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El abrazo de oso famélico: cómo el contraataque ucraniano aprovecha la tacañería de Putin
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El abrazo de oso famélico: cómo el contraataque ucraniano aprovecha la tacañería de Putin

Todavía es pronto para saber cómo afectará esta victoria al curso de la guerra, pero los detalles que se van conociendo del contraataque sin duda han cambiado la narrativa de la invasión. Ucrania está a la ofensiva

Foto: Soldados ucranianos en la provincia de Járkov. (EFE/Sergey Kozlov)
Soldados ucranianos en la provincia de Járkov. (EFE/Sergey Kozlov)
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Saliendo de la provincia de Donetsk, en las localidades del sur de Járkov ya casi no se encuentran civiles. Ciudades y pueblos enteros tomados por soldados, vehículos color "pixel militar" y bolsas negras de cadáveres flanqueando la carretera. El acceso a los periodistas a la región está cada vez más limitado mientras continúa la contraofensiva ucraniana, uno de los secretos mejor guardados de la guerra contra Rusia y que, por el momento, ha dado espectaculares resultados para Kiev. Todavía es pronto para saber cómo afectará esta victoria al curso general de la "operación militar especial", pero los detalles que se van conociendo del contraataque sin duda han cambiado la narrativa de la invasión. Ucrania está a la ofensiva.

Tras casi siete meses de guerra y con la amenaza de la llegada del invierno, las Fuerzas Armadas ucranianas han demostrado que además de defender y aguantar en la guerra de desgaste también saben atacar. Su reconquista del frente norte ha sido calificada por los expertos como uno de los mayores éxitos estratégicos militares desde la II Guerra Mundial. Desde principios de septiembre, los militares ucranianos han recuperado al menos 300 asentamientos en la provincia, según la viceministra de Defensa, Anna Malyar, y más de 8.500 kilómetros cuadrados de su territorio. En unos pocos días, Kiev ha liberado lo que a Rusia le costó meses y miles de vidas ocupar, infligiendo a su enemigo la peor y más humillante derrota desde el comienzo de la invasión, el 24 de febrero.

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, junto a las tropas del país en Izium, este miércoles. (EFE/EPA)
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Varios factores fueron clave en el éxito de la operación, recalcan los expertos militares. El armamento occidental a pleno rendimiento, unas tropas con la moral alta, una comunicación de inteligencia con los aliados cada vez más fluida y una estrategia bien diseñada e impecablemente ejecutada. Pero quizás lo más relevante ha sido cómo Ucrania ha vuelto a explotar las debilidades del adversario para cambiar los papeles y ponerlo a la defensiva. La presión de Kiev ha vuelto a dejar en evidencia las limitaciones del Ejército ruso que ya vimos en las primeras fases de la guerra: tropas poco profesionales y con baja moral, descoordinación entre mandos, errores de inteligencia y enormes problemas con las líneas de suministros. Una invasión mal planificada y peor financiada, con la que Vladímir Putin aspiraba a ganar mucho gastando poco. Quiso hacerle el abrazo del oso a Ucrania. Pero el oso está flaco y cansado.

Con varios frentes abiertos —Járkov al noroeste, Donbás en el este y Jersón en el sur—, "Rusia tiene que sostener sus filas a lo largo de más de 1.300 kilómetros con cada vez menos soldados, entre 200.000 y 250.000, una concentración pequeña", explica Mykola Bieliskov, experto militar del Instituto de las Investigaciones Estratégicas, a El Confidencial. Los problemas de reclutamiento han sido un problema desde el principio para el Kremlin. Las listas de caídos que se han ido filtrando recogen que la mayoría de los soldados son de las zonas rurales más pobres o de etnias periféricas de la gran Rusia. El hecho de que Putin todavía no haya declarado la guerra oficialmente también limita el número de tropas disponibles, y las sucesivas pérdidas rusas hacen aún más difícil reponer los batallones en el frente.

"Cuando las unidades de avanzada pierden la cobertura de la defensa aérea, es algo que ya sufrieron los rusos en la primera fase"

La 'trampa' de Jersón

Para la mayoría de los ucranianos —incluso en Járkov— el avance fugaz de sus propias tropas ha llegado como una sorpresa. No para los militares, que lo han vivido desde otra perspectiva. "Cuando estamos hablando de la victoria, en cualquier frente, tenemos en mente los acontecimientos de los últimos dos o tres días. Pero detrás de cada victoria hay meses de trabajo largo y bien calculado, la logística del enemigo destruida. Están huyendo durante días porque no les dejamos otra opción", comenta a El Confidencial un soldado ucraniano que estuvo en la vanguardia de la reconquista de Izyum, un punto logístico clave para el frente oriental.

