Es noticia
"La plata la volvió loca": la emprendedora colombiana que rompió el mercado de la coca
  1. Mundo
Cuando Tony Montana es poca cosa

"La plata la volvió loca": la emprendedora colombiana que rompió el mercado de la coca

‘Griselda’, serie de Sofia Vergara para Netflix, presenta a la reina pionera de la cocaína. Hablamos con el biógrafo de Griselda Blanco sobre cómo la narcotraficante rompió el molde

Foto: Sofía Vergara, buscando respeto máximo en la serie. (Netflix)
Sofía Vergara, buscando respeto máximo en la serie. (Netflix)

A una sesentona colombiana cualquiera se le cayó un día un pendiente en una peluquería de Medellín, a la que iba dos veces por semana a peinarse y ponerse bien de laca. El peluquero, Robertico, encontró el pendiente limpiando al día siguiente. Cuando se lo devolvió, la señora se puso muy contenta, pero Robertico tuvo sentimientos encontrados: se quedó de piedra al saber el exagerado valor del pendiente; dolido por no recibir una propina, e intrigado con la identidad de esa señora que daba rodeos sobre su vida mientras la peinaba, parecía muy de barrio y tenía pendientes de 10.000 dólares.

Un cuarto de siglo después, la actriz Sofía Vergara estuvo en El hormiguero presentando su nueva serie, Griselda (estrenada este jueves en Netflix), sobre la mujer más relevante (Griselda Blanco) del narcotráfico colombiano. Por algún motivo poco claro (¿comedia cocinada o pique espontáneo?), en el programa se habló poco de Griselda, enterrada por un rifirrafe entre Vergara y el presentador, Pablo Motos, sobre acentos y cosas varias. Convertido el choque dialéctico en viral, las redes sociales calificaron a Vergara de mujer colombiana empoderada que no se dejaba amilanar por los hombres, descripción que también le encaja a Griselda Blanco, solo que lo que Vergara despacha con ironías, Griselda lo hacía a tiros…

Griselda Blanco era, en efecto, la mujer del pendiente de 10.000 dólares extraviado en una peluquería de Medellín. El discreto regreso a casa de una Griselda talludita tras cumplir condena en EEUU, donde se la bautizó en los ochenta como la “reina de la coca”, sobrevuela las primeras páginas de Griselda, monumental y fascinante biografía de la narcotraficante, retrato también de la edad de oro del narco colombiano, que el periodista José Guarnizo publicará en unos días en Colombia.

Hablamos por videoconferencia con Guarnizo sobre el ascenso y caída de Griselda, sus guerras con Pablo Escobar y los límites entre describir la narcoviolencia y convertirla en un circo televisivo vintage.

Foto: Armas incautadas a uno de los grupos disidentes de las FARC en Colombia. (Reuters/Luisa González)

PREGUNTA. La etapa más interesante del tráfico de cocaína quizá sea la primera, cuando las autoridades aún estaban a por uvas, el polvo blanco se metía en los aeropuertos con candidez e impunidad por ejemplo, bajo las pelucas y los muertos eran pocos porque la guerra contra las drogas no había estallado. ¿Qué papel jugó Griselda Blanco en el arranque del negocio?

RESPUESTA. Algunas investigaciones dicen que, a principios de los sesenta, unos ecuatorianos llevaron la pasta de coca a barrio Antioquia, en el Medellín popular, lugar fundacional de la prehistoria del narcotráfico mundial por varios factores: era el barrio de tolerancia donde se concentraban todos los prostíbulos y se contrabandeaba con licor y marihuana. Para colmo, construyeron el aeropuerto al lado, el Olaya Herrera, lo que facilitó todo. Los contrabandistas de barrio Antioquia se dieron cuenta de que la cocaína se vendía muy bien en EEUU. En ese terreno se movió Griselda.

