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Si vives en una autonomía en decadencia, tienes que escuchar a este hombre
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No hay país

Si vives en una autonomía en decadencia, tienes que escuchar a este hombre

El periodista Xuan Cándano publica una monumental crónica de Asturias en democracia con pistas para otros territorios en crisis: de la minería a la reconversión, de la muerte del movimiento obrero a los servicios. El laberinto asturiano

Foto: Xuan Cándano junto a la Ría de San Esteban. (J. R.)
Xuan Cándano junto a la Ría de San Esteban. (J. R.)

Hunosa, la gigantesca empresa pública de la minería asturiana, saltó del tardofranquismo a la Transición con 20.000 trabajadores y una alta sindicación y conflictividad laboral. Un quebradero de cabeza, en definitiva, para la UCD de Suárez, que nombró a un joven ingeniero gijonés con don de gentes para dirigir/domar a la bestia minera: José Manuel Fernández Felgueroso. Atentos:

"Se llamaba José Manuel Fernández Felgueroso, pero lo llamaban Mamen. Era guapo, moderno, elegante, risueño y tan avanzado políticamente que parecía que la UCD le quedaba a la derecha. Era el presidente de la junta de fundadores del Asturias, Diario Regional, un periódico progresista, tan calcado de El País que pronto empezaron a llamarlo El Paisín... Mamen Felgueroso solía aparecer de madrugada al cierre del periódico y compartía risas, confidencias e informaciones con los jóvenes periodistas en un bar próximo, en el polígono de Silvota, en Llanera. La noche podía seguir luego en otras barras en Uviéu, porque Felgueroso, un divertido tertuliano, arrastraba con él la atinada leyenda del santo bebedor. Su bebida era el güisqui, que acompañaba incluso sus comidas. Si la velada se prolongaba, se le podía trabar la lengua, pero la cabeza nunca. Como Mamen tenía grandes habilidades sociales y caía bien a todo el mundo, también a los sindicalistas, pronto empezó a congeniar y negociar con ellos, nada más tomar posesión de su cargo. Era una de sus grandes misiones, si no la principal".

"Si la velada se prolongaba, se le podía trabar la lengua, pero la cabeza nunca"

Esta mezcla de contexto histórico y salseo periodístico es el punto fuerte de No hay país, de Xuan Cándano, torrencial crónica política (y sentimental) de Asturias (1975-2022), en el que el relato asturiano democrático no solo lo tejen los políticos en los despachos, también los mineros, los movimientos sociales, los cantantes populares, las obras públicas, los alcaldes beodos y hasta un combate de boxeo amañado que Mickey Rourke perpetró en Oviedo en los 90. De la Asturias de las minas a la Asturias de los bares y turistas. Y todo tiene su aquel.

Historia de una foto

Aunque no se dé importancia en el ensayo, se nota que Candano relata muchos asuntos de primera mano. Si No hay país no es un libro cualquiera, Xuan Cándano (1959) tampoco es un periodista cualquiera. Para entender de dónde viene, es bueno detenerse en una foto de 2012, que repescamos para este artículo, en la que Cándano discute con el líder del sindicato minero, José Ángel Fernández Villa.

placeholder Xuan Cándano increpado por Villa durante la huelga minera de 2012. (José Luis Cerejido)
Xuan Cándano increpado por Villa durante la huelga minera de 2012. (José Luis Cerejido)

¿Qué pasó ese día? Última gran huelga de la minería asturiana. Los mineros cortan el puerto de Gijón, El Musel. Cándano trabajaba entonces para TVE en Asturias (se jubiló este verano). Se daba la circunstancia de que Cándano también era el director de la revista Atlántica XXII, que acababa de publicar una investigación pionera sobre la corrupción de Villa y el sindicato minero en la construcción del geriátrico de Felechosa. El reportaje había sido recibido con crujir de dientes en Asturias —Villa seguía siendo un personaje temido y poderoso—, pero resultó profético: dos años después, Villa fue imputado (la fiscal Anticorrupción basó parte de su investigación en los artículos de Cándano).

