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Las claves tácticas de Sortu y la falsa renuncia de los etarras
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Las claves tácticas de Sortu y la falsa renuncia de los etarras

El giro que ha dado el 'abertzalismo' radical no es ni una rectificación estratégica, ni una corrección ética, sino táctica y fantasmal, porque los candidatos etarras no pueden renunciar a un derecho del que no son titulares

Foto: El líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta)
El líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta)
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Los códigos que desencriptan la interpretación de los acontecimientos en el llamado ámbito del abertzalismo radical son incompatibles con un análisis estándar sobre sus comportamientos políticos. La extrema endogamia en el nacionalismo vasco en general, y en el abertzalismo radical en particular, dificulta la comprensión de sus decisiones, sean tácticas, sean estratégicas. Así que despachar con cuatro argumentos de ocasión el movimiento de Sortu (que no de Bildu) contenido en la carta de falsa renuncia de siete exetarras condenados en su momento por delitos de sangre (varios de asesinato) a recoger el acta en las localidades vascas y navarras en las que se presentan, si fuesen elegidos, resultaría una simplificación. Ya lo es que se asuma acríticamente que esos candidatos renuncian a un derecho que ni está consolidado ni del que son titulares. Lo que anuncian es el compromiso de renunciar a la concejalía en el muy improbable caso de que resultasen electos. Manejar correctamente el lenguaje —en hacer lo contrario son expertos en Sortu— es el necesario comienzo de un diagnóstico de lo que está ocurriendo.

El 'conflicto' sigue presente

La adhesión expresa de estos candidatos a la declaración del 18 de octubre de 2021, en su particular conmemoración de los diez años del cese de la llamada lucha armada por la banda terrorista ETA, es el punto de partida para detectar el elemento transversal que une, aunque sea de forma controvertida, a todas las corrientes internas y de su entorno, en el partido heredero de Herri Batasuna, Sortu. La declaración terminaba con este párrafo que es la piedra de bóveda del abertzalismo radical:

“Seguimos teniendo una asignatura pendiente con la resolución de las causas del conflicto. Resulta imperativa la resolución democrática de este problema nacional. Somos un pueblo, una nación, que como tal debe de ser respetada y reconocida. El respeto a nuestra identidad nacional es el primer y necesario paso para construir un futuro diferente en el que las decisiones correspondan a la ciudadanía de nuestro pueblo”.

Foto: Imagen: El Confidencial
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Las causas del conflicto son las mismas por las que ETA asesinó, secuestro, extorsionó y destruyó. Su fracaso histórico consistió en la derrota de su operatividad criminal por el Estado español mediante la combinación de varias medidas sostenidas en el tiempo: la acción policial, la colaboración internacional, la ilegalización del brazo político de la organización terrorista en 2003 por sentencia de la Sala Especial del Supremo, avalada luego por el Constitucional y por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (2009), y la intolerancia social al brutal ejercicio de la violencia.

La bipolaridad de Sortu

Esa derrota no se asume por la izquierda abertzale como el fin del conflicto, sino como un episodio histórico fallido que debe ser continuado por otros medios, ahora políticos, manteniendo un difícil equilibrio: mimetizarse en el sistema con la respetabilidad de una fuerza política homologada y, al tiempo, no olvidar, no condenar, no renegar, de la lucha armada. Encontrarle el punto de estabilidad a ese tirón contradictorio es lo que trata de gestionar Sortu en el contexto de Bildu, hasta el momento con éxito electoral.

Foto: Pedro Sánchez, durante su visita a EEUU. (EFE/Michael Reynolds) Opinión
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Desde 2012 hasta 2021, la coalición ha llegado a situarse como segunda fuerza política en el País Vasco, por encima del PSE y de Podemos. Sus actuales 21 parlamentarios en Vitoria (de 75) representan casi un cuarto de millón de votos y el 27,86% de los emitidos en los últimos comicios. Su presencia en Navarra no es menor porque en las elecciones forales de 2019 la coalición obtuvo casi 50.000 papeletas, el 14,61% de las emitidas y ocho escaños, dando soporte al actual gobierno de la comunidad foral que preside la socialista María Chivite.

