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"Querían marcar paquete y la liaron parda": la trampa en la que Vox ha caído en Gijón
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Carlos Prieto

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"Querían marcar paquete y la liaron parda": la trampa en la que Vox ha caído en Gijón

La expulsión de Vox del tripartito municipal, tras sus amenazas al festival de cine, delimitan los límites de la disputa entre el PP y los de Abascal: jugar a la guerra cultural también tiene sus riesgos

Foto: Carmen Moriyón en los toros en Gijón. (EFE/Paco Paredes)
Carmen Moriyón en los toros en Gijón. (EFE/Paco Paredes)

"Se acabó". Con esta popular expresión de que la gota colmó el vaso y llegó la hora de la purga, Carmen Moriyón, alcaldesa de Gijón, expulsó este miércoles a Vox del Gobierno municipal, formado hasta entonces por el PP, Vox y el Foro de Moriyón (excasquistas de centroderecha). Poco más de 100 días ha durado el tripartito. Todo después de que Sara Álvarez Rouco, concejala de festejos de Vox, cuestionara el futuro del Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX), certamen de cine independiente dependiente del Consistorio.

La alcaldesa cortó por lo sano: “Vox queda fuera del Gobierno. Es una decisión muy meditada que no se refiere solo a las declaraciones, pese a que atentan con la tolerancia que caracteriza y seguirá caracterizando a Gijón”.

Vox ha estado paralizando el funcionamiento del Ayuntamiento... No solo no ha sido incapaz de ejercer sus obligaciones, sino que han antepuesto sus siglas a los intereses de Gijón. Y eso no se va a tolerar. Mientras yo sea alcaldesa no aceptaré ninguna injerencia de Madrid o de donde sea”. “Gijón no experimentará ningún retroceso en sus libertades”, zanjó Moriyón, capaz de rascarle votos al socialismo tradicionalmente dominante en la ciudad, pero cuyo perfil transversal se había agrietado al meter a Vox en el Consistorio.

Foto: La alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón. (EFE/Eloy Alonso)

La concejala Álvarez Rouco, que pretendía que el festival de cine se adaptara a los "valores que defiende Vox", acusó a la alcaldesa de "traicionar" a los votantes y pidió su dimisión: "Moriyón se ha quitado la careta", "solo quería nuestro voto para la investidura".

Lo nacional

Hablamos de un cisma local, pero con ramificaciones nacionales delicadas. Es la primera alianza conservadora que salta por los aires y marca los límites y el terreno de la disputa PP/Vox en un momento ambiguo: las derechas colaboran a nivel territorial, pero también se preparan para la inevitable batalla por la hegemonía final del bloque, visto que ir por separado no llega para desalojar a Sánchez de la Moncloa.

A grandes rasgos, las derechas se repartieron el poder así tras las municipales y autonómicas: Política, Economía y Urbanismo para el PP; Cultura, Igualdad y Festejos para Vox. Aunque el reparto tenía lógica vertical —el partido alfa se hacía con el poder real y los presupuestos—, entregar el poder blando a Vox acabó siendo un problema serio para Feijóo en la campaña de las generales.

El batacazo de las municipales dejó grogui al sanchismo, que solo cogió aire cuando Vox empezó a soltar bombas culturales en los consistorios: o el veto a obras de teatro y artistas progresistas como movilizador de una izquierda adormecida. La campaña socialista creció desde ahí; los problemas de un Feijóo que se veía en la Moncloa también. Hay muchos análisis sobre por qué el PP no logró arrebatarle el poder al PSOE en las generales, pero casi todos coinciden en que el rechazo a las políticas culturales y costumbristas de Vox, a sus ideas sobre gustos y estilos de vida, prendió la mecha de la movilización de la izquierda.

Terreno minado

Pero volvamos a Gijón para entender el mecanismo político nacional en disputa. Desde el Consistorio gijonés deslizan lo siguiente sobre lo sucedido estos días: "La concejala de Vox estaba hiperactiva por órdenes de Madrid: Abascal quería que se empezara a notar la ideología del partido. Querían marcar paquete con el festival de cine y la han liado parda, les ha estallado en la cara".

En resumen: sin peso en las áreas de mayor poder y encajonado en el nicho cultural (pero sin una política clara sobre qué hacer ahí dentro más allá de cancelar lo que suene a progresista), Vox tiende a una sobreactuación cultural que, aunque calienta a sus bases e incomoda al PP, no siempre sale bien, como se ha visto en Gijón, donde la alcaldesa —liberada de las ataduras del PP con el partido de Abascal— "esperaba un error de Vox para quitárselos de encima", cuchicheaba el entorno municipal desde hace semanas.