Preguntamos a Cándano la intrahistoria de la foto:

"Villa no se me puso al teléfono durante la elaboración del reportaje de Atlántica XXII. Pero, cuando me vio aparecer por El Musel, se puso a criticar y reprochar aquel artículo. Yo le contesté, recordando que todo lo publicado era cierto y que no había querido contestarme cuando lo elaboraba. Todo fue muy teatral por su parte. Los mineros huelguistas nos rodeaban. Varios, como se ve en la fotografía, con semblante inquietante. Aunque muchos no sabían de qué hablábamos. Hubo mucha tensión, hasta que varios compañeros de otros medios, entre ellos Cereijido, autor de la fotografía, me rodearon para evitar que aquello fuera a mayores, hasta lograr zafarme de aquella encerrona".

Foto: Mineros del pozo de San Nicolás (Mieres), el único que queda abierto en España, en 2017. (EFE/José Luis Cereijido)
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"Pocos días después, en una barricada en el pozo Sotón, mientras un grupo de mineros se enfrentaba a la Policía, uno de ellos, del SOMA, me reconoció y me amenazó gravemente, recordando aquel episodio. 'Tu yes el que te metiste con el jefe', me dijo. En TVE se decidió que no volviera a cubrir el conflicto".

"En aquella movilización en El Musel hubo otro episodio muy conocido. Llegaron los antidisturbios y Villa se puso a discutir con sus jefes. Uno era de su mismo pueblo, de Tuilla. En un momento de la discusión, Villa les dijo irritado: 'Yo llevo 60 años en primera línea de este negocio", zanja Cándano.

Pues, bien, de esta clase de detalles de trastienda está repleto No hay país, panorámica imprescindible de la Asturias del último medio siglo. El libro, publicado por Hoja de Lata, sale hoy a la venta.

La entrevista

Hablamos con Cándano.

PREGUNTA. ¿Franco tenía miedo a los mineros?

RESPUESTA. Sí. Los mineros son un mito. Son los cíclopes que surgieron de las entrañas de la tierra para asaltar los cielos, título de una obra de teatro de Margen. Son la vanguardia de la lucha obrera. Ya daban miedo al capital y a los poderes a principios del siglo XX, pero luego vino la Revolución de Octubre del 34, cuyo objetivo era tomar Oviedo, centro de la burguesía asturiana. El capital huyó de Asturias en el 34. Los Fierro, una de las grandes sagas financieras, se fueron de Asturias tras el desembarco de armas del Turquesa, el barco fletado por Indalecio Prieto un mes antes de estallar la revolución. Desde entonces, hay miedo del capital a la Asturias revolucionaria.

Tras caer la minería privada, en una operación en la que hicieron mucho dinero algunos empresarios (en concreto, Duro Felguera), se nacionalizaron las explotaciones, también por miedo a los mineros: mejor tener controlada a la clase obrera vía empresa pública a que estallara otra vez el polvorín.

Llegada la democracia, los mineros se domesticaron. Tomaron el poder a través del PSOE o, mejor dicho, del SOMA, el histórico sindicato socialista minero; porque, en Asturias, esos años, siempre hubo un poder sindical por encima del político.

Es curioso que el mismo palacio de Oviedo que asaltaron los mineros del SOMA en el 34, el Banco de España, se convirtiera luego en la sede del primer Gobierno socialista en democracia.

placeholder Una grúa en el puerto de San Esteban. (J. R.)
Una grúa en el puerto de San Esteban. (J. R.)

P. En los años 90, era común decir que la persona que más mandaba en Asturias era Villa. ¿Hipérbole o realidad?

R. Absolutamente cierto, pero no solo en los 90. Villa acumuló un poder extraordinario desde finales de los 70, cuando se hizo cargo del SOMA que, al igual que el PSOE, estuvo desaparecido desde la Guerra Civil. Villa tuvo un poder absoluto durante 30 años. Desde el SOMA, controló la Federación Socialista Asturiana, los ayuntamientos mineros, la Caja de Ahorros de Asturias [luego Cajastur, Liberbank y, finalmente, absorbida por Unicaja], el Gobierno autonómico, del que ponía y cesaba presidentes, y los medios de comunicación públicos, en los que hacía lo propio.

