Suiza 'volará' con el F-35: un revés al avión de combate europeo por el que apuesta España
El avión americano se ha alzado con la victoria en una reñida lucha en la que competía con el multinacional Eurofigter, el francés Rafale y el Super Hornet de Boeing
La pugna entre la industria europea y norteamericana por colocar sus productos se ha convertido en una constante. La lucha es patente en el campo de la tecnología avanzada, como es el caso de la aviación comercial, pero también en el delicado sector de la defensa. Uno de los últimos campos de batalla donde europeos y norteamericanos han cruzado sus espadas ha sido la neutral Suiza, que andaba en la búsqueda de un nuevo avión de combate. El Eurofighter, el Rafale y el F-35 competían a muerte, pero finalmente ha sido el estadounidense el que se ha llevado el premio gordo: un megacontrato de 5.500 millones de dólares que va a tener un enorme impacto en toda la industria, y en especial en España.
El país helvético había lanzado años atrás su programa AIR2030 para dotarse de nuevos medios de defensa. Era algo esperado, ya que debe reemplazar a sus veteranos F-18 y a sus F-5 (al igual que le ocurre a España) y necesita dotarse de un avión moderno que satisfaga sus necesidades. El contrato era muy jugoso: casi 9.000 millones de dólares para el programa completo, incluyendo sistemas antiaéreos, de los que 6.600 se destinarían exclusivamente al avión.
Fueron cuatro los aviones llamados a alzarse con el premio: el multinacional Eurofighter, el francés Rafale y el norteamericano (y polémico) F-35, acompañados de una extraña oferta de Boeing por su avión Super Hornet. El Gripen volvió a estar entre los posibles contendientes, pero se cayó en 2019. Tras un concienzudo análisis y tras evaluar los candidatos, recientemente se desveló que el ganador era el F-35. Esta decisión ha dado, y dará, mucho que hablar, ya que puede tener importantes consecuencias.
Complicada elección
En una adquisición de esta envergadura, la decisión final no es tarea fácil. Si se hace bien, como parece que se ha hecho por parte de los suizos, conlleva mucho análisis desde diversas perspectivas que incluyen aspectos técnicos, militares, económicos y, cómo no, políticos. En Suiza, además, todo (o casi todo) se somete a votación popular, por lo que se realizó una consulta en septiembre de 2020. Por un estrecho margen, hay que decirlo, la población validó la adquisición de un nuevo avión de combate. Ahora tocaba elegir cuál.
Todos los candidatos eran aviones de combate en servicio, con ventas internacionales y con operatividad contrastada. Con el sueco fuera de combate, el concurso se volvió cosa de cuatro y los modelos europeos pisaban fuerte.
Fue entonces cuando el consorcio Eurofighter jugó sus bazas políticas e industriales, aprovechando la necesidad política de los helvéticos de mantener buenas relaciones con sus vecinos. En el plano de las compensaciones industriales, que suponían un aspecto más de la oferta, el consorcio ofreció la instalación de una factoría para el montaje de los 38 aviones —de la versión más reciente (Tranche 3)—, pero la cifra a pagar por ello era muy elevada.
Francia, por su parte, ofertaba su exitoso Rafale en una versión equivalente al C F3-R (el más moderno). Desplegó una importante ofensiva política sacando partido de la importancia estratégica de toda la zona francófona de su vecino, que incluye la capital. De hecho, a principios de junio, el diario suizo 'Le Matin' hablaba del Rafale como “claro favorito” del concurso.
No es la primera vez que se intentaba vender este avión allí, ya se hizo en 2012, y aquella tampoco iba a ser la última vez que resultara perdedor. El Rafale, sin embargo, tenía un grave inconveniente, y no es otro que su incompatibilidad con las armas y sistemas norteamericanos que le impiden utilizar, por ejemplo, los misiles AIM-9 o AIM-120, de los que Suiza ya tiene un buen número en su arsenal.
El equipo americano llegó con su artillería pesada. Boeing presentó su modelo de F/A-18 E/F Super Hornet, como sabemos un desarrollo (pero un avión nuevo) del mítico F/A-18 Hornet, actualmente en servicio con la Fuerza Aérea del cliente. Esta era la gran baza del caza americano: ofrecer unos costes y facilidades de conversión que ningún otro modelo podría igualar pues, aunque es cierto que son aviones diferentes, comparten mucha filosofía de diseño y componentes y, más que un cambio, habría sido una evolución. Pero su oferta económica era difícil de entender.
Llegamos al F-35. Con el cartel de caro, costes operativos insostenibles, múltiples problemas técnicos y excesivo control norteamericano, el avión de Lockheed parecía tenerlo muy difícil. Ahora bien, los suizos se pusieron a hacer números y contrataron los servicios de una consultora especializada basada en Zúrich para analizar las propuestas económicas.
Lockheed puso sobre la mesa una oferta agresiva, todos los datos de sus costes y una solución al tema del excesivo control por parte del fabricante, más la posibilidad de fabricar localmente algunas piezas, así como el ensamblado en RUAG (empresa local de tecnología aeroespacial) de parte del lote de aviones. Esto último fue, de entrada, descartado por Suiza debido a que era algo que, a todas luces, no podía salir rentable.
Cifras de vértigo
A la hora de hablar de precios y costes, conviene aclarar varios conceptos. Lo primero es que hay que diferenciar el avión como plataforma de lo que es el avión con su armamento, recambios, adiestramiento, etc., es decir, lo que se denomina ‘sistema de armas’. Los precios de estas ofertas no se refieren a la plataforma (que son las cifras dadas, a veces, por los fabricantes), sino al coste de adquisición del ‘sistema de armas’. Lo que se adquiere es un sistema operativo, e incluye todo lo necesario e incluso sistemas o paquetes opcionales.
