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Cómo la ciudad más peligrosa del mundo se convirtió en un purgatorio tecnológico
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Cómo la ciudad más peligrosa del mundo se convirtió en un purgatorio tecnológico

En 1991, Medellín batió la plusmarca mundial del crimen. Treinta años después, se habla más de gentrificación que de inseguridad. Esta es la historia de una leyenda perfecta (y algo tramposa)

Foto: Vista de la ciudad de Medellín. (Ángel Villarino)
Vista de la ciudad de Medellín. (Ángel Villarino)
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En 1991, Medellín batió la plusmarca del crimen al convertirse en la ciudad con la tasa de homicidios más alta jamás registrada: 381 asesinatos por cada 100.000 habitantes. El récord sigue aún vigente. En 2022, por ejemplo, la ciudad más sangrienta del planeta fue Colima (México), con 182. En 2021 fue Zamora (México), con 196. En 2020 fue Celaya (México), con 109. En 2019 y 2018 fue Tijuana (México), con 134 y 138 respectivamente. Ni en los peores años de San Pedro Sula (Honduras) lograron hacerle sombra. En 2013, la violencia de las maras tocó techo, pero se quedó por debajo de los 188 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

Desde aquel otoño de 1991 han pasado 32 años y Medellín está ahora obsesionada con otro tipo de plusmarcas. El lenguaje de las consultoras y la jerga de las empresas tecnológicas se han extendido como una enfermedad contagiosa y los antioqueños pelean por encaramarse a todas las categorías imaginables: sostenibilidad, digitalización, promoción turística, resiliencia... Reivindican la biblioteca más sostenible del mundo, el proyecto más digitalizado de Latinoamérica, el primer teleférico usado como transporte urbano, el mejor destino turístico inteligente, el centro de operaciones policiales con el tiempo de respuesta más bajo, el sistema de guarderías públicas con más cobertura.

La redención de Medellín es una fábula perfecta. Un tránsito de la cocaína a la tecnología, de Pablo Escobar a Google, de las favelas al emprendimiento turístico, de la desigualdad extrema a los proyectos sostenibles, de la sangre en las paredes al arte urbano… La idea resulta tan seductora en las guías de viaje como en los planes de inversión, turistas y fondos quedan deslumbrados por un relato redondo. Las estadísticas dicen que es todo cierto, que Medellín es hoy una de las urbes más seguras y prósperas del país (la tasa de homicidios ha caído por debajo del 14) y la segunda que más extranjeros recibe, superando a Cartagena.

Después de varios días buscando a la persona idónea para hablar con honestidad y profundidad del tema, nos sentamos con el escritor y dramaturgo Néstor López en una de las salas del teatro que dirige, el Ateneo.

PREGUNTA. ¿Qué ha pasado aquí?

RESPUESTA. Hoy Medellín es otra ciudad, su apariencia es una historia de éxito. Pero no deja de ser una ciudad latinoamericana del siglo XXI. Yo digo que existe un Medell-In y que también existe un Medell-Out. Hay una ciudad redimida y otra que sigue enferma por dentro. Además, a Medellín le pasa como a sus mujeres, que no le importa ponerse unos implantes, unos pechos de silicona, unos arreglos, para parecer más bonita. Es una ciudad que cambió su modelo económico, que se ha convertido en una ciudad de servicios, que recibe ya más de un millón y medio de turistas extranjeros, y que empieza a sufrir los mismos problemas que algunas de las ciudades europeas, como la gentrificación y la falta de vivienda. Las nuevas economías y los nómadas digitales están desplazando a los locales.

placeholder CATA de Medellín. (A.V.)
CATA de Medellín. (A.V.)

Empezamos el paseo en lo alto de uno de los cerros del valle. Sobre los cimientos de una cárcel femenina famosa por sus historias de marginalidad y violencia (Buen Pastor), han construido una cosa gigantesca llamada Ciudadela de la Cuarta Revolución Industrial y la Transformación del Aprendizaje (CATA). Es un edificio armado con módulos de hormigón al que acuden diariamente miles de estudiantes, la mayoría procedentes de las barriadas humildes. La idea es formarlos en cursos breves, muy prácticos, que se pueden acumular para completar ciclos formativos, y ponerlos a trabajar en la industria tecnológicas, en trabajos muy concretos.