La legislatura más productiva

Para Bildu-Sortu la XIV legislatura española ha sido, en lo sustancial, muy productiva. Los abertzales entienden su política de pactos con el PSOE y con Unidas Podemos como una herramienta reputacional ante sus electorados vasco y navarro. El reconocimiento de la legitimidad de su interlocución política en las instituciones del Estado es un ariete necesario en el intento sostenido de sobrepasar al PNV utilizando su misma estrategia: cosechar en Madrid y repartir en Navarra y en el País Vasco.

Foto: Pablo Iglesias y Ione Belarra. (EFE/Mariscal)

La minoría parlamentaria en la que Pedro Sánchez se desenvuelve es la condición sine qua non para su diseño de asalto al poder en Euskadi y Navarra previa una mejor implantación territorial en ambas comunidades, lo que espera conseguir el próximo 28 de mayo. En las dos se ventilan cuatro poderosísimas diputaciones forales que son haciendas cuasi soberanas.

El objetivo de Bildu-Sortu es vencer en la guerra fraternal con el nacionalismo del PNV y la opción mayoritaria en el partido es perseverar en su actual comportamiento bipolar (un pie dentro y otro fuera del sistema) jugando en el escenario que se le abrió en junio de 2018 tras la exitosa moción de censura que cerró el ciclo de Mariano Rajoy. Los insuficientes resultados electorales del PSOE a partir de entonces convirtieron sus escaños —ahora cinco— en decisivos sobre todo por la concertación con los 13 de Esquerra Republicana de Catalunya. La colaboración del Podemos de Pablo Iglesias en ese diseño de incorporarse a la “dirección estratégica del Estado” fue muy eficaz para Sortu hasta el punto de que le permitió acceder el año pasado a la comisión parlamentaria de gastos reservados tomando nota de operaciones de los servicios de inteligencia del Estado a través del CNI.

La disidencia de GKS y de los presos irrecuperables

Todo este planteamiento, sin embargo, tenía y tiene contestación en el mundo del abertzalismo radical. Una fuerte corriente joven y comunista agrupada en Gazte Koordinadora Sozialista, creada en 2019 y con origen en un patriótico sindicato de estudiantes (Ikasle Aberzaleak), en sintonía con un nutrido grupo de presos de ETA, impugna esta política (entreguista) que lideran Otegi y el secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez. Reducida, pero con potencial operatividad es la organización ATA, integrada por disidentes de ETA que no asumen el cese de la violencia terrorista. De fondo, aunque sin vínculos con este partido, crece leve, pero de forma constante, la corriente Movimiento Socialista, de profesión comunista también y que recoge un diverso muestrario de radicales descolgados de cualquier obediencia partidaria.

Foto: Imagen de archivo de una jornada municipalista de EH Bildu. (EFE/Javier Etxezarreta)

La tensión entre GKS y Sortu se ha manifestado el año pasado en peleas callejeras entre miembros de esa organización y la juvenil del partido de Otegi y Rodríguez, denominada ERNAI. En febrero pasado, los dirigentes de Sortu enviaron una carta a sus militantes en la que tildaban de “antiabertzales” a los miembros de GKS que no aportarían “nada a la lucha nacional de Euskara Herria”.

Sin embargo, y a pesar de que Sortu pretende mantener el rumbo, sabe que esos movimientos que impugnan su aparente pragmatismo (tildado de socialdemócrata por los disidentes), son cuña de su misma madera lo que aconseja ofrecerles contrapartidas que les apacigüen. En ese contexto —aunque no solo—, han de entenderse las candidaturas de etarras porque, al mismo tiempo en que se propulsa el futuro desde el pasado notarial que esos tipos representan, se trata también de convencer a los fogosos miembros de GKS y al sector de los irrecuperables presos etarras, de que la casa madre del abertzalismo es Sortu.

Rectificación táctica

La dirección del partido suponía que nadie alzaría la voz por una práctica consentida desde hace años; que la naturaleza de las elecciones locales en el País Vasco (no en Navarra), camuflaría la presencia en las listas de estos candidatos y que la defensa de su impecabilidad democrática corría a cargo de los avalistas a ultranza de Pedro Sánchez que blanqueaban a Sortu para evitar la denigración de los pactos entre el abertzalismo radical y el PSOE. En el concurso electoral de exetarras había dosis fundamentales de estrategia (acogerlos es una de las razones de ser de Sortu) pero también de táctica pacificadora entre las familias abertzales.

