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Orgullo y prejuicio: cómo el PP entregó la guerra cultural a Vox y se enredó las elecciones
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De la fiesta a la reivindicación

Orgullo y prejuicio: cómo el PP entregó la guerra cultural a Vox y se enredó las elecciones

Sánchez adelantó elecciones en plenos pactos PP/Vox y el PP cedió las competencias culturales y de derechos civiles a Vox. ¿Consecuencias? Todos los días hay fuegos, la izquierda se ha reactivado y hoy es el Orgullo

Foto: Colectivos LGTBI denuncian la lona de Vox en Madrid. (EFE)
Colectivos LGTBI denuncian la lona de Vox en Madrid. (EFE)
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Cuando el underground se hace mainstream pasan estas cosas: el activismo LGTBI más combativo lleva tiempo denunciando que el Orgullo en Madrid se ha mercantilizado y ha perdido filo transgresor. Pero el Orgullo más caliente y político ha vuelto. "Que la reivindicación trascienda a la fiesta", dijo la actriz Alba Flores en el pregón del Orgullo madrileño. Y dentro de un mes hay elecciones generales.

El Orgullo ha pillado al PP de Feijóo con la Moncloa a tiro de piedra, pero en un momento incómodo de su cambiante historia con los derechos civiles. En plenas turbulencias por los pactos municipales y autonómicos con Vox, y con Santiago Abascal diciendo que él no celebra el Orgullo porque es "heterosexual", los populares se esfuerzan estos días por subir sus decibelios de apoyo al Orgullo.

Foto: El carril bici de la discordia. (Ayuntamiento de Rivas)

"Es una fiesta de todos, Madrid representa la diversidad. Todavía hay sociedades donde te cuesta la vida tu condición sexual, eso es algo muy grave", dijo José Fernández, delegado de Políticas Sociales, Familia e Igualdad del Ayuntamiento de Madrid en la presentación del MADO (Madrid Orgullo), del que el consistorio es patrocinador principal. Pero la presentación del MADO no estuvo exenta de tensiones. "Mi vida como trans no es fácil, me dan palos, tenga empatía señor Feijóo", criticó Uge Sangil, presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+). ¿A qué vinieron las críticas delante de las autoridades municipales? A que Vox y PP coinciden en que si llegan a Moncloa, acabarán con la ley trans del gobierno Sánchez (cada uno a su manera).

En la semana del Orgullo, el PP ha tratado de desmarcarse del partido de Abascal con un manifiesto contra la homofobia, tuits de Feijóo de apoyo a los derechos LGTBI y la iluminación arcoíris de la sede del partido en Génova. Por contra, la bandera arcoíris no colgó de los consistorios donde gobiernan ambos partidos; en Valladolid, la teniente alcalde de Vox no asistió al acto institucional del Orgullo organizado por su consistorio, al que sí acudieron sus socios de gobierno del PP. El juego del gato y el ratón. El tira y afloja entre PP y Vox sobre derechos civiles es constante.

La Junta Electoral obligó esta semana a Vox a retirar una lona gigante en la calle Alcalá (Madrid) en la que el partido tiraba a la papelera logos LGTBI, feministas, okupas, independentistas, comunistas y de la Agenda 2030, es decir, el pack completo de fijaciones culturales del partido de Santiago Abascal. En esta lona está todo.

En efecto, la estructura de los pactos locales y autonómicos entre ambos partidos podría resumirse así: el PP ha dejado la batalla cultural en manos de Vox. Allá donde hay coalición, Vox se ha hecho con alguna de estas competencias: cultura, festejos, lengua o igualdad. Esto puede tener sentido para el PP con los números en la mano: ceder las consejerías blandas y conservar la madre del cordero (urbanismo, economía, hacienda…). Por su parte, a Vox no parece importarle tener poco presupuesto, si a cambio controla lo que quiere tirar a la papelera: feminismo, lengua, LGTBI, cultura progresista. Lo malo (para el PP) es el ruido que ya está generando Vox a poco de unas generales que parecían fáciles para la derecha, pero se están complicando un poco por todo ello.

Foto: Escena de la obra 'Orlando', de Teatro Defondo.

