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El abrazo de presos de ETA y víctimas llega a la universidad en Madrid: "El odio autodestruye"
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Testimonios de justicia restaurativa

El abrazo de presos de ETA y víctimas llega a la universidad en Madrid: "El odio autodestruye"

Terroristas y víctimas de sus atentados narran su experiencia en los encuentros promovidos por Interior en las cárceles. Su coordinadora aspira a fomentar el perdón entre más reclusos: "Me consta que quieren hacer cosas"

Foto: Maixabel Lasa, cara a cara con Ibón Etxezarreta 'Potxolo', el asesino de su marido. (Movistar+)
Maixabel Lasa, cara a cara con Ibón Etxezarreta 'Potxolo', el asesino de su marido. (Movistar+)

“El odio destruye a quien lo siente”. Esta reflexión es de Ester Pascual, principal impulsora de los encuentros cara a cara entre etarras y víctimas en prisión. “El perdón es transformador”, refrenda Iñaki García un año después de que un jefe de ETA le confesara el nombre del terrorista que mató a su padre. José Aguilar, un guardia civil que perdió la pierna en un atentado, rememora así el saludo con otro integrante de la banda: “Me tendió la mano y yo le di un abrazo”. Son los protagonistas de la llamada justicia restaurativa, una política que el Ministerio del Interior reactivó y ha auspiciado bajo el radar en los últimos años. Estos testimonios arrojan ahora luz sobre uno de los episodios más desconocidos del escenario tras el final de la violencia.

Víctimas y victimarios se reunieron este miércoles durante una jornada de conferencias organizada por la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. Había dos terroristas en la sala. Un miembro de ETA, desvinculado hoy de la organización criminal, y otro preso terrorista que acudió aprovechando un permiso penitenciario. Hablaron víctimas tan reconocibles como Maixabel Lasa y el productor de la película que recreó su experiencia con los asesinos de su marido. También participaron la madre de un yihadista muerto en Siria y el padre de una joven tiroteada por el Estado Islámico en la sala Bataclán de París en el año 2015. Conceptos como el perdón, la empatía y las segundas oportunidades planearon sobre las charlas ante una audiencia de unos 300 alumnos. Con edades entre los 18 y los 22 años, asistieron a esta jornada desde la distancia generacional. No vivieron la España en la que ETA sembró el terror con el tiro en la nuca y el coche bomba. Pedagogía de la reconciliación en Madrid.

Foto: Un trabajador municipal borra una pintada a favor de ETA en Guernica. (Reuters)

José Aguilar era guardia civil en Alsasua en 1988. Una granada explotó de madrugada contra una de las paredes del cuartel, apenas unas horas antes de que se marchara de vacaciones para casarse. Cuando salió detrás de los terroristas, pisó un explosivo que habían dejado a modo de trampa y eso le costó su pierna derecha. Según cuenta, en ese momento hizo un pacto con Dios: “Le pedí que me diera fuerzas para salir de ahí y yo a cambio le ofrecía el perdón a quien había perpetrado eso”. Sobrevivió y cumplió. “Me pusieron en contacto con Ester y me dijo que un victimario llevaba tiempo pidiendo un encuentro con un guardia civil herido en un atentado. Hace un año lo hicimos en la prisión de Burgos, no me dejan decir su nombre”.

“Mi encuentro —narra— duró cinco horas. Recibí un trato formidable por los mediadores y la directora de la prisión. Ese día no había querido ponerme la prótesis, iba con las muletas. Él entró dudando, mi impresión es que estaba nervioso. Cuando se acercó, me ofreció la mano y me quedé seriamente mirándolo y le dije que yo quería un abrazo. ¿Por qué? No tengo ni idea. Creo que si soy coherente con lo que dije en el momento del atentado tenía que mantener esa línea. Él me habló de sus padres, yo de los míos y le pregunté por qué. Me decía que llevaba mucho tiempo queriendo entrar en ETA y no entendía por qué no le llamaban. Él repetía que había sido inútil, estéril, que no había servido de nada”.

