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¿Qué hay más allá del Eurofighter? Los 6.250 M para un caza del que nadie se atreve a hablar
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¿nuevo avión o más de lo mismo?

¿Qué hay más allá del Eurofighter? Los 6.250 M para un caza del que nadie se atreve a hablar

El Gobierno ha dado un acelerón y avanza en la mayoría de los grandes programas de armamento. Sin embargo, hay una generosa partida en los presupuestos de 2023 de la que pocos se atreven a hablar. Al menos en público

Foto: Pareja de Eurofighter alemanes con armamento aire tierra. (Eurofighter GMBH)
Pareja de Eurofighter alemanes con armamento aire tierra. (Eurofighter GMBH)

Las inversiones en defensa están en auge. Los compromisos de gasto con la OTAN, la sensación de urgencia de la guerra en Ucrania y, por supuesto, el estado de dejadez en que se encontraban estas cuestiones en nuestro país han llevado al Ejecutivo a unos niveles de compromiso no vistos en décadas, avanzando a lo largo del año en casi todos los programas especiales de armamento importantes. En el Consejo de Ministros de la semana pasada, se dio un importante impulso de más de 9.000 millones de euros. Entre los que quedan pendientes; la modernización de los sistemas antiaéreos Patriot y el que, tal vez, genera más expectativas, encendidos debates y no pocas dudas: el reemplazo del caza F-18.

El Ejército del Aire y del Espacio utiliza hoy dos aviones de combate: el F-18, de procedencia estadounidense y el Eurofighter, de fabricación europea. El primero, del que hay 83 aparatos, incluyendo 12 modelos biplaza, ya se encuentra al final de su camino y hay que resolver la cuestión de su reemplazo. Del segundo hay 68 ejemplares que han venido en varias tandas, de tal manera que muchas unidades precisan de diversas modernizaciones para mantener e incrementar su eficacia.

El F-18 ha sido —es todavía— un buen aparato y en España ha mostrado un gran rendimiento. Su adquisición, el Programa FACA (Futuro Avión de Combate y Ataque), fue modélico en su momento. Un programa de adquisición donde se priorizaron necesidades operativas delante de otras cuestiones, se consiguió un increíble retorno de inversión y, además, una arquitectura abierta de las aeronaves, lo que permitió después realizar múltiples modificaciones. Para muchos expertos de la industria, un programa que debió servir de ejemplo en otros que se hicieron con posterioridad.

La flota de F-18 consta de ejemplares adquiridos nuevos y posteriormente modernizados, y otros comprados de segunda mano a la Armada estadounidense (US Navy). Estos último son los que ahora sostienen la defensa aérea de Canarias, en la Base de Gando, pero que ya venían bastante baqueteados y no podrán volar más allá de 2024, según lo previsto. Su renovación ha sido una constante entre los temas urgentes de los últimos años, algo que se afrontó en junio de 2022 con la firma del Programa Halcón. Un plan que contempla la adquisición 20 Eurofighter nuevos de la versión más moderna, la Tranche 4. Con esto, quedarían 63 F-18 a reemplazar.

La adquisición de los cazas del Programa Halcón (denominado luego Halcón I) se hizo por un importe de 2.043 millones de euros, lo que implica un coste unitario de poco más de 102 millones. Esta cifra, no obstante, contrasta con el precio que pagaron los propios alemanes en su programa Quadriga, el equivalente alemán —modelos casi idénticos—, pero donde sus 38 unidades supusieron algo más de 5.900 millones de euros, es decir, unos 156 millones por ejemplar. Quédense, de momento, con esta cifra.

placeholder Eurofighter español del Ala 14 en la Feria de Berlín ILA 22. (Juanjo Fernández)
Eurofighter español del Ala 14 en la Feria de Berlín ILA 22. (Juanjo Fernández)

Las extrañas cuentas del Eurofighter

Los presupuestos de Defensa para 2023, presentados en octubre del año pasado, sorprendieron por los montos y las novedades. Algunas hicieron correr ríos de tinta, especialmente el dichoso reemplazo del F-18. Aparecían dos apartados a este respecto; uno como "avión sustituto del C.15M" y el otro como "avión sustituto del AV-8B y C.15M 2ª Fase".

