Es noticia
Cuando Asturias tiene que morir para que sobreviva España
  1. Cultura
Entrevista a David Guardado

Cuando Asturias tiene que morir para que sobreviva España

Un libro monumental revisa cómo ha cambiado la idea de Asturias en los últimos mil años. La paradoja de la aldea gala que siempre resiste al invasor, pero ha caído en la melancolía política

Foto: El lingüista David Guardado posa para El Confidencial en Gijón. (Julián Rus)
El lingüista David Guardado posa para El Confidencial en Gijón. (Julián Rus)

Asturias tendría que coger el toro por los cuernos y organizar un congreso mundial titulado: "El grandonismo como motor último de todo lo que pasa en la autonomía". Si usted no está familiarizado con el grandonismo, debe saber que Asturias no solo sería el germen de España, también el de Europa (según Rouco Varela, Pelayo salvó a toda la cristiandad en la batalla de Covadonga). Por si esto no fuera suficiente, y en un clásico giro del convulso siglo XX, Asturias (vía cuencas revolucionarias) también sería el germen de la izquierda obrera española. Como es lógico, después de librar todas esas batallas épicas, es fácil apalancarse, aspirar a vivir de rentas, caer en la parálisis y en la melancolía. El merecido descanso del guerrero.

Esta “mixtura de complejo de superioridad y apatía, fue descrita por Eugenio Noel cuando nos definía, en 1919, como un país ‘consumido por una morriña exquisita’ que, aunque lo parezca, no es cariñoso con los extraños, sino que se ama tanto a sí mismo que irradia cariño”.

De todo esto (y de muchísimo más) habla David Guardado (Gijón, 1970) en Nunca vencida, monumental historia sobre la idea de Asturias publicada ahora en castellano. Antiguo coordinador digital de La Nueva España, Guardado trabaja ahora en el área de transformación digital de Prensa Ibérica. Hablamos con él sobre el carácter, el destino y las heroicidades de los asturianos.

PREGUNTA. Pelayo, octubre del 34, huelgas mineras. Los asturianos son capaces de las mayores machadas, ¿no? ¿Es agotador ser asturiano?

RESPUESTA. La verdad es que los asturianos solemos estar muy orgullosos de nuestra identidad, y esa percepción de formar parte de una historia encadenada de gestas puede ser muy satisfactoria, pero también un elemento generador de conformismo y parálisis comunitaria, porque como se supone que ya hemos hecho tantas cosas, ahora nos toca descansar y vivir de rentas. Y, por supuesto, esperar el agradecimiento del resto de la humanidad por nuestras aportaciones. Entiéndase, por favor, de forma irónica.

P. Dices que el grandonismo es el rasgo de carácter que mejor describe a los asturianos. ¿Qué es eso del grandonismo y por qué sostienes que es una ideología compensatoria?

R. El grandonismo es un rasgo que provoca que los asturianos sientan que no tienen que demostrar nada: somos asturianos, somos “objetivamente” los mejores y los demás “nos lo deben y no nos lo pagan”. Digo que es una ideología compensatoria porque, por una parte, tiene su origen en un reflejo defensivo frente a la imagen que se transmite desde Castilla y específicamente desde la corte de Madrid entre los siglos XV y XIX, cuando asturianos y asturianas (ahí está la Maritornes de Cervantes) son presentados y caricaturizados —de forma similar a los gallegos— como una especie de salvajes monteses, pobres, incultos y desarrapados y que hablan una lengua grosera. Asturias es, decía Andrés de Prada, esas “Indias que tenemos en España” o como lamentaba Jovellanos era vista como “Laponia o Siberia”. Eso provoca o se retroalimenta con la aparición de un discurso desde Asturias en el que se destaca una singularidad, una excepcionalismo basado en la historia, la hidalguía, la “limpieza de sangre” y el romance asturiano como la lengua que existía antes de la llegada de los musulmanes. Este proceso se parece mucho en ese momento al que se va generando sobre Vizcaya, sobre los vascos.

P. Se habla del excepcionalismo americano para resaltar la supuesta singularidad estadounidense. ¿En qué consistiría el excepcionalismo asturiano? ¿Realidad o mito?