En efecto, la renuncia del PP a las áreas culturales en sentido amplio (costumbres, derechos civiles y cultura al uso) tiene un riesgo electoral: el de la escandalera constante. Como Winnie de Pooh cuando encuentra miel, Vox ha metido la cabeza en el frasco de las guerras culturales, ya no la quiere sacar y salimos a incendio por jornada.

1) La nueva concejala de festejos de Gijón dice que el consistorio no volverá a contratar a artistas que canten en asturiano. 2) La concejalía de cultura de Valdemorillo anula una obra de teatro de Virginia Woolf (consiguiendo el indudable logro de que media España esté alarmada por la programación cultural de un pueblo madrileño de 13.000 habitantes). 3) Declaraciones (ayer) del vicepresidente de Castilla y León: "Decimos sí a la bandera de España, pero no a un trapo arcoíris". 4) Un concejal de Vox en Mérida pide quitar la bandera LGTBI del ayuntamiento y compara a este colectivo con los "pedófilos"... Los presupuestos de igualdad penden de un hilo en varios consistorios. Los PP locales tratan de frenar la ola, pero cancelación a cancelación, quizá la izquierda abstencionista ya no esté tan desencantada y desmovilizada como hace un mes; quizá hasta empiece a estar un poco cabreada.

Las salpicaduras

Cuando Pedro Sánchez adelantó las elecciones, generó gran desconcierto. Parecía estar frito tras el varapalo autonómico. Entonces, apareció un enigmático meme de un perro enano que decía: "Sabe más el perrosanxe por perro que por sanxe". Una de las posibles traducciones del meme es que Sánchez había hecho el lío al PP al solapar las generales con los pactos PP/Vox.

La concejala de festejos de Gijón dice que no contratarán a artistas que canten en asturiano, y en Valdemorillo anulan una obra de Woolf

Hace unos días, ABC se descolgó con portada y titular bomba: "El PP ya ha perdido quince días de precampaña en sus enredos con Vox". ¿Qué estaba pasando? Pese a que (como buen gallego) se le presupone un talento especial para decir una cosa y hacer la contraria sin caer en contradicción, a Feijóo le estaba costando coordinar una respuesta coherente a los acuerdos con Vox. El plan del PP es gobernar con Vox donde necesite sus votos positivos en las investiduras y, al mismo tiempo, tratar de que las ideas de Vox sobre feminismo, cultura o derechos LGTBI le salpiquen lo menos posible.

Fijar posición ha requerido varios bandazos bruscos; uno de ellos dejó muy tocada a su candidata presidencial extremeña, María Guardiola, que pasó de decir que "nunca" metería a Vox en su Gobierno por su ideología machista y anti-LGTBI, a meterles hasta la cocina tras fuertes presiones internas (y ante el riesgo de que el pulso a Vox pusiera en riesgo el futuro gobierno autonómico). Y Guardiola, la baronesa hípster, se tragó el sapo machista y anti-LGTBI. El psicodrama del guardiolismo es el de un PP al que le valía una campaña tranquila para llegar a Moncloa y está teniendo el ruido (Vox) y la furia (Alba Flores llamó a "sublevarse contra el fascismo" en el pregón del Orgullo).

En efecto, como lamentaba la portada del ABC sobre el descontrol de los pactos PP/Vox, desde que empezó la precampaña de las generales, solo se habla de los peligros que corren los derechos civiles si Vox llega a Moncloa, es decir, el escenario que los populares querían evitar y los socialistas atraer. En una época en la que es extremadamente complicado mantener la atención sobre el mismo asunto más de tres días, nadie puede garantizar que no estemos hablando de los pactos PP/Vox hasta el último día de campaña.

La entrevista

Sergio del Molino, autor de La España vacía, escribe que "Vox quiere las competencias culturales por la misma razón por la que los populares las desprecian". Hablamos con él:

PREGUNTA. ¿Por qué el PP le ha cedido las competencias culturales, civiles y costumbristas a Vox?

RESPUESTA. Tradicionalmente el PP ha construido su iniciativa política cediendo en esos terrenos, pensando que los conflictos culturales los tenía perdidos de antemano. El PP se construye como gran partido conservador con la idea de que en España la cultura es de izquierdas, que meterse en esas batallas resta y que no importará demasiado no darlas.