“Yo si perdono, perdono, y eso me da paz. No podía cargar con una mochila pesada de odio"

José Aguilar es consciente de que habrá guardias civiles que no lo entiendan, es muy difícil desmarcarse de lo que está previsto que hagas”. Dice que a él nadie le tiene que pedir perdón: “Yo, si perdono, perdono, y eso me da paz. No podía cargar con una mochila pesada de odio y de rencor. Nunca me hubiera perdonado que alguno de mis cinco hijos tuviera esa carga de odio, hubiera sido una carga de victimización mucho mayor. No sabía qué iba a pasar. No sé si lo iba a rechazar o darle un puñetazo, pero le di un abrazo. Lo importante es que le di un abrazo”.

De la vía Nanclares a hoy

Los encuentros en la cárcel han vivido dos fases a lo largo de la historia reciente. Los primeros se empezaron a gestar a finales de la primera década del siglo. ETA se aproximaba al anuncio del cese de los atentados, exhausta por los golpes policiales. La organización que llegó a torcer el brazo al Estado era ya un famélico escuadrón. El colectivo de presos, con cerca de 700 reclusos entre rejas, acusaba el desgaste y un grupo que no llegó a la treintena decidió romper a costa de ser repudiados por su organización y el entorno. Ese fue el caldo de cultivo de la llamada vía Nanclares, por el nombre de la cárcel alavesa donde fue recluido este grupo disidente que empezaba a verbalizar un reconocimiento del daño causado. De ahí surgieron los primeros terroristas voluntarios para sentarse delante de hijos, viudas, padres y heridos.

Foto: El exdelegado del Gobierno en el País Vasco Jesús Loza. (EFE/José Ramón Gómez)

Ester Pascual ya estaba al frente entonces como coordinadora de esos encuentros que son el último paso de un proceso de preparación. Explica que “la primera fase de las víctimas es la fase de ‘¿esto por qué me está pasando a mí?’. La segunda es el odio y hay quien se queda ahí. El odio destruye la vida de quien le rodea. Hay que hacer clic. El etarra no siente el odio en la cárcel, no le llega, no se entera. No se pueden hacer encuentros en la fase del odio. Y el terrorista tiene que estar en la fase de querer reconocer el daño causado”. Por lo general, los etarras empezaban su relación con el terrorismo en la adolescencia y los que se han prestado a estas reuniones suelen rondar los 50 años de edad y varias décadas en prisión, buena parte del tiempo en régimen de aislamiento.

"Entendía que era de gran importancia pedir perdón, en este gesto había una asunción explícita de responsabilidad"

“Reconozco que no sabía mucho de terrorismo”, dice Ester Pascual sobre sus inicios. “Yo iba con la mirada muy limpia, me dieron las sentencias y no las leí, no me metí en Google, llegué sin ningún tipo de prejuicio. Lo primero que hice fue sonreír y eso ya les sorprendió. La vida del terrorismo no es fácil, llevan toda la vida mintiendo, escondiéndose, en terrenos hostiles, llevan mucho dolor dentro. Con esto no lo estoy justificando. Cuando llevábamos sesiones de confianza personal yo también les contaba cosas sobre mí. Hay que desnudarse emocionalmente sin juzgar, queriendo saber el porqué. Abierta a entender el por qué”, narra.

En la jornada de conferencias de la universidad estuvo Luis Carrasco Aseginolaza, expreso de ETA y condenado por el asesinato del marido de Maixabel Lasa, Juan María Jauregui. Su caso se llevó a la gran pantalla, pero en la jornada celebrada este miércoles leyó su intervención. Tampoco aceptó preguntas de los alumnos. En su lectura dijo cosa como esta: “Me propuse mirar a la verdad de frente y empezar a desmontar los subterfugios y falsas coartadas de las que me había servido hasta aquellos momentos para poder sortear la asunción de mi intransferible responsabilidad personal y sus brutales consecuencias”. Carrasco Aseginolaza se reconoció ante el auditorio como un “transgresor de derechos fundamentales y perpetrador de injusticia y asesinatos”. Su proceso supuso “desandar el largo camino de odio” y “escapar de la lógica de la violencia”.

placeholder Maixabel Lasa, junto a los etarras arrepentidos Ibon Etxezarreta y Luis Carrasco (derecha). (EFE/Archivo)
Maixabel Lasa, junto a los etarras arrepentidos Ibon Etxezarreta y Luis Carrasco (derecha). (EFE/Archivo)

