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“La codicia adquiere distintas formas en cada país; la española es bastante tosca”
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ENTREVISTA CON JUAN ESLAVA GALÁN

“La codicia adquiere distintas formas en cada país; la española es bastante tosca”

El historiador andaluz revisa en su nuevo libro los más grandes casos de corrupción en España y explica por qué en nuestro país seguimos admirando a los estafadores

Foto: El prolífico historiador Juan Eslava Galán. (Efe)
El prolífico historiador Juan Eslava Galán. (Efe)

La avaricia es uno de los siete pecados capitales, caracterizado por el “afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. Se trata, como explica el historiador Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948), de uno de los vicios más característicos de los españoles, quizás sólo superado por la envidia, y es la base de muchas de las desgracias que nos han tocado vivir en los últimos años, ¿cómo si no habría estallado la crisis?

En su nuevo libro –'Avaricia' (Destino), el volumen 83 de su prolífica carrera como escritor–, Eslava Galán repasa algunos de los episodios de codicia más bochornosos de nuestra historia. Se trata, asegura, de “un dictado incompleto pero representativo” de cómo la obsesión por adquirir cuantas más riquezas mejor ha condicionado, y sigue condicionando, el devenir de nuestro país. Y no ofrece más ejemplos, asegura a El Confidencial, porque no cabrían.

PREGUNTA. ¿Es el español un pueblo especialmente avaricioso?

RESPUESTA. El pecado capital es la avaricia, pero más bien es la codicia. Realmente no somos más codiciosos que otros pueblos, es una tendencia que existe en el ser humano. Es posible incluso que haya pueblos que han destacado más por la codicia que nosotros, lo que ocurre es que obviamente yo quería hablar de la codicia española.

P. Aunque la codicia es universal es habitual escuchar que los países del sur de Europa somos más dados a la corrupción que los del norte. ¿Es una cuestión de carácter?

R. No, yo creo que es una cuestión de legislación. Los países menos codiciosos lo son simplemente porque han articulado leyes para limitar esto. Nosotros que somos una democracia todavía en mantilla, a pesar de que se supone que tenemos 40 años de rodaje, todavía no hemos articulado esas leyes o procedimientos que hay en otros países para evitar casos de corrupción, que se dan en todas partes.

P. Pero ¿es todo miedo al castigo o hay también una mentalidad distinta?

R. Esto es como la polémica del huevo y la gallina. Primero existe obviamente el castigo y éste hace que la gente al final se olvide de ser codiciosa y de robar y adopten una moralidad más acorde con la decencia. Pero yo no lo atribuiría como hace otra gente a que esos pueblos sean protestantes y, por tanto, más rigurosos en la religión que nosotros los católicos. Yo creo que, simplemente, han tenido leyes represoras desde más antiguo y ya se han habituado a ser honrados.

Muchas veces el Estado del bienestar cuando no tiene la necesaria vigilancia lo que hace es fomentar la corrupción

P. No creo que los pueblos católicos sean más avariciosos que los protestantes (según el clásico de Max Weber, de hecho, lo son menos), pero quizás se trata de un tipo distinto de codicia.

R. Sí. Yo diría que la codicia adquiere formas distintas dependiendo del país donde se desarrolla. La nuestra ya vemos que sobre todo es bastante tosca. Los casos que relato en el libro son de gente que se deja arrastrar por la codicia sin tener para nada en cuenta las leyes pero es que ni siquiera tienen la inteligencia de protegerse, podían fiarse de que no había controles. Y es lo que sigue ocurriendo en cierto modo. En una democracia occidental avanzada la única vigilancia que tiene el político que, se supone que es el que debería vigilar que no haya corrupción, viene de la prensa. Lo que ocurre es que cuando la prensa está en crisis, como es nuestro caso, muchas veces el periodista tiene que guardarle la cara al periódico, que tiene un dueño, un grupo poderoso que protege sus intereses financieros. Es una pescadilla que se muerde la cola.

P. El Estado del bienestar es una forma de redistribución de la renta que, en un principio, debería evitar o paliar la avaricia de las clases más pudientes. ¿Cree que funciona?

R. En la praxis, y lo demuestro en el libro, muchas veces el Estado del bienestar lo que hace es estimularla, como hemos visto por ejemplo en el caso de los ERE. Siempre hay algún político que se queda con el dinero que debería repartirse. Muchas veces el Estado del bienestar cuando no tiene la necesaria vigilancia lo que hace es fomentar la corrupción.

P. Pero ese puede ser un discurso peligroso. Aún a día de hoy se sigue oyendo que es mejor que los políticos sean gente “bien” porque así no tienen la tentación de robar, pues ya tienen suficiente dinero.