El avance comenzó en torno al 1 de septiembre y se aceleró dramáticamente en apenas 48 horas, con la desintegración de las líneas rusas en varios puntos del frente. Pero no se ha tratado de un golpe súbito, sino que es resultado de una estrategia paciente elaborada sobre una trampa. Durante semanas, el propio presidente Volodímir Zelenski y sus asesores militares insistían públicamente en que su prioridad era la liberación de la ciudad de Jersón, un punto neurálgico del frente sur que había caído bajo ocupación rusa apenas una semana desde el inicio de la guerra. Un objetivo estratégica y políticamente más ambicioso que el frente norte, y que podría servir de punta de lanza para liberar los territorios ocupados al oeste del río Dniéper.

Además de telegrafiar esta supuesta ofensiva, se hicieron los preparativos logísticos y bélicos necesarios. El 29 de agosto se intensificaron las hostilidades como el posible preludio de una incursión total, con los sistemas avanzados de artillería móvil HIMARS destruyendo puentes, depósitos de munición y otros objetivos tras las líneas rusas. El Kremlin parecía coincidir en lo estratégico de Jersón y cayeron en la trampa, apresurando el traslado de tropas de élite rusas de otros puntos del frente. Esto dejó el frente norte con importantes problemas para defenderse ya que es muy amplio y disperso —al contrario que el de Jersón, donde los rusos tienen varias capas defensivas—.

“Los ucranianos escribieron el guion y los rusos representaron su papel a la perfección”, escribió Phillips Payson O’Brien, profesor de estudios estratégicos en la Universidad de St. Andrews en Escocia, en 'The Atlantic'. "Apoyados en meses de cuidadosos esfuerzos tanto para preparar a las fuerzas Ucranianas como para derrotar a las rusas, Ucrania ha logrado un golpe maestro estratégico que se estudiará en las escuelas militares durante décadas", agregó el autor del libro 'Cómo se gana un guerra'.

Más de lo que puede morder

Pero también hubo un 'giro de guion' hasta cierto punto inesperado, ya que el colapso del frente ruso fue más rápido y dramático de lo que se esperaba, con soldados rusos tirando sus armas y dejando atrás todo el equipo para huir vestidos de civil en coches robados y bicicletas. Una cuestión que va desde el número de soldados al tipo de fuerzas, cómo están desplegadas y la falta de coordinación entre ellas. "Los rusos no tuvieron las reservas móviles, y solo una línea de defensa. El enemigo está haciendo la guerra a gran escala sin recursos suficientes, lo que han aprovechado las fuerzas ucranianas", dice Bieliskov.

El mejor ejemplo en el marco de la contraofensiva ha sido la batalla de Balakliia, a medio camino entre Járkov e Izyum. Allí, la fuerza defensiva rusa estaba compuesta de Unidades de Reacción Rápida (SOBR, por sus siglas en ruso) de la Guardia Nacional Rusa, que no pertenecen al Ejército regular sino que se destinan al mantenimiento del orden público, como sofocar las protestas antigubernamentales dentro del país. A estas fuerzas apenas los acompañaban unidades de la autoproclamada república popular de Donetsk, la mayoría reclutadas a la fuerza. Ninguna está preparada para este tipo de conflicto y han recibido un entrenamiento pobre para el manejo adecuado de armas pesadas. Y tampoco están bien equipadas.

“Varios días después de que rodeáramos Jersón, muchos todavía no teníamos comida, agua o sacos de dormir. Hacía tanto frío por la noche que no podíamos dormir. Buscábamos basura, restos, para envolvernos y protegernos del frío”, declaró Pavel Filatyev, un paracaidista ruso capturado en Jersón, en una entrevista con CNN el mes pasado en la que también se lamentaba de que sus armas "eran de la época de Afganistán”.

Foto: Volodímir Zelenski. (EFE/Sergey Dolzhenko)

Además, los rusos no parecen aprender de sus errores en la primera fase de la guerra, cuando sufrieron el castigo continuado por tratar de sostener unas líneas de suministro demasiado largas y sin la suficiente cobertura aérea. Parecía que la retirada de la provincia de Kiev y su foco en el Donbás iban a solventar este problema. Sin embargo, la decisión ucraniana de organizar una contraofensiva en tres ejes (norte, este y sur) y los continuos problemas a los que se está enfrentando la aviación rusa (solo en un bombardeo en Crimea perdieron cerca de una docena de aviones) ha hecho que Rusia no sea capaz de organizar una adecuada cobertura aérea de artillería y apoyo aéreo.