R. Te comentaba antes cómo se consolida ese proceso en la Edad Moderna, pero tiene sus raíces en la Edad Media y en un desarrollo posterior hasta la actualidad, con dos puntos clave: el levantamiento contra los franceses y la declaración de soberanía de la Junta General asturiana en 1808 y la Revolución del 34 y la resistencia al fascismo en la Guerra Civil de la que las huelgas contra el franquismo en la década de 1960 serían una derivada. La singularidad que sustenta el excepcionalismo asturiano, es decir, con la que se argumenta que Asturias es diferente se basa en la consideración de los asturianos como un pueblo que se encuentra, ya desde las luchas contra Roma, en una batalla perenne contra los invasores que amenazan su libertad e independencia, es el primero en levantarse contra la tiranía y el último en rendirse y, además, y esto es muy importante, tiene capacidad para contagiar a otros pueblos, colectivos, clases sociales… su ejemplo y modelo pionero, ya que el excepcionalismo asturiano consistiría también en la capacidad germinal e irradiadora: Asturias es un sitio donde “empiezan cosas”.

placeholder Cruz de la Victoria del Puente Medieval de Cangas de Onís. (Julián Rus)
Cruz de la Victoria del Puente Medieval de Cangas de Onís. (Julián Rus)

En Nunca vencida exploro cómo este relato ha sido explotado por ideologías de lo más diverso a lo largo de la historia. Es un mito, pero también defiendo en el libro que los mitos a veces están basados en hechos reales, es decir, que algo sea un mito no implica que sea mentira, de hecho, los mitos pueden basarse en realidades históricas. Pero lo que da carácter mítico al excepcionalismo asturiano es que, independientemente de los hechos, funciona en otra longitud de onda, se encuentra al margen de la razón y funciona como la explicación, guía y hasta mandato para interpretar el pasado, el presente y el futuro de un grupo humano. Es aquello de “porque fuimos, seremos” tan socorrido en los discursos políticos, que predice no solo un deseo sino su inevitabilidad.

P. En el libro citas a Juan Cueto diciendo que “Pelayo no pretendía la salvación de España, sino sentar las bases de un nuevo Estado reducido” que podría ser Asturias. Los textos sobre don Pelayo son lo suficientemente ambiguos, literarios y poco precisos como para interpretar cualquier cosa. ¿Cuál es tu hipótesis?

R. Antes que nada, creo que es importante aclarar una cosa: no sabemos prácticamente nada de Pelayo ni de la batalla de Covadonga, lo que no quiere decir que no existieran. Pero dos de las tres crónicas “asturianas” que conocemos fueron escritas más de un siglo después del surgimiento de la estructura política cristiana en Asturias y, lo que suele pasar desapercibido para la mayoría de la gente, las crónicas nos llegan a través de textos copiados 250 años después, a finales del siglo X en el entorno del reino de Pamplona: ni siquiera son textos copiados en Asturias y se encuentran integrados en cronicones realizados por iniciativa de los soberanos de Pamplona. Esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de interpretarlos. Por ejemplo, en una de ellas, la llamada Rotense, se aprecia la mano de al menos tres autores que habrían ido modificando un texto original que no conocemos.

La tercera crónica, la llamada Sebastianense, que es en la que se basan la mayoría de los relatos literarios sobre Pelayo, ni siquiera nos llega por una copia medieval: todas las copias que tenemos proceden de la Edad Moderna.

Lo que sí sabemos es que el texto en el que Pelayo profetiza la salvación de Spania (no de España) es una interpolación que no tiene nada que ver con el resto de la crónica, ni por temática, ni por estilo, ni por referencias geopolíticas, no estaba en la crónica original y no sabemos cuándo se incluye, pero es incluso posible que sea una incorporación de los copistas al servicio de Pamplona.