“Todo ello me enfrentaba a los que habían sido mis compañeros, un entorno tóxico, que continuaban arrastrándose por las negruras ideológicas de su mentalidad. Participé en el asesinato de Juan Mari Jauregui, entendía que era de gran importancia pedir perdón, pensaba que en este gesto de desagravio había una asunción explícita de responsabilidad sobre las causas del sufrimiento de Maixabel, así como el padecido por toda su familia y un gesto de carácter empático hacia todos ellos. Al terminar, Maixabel Lasa, presente en la mesa redonda, se levantó de su silla para darle un beso y un abrazo. Ella contó que el día que se sentó por primera vez frente a frente con el asesino de su marido le dijo que prefería ser la viuda de Juan Mari Jauregui antes que la madre de un asesino. Años después, el asesino le confesó que él también habría preferido ser su víctima y no el etarra que lo mató. A día de hoy siguen teniendo relación, pero Maixabel nunca le ha dicho si le perdona. Prefiere decir que le ha dado una segunda oportunidad.

Con la llegada al Gobierno de Mariano Rajoy en 2011 estos encuentros restaurativos se paralizaron, al menos bajo el paraguas institucional. Sus protagonistas admiten pasado el tiempo que las reuniones siguieron fuera de la cárcel, a veces aprovechando algún permiso de salida. No se retomaron oficialmente hasta el regreso del PSOE al Ejecutivo, pero siempre bajo un sigilo que ha rayado el secretismo. Este periódico ha tratado en varias ocasiones de recabar información en Instituciones Penitenciarias sin éxito. El rastro de estos encuentros figura en algunos autos de la Audiencia Nacional en los que se deciden permisos de salida o progresiones de grado. Pascual niega que esto sea una pasarela a beneficios en la cárcel, pero lo cierto es que los jueces sí los tienen en cuenta a la hora de valorar la evolución del interno.

"Me dijo que no haría lo que hizo, pero en aquel momento… arrepentimiento cero. Hay gente que creo que es irrecuperable para la convivencia"

Pascual vuelve a estar al frente de los trabajos casi diez años después, ahora bajo el auspicio del Gobierno autonómico vasco del PNV. La práctica totalidad de los presos de ETA cumplen sus condenas en Euskadi y Navarra actualmente. El Gobierno socialista de Pedro Sánchez llegó al poder unos meses después de que ETA anunciara su definitiva disolución en abril de 2018 y el Ministerio del Interior de Fernando Grande-Marlaska decidió acabar con la política de dispersión de presos. En estos cinco años se ha llevado a cabo una política de acercamientos en paralelo a los encuentros.

Advierte Ester Pascual que la justicia restaurativa “no sirve para todas las personas ni para todos los delitos”. Ha habido algún caso en el que se ha impedido a un preso sentarse con la víctima: “Una persona de Nanclares de 2011 se le dijo que no iba a hacer encuentro porque seguía justificando unos crímenes y otros no. El respeto a la vida está por encima de todo y se le dijo que no podía participar”. Iñaki García no guarda buen recuerdo de su último cara a cara el etarra implicado en la muerte de su padre. Fue el mismo día que se produjo la invasión de Rusia sobre Ucrania, el 24 de febrero del año pasado: “Me dijo que él ahora no haría lo que hizo, pero en aquel momento… arrepentimiento cero. Hay gente que creo que es irrecuperable para la convivencia”.

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Imagen de uno de los encuentros fuera de prisión recreados en la película 'Maixabel'.

Esta víctima fue advertida de que su victimario era frío en lo emocional, pero útil para obtener información sobre quién mató a su padre. “Pude acceder a cosas, me confirmó quién fue el autor material, pero cuando habló de Eugenio me dijo: ‘No te preocupes, porque es un tipo muy majo’. Vi a una persona con analfabetismo emocional”. El encuentro también fue en la cárcel de Burgos. “Me dijo cosas que no están en el sumario, pero acordamos que no las usaría. Me dijo el nombre de un etarra que está en Venezuela, pero si me lo dijo es porque sabe que ya no va tener ninguna consecuencia legal”, dice en conversación con El Confidencial. Iñaki García distingue entre la verdad judicial y el derecho a la verdad. A su juicio, “el perdón es transformador porque crea escenarios nuevos. No es una respuesta religiosa, es una respuesta humana. No significa renunciar a la justicia sino la voluntad de querer algo nuevo”.