"No tenía miedo a nada, era muy fría, un temperamento de hielo"

En una entrevista inédita que sale en el libro, Griselda cuenta que empezó ayudando a su primer esposo, José Darío Trujillo, y cuando le mataron, heredó el negocio para sacar adelante a sus hijos. En esa época, con vender un kilo le valía. Le gustaban las maletas Samsonite porque era fácil hacerles doble fondo. Nadie preguntaba nada en los aeropuertos, quitando algún control esporádico en EEUU. Hizo mucho dinero mandando a muchachas del barrio a Nueva York con pequeñas cantidades. Barrio Antioquia se convirtió en una oficina consular de falsificación de pasaportes paralela al Estado. Por el barrio se corrió la voz de que las muchachas viajaban a EEUU y volvían con trajes y plata. Griselda se fue a vivir a otro barrio, Laureles, con la gente rica de Medellín, en una vivienda bautizada como “la casa del millón” por sus lujos. También llevó a sus hijos a estudiar junto a otros niños adinerados, a la Universidad Pontificia Bolivariana. Ese fue el comienzo.

P. El del narcotráfico suele ser un mundo muy masculino, con mucha testosterona, donde las mujeres (novias o mulas) suelen estar de atrezo. ¿Cómo logró escalar hasta lo más alto en un mundo de hombres?

R. Cuando mataron a su primer esposo, empezó a asumir un rol protagónico en un negocio que conocía por dentro. Se empoderó. Quería controlar el dinero y los envíos, lo que hizo con su segundo esposo, con el que tenía una empresa fachada, una oficina de intercambio de dólares en Medellín. No tenía miedo a nada, era muy fría, un temperamento de hielo. Se endureció aún más en su primera guerra contra Pablo Escobar.

Cuando Escobar conoció a Griselda, ella ya manejaba mucha droga, mucha plata y un nombre, al contrario que él, que aún no era nadie. A Griselda no le gustó que Escobar le pisara parte del negocio. Escobar se creció librando su primera gran guerra con su primera gran enemiga, y acabó siendo mucho más grande en el negocio, librando una batalla contra el Estado de más de 4.000 muertos. Ella, como decía, se endureció cuando comenzaron a matarle gente cercana (incluidos dos hijos). Le quemaban las fincas y tuvo que huir a Miami, hacia 1980, donde endureció su alma y su corazón, tomó decisiones alocadas e irracionales, iba a la guerra contra quien fuera para ser respetada y poder seguir en el negocio.

Más que un tema de género, creo que es de condición humana, de avaricia, dinero y lujos. Una vez que supo lo que era tener mucha plata, se volvió loca para mantenerla. Griselda era una fanática de comprar en los centros comerciales, al igual que otros hombres que estaban en el negocio, que hacían lo que fuera para mantener su estatus, también asesinar personas. Agentes de la DEA relacionaron a Griselda con un centenar de homicidios, aunque finalmente la condenaron por tres.

placeholder Sofía Vergara, en la presentación de la serie. (Netflix)
Sofía Vergara, en la presentación de la serie. (Netflix)

P. La gran leyenda sobre Griselda es que asesinó a todos sus maridos. El mito de la viuda negra, que tú pones en duda en el libro… salvo alguna cosa.

R. Se ha dicho de todo, sobre todo en las ficciones televisivas, pero no es cierto que matara a sus tres esposos. Estoy absolutamente seguro de que su primer marido murió de cirrosis en EEUU. Al segundo, asesinado en Bogotá, es probable que lo mandara matar Pablo Escobar o su entorno durante las guerras contra Griselda. Sin embargo, sí hay testimonios e indicios que apuntan a que Griselda tuvo algo que ver con la muerte de su tercer esposo, con el que tuvo su último hijo, cuya custodia fue motivo de pelea, al llevarse el padre el niño a Colombia a las bravas. A Griselda le quitaron el hijo e hizo todo lo posible por recuperarlo...

El auténtico Corleone

Cuando Mario Puzo escribió El Padrino, chocó con mafiosos neoyorquinos a los que no les gustaba el libro, menos aún que se rodara una película, como contó una serie que pasó más desapercibida de lo que debía: The Offer. Lo que aún no sabían ni Puzo ni nadie es que El Padrino, además de acabar entrando en el olimpo cinematográfico, convirtió la mafia en producto pop, abriendo un debate sobre los ambiguos límites entre retratar y glorificar que sigue abierto.

El perejil de todas esas salsas suele ser Al Pacino, que no solo tenía una papel icónico en El Padrino, también en El precio del poder, hiperbólico retrato sobre un narco latino en el Miami ochentero cuya influencia estética y sociológica sigue siendo alargada...