P. La caída de Villa, cazado tratando de regularizar una exagerada cantidad de dinero negro, puso broche simbólico al movimiento obrero en Asturias, aunque en el libro matizas: el movimiento obrero ya no existe como antaño, pero la clase obrera sigue ahí…

R. Por supuesto que la clase obrera sigue existiendo, pero es diferente, está atomizada, dispersa en muchos centros de trabajo. Pero el histórico movimiento obrero, nacido a finales del XIX, sí desapareció, y con él sus valores: la solidaridad, el compañerismo en los centros de trabajo, la lucha por la justicia social y la revolución. La desaparición del movimiento obrero es uno de los fenómenos sociales occidentales más cruciales del último medio siglo, y en Asturias se detecta muy bien, como tierra industrializada que había sido vertebrada por el movimiento obrero. Asturias se conoce en el mundo por el movimiento obrero, los mineros y Octubre del 34, última revolución proletaria de la historia, no por la Virgen de Covadonga.

El movimiento obrero fue resistente a la dictadura franquista, forjándose un mito, sobre todo por las huelgas del 62, y luego tomó el poder institucional democrático. El fin del movimiento obrero asturiano fue el fin del movimiento obrero internacional, pues en otros países había caído antes, como en Inglaterra, tras ganar Thatcher la huelga minera en los 80, pero en Asturias aguantó hasta el siglo XXI, con la última huelga minera y la marcha a Madrid. Su fin, desde luego, no fue glorioso, ahogado en la charca villista de la corrupción, un triste epílogo.

"Asturias se conoce en el mundo por el movimiento obrero, los mineros y Octubre del 34, no por la Virgen de Covadonga"

P. Paralelo al ascenso de Villa, estuvo el del PSOE. A la muerte de Franco, no estaba claro cuál sería la correlación de fuerzas en la izquierda institucional, con un PCE con gran capital social por su lucha antifranquista, y un PSOE en chasis. Pero el sorpaso del PSOE fue vertiginoso en todo el país. ¿Qué pasó en Asturias?

R. La oposición al franquismo la hizo el PCE, al que significativamente se le conocía como El Partido, porque prácticamente no había otro, aunque a su izquierda sí hubo actividad en Asturias, por ejemplo, el Movimiento Comunista. Durante el franquismo, el PCE tuvo mucha actividad en las cuencas mineras y en Gijón. Los socialistas, por el contrario, estuvieron desaparecidos de la lucha antifranquista. Cuando se celebró el centenario del PSOE, Ramón Tamames, aludiendo al lema de la celebración, dijo con ironía: 100 años de honradez… y 40 de siesta.

Cuando murió Franco, se pensó que el PCE podía ocupar el sitio del PCI en Italia, donde era el partido más grande, pero en las elecciones del 77 se vio claramente que el hegemónico en la izquierda sería el PSOE. Pasadas las elecciones, Alfonso Guerra explicó el resultado diciendo que había funcionado la "memoria histórica". Eso mismo les había dicho años antes a los comunistas Emilio Barbón, abogado de Laviana, uno de los pocos militantes socialistas asturianos activos durante la clandestinidad: vosotros tenéis mucha organización y presencia social, pero nosotros tenemos la historia, ya veréis cuando llegue la democracia.

La debilidad del socialismo asturiano a la muerte de Franco era tal que tuvieron que tirar de un exiliado mexicano sesentón, Rafael Fernández, para liderar la reconstrucción. Fernández comprobó al llegar que las fichas de los afiliados socialistas cabían en una caja de zapatos. El notario Luis Posada, estudiante de Derecho y militante de las juventudes socialistas, dijo entonces: el PSOE cabe en una caja de zapatos, pero puede llenar estadios. Cuando empezó la Transición en Asturias, se vio que la memoria histórica de los años 30 se mantenía intacta. Los socialistas salieron en masa de las catacumbas.

"Los socialistas, por el contrario, estuvieron desaparecidos de la lucha antifranquista"

P. En Asturias se instaló el PSOE como partido hegemónico con sus luces (sistema de protección social) y sus sombras (clientelismo y corrupción). Al contrario que otras autonomías en las que el socialismo hegemónico se acabó hundiendo en sus contradicciones, el PSOE asturiano ha aguantado en pie. ¿Cuánto ha tenido que ver la inoperancia de una derecha tendente a la autodestrucción interna tanto en la oposición como en sus breves momentos de gobierno?