Las empresas acuden a Medellín en busca de mano de obra barata y cualificada, y los responsables del proyecto están en contacto con ellas. Aseguran que es la mejor manera de emplear y sacar de las calles a los chavales sin tener que exponerlos a largas carreras universitarias que no son capaces de terminar porque no tiene la estabilidad familiar y económica que se necesita. Multinacionales como Google o Huawei ofrecen fondos para la formación de jóvenes para empujar un ecosistema tecnológico del que después se benefician.

placeholder Comerciantes en el centro de Medellín. (Foto: Javier Martínez Reillo)
Comerciantes en el centro de Medellín. (Foto: Javier Martínez Reillo)

Bajando la ladera, se llega a uno de los centros del llamado Valle del Software, otro proyecto para animar a la gente a buscarse un oficio con un ordenador, aprendiendo alguna herramienta con la que ganarse la vida o montar un negocio online. En una de las aulas, un grupo de escolares procedentes de un barrio de rentas bajas experimenta con una impresora 3D y programa unos robots sencillos. "En lugar de aprender el lenguaje de la calle, aquí aprender a programar. Es gente que estamos sacando de la calle y la delincuencia", dice el director del centro.

La ciudad ocupa todo el Valle de Aburrá, pero hace tiempo que se agotó por completo el terreno edificable en llano. Las sucesivas oleadas de migrantes rurales -el último aluvión ha venezolano- fueron ocupando las laderas, formando barriadas inverosímiles de ladrillo que se encaraman en las pendientes y que parece que van a caerse en cualquier momento. Sus callejones en cuesta fueron albergando universos aislados, ecosistemas ideales para la delincuencia, que los sucesivos gobiernos locales han ido conectando con escaleras mecánicas, trenes elevados, bicicletas de alquiler gratuito y teleféricos. Algunas, como la llamada Comuna 13, se han convertido en atracciones turísticas repletas de bares y tiendas de suvenires, donde la vida de suburbio se ha convertido en un reclamo para extranjeros.

placeholder Jóvenes jugando al fútbol en la Comuna 13 de Medellín. (J.M.R)
Jóvenes jugando al fútbol en la Comuna 13 de Medellín. (J.M.R)

PREGUNTA. Una cosa que me llama la atención es que la transformación de Medellín la han hecho alcaldes de izquierda y derecha, de partidos ciudadanos y de partidos tradicionales, de tendencia socialista y liberal. Todos me insisten en que la clave ha sido saber dar continuidad a los proyectos precedentes. ¿Es eso cierto?

RESPUESTA. Eso ha pasado, sí. Yo que viví los años duros de Escobar como uno más, creo que en aquellos años se produjo una convivencia muy extraña entre aquel mundo violento y una sociedad civil que estaba emergiendo. Los jóvenes de aquellos años, de manera paralela, estaban tomando conciencia. Aparece una nueva clase media más educada que empieza a interpelar a la élite clasista de la ciudad, a la élite excluyente y extractiva, y después a los narcos y su brutalidad. Ellos llevan al poder a una nueva clase política que, desde diferentes recetas ideológicas, llega con talante de reforma urgente, de mejora. Pero la paradoja es que fue en los años de violencia, de guerra, porque esto era una guerra, cuando se tomó conciencia y cuando se creó la semilla para exigir un cambio en la institucionalidad pública. Por eso creo yo que resistió al narcotráfico, porque había un tejido social muy impresionante que hizo posible que la violencia permease, pero no destruyera la ciudad completamente.

P. Cuando irrumpió Escobar, Medellín estaba en pleno declive industrial. Había pasado de ser una ciudad industrial textil muy próspera a perder empuje. Era una ciudad con enormes desigualdades. Y el dinero del narco entró en tromba sobre una población sedienta, ¿no?

R. Durante el auge inicial del narcotráfico, casi toda la ciudad los vio como unos redentores. De pronto estos seres aparecen y emergen en una ciudad dividida entre ricos y pobres. Aparecen dando trabajo y haciendo las labores que nadie hacía. Pavimentando las calles, poniendo canchas de futbol en los barrios, iluminando las plazas, incluso poniendo orden en las calles. Eran la única agencia de colocación de los ninis de la época. Es absurdo negar que Pablo Escobar sacaba a la gente de casas de cartón y les daba casas de ladrillo. En una ciudad absolutamente inequitativa, ellos hacían obras de caridad. Así que emergen como salvadores y se entronizan en la vida cotidiana. Llegaron a hacer el saque de honor en un Medellín-Nacional. No he visto la serie Narcos, pero todo el género de lo que yo llamo sicaresca habla de esa fascinación inicial.

P. Esa fascinación inicial acabó en un baño de sangre cuando empezó la guerra por el control. ¿Habría sido posible la transformación de Medellín sin esa irrupción, sin esa catarsis? ¿O sería una ciudad distinta?