De hecho, en el resto de la crónica existe una oposición discursiva constante entre Spania y Asturias, que se describen como dos realidades distintas y enfrentadas militarmente. No podemos olvidar que Spania es el reino visigodo, que es “heredado” por los musulmanes que siguen denominando Spania, junto con Al-Andalus, a su territorio peninsular. Spania y Al-Andalus son sinónimos, uno es el término en romance y otro en árabe. Desde Asturias en ese momento se promueve un proceso de separación política y religiosa respecto a Spania, y eso se refleja en las crónicas. Ese proceso está apoyado por Carlomagno en el marco de un enfrentamiento religioso que también se produce en Cataluña y que provoca la secesión de la iglesia asturiana, en el espacio geopolítico conocido también como Gallaecia, y la iglesia catalana respecto a la iglesia cristiana de Spania, que se reclamaba heredera de la visigoda y que estaba bajo el control político de los musulmanes.

En cualquier caso, lo más interesante no es tanto la realidad histórica, sino los relatos que se han ido creando sobre ella y ahí podemos coincidir personas que tenemos visiones muy distintas.

No obstante, que los primeros soberanos asturianos no tenían ninguna intención de “salvar” o “recuperar” Spania es algo que ya han defendido incluso guardianes de la ortodoxia tradicional, como Claudio Sánchez-Albornoz. En eso hay consenso en el mundo académico. Lo más interesante es que ahora sabemos que ni Alfonso II ni Alfonso III tenían tampoco ese supuesto programa, que no aparece hasta el reinado de Alfonso VI y que, además, tampoco suponía un proyecto uniformador. Además, hasta la conquista de Toledo en 1085 el término Spania se sigue usando para referirse al territorio musulmán.

Todas las teorías sobre una temprana idea imperial hispánica en Alfonso II, Alfonso III y otros reyes leoneses se ha demostrado hace décadas que están basadas en documentos falsos o interpolados, aunque siguen circulando, reproduciéndose y actualizándose como agit-prop nacionalista español.

Volviendo a Pelayo y Covadonga, como dice Patrick Henriet, la mayoría de los autores han interpretado las crónicas de acuerdo con sus intereses políticos, con su “lectura preferida”, pero lo que realmente pasó (o no pasó) queda fuera del alcance del historiador y solo se puede estudiar desde el punto de vista del análisis del discurso, que es lo que yo intento hacer en Nunca vencida. Más que analizar el acontecimiento debemos analizar la construcción discursiva del acontecimiento, porque pretender explicar lo real, a la vista de las fuentes realmente existentes a día de hoy, es un ejercicio de especulación ideológicamente condicionado. Quizás en el futuro los avances de la arqueología, que casi siempre nos ofrece un relato muy diferente del de unos textos medievales que son propagandísticos y literarios, nos permita saber cosas nuevas.

P. ¿A qué te suena el “Asturias es España y lo demás tierra conquistada”?

R. Es una frase que se ha querido hacer pasar por tradicional, pero que tiene autor y fecha de creación. La primera referencia que he conseguido localizar aparece en 1895 en un texto de Félix Aramburu, un antiguo líder republicano federal que en ese momento es rector de la Universidad de Oviedo y ya ha dado un giro radical y defiende el relato unitarista oficial de la Restauración borbónica. Pero ni siquiera es suya, él mismo dice que es una frase dicha por un literato que no es asturiano y que la ha pronunciado en “clave de humorismo”.

A partir de ese momento se repite por parte de diversos autores vinculados al relato tradicional de la historia de Asturias, y se reactiva durante la Transición vinculada a la obra de Sánchez-Albornoz, que la pronuncia en varios contextos simbólicos en la década de 1970, un momento fundamental para renovar la idea de lo que es Asturias, y cuando ya se describe como “dicho popular”.

"La ideología de la renuncia condiciona la política asturiana"

En realidad, es una forma muy efectiva de encauzar y explicar el discurso de la singularidad y la excepcionalidad asturiana en el marco del nacionalismo español. A finales del siglo XIX existe una situación muy complicada tanto en el plano social como en el territorial, con el conflicto de las colonias abierto y la organización del movimiento obrero que en lugares como Asturias está inicialmente muy vinculado al federalismo. Además, tras la frustración de la Primera República, está reorganizándose un autonomismo que puede tomar como modelo lo que está pasando en Cataluña, y todo ello en pleno rearme del discurso unitarista y centralista, vinculado a la monarquía en el que se plantea una unificación administrativa, lingüística y cultural de base castellana.