R. Esto no es cierto en absoluto. Un codicioso nunca tiene suficiente como hemos visto claramente con el clan de los Pujol. Cuando ya se han enriquecido por encima de toda ponderación siguen queriendo más y más. La codicia no tiene nunca límite. Eso de que el rico va a tener suficiente con lo suyo y no va a robar es una falacia. El rico roba lo mismo que el pobre: todo lo que puede.

P. Está claro que la codicia está presente en la naturaleza humana pero ¿no vivimos en un sistema, el capitalista, que lo que hace es fomentarla?

R. Sí, evidentemente sí. El capitalismo consisten en eso: juntar cada vez más. Se basa más que en la avaricia en la codicia. Lo que ocurre es que si hay un sistema democrático que permita repartir la riqueza por medio de los impuestos y de las obras públicas pues es tolerable, más que otros sistemas que son todavía más corruptos que el capitalismo.

Yo personalmente soy jacobino, admiro mucho el Estado francés y creo que podríamos optar a tener un Estado parecido al de Francia

P. Y el nacionalismo ¿no es normalmente una forma de avaricia?

R. Sí, bueno, el nacionalismo a mí me parece una estupidez absoluta que va contra el espíritu de los tiempos y de todo. Y dentro de eso, por supuesto, es una manifestación egoísta porque siempre el nacionalista cree que de ese modo no tendrá que repartir entre los pobres. Pero sigue siendo una falacia, porque si el catalán piensa erróneamente que los españoles le roban pues también el ciudadano de Pedralbes puede pensar que Tarragona o Gerona le roban. Es la misma regla de tres. ¿Por qué tengo yo que repartir de mis impuestos a esta gente que cotiza menos? Estas son las cuartas paisas que tenemos. Los 17 estados absolutamente falsos que han formado en España no son más que otra división, la cuarta, que hemos sufrido a lo largo de nuestra andadura.

P. ¿Crees entonces que un Estado más centralista haría que disminuyera la corrupción?

R. Yo personalmente soy jacobino, admiro mucho el Estado francés y creo que podríamos optar a tener un Estado parecido al de Francia, un Estado central fuerte que al mismo tiempo tenga en cuenta las peculiaridades regionales (o si queremos nacionales) de los pueblos que acoge en su seno.

P. ¿Cuál cree que es el mayor caso de avaricia de la historia de España?

Si nos tenemos que remontar a la historia de España siempre señalaría cuando el Duque de Lerma cambia en tiempos de Felipe III la corte de Madrid a Valladolid simplemente para dar un pelotazo inmobiliario, porque había comprado previamente un montón de terrenos y de casas allí que luego vendió con sobreprecio a los cortesanos que tenían que desplazarse a Valladolid por fuerza. Y a los seis años la corte vuelve a Madrid. Ese pelotazo inmobiliario está en los anales de la historia de España como algo muy señalado.

P. ¿Es el de los políticos un gremio especialmente avaricioso? Desde luego sobran razones para pensarlo.

R. Como la democracia española es bastante imperfecta no tenía los recursos para evitar que el político robara y hemos dado lugar a que los grandes partidos políticos, los principales, hayan robado a mansalva y, dentro de ellos, políticos con nombre y apellidos. Eso ha sido una desgracia de nuestra democracia porque no habíamos desarrollado los sistemas de control, que ahora parece que tenemos tendencia a desarrollar. Esperemos que esto nos sirva de escarmiento y mejoremos en ese sentido en el futuro.

El nepotismo que estamos viendo en Podemos es algo absolutamente increíble, propio de los años del franquismo

P. ¿Cree entonces que esto va a ir a mejor?

R. Ir a peor ya va a ser difícil así que no tiene más remedio que ir a mejor. De hecho los votantes, a pesar de que el pueblo español está muy mal educado democráticamente, se están inclinando por los partidos emergentes no porque sean buenos, sino para castigar a los partidos ya conocidos que tienen esa trayectoria corrupta.

P. ¿Y cree que estos partidos van a ser mejores en este aspecto?

R. Los de Podemos por ejemplo ya están demostrando que en el momento en que alcanzan el poder se corrompen facilmente. El nepotismo que estamos viendo en Podemos es algo absolutamente increíble, propio de los años del franquismo, empleando en los ayuntamiento a los parientes, los amigos y los amantes. Está más claro que el agua.

P. ¿Cuál cree que ha sido el político más corrupto de la historia de España?

R. De la historia de España hay muchísimos. Yo destacaría uno antiguo y uno moderno. El Duque de Lerma fue la corrupción con patas. Y en los tiempos modernos lógicamente Jordi Pujol, que se merece todos los honores como corrupto insigne.