Griselda incorpora el imaginario completo que cualquier persona que haya visto Scarface [El precio del poder] pueda tener en su cabeza… Empieza plantándose en un lugar más o menos realista y humano, siguiendo los confusos y tentativos pasos de esta mujer en Miami con sus tres hijos, escapándose de una violenta situación en Colombia, para poner en escena todos los excesos imaginables en este tipo de historias: mansiones, balaceras, montañas de drogas, muertes por doquier, ejércitos armados y una protagonista que ya es irreconocible hasta para sí misma, una (supuesta) madre abnegada convertida en una criminal desquiciada y en apariencia invencible”, resume sobre la serie el crítico argentino Diego Lerer.

placeholder Al Pacino y la nieve que quema, un mal día lo tiene cualquiera.
Al Pacino y la nieve que quema, un mal día lo tiene cualquiera.

El problema no es que no pasaran esas cosas locas en el Miami cocainómano ochentero, sino cómo hacer para no espectacularizar episodios crudos como el narrado por un excolaborador de Griselda en el libro: "Griselda primero mataba y luego investigaba. Eso era lo verraco de ella. Decía, por ejemplo, ‘yo creo que fulano de tal hizo esto, vayan y maten a ese hijueputa’. Entonces iban y lo mataban. Y si quedaba todavía la duda e incluso luego encontraban que la víctima no había sido la verdadera responsable, Griselda se dejaba venir con una frase y un jadeo: ‘Ah, bueno, ese ya se murió".

En resumen: tenemos que hablar con Guarnizo sobre Al Pacino, o mejor dicho, sobre cómo es difícil resistirse al encanto de la alpacinización.

P. El hijo en disputa por el que Griselda tarifó con su tercer marido se llamaba, ejem, Michael Corleone, personaje de Al Pacino en El Padrino. ¿Por qué le llamó así?

R. Porque era fanática de El Padrino. Un sobrino de Griselda al que entrevisto en el libro, el Cuervo, cree que el Michael Corleone de Griselda es el verdadero Michael Corleone, más auténtico que el de Al Pacino, que solo es la representación de un actor, mientras que el otro no solo es un ser humano de verdad, sino, además, hijo de Griselda Blanco.

Foto: Pablo Escobar y María Victoria, en 1983. (Getty/Gamma-Rapho/Eric Vandeville) Opinión

P. Ya veo…

R. El problema es que la vida de Griselda Marco se salió del molde. Es muy difícil de racionalizar todo lo que le pasó. Llamar a su hijo Michael Corleone significa que Griselda se creyó el cuento de que era la “reina de la coca”, como infló la prensa estadounidense, pero también ella, por cuestiones de ego. Quería ser famosa, ser reconocida como un icono, estaba presa de su vanidad, en el libro llega a decir que Salma Hayek no era suficientemente interesante para hacer de Griselda en una película…

P. Eso es estar muy de subidón…

R. Sí. Antes de que la mataran, en 2012, estaba esperando recibir un dinero por una película sobre su vida que finalmente no se rodó.

P. ¿Le hacía falta el dinero? Las autoridades estadounidenses cifraron sus ganancias en 500 millones de dólares en el pico del negocio...

R. Vivía de rentas y propiedades. No murió pobre, pero tampoco multimillonaria.

P. Mientras a la narco le gustaba abrazar su leyenda, a escritores y directores se les critica a veces por glamurizar este tipo de prácticas mafiosas. Protagonistas como Griselda, amiga de las excentricidades, no ponen fácil no caer en la popificación de la violencia, ¿verdad?

"Por mucho que fuera mujer o se enfrentara a Escobar, eso no la convierte en una heroína, sino en una mujer ambiciosa que perdió los estribos"

R. Lo que pasa es que yo me muevo en los terrenos del periodismo. La historia de Griselda es tan rara, se sale tanto del molde, que no necesita mitificación y glorificación alguna. Uno no debería exagerar nada para contar su caso. Es una historia muy fuerte, que desencadena una gran tragedia colombiana, las vendettas del narcotráfico y todos sus muertos. Griselda está muy lejos de ser una heroína en nada. Por mucho que fuera mujer o se enfrentara a Pablo Escobar, eso no la convierte en una heroína, sino en una mujer muy ambiciosa que perdió los estribos, cometió muchos delitos, intentó taparlos y pagó con la cárcel.