¿Cómo se puede explicar entonces la singularidad, la especificidad, asturiana, es decir, el mito, evitando una interpretación en clave regionalista o nacionalista asturiana, como estaba pasando en Galicia en ese momento? Pues porque, para ese discurso oficial que promueven los gestores del régimen en Asturias, en realidad Asturias es innegable que es diferente, pero la razón es que Asturias es España y “lo demás” no lo es. Se enuncia en clave de broma, pero en el fondo es una idea en la que subyace un particularismo que no deja de ser una bomba de relojería y que puede llegar a tener los efectos contrarios a los que pretende: porque el dicho acaba usándose como “lo que no es Asturias es tierra de moros”.

placeholder Una hoz y un martillo dibujados en una vagoneta en el Pozo San Nicolás, en Mieres, la única mina de carbón que sigue activa en España. (Getty/Manu Brabo)
Una hoz y un martillo dibujados en una vagoneta en el Pozo San Nicolás, en Mieres, la única mina de carbón que sigue activa en España. (Getty/Manu Brabo)

P. Una de las contradicciones sobre las que trabaja el libro es que los asturianos son capaces de luchar contra cualquier enemigo, y al mismo tiempo, caer en la melancolía y renunciar a sacar rédito político de ello ¿Qué es eso del discurso de la renuncia? ¿A qué habrían renunciado los asturianos?

R. El discurso de la renuncia condiciona la idea de Asturias desde el siglo XIX, es una construcción ideológica que aparece en el momento en el que la monarquía liberal comienza a crear una nación política basada en el Estado unitario francés. En 1834, el Estado elimina la institución histórica asturiana de autogobierno, la Junta General y Asturias pierde su nombre histórico, pasando a ser provincia de Oviedo. Esto contrastaba con lo que estaba pasando en las provincias vascas y Navarra (que —guerras carlistas por medio— sí mantuvieron su nombre y momentáneamente los fueros), y se generó un sentimiento de agravio y pérdida que obligó a las oligarquías que tuvieron el papel de gestionar la nueva situación a elaborar una explicación que justificara esas renuncias.

Tras la Primera República, se produce un proceso de aceleración en la consolidación del estado unitario, que provoca como reacción, la aparición del catalanismo político y el discurso de la renuncia se hace explícito. Posada Herrera afirmaba ante el rey en 1881 que “Asturias renunció a sus fueros y libertades en interés de la unidad nacional”, una frase que no describía una realidad objetiva, sino un programa político en marcha con el que se combatía al republicanismo federal, por una parte, y al carlismo, por otra, que tenían una gran implantación en Asturias entre las clases populares.

Pero esa no era la única visión existente en ese momento, sino que competía con otras como la de los seguidores de Pi y Margall, que fue una referencia totémica durante décadas para las fuerzas progresistas asturianas, que releían el mito de la excepcionalidad defendiendo que Asturias no era la cuna de la unidad de España, sino el origen de su diversidad —al ser la primera en enfrentarse a la centralización impuesta por los visigodos y los musulmanes dando así lugar a la pluralidad de estados medievales—, y la pionera en la lucha por los derechos arrebatados por la monarquía centralista y el caciquismo.

Pero la ideología de la renuncia condiciona la política asturiana hasta hoy, es la base de los discursos políticos que han sido dominantes, salvo en momentos muy concretos, y con ella se ha construido la idea de Asturias en la Transición.

P. En algún momento dices que a Asturias le tocó hacer el papel de madre abnegada de España. ¿En qué consistiría ese rol?