R. Yo suelo decir en broma que la historia es una ciencia exacta. El partido hegemónico asturiano es el socialista, igual que el PNV en el País Vasco y la derecha en Madrid y Galicia. Hay pautas históricas difíciles de revertir. A Asturias le vertebró la izquierda y el movimiento obrero. La derecha lo tiene difícil en Asturias; no es casualidad que nunca haya gobernado un Ayuntamiento en las cuencas mineras.

Se habla mucho de la división de la izquierda, pero la división en la derecha asturiana es especialmente grosera, cainismo que les impide gobernar, aunque no sea la única razón que explique su incapacidad para aprovechar el desgaste del socialismo asturiano: también está su sucursalismo, no tienen ni discurso ni candidatos propios, se los dictan en Madrid. Ahora mismo hay un espectáculo grotesco y público en el PP asturiano, llevan meses esperando que Feijóo elija a dedo su candidato a las elecciones autonómicas, tras descabalgar a su presidenta, Teresa Mallada, que a su vez había sido nombrada a dedo por Casado.

La derecha ha malogrado todas las posibilidades que ha tenido de gobernar en Asturias. Primero, durante el Gobierno de Sergio Marqués, por una bronca esperpéntica entre Marqués y Álvarez-Cascos. Segundo, durante el Gobierno de Cascos y Foro Asturias, tras forzar Cascos equivocadamente una repetición electoral pensando que sacaría mayoría absoluta.

"El sucursalismo de los partidos tiene correlación en la calle: en Asturias se va a hacer carrera a Madrid. No hay país porque falta sociedad civil"

P. Hablemos del asturianismo en la Transición. Hubo éxito con los símbolos y fracaso con el idioma, ¿verdad?

R. Durante la Transición, se inventaron la bandera —basada en una propuesta de Jovellanos, pero nueva—, el grito de guerra —¡Puxa Asturies!— y el himno. Con el himno hubo algunas dudas. El consejero de Cultura, Antonio Masip, llegó a encargar un himno al maestro Casanova, pero cambió de opinión al ver, durante un acto en el Teatro Campoamor, que el arzobispo Gabino Díaz Merchán y el general José Antonio Saenz de Santamaría se levantaban solemnemente de sus asientos con el Asturias, patria querida. Ahí se decidió que el himno de Asturias sería… ¡la gran canción de los borrachos en todo el mundo!; aunque es cierto que también se cantó durante las huelgas mineras del 62.

Es decir, todos estos artificios (bandera, grito de guerra, himno), que salieron del Conceyu Bable, gran organización del asturianismo desde el tardofranquismo, fueron admitidos rápidamente y tuvieron gran popularidad, pero la lengua… La lengua, milenaria, románica, hermana del castellano, del gallego y del catalán, fue cuestionada desde el principio por un sector de la opinión pública, sobre todo en la derecha.

Hay folclorismo en Asturias con estos asuntos. Conozco a mucha gente que viste de asturiano a sus hijos en las fiestas del pueblo, pero no admiten la lengua asturiana. Hay un complejo ancestral. Todavía hay quien considera que hablar en asturiano es hablar mal. Hay un singular autoodio en Asturias con su propia cultura. En las óperas del Teatro Campoamor, cuando se hacen anuncios breves por megafonía en castellano, inglés y asturiano, un sector patalea cuando escucha el asturiano. Eso se llama cosmopaletismo.

La última gran victoria de la extrema derecha en Asturias ha sido vetar la cooficialidad. La lengua ha sido una de las grandes obsesiones de Vox. Aún se está a tiempo de que el asturiano sobreviva, pese a haber perdido 40 años, a diferencia de otras autonomías, donde a la lengua románica propia no se la dejó morir poco a poco.

placeholder Xuan Cándano. (J. R.)
Xuan Cándano. (J. R.)