¿Qué pasa? Que la industria de la televisión se mueve en los terrenos del entretenimiento, muy diferentes a los míos, que son los de indagar para construir veracidad. La tele modifica personajes e historias para adaptarlos al sentido dramático del entretenimiento. Te tengo que confesar algo. La editorial de mi anterior libro sobre Griselda, más modesto que este, vendió los derechos para una telenovela de RTI y Televisa [La viuda negra]. Yo no vi el resultado, solté los derechos, perdí el control y ya, pero sí recuerdo que, cuando me reuní con el guionista de la serie, que acabó siendo congresista en Colombia, me dijo: “Oye, me preocupa un poco que en tu libro Griselda no mate a todos sus maridos”. Le expliqué que, en efecto, solo había indicios de que hubiera matado al tercero. Finalmente, apareció por ahí un jefe de la tele y zanjó: "No, no, en la serie Griselda tiene que matar a todos sus maridos". Y punto.

P. Ja, ja, ja. Ahí fue donde desconectaste, ¿no?

R. Más o menos. A mí lo que me gusta es escribir libros. Tampoco lo critico, eh, son simplemente otros mundos, que no son los míos y no comprendo bien.

P. Tu libro arranca con el regreso de Griselda a Colombia tras muchos años en una cárcel estadounidense. Contra todo pronóstico, vuelve como ciudadana anónima. ¿Cómo fue posible? ¿Qué vida llevó la Griselda tardía y decadente?

R. Cuando regresó a casa, ella misma se sorprendió de que no tuviera pendiente ni una multa de tráfico, lo que habla de la precariedad de la Justicia colombiana. Fue una situación absurda. Lo que sí temía Griselda es que sus enemigos quisieran matarla. Se instaló en un barrio —El Poblado— con poder adquisitivo, pero no en una mansión, con discreción.

Pero, finalmente, le pudieron las ganas de estar con su gente, en barrio Antioquia. Volviendo al barrio, se acabó traicionando a sí misma. No se pudo desligar, empezó a visitar el barrio en un carro modesto y pequeño, un Mazda 3 cupé gris oscuro. Parece que tuvo una relación sentimental con una amiga del barrio. Hizo fiestas en su casa de El Poblado con gentes de Antioquia. En el barrio se habló de que había vuelto y de si tenía o no dinero. Hizo ruido. Se enredó la vida. La asesinó un sicario en una carnicería. Cuando indagué en el crimen, fui a la Fiscalía, nada interesada en investigar las causas, simplemente en recuperar los bienes de Griselda para el Estado. Para saber qué había pasado, hablé con jefes de los combos, de los grupos armados, que me contaron que Griselda reclamó la propiedad de unas tierras a sus antiguos testaferros, que no estaban dispuestos a devolvérselas y ordenaron su asesinato.

P. Una última pregunta. ¿Griselda se drogaba mucho? ¿O para estar en la cima del negocio es mejor tener la cabeza despejada?

R. No era una consumidora habitual de cocaína. Sí la tomó en algunas fiestas, para socializar, más en su última etapa. Lo que sí le pasó es que uno de sus hijos mayores, que sobrevivió a todas las guerras y vivió con ella hasta el final, se hizo muy adicto, no era funcional, se quedó en ese viaje. Esa paradoja —la cantidad de droga que vendió a EEUU acabó metida en su casa— marcó sus últimos días.

A una sesentona colombiana cualquiera se le cayó un día un pendiente en una peluquería de Medellín, a la que iba dos veces por semana a peinarse y ponerse bien de laca. El peluquero, Robertico, encontró el pendiente limpiando al día siguiente. Cuando se lo devolvió, la señora se puso muy contenta, pero Robertico tuvo sentimientos encontrados: se quedó de piedra al saber el exagerado valor del pendiente; dolido por no recibir una propina, e intrigado con la identidad de esa señora que daba rodeos sobre su vida mientras la peinaba, parecía muy de barrio y tenía pendientes de 10.000 dólares.

Series de Netflix
El redactor recomienda