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Huelga general, barricadas, muertos... Marzo de 1917: la revolución llega a España
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centenario de la revuelta

Huelga general, barricadas, muertos... Marzo de 1917: la revolución llega a España

Los primeros compases de la revolución rusa y la caída de los zares encontraron su eco en la agitación que sacudió nuestro país aquel mismo año

Foto: Huelga General en España, 1917
Huelga General en España, 1917

Marzo de 1917. Los acontecimientos de Rusia obsesionan al rey Alfonso XIII que, apenas quince días después de la caída de los zares, suspende las garantías constitucionales, atemorizado por el inminente golpe revolucionario que prepara el movimiento obrero en España y que estallará poco después.

Foto: Cartel propagandístico soviético de la Revolución Rusa

La escasez de pan había desencadenado el 8 de marzo de 1917 las protestas que acabarían con el imperio del zar Nicolás II en una semana. Cientos de mujeres que celebraban el Día Internacional salieron a la calle para protestar pacíficamente, pero por la tarde se unieron huelguistas de las fábricas de San Petersburgo arrancando así la Revolución de Febrero. En realidad, había trigo suficiente, como explica el historiador Orlando Figes en ‘La Revolución Rusa: 1891-1924’ (Edhasa 2010), pero fue el colapso de los transportes y la falta de abastecimiento lo que acabó en siete días con la paciencia del pueblo ruso, inmerso en las privaciones y la guerra.

En España, había estallado una huelga general en diciembre del año anterior y el 27 de febrero, un mes antes de que los rusos salieran a la calle, el conde de Romanones, presidente del Gobierno, disolvía las Cortes (Gazeta de Madrid). Parlamentarios como Francesc Cambó de la Lliga lo achacaron a que se quería evitar discutir en el Congreso el reglamento sobre las relaciones de los obreros y las compañías ferroviarias que preparaba el gobierno (La Vanguardia, 27 de febrero de 1917).

De San Petersburgo a Madrid

Eran precisamente los transportes los que estaban bajo la amenaza de una huelga, que unida al descontento de una parte importante del ejército y la movilización obrera, cada vez más organizada, avecinaban una crisis.

Mientras, en San Petersburgo, el 12 de marzo el presidente de la Duma, Mikahíl Rodzienko telegrafiaba al zar, según las memorias de Alexander Kerensi (Luis de Caralt, 1967): “La situación es muy grave. La capital se encuentra en estado anárquico. El Gobierno está paralizado. Los transportes públicos y el abastecimiento de alimentos y combustible se ha interrumpido por completo. Aumentan el descontento general suenan disparos por las calles

Tres días después eran detenidos todos los miembros del gobierno de Nicolás II, que en su palacio de Tsarkoie-Selo tuvo que hacer frente por fin a la realidad. Obligado a abdicar por el consejo de su general en jefe ese mismo día, delegó la corona en su hermano Miguel, que sólo duraría 24 horas como sucesor.

Madrid amaneció con un manifiesto que instaba a la huelga general indefinida: lo que inquietaba al rey es que, como a Nicolás II: el ejército le abandonara

En Madrid, el 27 de febrero, menos de dos semanas después de la fulminante debacle de los Romanov, los temores de Alfonso XIII se acrecentaron. Esa mañana, Madrid amaneció con un manifiesto que instaba a la huelga general indefinida, aunque no ponía fecha. Lo que más inquietaba al rey es que le ocurriera como a Nicolás II: que el ejército le abandonara. El derrocamiento de los Romanov “afectó profundamente al rey, que lo vio como una advertencia”, según relata el historiador Gabriel Cardona en ‘Alfonso XIII, el rey de Espadas” (Planeta, 2010).

Así, a finales de marzo, mientras en Rusia se instauraba el gobierno del Príncipe Georgy Lvov, España estaba sin parlamento y en estado policial: pronto llegaría la temida huelga y la declaración del estado de Guerra en todo el país.

Orígenes del conflicto

Los orígenes estaban en los dos conflictos bélicos, desiguales, que sufría España en 1917: el que libraba en Marruecos y el que abastecía, como país neutral, a los contendientes de la I Guerra Mundial. El primero castigaba con las levas a los humildes y no a las clases pudientes, que podían eludir su reclutamiento abonando una cantidad.

La segunda generó un aumento espectacular de las exportaciones que enriqueció a unos pocos pero desabasteció, en cambio, al país. Se elevaron los precios de los productos cotidianos como las patatas o el azúcar que aumentaron más de un 150% su precio desde 1914 a 1917, mientras que los salarios sólo lo hicieron un 20 y un 40% -Oscar Hernández, ‘La huelga de 1917 en Madrid’, Dialnet-.

La Guerra del Rif en Marruecos tenía, además, otras implicaciones. La división se había instaurado en Ejército entre los denominados ‘Junteros’ y los ‘Africanistas’.

La tensión era máxima: los primeros se quejaban de los ascensos desmedidos por méritos de guerra de los segundos, alterando el escalafón y por tanto los ascensos y las retribuciones.