Entre otras razones, por los enormes agujeros en la inteligencia rusa. Pese al evidente interés de Rusia en Ucrania ya desde antes de la invasión —el servicio secreto ruso, FBS, cuenta con un equipo de espías de entre 10 y 20 oficiales para cada exrepública soviética, pero desde el verano de 2021, el equipo para Ucrania tenía unos 200 oficiales—, esta inteligencia ha sido muy limitada en sus éxitos. Desde la imagen distorsionada del presunto apoyo de la población local, que recibirían a los soldados rusos como hermanos libertadores, a los fracasados intentos de matar o hacer huir a Zelenski y hacer caer Kiev desde dentro.

Sin vosotros

En las carreteras de Járkov, dos chicos de unos 25 años detienen su tanque para explicarnos la ruta hacia Kiev. Piden que hablemos un poco más alto para es, en medio del ruido que hace la máquina. La situación les parece muy graciosa. Están de buen humor y sonríen felizmente. El estado de ánimo de los militares en esta zona no tiene nada que ver con el de los soldados desplegados en Donbás, donde Kiev mantiene posiciones, pero a un coste muy elevado.

Al otro lado del frente, la moral se reporta por los suelos. Ya desde marzo comenzaron a filtrarse audios de llamadas de los soldados rusos en el frente a sus familiares, relatando condiciones deplorables. Seis meses después, la situación no ha mejorado, minando la confianza de los propios comandantes rusos en sus fuerzas desplegadas. Conforme los ucranianos avanzaban en su contraofensiva en Járkiv, las fuerzas rusas abandonaban a una velocidad que denotaba el pánico muchas de sus posiciones, dejando atrás material militar ahora utilizado por los ucranianos.

La liberación de las zonas de Járkov y la contraofensiva en la región de Jersón, el sur de Ucrania, ha generado una reacción casi eufórica de la sociedad ucraniana. En las ciudades grandes y los pueblos muy lejanos ya se nota el cambio drástico en la moral de la gente.

Y, sin embargo, también sufren con la contraofensiva. En una medida que utilizó también en la primera y segunda fase de la guerra, el Kremlin ha bombardeado ciudades e infraestructura crítica, con Mariúpol como el exponente más claro de la estrategia. En Járkov Rusia ha atacado las torres y líneas eléctricas, y tanto la ciudad cómo la región se quedaron sin luz ni agua durante unas 24 horas.

Pero los residentes, que tienen que encontrar su camino alumbrado con la luz de las velas, dicen que a pesar de la intensificación de los bombardeos, ya no tienen miedo cómo antes y sienten que "la victoria, de la cual la mayoría no tuvo dudas, ya está cerca". Este estado de ánimo de la población se han reflejado en los últimos discursos de Zelenski: "El frío, el hambre, la oscuridad y la sed no son tan temibles y mortales para nosotros como vuestra 'amistad y hermandad'. Pero la historia pondrá todo en su lugar. Y nosotros estaremos con gas, luz, agua y comida... ¡Y SIN vosotros!".

Foto: Izado de la bandera ucraniana en la localidad de Balakliya. (EFE)

El otro precio que Ucrania está pagando se refleja en los hospitales y los puntos de estabilización llenos de militares heridos. "Cada vez que escucho sobre el avance en cualquier dirección, imagino los gritos, las heridas sucias en las que la sangre se mezcla con la tierra y las bolsas con las vendas sangrientas que las enfermeras están tirando sin parar", dice Andriy, anestesiólogo de unos 50 años en uno de los puntos de estabilización para soldados del frente.

Sin embargo, esperar la liberación rápida del resto del territorio es muy precipitado. Analistas militares como Bieliskiv apuntan que Ucrania va a tener que detener su avance porque precisamente las posibilidades de su logística no son infinitas, y porque sigue teniendo escasez de vehículos blindados. Pero el éxito —no solo en términos de kilómetros cuadrados, sino también de puntos estratégicos para detener el avance ruso en Donbás— es ya un puñetazo sobre la mesa y una prueba palpable de lo que Kiev ha sostenido a sus aliados occidentales casi desde el inicio de la invasión: "Ucrania tumbó la opinión de expertos occidentales de que esta guerra se convierte en una guerra posicional y estancada. Si nos ayudan con armamento, somos capaces de recuperar el resto del territorio en el año 2023", concluye Bieliskiv.

Saliendo de la provincia de Donetsk, en las localidades del sur de Járkov ya casi no se encuentran civiles. Ciudades y pueblos enteros tomados por soldados, vehículos color "pixel militar" y bolsas negras de cadáveres flanqueando la carretera. El acceso a los periodistas a la región está cada vez más limitado mientras continúa la contraofensiva ucraniana, uno de los secretos mejor guardados de la guerra contra Rusia y que, por el momento, ha dado espectaculares resultados para Kiev. Todavía es pronto para saber cómo afectará esta victoria al curso general de la "operación militar especial", pero los detalles que se van conociendo del contraataque sin duda han cambiado la narrativa de la invasión. Ucrania está a la ofensiva.

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