El primero hacía referencia al reemplazo de una parte de la flota de F-18 peninsulares (los EF-18M o C.15M), porque los de Canarias (los 20 F/A-18C) ya tenían plan de sustitución con el Programa Halcón y su presupuesto —los poco más de 2.000 millones— incluido en la ampliación del programa Eurofighter original. Este apartado está dotado con 4.500 millones de euros repartidos en cuatro años desde 2023 y se resuelve con el programa Halcón II, que contempla 25 nuevos Eurofighter. Contando ya con los 20 Eurofighter de Halcón I encargados, solo nos quedan 38 cazas EF-18M a sustituir.

placeholder EF-18M del Ala 15 con base en Zaragoza. (Juanjo Fernández)
EF-18M del Ala 15 con base en Zaragoza. (Juanjo Fernández)

Aquí alguno de ustedes, calculadora en mano, pensará que hay algo que no cuadra. No les falta razón. ¿Cómo puede ser que los 20 cazas de Halcón I salgan por 2.000 millones y los 25 de Halcón II por 4.500? Con Halcón I ya había algo que no encajaba para los analistas del sector. No puede ser que un Eurofighter para España salga por 102 millones y uno casi idéntico le cueste 156 millones a Alemania. También carece de sentido que un ejemplar de Halcón II, básicamente los mismos, ahora cueste 184 millones (4.500 M€/25 unidades).

La explicación a este desbarajuste de números es que una parte de la financiación de Halcón I no se pudo —o no se quiso— meter en el momento de su aprobación y ese déficit, más algún otro añadido de las modernizaciones en curso, se añade ahora en Halcón II. Por tanto, las cuentas que habría que hacer son sumar las cantidades de ambos programas y dividir por el total de aviones. Así, cada Eurofighter nos sale a unos 147 millones, lo que ya encaja con el precio de los alemanes, que tendrán algunas cosas más que los nuestros.

Segunda fase: Harrier y Voldemort

Todo lo anterior ya está aprobado. Pero de aquellos dos apartados de los presupuestos de 2023 todavía queda pendiente el segundo. El que hace referencia expresa a la sustitución de los Harrier de la Armada y a una segunda fase de sustitución del resto de la flota de EF-18M. La dotación aquí es de 6.250 millones de euros, también en cuatro años. Llegamos pues a la parte más interesante, polémica y podríamos decir que incluso divertida, si no fuera por las implicaciones de primer orden que tiene. Hablamos pues de sustituir 12+1 Harrier (12 monoplazas y un entrenador biplaza TAV-8B) y 38 EF-18M.

Vayamos por partes. Para reemplazar a los Harrier de la Armada solo existe una alternativa. Ese avión maldito, ese innombrable del que se sigue afirmando que "no se contempla"; ese que, como decía alguien, “no sirve para Europa”, pero que va a acabar volando en muchos países europeos, salvo Francia y alguna otra excepción. El caso es que este avión, conocido también en los ámbitos profesionales como Voldemort —ese villano de novela juvenil que no debe ser nombrado— es la línea divisoria entre mantener ala fija embarcada o dejar de tenerla, con todas las implicaciones que esto tendría.

placeholder Aviones Harrier AV-8B Plus tomando sobre la cubierta del Juan Carlos I. (Juanjo Fernández)
Aviones Harrier AV-8B Plus tomando sobre la cubierta del Juan Carlos I. (Juanjo Fernández)

¿Qué ocurre con el Ejército del Aire y del Espacio? Para el reemplazo de sus EF-18M hay alternativas, mejores o peores, más baratas o más caras, pero las hay. Por tanto, la fuerza aérea no tiene el grave problema ni la angustia a la que se enfrenta la Armada. En su caso hablamos de perder capacidades estratégicas y tácticas fundamentales para sus operaciones.

Como nuevo caza se podría contemplar la compra de más Eurofighter. Algo así como un Halcón III. Eso sí, habría que tirar con estos aviones mínimo hasta 2045, coincidiendo con la llegada del FCAS y lidiando con el salto generacional que supondría pasar de un diseño de cuarta generación (o cuarta plus) a uno de sexta. Si excluimos los 12 de la Armada y les asignamos a ellos un presupuesto acorde a su única alternativa, podríamos estimar que quedarían unos 3.850 millones, lo que daría para unos 26 aviones. Podría servir, aunque parece una cifra un tanto justa. Cambiaríamos 38 EF-18M por 26 Eurofighter de última versión.

Pero el Ejército del Aire y del Espacio prefiere otra solución. Mucho se ha insistido en la conveniencia de operar con un segundo modelo, en lugar de basar toda la fuerza en el Eurofighter europeo y que, además, este nuevo caza fuera de quinta generación. Es lógico. Basar toda tu fuerza en un único tipo tiene la enorme ventaja de la comunalidad y la economía de escalas, pero también el enorme riesgo de poner, como se dice, todos los huevos en la misma cesta.