La publicación del manifiesto conjunto de la CNT y la UGT del 27 de marzo titulada “A los trabajadores españoles y el país en general”, fue la primera advertencia: “El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la explotación, erigida en sistema de gobierno (…) se impone que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos”

Alfonso XIII respondió al día siguiente suspendiendo los artículos de la Constitución 4º, 5º, 6º, 9º y los tres primeros párrafos del 13º (Gazeta de Madrid). Consistían en la potestad absoluta y arbitraria del gobierno para detener y encarcelar sin necesidad de cumplir las leyes a cualquier ciudadano, además de prohibir la huelga.

Para acabar de rematar la crisis de ese año, los regionalistas catalanes de la Lliga, que eran los más críticos con la disolución de las Cortes, acabarían convocando una asamblea parlamentaria al margen del gobierno a la que convocaron al resto de los diputados en el ayuntamiento de Barcelona el 19 de julio (Francisco Romero Salvado, Revista Hispania Nova: “España no era Rusia”, núm 15 2017).

Alfonso XIII, contra las cuerdas

Mientras el monarca maniobraba para ganarse a los militares ‘junteros’, el sindicato socialista de la UGT, y los anarcosindicalistas de la CNT de Ángel Pestaña se habían unido para coordinar una huelga claramente política, tal y como defiende el manifiesto, que pusiera contra las cuerdas al rey a la que se sumó el PSOE y los republicanos del Melquíades Álvarez.

La tensa calma saltó por los aires a mediados de agosto. El sindicato de ferroviarios de Valencia hizo paros a finales de julio precipitando, antes de tiempo, la huelga política que coordinaba el Comité de Huelga compuesto por Largo Caballero, Besteiro, Anguiano, Saborit y Virginia González. Los sindicatos ferroviarios del norte secundaron los paros y prepararon una nueva huelga el 10, por lo que tuvieron que sumarse a toda prisa movilizando a la clase obrera en las grandes ciudades, que tomaron las calles en Madrid, Barcelona, Bilbao, León, Sabadell y que paralizó las cuenca minera en Asturias.

El manifiesto “A los obreros y a la opinión pública” del 12 de agosto insistía básicamente en la vía política, que “debía acabar con un régimen de corruptelas y oprobio”, según Joan Serrallonga i Urquidi -‘Motines y revolución en España, 1917’ (Marcial Pons)-. El gobierno de Eduardo Dato que había sustituido al de García Prieto y éste al del conde de Romanones, demostrando la inestabilidad del consejo de Ministros, actuó con contundencia, declarando el Estado de Guerra en todo el territorio.

Además, la principal baza de los revolucionarios, los militares ‘junteros’ se deshizo al instante. Una cosa eran las demandas de los oficiales y otra apoyar una insurrección obrera. Se sumaron sin contemplaciones a las fuerzas gubernamentales, lo que acabó por decantar la balanza. Sin embargo, durante casi una semana, del 13 de agosto al 17, se paralizó gran parte del país pero precisamente el transporte, un sector clave y el que había precipitado la huelga se desmarcó en gran parte después.

Decenas de muertos

Hubo enfrentamientos en Asturias y Bilbao y en Sabadell las tropas dispararon contra las barricadas ocasionando 32 muertos. En Madrid tuvo lugar un choque en Cuatro Caminos donde se pusieron barricadas. A los manifestantes se les unieron mujeres y niños portando pancartas lo que no impidió la carga de la caballería.

Los organizadores fueron detenidos el día 15 en la calle Desengaño en Madrid, donde estaba el cuartel general del Comité. El movimiento había fracasado. Su desarrollo marcó, en cambio, el principio del fin del sistema de la Restauración. La crisis de 1917 convenció al monarca de que no podía fiarse de los políticos: se volcó en el ejército, su única certeza, lo que ahondaría sucesivamente la crisis del parlamentarismo.

La crisis de 1917 convenció al monarca de que no podía fiarse de los políticos: se volcó en el ejército, lo que ahondaría la crisis del parlamentarismo

Según cuenta Sebag Montefiore en ‘Los Romanov: 1613-1918’ (Crítica, 2016), el mismo día que se produjo la primera manifestación en San Petersburgo preguntó a Mikhaíl Rodzianko, presidente de la Duma :

-¿Es posible que durante veintidós años haya intentado yo actuar de la mejor manera posible y que durante veintidós años haya sido todo una equivocación?

- Sí, Majestad, durante veintidós años habéis seguido el rumbo equivocado.

En España el sistema de la Restauración caería definitivamente en 1923 con el golpe de Estado del general Primo de Rivera. Años después, la misma noche en que presentara su dimisión sería el propio general el que retratara al monarca: “Con este rey no pudieron los antiguos políticos ni podrán los futuros, si yo no completo mi obra despejando este eterno obstáculo de la vida pública española”

Primo de Rivera no pudo, le sucederían el general Dámaso Berenguer y el almirante Aznar. El rey sólo se apoyaba ya en lo militares, pero éstos dejaron de apoyarse en él. En 1931, tras las elecciones municipales decidió exiliarse. Al menos, entonces, no hubo un baño de sangre.

Marzo de 1917. Los acontecimientos de Rusia obsesionan al rey Alfonso XIII que, apenas quince días después de la caída de los zares, suspende las garantías constitucionales, atemorizado por el inminente golpe revolucionario que prepara el movimiento obrero en España y que estallará poco después.

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