R. Cuando se impone políticamente el discurso de la renuncia es necesario justificarlo discursivamente, crear un relato que lo sustente. Asturias debe perder su nombre, sus instituciones de autogobierno, sus libertades, sus fueros, su lengua… Pero ¿por qué? Nace entonces en ese contexto la narrativa de Asturias como madre de la nación política española con el que se defiende que, como buena progenitora, Asturias debe renunciar a su interés particular y sacrificarse por su hija, España, o, mejor dicho, por una idea de España uniforme y vinculada a la religión católica y la monarquía. Es entonces cuando surge la explicación del sacrificio materno, autores como Aramburu hablan expresamente del “sacrificio” asturiano: Asturias debe sacrificarse y renunciar a su singularidad igual que una madre puede morir tranquila sabiendo que su sacrificio asegura la vida de su hija, que en este caso es España. Así todo cuadra: si España nace de Asturias, la muerte de la singularidad asturiana asegura la vida de la España unitaria. Pero este discurso es contestado desde la derecha por el carlismo y desde la izquierda por el republicanismo federal primero y después por el movimiento obrero. La idea del sacrificio materno está vinculada al nacionalcatolicismo pero el nacional-liberalismo de la Restauración desarrolla un equivalente laico: el sacrificio de Asturias sería una consecuencia inevitable del progreso y el universalismo, que traen necesariamente la uniformización.

P. La irrupción del movimiento obrero en el siglo XX añadió capas insumisas a la identidad local. ¿Qué tuvo de novedad y que de refuerzo al carácter asturiano?

R. Yo hablo de una auténtica transmutación de la idea de Asturias, porque en el siglo XX se va construyendo, con especial fuerza desde la huelga general revolucionaria de 1917, una idea de Asturias a la vanguardia del movimiento obrero, del laicismo o del republicanismo, que explota en 1934 con la revolución. Eso supone una sacudida muy grande porque Asturias pasar a ser prácticamente un sinónimo de revolución para la izquierda y para la derecha pasa a formar parte, junto con Euskadi o Cataluña, del triángulo que forma lo que llaman la anti-España, el enemigo interior.

Tras 1934 en Asturias se produce una ocupación militar de tipo colonial: se saca a Asturias de la región militar con sede en A Coruña, a la que pertenecía, y se crea una Comandancia Militar exenta para gestionar un estado de excepción, hay miles de presos en las cárceles, y esto no hace más que fomentar esa percepción de singularidad, que se refuerza durante la Guerra Civil cuando Asturias es vista por el franquismo como un “estercolero moscovita” sin redención posible. A Queipo de Llano se le atribuye la frase “de Asturias nos interesa el solar, lo demás será aniquilado”.

"A Queipo de Llano se le atribuye la frase: de Asturias nos interesa el solar, lo demás será aniquilado"

Lo que se produce es la fusión de dos mitos, el del excepcionalismo asturiano y el de la revolución proletaria. Por ejemplo, el anarquista Fernando Solano escribe que los asturianos son un pueblo con una historia de lucha por la independencia que tuvo su continuidad en 1934 en su lucha por la revolución social.

En 1937, la resistencia al franquismo de una Asturias aislada, “sola en mitad de la tierra” no hace más que reforzar el mito en su nueva versión. Y ahí se producen fenómenos muy curiosos, como la declaración de soberanía del gobierno republicano asturiano, la toma por parte de las tropas africanas de Franco de una Covadonga defendida por los soldados asturianos, la destrucción de Cangues d’Onís, la primera capital del reino de Asturias, por parte de la Legión Condor, en cuatro bombardeos que en su momento se compararon con los de Gernika, por la destrucción y por el simbolismo… La historia se sale del carril y comienzan a darse fenómenos discursivos inéditos. Por ejemplo, el poeta republicano Alfonso Camín escribe un poema sobre la necesidad de un nuevo Pelayo que apoyado por la Virgen de Covadonga ayude a los asturianos a expulsar de Asturias a los invasores fascistas y extranjeros: italianos, alemanes y moros.

placeholder Foto: Julián Rus.
Foto: Julián Rus.

P. Javier Fernández, antiguo líder del PSOE asturiano y ex presidente autonómico, llegó a decir en una conferencia de presidentes autonómicos, al calor del procés catalán, que Asturias estaba orgullosa de no reclamarle nada al Estado. ¿Es esa una manera un poco extraña de negociar a la baja? El cambio de liderazgo socialista de Fernández a Adrián Barbón, actual presidente autonómico ha supuesto un giro retórico en ese sentido, pero ¿también de paradigma?

