. Ocaña, celoso, observa todo con esa expresión suya, a mitad de camino entre tristeza y sarcasmo. Prólogo en Calpe y Merckx gana. Tres segundos a Agostinho, cuatro a Linares (venganza de Forest), seis a Luis. Es nada, pero es tanto... Luego maillot para Karsten, después Pesarrodona. Todos sestean al ritmo que marca Eddy, estrella absoluta. Periodistas, aficionados, hasta curiosos que pasan por allí para ver con sus propios ojos al mejor deportista de siempre. La Vuelta se ha convertido en el fabuloso show de Merckx por la península. No pensarían ustedes que Luis Ocaña iba a permitir eso, ¿no?

Porque eso... golpecito aquí, bonificación allá, victoria en Calafell, o en Ampuriabrava. Todo aun por decidir, va el asunto controlado. Riendas asidas muy fuertes, los caballos no se desbocan. Hasta, casi, el final. Tres etapas claves. La primera llegando a Manresa. Ascenso a Collformic, los buenos que se atacan. Ocaña intenta, Merckx sale, Merckx rematando. Ocho tíos por delante. Allí, entre el Mediterráneo y los Pirineos, se deciden plazas de honor. Luego en el sprint Eddy arranca desde lejos, y ya casi esboza la sonrisa de quien se sabe invencible cuando lo adelanta por la izquierda otro tipo. Se llama Bernard Thévenet. Parcial para él. Eddy mastica decepción. No será la primera frente al francés. Pero queda tan lejos Pra-Loup...

Ocaña buscó la gesta

Segunda parada. Torrelavega. Contrarreloj individual, diecisiete kilómetros, la más larga (aunque hay otras tres). Hacen lo que aquí llaman Vuelta a las Quintas, que consiste en subir hasta Santillana del Mar por Vispieres y luego bajar a Barreda antes de volver a la ciudad. Final, además, en una pista frente a la fábrica de SNIACE. Solo que de aquellas la pista era de cenizas, y la fábrica estaba abierta, y había auténticas riadas de gente en las cunetas esperando a los corredores, y, en general, para mi pueblo fueron tiempos mejores. Hay videos de esa jornada por internet, pueden verlos y comparar la cantidad de público con.. bueno, con ahora. Ay... Bueno, eso, que victoria de Merckx (que sube arrastrando desarrollos inhumanos, que abre mucho las rodillas cuando pedalea, que es antiestético y doloroso de ver, pero también tremendamente mortal), y Ocaña solo puede ser tercero, a más de medio minuto.

Decepción. El conquense está cansado, cansado de que lo tomen como a un mono de feria, cansado de ser solo “el otro”, pero sin que le pongan pisito en Madrid. “Me habéis traído para ser segundo después de Merckx, y es lo que hice”. Los ciclistas de antes reservaban menos, también ante los micros...

Y momento culminante. A veces no importa tanto ganar como dejar escritas leyendas. Él lo hizo. Tan extraño, tan particular. Los paisajes, la estampa, incluso el resultado. Final en Miranda de Ebro, veinticuatro horas más tarde de la crono, a solo cuarenta y ocho del final. Alisas, Los Tornos, vuelta a la costa por Bercedo, después ascenso definitivo a Orduña. Allí es donde Ocaña decidió dejar su huella, donde Luis quiso que no se olvidasen de él. Hostias desde el principio, desde las horquillas de Alisas. Ataca el conquense, responde Eddy, Bernard Thévenet siempre un poco más atrás.

En Los Tornos... igual. Y luego Orduña. Las herraduras de Orduña. Uno de los puertos más duros que franqueaba la Vuelta en su tiempo. Allí vuelve Ocaña a cargar. Lo hace una, dos, tres veces. Al final Merckx decide dejarlo por imposible, se queda con Thévenet, pierde incluso un poco la rueda del galo, luego vuelve. Ocaña lleva el maillot de campeón de España, afronta cada curva como si fuese la última, empuja con brazos y riñones, saca la famosa chepa de la que hablaba Pedro Matxain. La multitud lo rodea, lo toca, ánimo, puto Merckx, adelante, allez, allez. Apenas veintisiete segundos en cima. Todos saben qué va a pasar, todos saben el final del cuento. Los otros relevan, llegan donde Luis, Eddy arranca justo al final, en Miranda de Ebro, y suma una nueva victoria. Para él, gota en océano, porque se retirará por encima de las quinientas.

Para Ocaña... para Ocaña la gesta. Breve, fugaz, como fue Luis. La gesta. A veces ganar es solo nota al pie de página. “Os prometí que iba a atacar y ataqué”, decía el conquense. “No estoy satisfecho”. Él no, él nunca. Solo vale masacrar al otro. Pero perder así es menos perder... Son casi cincuenta años de aquella Vuelta. La que dominó Merckx sin dominar demasiado Merckx. La que marcó Ocaña sin levantar los brazos ningún día. La del pódium de ensueño. Otro ciclismo. Otra forma de entender la existencia, seguramente.

Y tres. Seguro que Eddy pensó algo parecido. Ya está, cosa hecha, trabajo que termina, todas las Grandes al zurrón. O igual ni eso, oigan, porque Eddy es mucho Eddy, profesional como la copa de un pino, eterno insatisfecho. Tú a Eddy Merckx le podías arrancar sonrisas con el objetivo de la cámara, pero, en realidad, algo lo iba devorando por dentro. Ambición. Necesidad absoluta. El típico tío que gana mil carreras y solo tiene recuerdos para aquella que perdió por equivocarse en el desarrollo mientras esprintaba, joder, por qué no metería el doce, por qué. Y, oye, que en solo cinco días empieza el Giro. Vamos, vamos, cámbiate de ropa y para Verviers, que los italianos te hacen el guiño. Comienzo casi enfrente de tu casa. Todo dispuesto para la exhibición.

Eddy Merckx