"La concejala de Vox estaba hiperactiva por órdenes de Madrid: Abascal quería que se empezara a notar la ideología del partido"

La llegada de Vox al Ayuntamiento había tensionado un tejido cultural mayormente progresista. Con la Concejalía de Festejos en manos de Vox, los conciertos de las fiestas de agosto —programadas por el anterior Consistorio— fueron un pim pam pum contra Vox por parte de grupos como Las Odio o Las Ginebras. El verano fue calentito. Tras polemizar con Rodrigo Cuevas, referente internacional del folclore en Asturias, la concejala de festejos anunció que el Ayuntamiento dejaría de contratar a artistas en asturiano, recibiendo un rapapolvo de la alcaldesa y el rechazo del resto de partidos del arco municipal, incluido el PP.

La cultura, en definitiva, se convirtió en un campo de minas para Vox, terreno conflictivo que podía ser propicio para que el partido de Abascal sacara pecho... siempre y cuando lo manejara con tiento. La colisión con el festival de cine —dentro de las competencias de Vox vía el organismo municipal Divertia— parecía inevitable, pero quizá Vox no era consciente del material sensible que tenía entre manos, que ya le había reventado antes a una persona clave en esta historia: la alcaldesa.

Foto: La alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón (c), durante la comparecencia para explicar la expulsión de Vox del Gobierno local. (EFE/J. L. Cereijido)

En efecto, aunque a Carmen Moriyón se le llena ahora la boca diciendo que el festival de cine independiente no se toca, en su primera etapa como regidora (2011-2019), Moriyón sufrió un fuerte desgaste cuando su partido le hizo al certamen algo muy parecido a lo que Vox soñaba ahora: refundarlo a su gusto político. La década pasada, tras señalar al festival por ser demasiado underground y estar contaminado políticamente (además de vagas e interesadas insinuaciones de desajustes financieros), el Ayuntamiento lo descabezó, cambió la dirección y lo abrió a otros contenidos. El experimento duró unos años, se movió entre la irrelevancia y el desastre, y acabó en volantazo municipal: el festival de cine de Gijón volvió al nicho independiente con parte del equipo anterior.

La fallida operación desguace del festival gijonés, que Vox amagaba con repetir ahora, funciona como ejemplo de los límites de la guerra cultural: agitar ideológicamente un certamen asentado puede llevarle a la irrelevancia. En efecto, cuando se critica al festival de Gijón por woke, se olvida que su fuerza está precisamente en el nicho: la competencia entre festivales internacionales es tan fuerte que refundar certámenes para hacerlos generalistas suele acabar en fracaso; al contrario, las especializaciones temáticas y las trayectorias firmes cotizan al alza en el circuito internacional de festivales. Matices industriales internacionales que escapan a las lógicas de las guerras culturales de partido en España...

Algo parecido a lo ocurrido en Gijón se repite estos días en otro de los festivales independientes de referencia, el de Sevilla, al que el nuevo Consistorio (PP) ha hecho un 155 en busca de una difusa reorientación.

Foto: Colectivos LGTBI denuncian la lona de Vox en Madrid. (EFE)

Por el contrario, el nuevo alcalde de Valladolid, el popular Julio José Carnero, estuvo rápido el pasado junio cuando, tras dar la concejalía de Cultura a Vox, le quitó las competencias del Festival de Cine de Valladolid, la Seminci. Mensaje de fondo de Carnero: evitemos fuegos con el festival de cine y la imagen de la ciudad.

Visto cómo ha acabado el desafío de Vox al festival de Gijón, podría deducirse que el partido no midió bien su fuerza interna en el Consistorio. Aunque sus dos concejales fueron decisivos para formar Gobierno, la alcaldesa (aliada con el PP) solo necesita un voto para la mayoría. Circula por los mentideros gijoneses la siguiente hipótesis: la posibilidad de que el voto que le falta a Moriyón se lo dé un concejal díscolo de Vox y el partido de Abascal acabe, además de fuera del poder, roto por dentro.

Jugar a la guerra cultural es goloso cuando no puedes obtener visibilidad por otras vías, pero, de tanto martillazo, el juguete puede romperse. El PP de Feijóo toma nota del episodio gijonés.

"Se acabó". Con esta popular expresión de que la gota colmó el vaso y llegó la hora de la purga, Carmen Moriyón, alcaldesa de Gijón, expulsó este miércoles a Vox del Gobierno municipal, formado hasta entonces por el PP, Vox y el Foro de Moriyón (excasquistas de centroderecha). Poco más de 100 días ha durado el tripartito. Todo después de que Sara Álvarez Rouco, concejala de festejos de Vox, cuestionara el futuro del Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX), certamen de cine independiente dependiente del Consistorio.

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