R. Javier Fernández es un exponente canónico del discurso de la renuncia. Es un discurso nacionalista español clásico, de la corriente nacional-liberal surgida en la Restauración y desarrollado por el noventayochismo, pero que se disfraza de internacionalismo y antinacionalismo. Pero no es nuevo, es una réplica nada original de los discursos que se generan a principios del siglo XX.

El cambio discursivo de Barbón es radical: recupera la tradición federalista de la izquierda, que había sido velada por el supuesto universalismo progresista que es en realidad el nacionalismo español unitario creado durante la Restauración. Pero aún no sabemos si Barbón va a intentar integrar Asturies como un actor con voz propia en la concreción de la España plurinacional y plurilingüística, que sería lo coherente con su discurso y con el que se recuperaría una senda que parecía iniciarse en la Transición con la aparición de lo que llamo el nuevo paradigma asturianista, pero que se truncó a través del discurso de la renuncia.

P. Aunque hay un sustrato conservador en la identidad asturiana Covadonga como guardiana de las esencias españolas es la autonomía donde menos tiempo ha gobernado la derecha en democracia, y cuando lo hace, tiende a romperse rápidamente en mil pedazos. ¿A qué lo achacas?

R. Por un lado, durante el siglo XX la historia y los discursos sobre Asturias han hecho que la izquierda se haya incorporado al mito del excepcionalismo asturiano y forma parte, al menos de momento, de la identidad comunitaria. En ese sentido funciona como un equivalente al nacionalismo: la izquierda son “los de aquí”, “los nuestros”. Lo que no quiere decir, está claro, que todo el mundo sea de izquierdas, igual que en otros lugares tampoco todo el mundo es nacionalista.

"Covadonga es un significante vacío"

Y eso sucede a pesar de que la construcción del estado autonómico en Asturias se realizó intentando eliminar parte del poso de republicanismo y revolución que siguió afianzándose en el franquismo, especialmente desde las huelgas de 1962. Es fundamental en ese proceso, en el que se saca a Asturias del carril del nuevo estado plurinacional, la recuperación del término Principado de Asturias, que procede del antiguo régimen, que liga Asturias a la corona y que reactiva el discurso de la renuncia. De hecho, el primer presidente autonómico se jacta de haber renunciado a una autonomía a través del artículo 151, la vía rápida escogida por las llamadas comunidades históricas, y además de ser la primera en hacerlo. El clásico discurso de sacrificarse para no dar problemas.

En cualquier caso, no creo que Covadonga sea la guardiana de las esencias españolas. El mito de Covadonga es el mito de las esencias, sin más, de cualquier esencia, como nos demuestra un análisis de la historia, es un significante vacío. La ultraderecha española usa a Covadonga con ese propósito, porque forma parte del mito de los orígenes del nacionalismo español, pero en Asturias creo que el discurso relacionado con el reino de Asturias, Covadonga y Pelayo, tiene un carácter transversal y específicamente asturiano, como una parte del excepcionalismo. Decía un republicano asturiano en 1888 que en Covadonga nació la libertad, no la monarquía, y durante el siglo XIX Covadonga formaba parte, junto con Villalar, de los lugares que las fuerzas democráticas interpretaban como símbolos de lucha contra las tiranías.

Asturias tendría que coger el toro por los cuernos y organizar un congreso mundial titulado: "El grandonismo como motor último de todo lo que pasa en la autonomía". Si usted no está familiarizado con el grandonismo, debe saber que Asturias no solo sería el germen de España, también el de Europa (según Rouco Varela, Pelayo salvó a toda la cristiandad en la batalla de Covadonga). Por si esto no fuera suficiente, y en un clásico giro del convulso siglo XX, Asturias (vía cuencas revolucionarias) también sería el germen de la izquierda obrera española. Como es lógico, después de librar todas esas batallas épicas, es fácil apalancarse, aspirar a vivir de rentas, caer en la parálisis y en la melancolía. El merecido descanso del guerrero.

Asturias Interactivos