P. Es curioso el caso de Pujol porque parece que ha estado robando toda la vida pero nadie lo sabía hasta ahora.

R. Somos muy falsos y muy hipócritas. Todo el mundo siempre ha sabido que este hombre se estaba enriqueciendo ilicitamente, lo que ocurre es que nos callábamos por que los partidos de Madrid necesitaban a Pujol, que gracias a este sistema de votación tan imperfecto que tenemos era el que decidía si iba a gobernar en España el PP o el PSOE. Pero era algo que se sabía perfectamente y en Cataluña lo sabían mejor que en Madrid incluso.

En España muchas veces nos hemos puesto a favor del delincuente, en vez de ponernos en lugar de la policía que le persigue

P. Parece que todos toleramos la codicia propia y ajena hasta que no nos conviene. Personajes como el Dioni, Mario Conde o Jesús Gil han sido tremendamente populares en nuestro país. ¿Por qué nos atraen los ladrones?

R. A veces llegan a ser, como el Dioni, gente admirada. “Que valor ha tenido, ¡que listo!”. En España muchas veces nos hemos puesto a favor del delincuente, en vez de ponernos en lugar de la policía que le persigue. Hay un sustrato pícaro en el español que afortunadamente la cultura está mitigando. Pero hay cierta admiración hacia el que se salta al ley.

P. Bueno, se está mitigando relativamente, porque Mario Conde se ha estado paseando por las tertulias y mucha gente le sigue considerando hoy un líder de opinión.

R. Al margen de lo que haya hecho cuando estaba al frente del banco, Mario Conde es una persona culta y con conocimientos de economía que puede dar opiniones bien fundadas. Lo cortés no quita lo valiente o viceversa.

P. Entonces ¿cuántas veces tiene que robar alguien para que la gente no se fíe de él? Ruíz Mateos es quizás el mejor ejemplo. La gente siguió comprando pagarés de Nueva Rumasa pese a las repetidas advertencias de la CNMV sobre el riesgo que conllevaba.

R. Hasta a la persona más inteligente puedes venderle duros a cuatro pesetas y pican. Eso es la codicia. Por eso siempre distingo entre la pobrecita jubilada que tiene una pagita y un bancario indecente la convence para que meta el dinero en una inversión de riesgo, y el codicioso que cree que se va a hacer rico, tiene cultura suficiente, y le engañan inmiserablemente. Hay que distinguir entre las victimas de ese desfalco y las que simplemente se metieron en él por ambiciosos.

P. ¿Qué papel ha jugado el clima de codicia generalizado en la enorme crisis que hemos vivido?

R. Yo lo denuncio en el libro. He sido muy claro en la denuncia, la hago en un tono de humor, pero poniendo los puntos sobre las ies. Muchos de estos descalabros que hemos tenido los hemos tenido por que la codicia nos ciega. Pero la codicia la detienen las leyes, los controles. En el caso de la burbuja inmobiliaria el Banco de España es muy culpable de no haber detenido todo esto. Ya hemos visto que había directores que estaban al servicio de los partidos políticos y tenían que observar una línea de conducta que no era la adecuada para proteger al procomún.

El que está arriba mete la mano en la caja y antes de que aquello se hunda sale libre. El que lo organiza descuida que no pierde dinero

P. Pero la codicia siempre tiene perdedores y ganadores

Claro. Es lo que ocurrió con Banca Catalana. Los que habían montado el cirio que eran los Pujol y demás no perdieron dinero, lo ganaron. ¿Quién perdió? Los pequeños inversores. Eso se multiplica en los distintos casos que hemos tenido. El que está arriba mete la mano en la caja y antes de que aquello se hunda sale libre. Pero eso ha ocurrido siempre, desde la famosa estafa de doña Baldomera que es con la que comienzo el libro. El que lo organiza descuida que no pierde dinero, lo pierden los pequeños inversores.

P. Usted es uno de los escritores más leídos del país y escribe a un ritmo que muchos quisieran. ¿No es esa también una forma de codicia?

Yo soy una persona aburrida a la que no le gustan los toros ni el fútbol ni hago vida social. Estoy en mi casita, doy algún paseo, y me dedico a leer y a escribir. Sobre todo escribo de las cosas que quiero aprender, porque el mejor modo de aprender es escribiendo sobre una cosa. Yo no me planteo el número de libros que escribo. Escribo lo que me va apeteciendo y lo voy sacando. Haciendo cuentas si una persona escribe tres folios diarios ya te salen dos libros al año. Si cualquier persona trabaja 8 horas diarias, un escritor se supone que tendría que trabajar lo mismo ¿Y en ocho horas no va a escribir tres folios? Habría que preguntarles a los que hacen un libro cada cinco años como se las arreglan.

La avaricia es uno de los siete pecados capitales, caracterizado por el “afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. Se trata, como explica el historiador Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948), de uno de los vicios más característicos de los españoles, quizás sólo superado por la envidia, y es la base de muchas de las desgracias que nos han tocado vivir en los últimos años, ¿cómo si no habría estallado la crisis?

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