La oferta del consorcio Eurofighter era de 6.580 millones de dólares por 38 aviones, en el límite máximo establecido en el concurso, incluyendo armas, asistencia, formación, etc., lo que arrojaba una cifra unitaria de 173 millones de dólares por avión. Recordemos que el año pasado Alemania formalizó la compra de un nuevo paquete de 38 ejemplares de la Tranche 3 por 6.350 millones de dólares, 171 millones por avión, por lo que las cifras encajan, sí, pero asustan.
Pese a que en la oferta francesa por sus Rafale no estén claras las cifras, se puede hacer una buena aproximación tomando como referencia sus últimas ventas. Por ejemplo, vendió a la India 36 aviones por 7.800 millones (260 millones por avión), una cuantía que se calificó como escandalosa y que ha propiciado, incluso, investigaciones oficiales al respecto. Es cierto que los aviones indios traen consigo muchos ‘extras’, pero, aun así, cuesta justificarlo si pensamos en los 30 ejemplares de Egipto por 3.900 millones (ejemplares inferiores y muy poco equipados, es cierto) o los 18 aviones vendidos a Grecia por 2.400 millones, aunque de ellos tan solo seis eran nuevos y el resto de segunda mano modernizados. Con todo, pensar que el Rafale ande en precio similar (o por encima) del Eurofighter, no es nada descabellado.
La cifra publicada para la oferta de Boeing por el 40 F/A-18 E/F Super Hornet fue de 7.452 M $
Las cifras norteamericanas son las más fiables, ya que todas las ventas al extranjero se hacen públicas por la DSCA (Defense Security Cooperation Agency), organismo dependiente del Departamento de Defensa. Esta publicación es muy importante, ya que representa el armamento y sistemas que los Estados Unidos están dispuestos a vender a un determinado país y a qué precio. La cuantía publicada para la oferta de Boeing por el 40 F/A-18 E/F Super Hornet fue de 7.452 millones de dólares (por encima del tope), a 186 millones por avión. Ahora bien, incluía cuatro aviones Growler, la versión de guerra electrónica, 16 motores de recambio y una larguísima lista de equipos, sistemas y armamento en importantes cantidades.
Por último, para el F-35 la oferta incorporaba 40 aviones por 6.580 millones de dólares, incluyendo seis motores de recambio y una no menos larga lista de armamento, sistemas, equipos, asistencia, etc. En resumen, 164 millones por avión. Parece mentira, pero el F-35 podía ser el más barato de todos.
Consecuencias
Suiza anunció el pasado 30 de junio que el ganador del programa era el F-35A y que la adquisición sería de 36 aviones por 5.500 millones de dólares, a 153 millones por avión. Esto quiere decir que no se eligió, como es lo lógico, el total de opciones o sistemas ofertados. Pero, más importante aún que la propia decisión de compra, son los comentarios del Consejo Federal Suizo, que afirmó que es la oferta más económica y que —sorpresa— el F-35A presenta los costes operativos más bajos entre todos los contendientes.
Es más, el Consejo indica que los costes totales del F-35A (es decir, adquisición más costes operativos) ascienden a unos 15.500 millones de francos suizos (16.770 millones de dólares) durante 30 años. Un interesante análisis donde se enfatiza que en ese periodo operativo de 30 años —cuyos costes se evaluaron para todos los candidatos— se produciría un ahorro de 2.000 millones de FS (2.160 millones de dólares) frente a la siguiente mejor oferta. Algo que supone un golpe durísimo para todos sus competidores.
El concurso suizo, más allá de las cifras de venta, era de importancia capital para todos. Se trata de un país neutral, sin alineamiento político, sin compromisos claros a la hora de adquirir material (aunque siempre occidental) y sin vinculación alguna con el programa JSF del que nació el F-35. El sólido análisis suizo que, a buen seguro, se habrá hecho considerando costes operativos de misión y no solo de hora de vuelo, algo que en un avión de combate es un dato poco representativo, tendrá unas importantes consecuencias en los futuros concursos que se avecinan, comenzando por el programa finlandés para reemplazar sus F-18 (igual que Suiza y que España), donde se barajan cifras de hasta 64 aviones.
Varios países con necesidades parecidas, entre ellos España, deberán decidir en breve con qué reemplazan sus actuales modelos
También es relevante el asunto de la seguridad y el trasvase de datos. El problema surgió con el sistema ALIS (Autonomic Logistics Information System), que enviaba directamente a Lockheed muchos datos del avión y que se usaban, en teoría, para la gestión del mantenimiento o recambios. Ante las quejas de muchos usuarios, que veían como sus datos operativos acababan en manos americanas, el fabricante va a reemplazar este sistema por el nuevo ODIN (Operational Data Integrated Network) que permite una gestión de esos datos decidiendo cada usuario cuáles son sensibles y cuáles no.
En definitiva, esta decisión va a traer cola. Varios países con necesidades parecidas, entre ellos España, deberán decidir en breve con qué reemplazan sus actuales modelos. Muchos vecinos europeos ya utilizan el F-35 y el avión americano se lo está poniendo muy difícil al resto.
La pugna entre la industria europea y norteamericana por colocar sus productos se ha convertido en una constante. La lucha es patente en el campo de la tecnología avanzada, como es el caso de la aviación comercial, pero también en el delicado sector de la defensa. Uno de los últimos campos de batalla donde europeos y norteamericanos han cruzado sus espadas ha sido la neutral Suiza, que andaba en la búsqueda de un nuevo avión de combate. El Eurofighter, el Rafale y el F-35 competían a muerte, pero finalmente ha sido el estadounidense el que se ha llevado el premio gordo: un megacontrato de 5.500 millones de dólares que va a tener un enorme impacto en toda la industria, y en especial en España.
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