Foto: Maite Pagazaurtundúa. (Cs/Juan Vadillo)

Todo saltó por los aires cuando se descubrió —Covite ha hecho el trabajo que correspondía a otras instancias— la insistencia de Bildu-Sortu en su bipolaridad (dentro y fuera del sistema) y por la enorme polémica suscitada e imprevista a la que Sánchez no se pudo sustraer (“indecentes”). No es que a Otegi y Rodríguez les importe el presidente del Gobierno; no es que a ellos y a sus conmilitones les afecte el reproche moral; para nada les molesta que les caractericen como proetarras. Pero si ese tsunami mediático y político pudiera —y puede— erosionar la reputación alcanzada en estos cuatro años y restar votos a sus listas no hay empacho en pegar el giro y desdecirse solo aparentemente.

En Sortu tienen claro, además, que en el campo de determinada izquierda mediática española siempre gana. Porque si lleva etarras en las listas, esa progresía le defenderá “orgullosa” de que ha cambiado votos por balas; y si rectifica, los abertzales están seguro de que se alabará su sensibilidad. Trazas de los argumentarios progresistas pudieron observarse en la alocución de Arnaldo Otegi que cumplió con las pautas narrativas habituales: victimismo, transferencia de responsabilidades y un lenguaje desgarrado y acusador.

Foto: El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta)

La decisión de Sortu, en consecuencia, es puramente táctica e impacta tardíamente sobre dianas distintas: sobre el debate electoral que había ganado una envergadura inconveniente para sus intereses; sobre el PSOE que podría jactarse de haber tenido algo que ver es este twist (hipótesis que no favorecería a la Moncloa) y sobre los electorados urbanos, especialmente de Bilbao y Pamplona, en los que la coalición espera recoger una buena cosecha de votos hasta disputarle de tú a tú la hegemonía al PNV en el cómputo global. Porque el más directo beneficiario de la tempestuosa polémica era, y es, el partido de Ortuzar. En el EBB se suponía que los abertzales radicales estaban sorprendidos y que la diatriba se le estaba “yendo de las manos” a Sortu.

No obstante, la polémica va a seguir incandescente porque la decisión de Sortu es, además de táctica, cosmética e incompleta y su misma adopción aporta el germen para una nueva breada de discusión pública porque los etarras a nada renuncian porque no son titulares de ningún derecho renunciable. La medida no contiene un adarme de criterio ético ni implica ni un milímetro de rectificación estratégica. Lo que no impide que, al modo pirotécnico, se superponga a la polémica inicial y corrija algunos de sus efectos al tiempo que redimensiona otros. Porque la cuestión se ha hecho autónoma en la conversación pública y es imparable. Como se pudo comprobar ayer en una bronca —una más— sesión de control en el Senado en la que Pedro Sánchez dejó claro que seguirá con la política de pactos con Sortu-Bildu.

Los códigos que desencriptan la interpretación de los acontecimientos en el llamado ámbito del abertzalismo radical son incompatibles con un análisis estándar sobre sus comportamientos políticos. La extrema endogamia en el nacionalismo vasco en general, y en el abertzalismo radical en particular, dificulta la comprensión de sus decisiones, sean tácticas, sean estratégicas. Así que despachar con cuatro argumentos de ocasión el movimiento de Sortu (que no de Bildu) contenido en la carta de falsa renuncia de siete exetarras condenados en su momento por delitos de sangre (varios de asesinato) a recoger el acta en las localidades vascas y navarras en las que se presentan, si fuesen elegidos, resultaría una simplificación. Ya lo es que se asuma acríticamente que esos candidatos renuncian a un derecho que ni está consolidado ni del que son titulares. Lo que anuncian es el compromiso de renunciar a la concejalía en el muy improbable caso de que resultasen electos. Manejar correctamente el lenguaje —en hacer lo contrario son expertos en Sortu— es el necesario comienzo de un diagnóstico de lo que está ocurriendo.

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