El proceso de preparación de un terrorista son unas doce entrevistas aproximadamente. Se considera que un etarra está listo cuando asume, no solo sus víctimas directas, sino las más de 800 que generó la banda a lo largo de su medio siglo de actividad. Unos 300 asesinatos siguen sin resolver. Se les pregunta sobre qué sintieron el día que mataron, si celebraron el atentado, si pudieron dormir, por qué entraron en la banda. “Dicen que eran idealistas cuando entraron en ETA, pero que ahora se sienten fracasados, que la lucha armada solo sirvió para generar dolor y que quieren una oportunidad”, comenta Ester Pascual sobre los casos que terminan con un encuentro.

A lo largo de estos años ha estudiado muchos perfiles. Destaca el de un terrorista de origen gallego que se mudó al País Vasco y empezó a participar en manifestaciones y actividades del entorno proetarra. Según cuenta, integrarse en ETA le costó el abandono de su mujer y sus dos hijos. Rehízo su vida dentro del ambiente de la organización, se casó de nuevo y tuvo otros dos hijos que muchos años después también le dieron la espalda, en este caso, por tomar la decisión de romper con la férrea disciplina de ETA. “Lo mío no es duro, yo me llevo lo mejor, la parte humana del victimario y la parte generosa de la víctima”, apunta la mediadora.

Foto: Luis Tosar como Ibon Etxezarreta y Blanca Portillo como Maixabel Lasa, en la película de Bollaín. (EFE)

Ester Pascual considera necesario que en Euskadi se trabaje en “una memoria que contribuya a deslegitimar esa violencia y a decir que nunca hubo una razón para usarla”. Cree que se tendría que haber amplificado más el mensaje de estos “disidentes que dejaron los mejores años de su vida entre el crimen y la cárcel y que ahora dicen que se equivocaron y fue un error”. Vaticina que habrá movimientos próximamente en el mundo proetarra: “La parte a la que queremos llegar es la izquierda abertzale y otros presos de ETA, los que aplaudían y señalaban. Me consta que quieren hacer cosas. No llegaremos a todos, pero con que lleguemos a uno ya habrá merecido la pena”.

Ester Pascual estudió Derecho por vocación, quería ser abogada de presos marcada por la película Cadena perpetua: “Las cárceles están llenas de miseria, hay mucha soledad. No podemos juzgar porque ninguno de nosotros estamos seguros que no vayamos a cometer un crimen. La clave como mediador es escuchar, mirar, generar la confianza y a partir de ahí todo fluye”. Sobre el protocolo de actuación afirma que consiste en extrapolar la metodología de la Mediación penal al terrorismo. “Tenía miedo de usar la palabra asesino, pero tenía que decirlo porque la víctima lo iba a hacer. Cuando lo hice, no me encontré ninguna barrera y eso me dio una clave para saber el nivel de aceptación”.

“El exterrorista —relata la mediadora— se desnuda, cuenta todo, es el primero en hablar, y la víctima va escuchando y pidiendo detalles y reprochando desde el respeto. Se miran a los ojos. La parte vulnerable, a quien hay que sostener, es al victimario que se va haciendo pequeñito porque va descubriendo la grandeza de la víctima. La víctima viene sin odio y ellos no pueden con tanta humanidad. Los encuentros duran muchas horas, hay de cinco o seis horas. Se llega a una profundidad muy grande. Hay víctimas que pensaban que el perdón no servía para nada y sí. Ver que una persona sufre devuelve la confianza en el ser humano”.

“El odio destruye a quien lo siente”. Esta reflexión es de Ester Pascual, principal impulsora de los encuentros cara a cara entre etarras y víctimas en prisión. “El perdón es transformador”, refrenda Iñaki García un año después de que un jefe de ETA le confesara el nombre del terrorista que mató a su padre. José Aguilar, un guardia civil que perdió la pierna en un atentado, rememora así el saludo con otro integrante de la banda: “Me tendió la mano y yo le di un abrazo”. Son los protagonistas de la llamada justicia restaurativa, una política que el Ministerio del Interior reactivó y ha auspiciado bajo el radar en los últimos años. Estos testimonios arrojan ahora luz sobre uno de los episodios más desconocidos del escenario tras el final de la violencia.

ETA (banda terrorista)
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