P. Dices que Asturias siempre ha mirado más a Madrid que hacia dentro, y que no hay país. ¿Debería haberlo?

R. El sucursalismo de los partidos políticos tiene correlación en la calle: en Asturias siempre se va a hacer carrera a Madrid. La mirada hacia Madrid marca el discurso dominante. Cuando digo que no hay país, hablo del país del que hablaba Jovellanos, sin connotaciones nacionalistas. No hay país porque falta sociedad civil y autoestima colectiva. Sin confianza en tus posibilidades es más difícil el progreso de las personas y de los territorios. Desde la muerte de Franco, en Asturias primó lo exógeno, la mirada hacia fuera, sobre lo endógeno, la mirada hacia dentro.

Como decía Juan Cueto, no logramos ser glocales, partir de lo local para llegar a lo global. Es hora de cambiar ese rumbo equivocado. Asturias es la autonomía cantábrica más decadente, la que más retrasó respecto a sus vecinos, con mayores grados de autonomía y autoestima propia, como Galicia, que partió detrás de Asturias, pero impulsó su desarrollo económico con el galleguismo, apoyado también por la derecha.

P. Quiero que me expliques unos conceptos culturales asturianos que pululan por el libro. Por ejemplo: el covadonguismo. ¿Qué es eso?

R. El covadonguismo es el mayor fake de la historia de España. Es un invento reciente, del siglo XIX, relanzado durante la Guerra Civil. Lo que pasó en Covadonga, como han demostrado los historiadores, fue, como mucho, una escaramuza. Tampoco fue el único foco de resistencia al islam. Pelayo, del que no se sabe casi nada, debió ser el líder de alguna tribu, y lo que formó fue el reino de Asturias. Luego surgieron otros reinos, y España con la Constitución de Cádiz. Covadonga, en todo caso, sería el origen del Estado plurinacional español, no el origen de la España imperial y unitaria del mito nacionalcatólico.

Esa falsedad pervive en el nacionalismo español emergente: no es casualidad que Santiago Abascal haya arrancado varias campañas de Vox en Covadonga. Sociológicamente, el covadonguismo ya no es lo que era en Asturias, aunque perviva. El grito "Asturias es España y lo demás tierra conquistada" ya se oye menos, pero aún se oye.

placeholder Portada del libro. (J. R.)
Portada del libro. (J. R.)

P. ¿Qué es el grandonismo?

R. El grandonismo está vinculado directamente al desarrollismo, cuando Asturias estaba a la cabeza de España (en los 60 empezó el retroceso y desde los 70 no hacemos otra cosa que conjugar la palabra crisis). El grandonismo era el estado mental asturiano cuando había dinero, pleno empleo, sidrerías llenas, euforia; en la mili los más vocingleros eran los asturianos y los vascos.

En los 70, siendo estudiante en Madrid, fui a ver al Sporting al Bernabéu con unos amigos. Resulta que me faltaba dinero para la entrada, me oyeron unos asturianos que había detrás y montaron una colecta a voces: "Vamos, hombre, va a ser por perres". Me dieron más dinero del que necesitaba e intenté devolvérselo, pero se negaron a gritos. Que quedara claro en Madrid cómo éramos los asturianos. Eso era el grandonismo. Digo era porque la decadencia en Asturias ha provocado que el grandonismo esté pasando a la historia.

P. Vinculas el grandonismo al desarrollismo, otro de cuyos efectos es lo que llamas el economicismo. O la obsesión por la obra pública como vertebrador social. No hay más que leer la prensa asturiana para comprobar que sigue presente...

R. La hegemonía de la izquierda también fue la hegemonía del internacionalismo proletario, con su prevalencia del economicismo sobre las cuestiones humanas o culturales. La obra pública por encima de todo, ese fue el camino que se marcó Asturias en los 70 y no ha llevado a ningún sitio.

El economicismo llevó a esperarlo todo de fuera: de la empresa pública, cuando Asturias era inilandia [por la dependencia del Instituto Nacional de Industria]; pero, cuando la industria pública entró en crisis, se demandó que la reindustrialización la hiciera el Estado, y ahora se demanda la presencia de las multinacionales... siempre con la convicción de que somos incapaces de labrarnos nuestro propio destino. Incapaces de montar un tejido industrial de pequeñas y medianas empresas cooperativas al estilo del País Vasco.