Si un día hubiese un problema —como ya ha sucedido— que obligara a poner la flota en tierra, nos quedaríamos sin defensa aérea. Siempre nuestra fuerza aérea (y las de todos los países que pueden) ha trabajado con dos modelos y dos proveedores por este motivo, alternando francés y estadounidense, como el Mirage III y F-5, Mirage F-1 y Phantom y, ahora, Eurofighter y F-18.

placeholder Eurofighter italiano (fondo), alemán (centro) y español, con decoraciones para el Tiger Meet. (NATO)
Eurofighter italiano (fondo), alemán (centro) y español, con decoraciones para el Tiger Meet. (NATO)

Claro que, un segundo modelo, diferente del Eurofighter y que sea de quinta generación, nos vuelve a llevar a donde parece que no queremos ir, al innombrable. Hagamos, sin embargo, un ejercicio de imaginación y veamos qué resultaría. Para la Armada serían sus 12 aviones y quedaría presupuesto para unos 19-20 ejemplares para la fuerza aérea, lo que daría para equipar un Escuadrón. Es verdad que se pierde fuerza numérica, lo que no es nada bueno, pero es un buen punto de partida y se ganaría muchísimo en el resto de factores, desde capacidad individual, capacidades operativas, interoperabilidad con otros países y experiencia en diseños de generación superior. Esta es la solución adoptada por Italia, Reino Unido y Alemania, todos, casualmente, socios nuestros en el Eurofighter.

El tiempo apremia

Quizás lo más importante aquí es que, se tome la decisión que se tome, se debe hacer cuanto antes. El tiempo corre y la retirada de los antiguos cazas es inexorable. Para la Armada es algo acuciante. El Harrier no puede volar más allá de 2030 y, con todos los honores y mucha pena, habrá que dejarlo en tierra. Pero la adquisición de ese nuevo avión de despegue vertical no es algo de hoy para mañana. Desde que se formalice la compra hasta que empiecen a llegar, podrían pasar 10 años o más, dependiendo de los plazos de entrega. Hagan ustedes sus propios cálculos.

Luego están las cosas propias de tertulias de bar. Por un lado, quienes propugnan prescindir de aviones embarcados y sustituirlos por drones. Esto podría ser posible, pero supondría de manera inevitable perder capacidades. Los drones pueden reemplazar a la aeronave tripulada en algunas misiones muy concretas, como vigilancia y reconocimiento (ISR-Istar), pero en el resto deben ser un complemento, un además de, pero nunca un en vez de.

placeholder F-18 del Ala 46. (Juanjo Fernández)
F-18 del Ala 46. (Juanjo Fernández)

Además, están los habituales mantras de que todo esto no sirve para nada porque no vamos a entrar en guerra o el famoso de los vetos al material de Estados Unidos. Decía el almirante Juan Rodríguez Garat en un reciente artículo que es fácil pillar al mentiroso. Basta con ver que dice hoy una cosa y mañana la contraria. Cuánta razón. Dicen que no necesitamos aviones porque nunca vamos a entrar en conflicto pero, a la vez, no nos interesa cierto modelo —el innombrable—, porque si entramos en conflicto con un vecino nos van a vetar su uso. ¿En qué quedamos? Si no tenemos amenazas, qué nos importa un posible veto. Y si preocupa el riesgo de veto, será porque existen amenazas. O una cosa o la otra.

A lo mejor resulta que, en efecto, el riesgo de entrar hoy en un conflicto es muy bajo (nunca es nulo) precisamente porque se dispone de unas Fuerzas Armadas que cumplen uno de sus grandes cometidos: ejercer una disuasión creíble que evite o minimice ese riesgo de conflicto. Sobre los vetos, hay que repetir que los ejemplos del pasado no sirven. El mundo es global y todo el material de nuestros ejércitos se nutre de elementos y componentes de diversas procedencias y en diferente medida. Si de verdad existieran vetos, apenas nadie podría utilizar nada.

Las inversiones en defensa están en auge. Los compromisos de gasto con la OTAN, la sensación de urgencia de la guerra en Ucrania y, por supuesto, el estado de dejadez en que se encontraban estas cuestiones en nuestro país han llevado al Ejecutivo a unos niveles de compromiso no vistos en décadas, avanzando a lo largo del año en casi todos los programas especiales de armamento importantes. En el Consejo de Ministros de la semana pasada, se dio un importante impulso de más de 9.000 millones de euros. Entre los que quedan pendientes; la modernización de los sistemas antiaéreos Patriot y el que, tal vez, genera más expectativas, encendidos debates y no pocas dudas: el reemplazo del caza F-18.

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