R. Es desafortunado que tuviese que venir un asesino a renovar la sociedad antioqueña, pero algo de eso hubo. Es como los bárbaros que renovaron la sociedad a través de la violencia. Creo que a largo plazo hicieron posible que esta ciudad sea un poco más abierta. Popper estaría haciendo un estudio sobre nosotros, tratando de explicar cómo unos delincuentes renovaron a Medellín. Si no hubiese sido por ellos, aún mantendríamos un sistema casi feudal aquí. Todo este proceso ayudó a las élites a hacer el tránsito de ciudad industrial a ciudad de servicios, el tránsito necesario para que el modelo no se derrumbase. Al final son ellos, las élites, los que han vuelto a salir ganando porque Medellín sigue siendo de unas cuantas familias y sigue siendo una ciudad tremendamente desigualitaria, aunque hayan mejorado las apariencias mucho.

placeholder Exterior del CATA de Medellín. (A.V.)
Exterior del CATA de Medellín. (A.V.)

La fábula de Medellín tiene caras ocultas, un MedellOut como dice Néstor López. A muchas de las laderas del valle aún no han llegado los proyectos tecnológicos, ni los turistas, ni los grafitis, ni las escaleras mecánicas, de manera que barriadas enteras siguen sumidas en la marginalidad y la pobreza extrema. La droga no provoca tantos muertos a balazos como antes, pero no ha desaparecido. Colombia produce cada año más cocaína que el anterior, y en Medellín se siguen moviendo muchas cosas. La diferencia, reconoce la policía, es que los narcos han aprendido a manejar los negocios sin hacer tanto ruido. El turismo masivo, además, trae clientes a la ciudad, que siempre es más sencillo que salir a por ellos. Las zonas de juerga se han llenado de prostitutas y camellos que venden cualquier tipo de sustancias en plena calle. Y ha atraído un turismo de drogas y excesos, con derivadas sórdidas como la de la trata de menores.

A diferencia de otras ciudades latinoamericanas, Medellín pelea contra sus demonios. Han creado una red de guarderías públicas gratuitas que no tienen nada que envidiar a las de los países europeos y con las que dan asistencia a decenas de miles de niños, sobre todo en los barrios más marginales. Los atienden en horarios extendidos y les dan de comer, evitando que crezcan en entornos marginales. A estos jardines de infancia se les llama Buen Comienzo. En el situado en la zona marginal del distrito centro, junto a la Plaza Botero, se puede ver a las prostitutas a primera hora de la mañana dejando a los niños con unas monitoras vestidas de payaso para irse a hacer la calle.

placeholder Vista de Medellín desde la estación de San Antonio. (J.M.R.)
Vista de Medellín desde la estación de San Antonio. (J.M.R.)

PREGUNTA. Una de las cosas más interesantes de esta leyenda de redención que ha generado Medellín es cómo ha logrado convertir un estigma en una ventaja, como ha logrado darle la vuelta a su marca.

RESPUESTA. Hemos generado un relato de internacionalización que es una ficción maravillosa, es una lección de capitalismo de ficción. Tiene un mérito y tiene un peligro. Yo siempre digo que ojo con eso de venderle a todo el mundo nuestra ciudad. Ojo porque igual van y nos la compran. Ya está pasando. Esa idea de renovarse a través de grandes proyectos e infraestructuras que disparan los precios y expulsa a la gente… puede volverse en contra. Al pasar del tercer al primer mundo nos está pasando como le pasó a Barcelona, que se convierte en una marca y los vecinos acaban perdiendo la ciudad. Esto de la marca ciudad es algo en lo que ya estamos casi todos, pero es como un reinado de belleza.

P. No he estado en tantos lugares donde los burócratas hablan constantemente con el lenguaje de las start-up. Es una mezcla muy rara porque la mayoría de la gente que viene a visitar la ciudad llega habiendo visto una serie de Pablo Escobar y poco más.

R. Es todo una actuación, claro. Pero lo de Pablo Escobar que dices es importante. Hay ciudades de las que no has oído hablar nunca y otras que están en boca de todos. A nosotros el narcotráfico nos puso en el mundo y ese estigma fue nuestra fortaleza. Es como lo que dice Sun Tzu, que tu gran fortaleza es siempre tu gran debilidad.

P. Queda muy bien esa frase para cerrar.

R. Pues aquí concluimos.

En 1991, Medellín batió la plusmarca del crimen al convertirse en la ciudad con la tasa de homicidios más alta jamás registrada: 381 asesinatos por cada 100.000 habitantes. El récord sigue aún vigente. En 2022, por ejemplo, la ciudad más sangrienta del planeta fue Colima (México), con 182. En 2021 fue Zamora (México), con 196. En 2020 fue Celaya (México), con 109. En 2019 y 2018 fue Tijuana (México), con 134 y 138 respectivamente. Ni en los peores años de San Pedro Sula (Honduras) lograron hacerle sombra. En 2013, la violencia de las maras tocó techo, pero se quedó por debajo de los 188 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

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