Precisamente uno de los elementos originales de disensión ideológica entre el PP y Vox —entendiendo al partido de Abascal como una facción segregada del PP— es que Vox sí creía que su identidad y su batalla estaban en la guerra cultural a la americana (es decir, en plantar batalla a la izquierda cultural y recuperar la, según ellos, esencia perdida de la nación), por eso esas competencias son tan importantes para ellos y para el PP son algo menor. El PP ha aprendido a vivir sin ellas, a cederlas a la izquierda o a su facción derechista. Creen que así pueden saciar las ansias de poder de un socio incómodo que les dejará gobernar a cambio. Aunque al PP quizá le compense en términos de aritmética de poder, creo que es un error estratégico enorme ceder todas esas competencias culturales a Vox para que hagan la guerra cultural. Vox puede hacer un destrozo tremendo con esto.

"Más allá de cancelaciones, Vox no tiene ni idea de qué hacer con las competencias culturales"

P. Una cosa es hacer la guerra cultural y otra enfrentarte a la gestión de gobierno. Las primeras señales que está emitiendo Vox desde las concejalías suenan a cancelación. ¿Sabe Vox lo que quiere hacer con lo cultural?

R. No tienen ni idea, más allá de desarrollar políticas revanchistas contra la izquierda con cancelación y censura. Vox no tiene cuadros culturales sólidos. No creo que tengan un proyecto cultural como tal, como mucho un contracultural en sentido reaccionario. Con el tiempo y la experiencia probablemente maduren alguna idea, quizá poner la cultura al servicio de la identidad nacional y tradicional, como en la Hungría de Orbán, pero nada de eso existe ahora, simplemente quieren desalojar al progresismo de los espacios culturales habituales, que (es cierto) que en España dependen mucho de las administraciones públicas y del arbitrio político.

P. Dice que ceder estas competencias a Vox puede ser un error estratégico del PP. ¿Puede afectar también sus expectativas electorales el 23-J?

R. Todo apunta a que sí, viendo las tendencias de las encuestas, aunque el escenario cambia cada semana y cualquier afirmación electoral tajante hay que cogerla con pinzas. Pero sí creo que al PP le está pasando factura, porque partía con mucha ventaja y con una posición de debilidad enorme del PSOE y todo el bloque de izquierdas. El ruido de los pactos PP/Vox ha ido rearmando el voto de izquierdas, le ha quitado la iniciativa de campaña a Feijóo, que tiene que limitarse a reaccionar a la agenda que marcan otros. En una campaña llevar la iniciativa es fundamental y ahora la tiene el gobierno Sánchez. El PP está a la defensiva y la izquierda en una ofensiva clara.

Perro zorro

En este contexto de primeras dudas de la derecha cuando Moncloa ya se atisbaba en el horizonte, Pedro Sánchez salió al ataque en El Hormiguero y mandó a Pablo Motos a la lona. Algarabía en el entorno socialista y aturdimiento entre los que daban ya por muerto al presidente del Gobierno.

Las encuestas siguen diciendo que ganará el PP, pero también que el PSOE sube y que la gobernación no está asegurada. Lo que hace unas semanas parecía imposible ahora es solo muy difícil. El humor socialista cambió (de la depresión al hay partido) desde que Zapatero empezó a pisar platos con la escopeta cargada (Zapatero, recuerden, el presidente que impulsó algunos de los derechos civiles ahora en disputa). Las elecciones siguen cuesta arriba para los socialistas, pero, al menos, las piezas del relato remontada han empezado a encajar.

Sánchez lució en El Hormiguero una pulsera arcoíris. Es la semana del Orgullo, queda un mes para ir a votar y sabe más el perrosanxe por perro que por sanxe.

Cuando el underground se hace mainstream pasan estas cosas: el activismo LGTBI más combativo lleva tiempo denunciando que el Orgullo en Madrid se ha mercantilizado y ha perdido filo transgresor. Pero el Orgullo más caliente y político ha vuelto. "Que la reivindicación trascienda a la fiesta", dijo la actriz Alba Flores en el pregón del Orgullo madrileño. Y dentro de un mes hay elecciones generales.

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