"Es verdad que la burguesía asturiana salió espantada por la revolución del 34, pero siempre fue muy débil"

El economicismo, que tiene su centro de poder en la facultad de Económicas de la Universidad de Oviedo, tiene verdadera obsesión por la obra pública, instigada también por nuestro proverbial aislamiento geográfico. Asturias lleva 40 años empeñada en que nuestros males vienen por la falta de obra pública que acabe con la incomunicación... que ya no es tal: la Autovía del Cantábrico aumentó la movilidad, pero no arregló los problemas de Asturias. A veces las autovías sirven para que la gente marche de Asturias... y no vuelva.

La variante de Pajares se vendió como la ventana de oportunidad para una nueva Asturias, pero, cuando se está a punto de terminar, tras una pesadilla de obra de dos décadas, ya hay economistas sosteniendo que el principal beneficiario del AVE a Asturias será... Madrid. La inversión en Pajares, que ha monopolizado el debate público durante décadas, coincidió con una parálisis total del tren de cercanías, red desastrosa y decimonónica, el tren del Oeste de la FEVE. Yo tardo más ahora en llegar a Oviedo desde el pueblo que cuando era un crío hace medio siglo. La red de cercanías que vertebra territorio en el País Vasco no existe en Asturias.

P. Además de la reconversión industrial, hay una descapitalización empresarial reciente que llama la atención: no hay bancos asturianos y los dos periódicos grandes que quedan tampoco están ya en manos asturianas...

R. Asturias se quedó sin empresarios en sectores básicos, como la electricidad (Hidroeléctrica del Cantábrico pasó a manos extranjeras). Es verdad que la burguesía asturiana salió espantada por la revolución del 34, pero siempre fue muy débil: la industrialización la hicieron burgueses extranjeros o de otras partes de España. Luego llegó la empresa pública, pero no para ahogar a la privada, sino por la debilidad de la privada. La burguesía asturiana fue la única en España que destrozó sus propios símbolos: los chalés artísticos que tenían familias como los Masaveu o los Herrero en Oviedo.

En los últimos años, eso sí, han aparecido empresas asturianas en sectores como el metal mecánico o la alimentación, no todo son noticias negativas, hay brotes verdes y la esperanza de un modelo diferente.

placeholder Cándano en una antigua instalación industrial de San Esteban. (J. R.)
Cándano en una antigua instalación industrial de San Esteban. (J. R.)

P. La tendencia general, en efecto, es hablar de solapamiento de crisis y recrearse en la decadencia de señor hidalgo venido a menos. Las debilidades del modelo asturiano (emigración juvenil, pérdida de población, envejecimiento, sistema social subsidiado, dependencia laboral de lo público) las conocemos, ¿cuáles serían sus fortalezas?

R. Asturias, como decía Gramsci, es un mundo que se niega a desaparecer y otro que no acaba de surgir. Está en una transición incierta. El consejero de Ciencia, Borja Sánchez, apunta hacia el terreno (ciencia e investigación) por el que tiraron los vascos hace décadas. Asturias tiene capacidad para ello.

La industria asturiana también resistió: Arcerol es una de las acerías más importantes de Mittal en el mundo y va hacia un modelo descarbonizado.

Asturias es un lugar muy agradable para vivir, tiene futuro, podría recuperar su demografía si volvieran los jóvenes que se marcharon las últimas décadas en busca de oportunidades mejores.

Hay unas generaciones nuevas que no tienen los lastres de las anteriores, por eso me interesa tanto como metáfora la figura del músico Rodrigo Cuevas, que sale en el collage de portada del libro, y representa esa nueva Asturias innovadora y desacomplejada. Glocal. Un músico folclórico de vanguardia con prestigio internacional que se estableció en una aldea vaciada de Piloña y ha puesto en marcha numerosos proyectos desde allí (discos, fiestas del pueblo, festivales, centros culturales). Por ahí va el futuro y no es un sueño.

Hunosa, la gigantesca empresa pública de la minería asturiana, saltó del tardofranquismo a la Transición con 20.000 trabajadores y una alta sindicación y conflictividad laboral. Un quebradero de cabeza, en definitiva, para la UCD de Suárez, que nombró a un joven ingeniero gijonés con don de gentes para dirigir/domar a la bestia minera: José Manuel Fernández Felgueroso. Atentos:

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