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Así fue el fin de ETA: la coartada que disimuló la rendición ante el acoso policial
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UNA DÉCADA DESPUÉS

Así fue el fin de ETA: la coartada que disimuló la rendición ante el acoso policial

El décimo aniversario del cese definitivo de la violencia llega con tres frentes en la agenda: los atentados sin resolver, la batalla del relato en pleno auge creativo y las cárceles

Foto: Periódicos anuncian el fin de ETA. (EFE)
Periódicos anuncian el fin de ETA. (EFE)

En realidad, el anuncio del final de ETA empezó tres días antes del 20 de octubre de 2011. Fue en el Palacio de Aiete de San Sebastián, en el que Franco pasaba los veranos. Allí se reunió un grupo de personalidades internacionales con más o menos prestigio que le pidieron a ETA que echase la persiana. Hasta ese lugar, engalanado aquel día como para una boda, acudieron los periodistas y todos los partidos políticos vascos, menos el PP.

Estaban alertados desde hacía tiempo de que aquello no iba a ser un acto más de la etérea comunidad internacional, en contacto con el País Vasco desde hacía un par de años. Era en realidad el primer acto de una coreografía que consistía en darle una salida a la banda. Una pista en la que aterrizar su comunicado de cese definitivo sin que pareciera una rendición tras años de golpes policiales, sino un gesto para con el mundo que debía ser correspondido por el Gobierno en una negociación.

Lo que ETA quería tras su comunicado del cese definitivo de la violencia eran dos mesas de diálogo con el Ejecutivo: una de partidos políticos en la que aceptasen a Batasuna y otra en la que se abordasen "cuestiones militares", es decir, qué hacer con los presos, los huidos y el desarme. Era una petición difícil de corresponder para cualquier Gobierno. Además, un mes después, ganó las elecciones generales Mariano Rajoy, quien a diferencia de los socialistas no había avalado nada de esto que se estaba produciendo. Públicamente, al menos.

placeholder Jonathan Powell (i), jefe del gabinete de Tony Blair en su etapa como primer ministro, fue uno de los nombres más destacados en el acto de Aiete. (EFE)
Jonathan Powell (i), jefe del gabinete de Tony Blair en su etapa como primer ministro, fue uno de los nombres más destacados en el acto de Aiete. (EFE)

Pero, con negociación o sin ella, todos los que estaban en los matices sabían que aquello era definitivo, no habría vuelta atrás. Quizá la mejor portada en los kioscos de aquel día 20 de octubre fue la de 'El Correo'. Tituló con un grito desahogado: "¡Por fin!". De fondo se veía un mar de manos blancas, símbolo del rechazo social a ETA. Era lógico desconfiar de los terroristas que volaron el 'parking de un aeropuerto durante un proceso de diálogo en 2006. Eran los mismos terroristas de la tregua trampa de 1998 que usaron para rearmarse y regresar con más fuerza. Pero lo del 20 de octubre de 2011 era otra cosa sencillamente porque ETA no podía más.

Con 700 presos en las cárceles, el otrora temido ejército había sucumbido al acoso policial y judicial hasta convertirse en un famélico escuadrón incapaz ya de doblegar al Estado. Y entre quienes se dieron cuenta de la necesidad de un cambio de estrategia —nunca una asunción moral de que matar fue injusto— estaba su brazo político con Otegi a la cabeza.

En la larga lista de operaciones policiales hay una especialmente clave que tuvo lugar de casualidad en la localidad zamorana de Bermillo de Sayago días después de las navidades de 2010. Un control de la Guardia Civil previsto para detectar ladrones en el ámbito rural detuvo una furgoneta. Cuando comprobaron lo que llevaban en la parte trasera se dieron cuenta de que lo que tenían delante era un comando de ETA. Aquella operación permitió detectar que la banda trataba de instalar una base logística en Portugal huyendo de la presión policial de Francia.

El otrora temido ejército había sucumbido al acoso policial hasta convertirse en un famélico escuadrón incapaz de doblegar al Estado

Días después se encontró en la localidad lusa de Óbidos una casa con cientos de explosivos. Para entonces, la vieja Batasuna ya empezaba a plantear un escenario sin atentados, apelaba a los principios Mitchell como en Irlanda del Norte. Las preguntas se agolpan: ¿Qué hubiese sido de este proceso si las fuerzas de seguridad no hubiesen llegado a Óbidos?, ¿cuántos años se hubiese retrasado en el mejor de los casos?, ¿cuántos muertos más?, ¿cuánto le debe Otegi de su regreso a las instituciones a la Guardia Civil? El final de ETA, retóricas y coartadas aparte, fue sobre todo la historia de una derrota por la vía policial.

En estos diez años han pasado muchas cosas. ETA emprendió una desaparición por fascículos sin que el Gobierno le hiciera mucho caso. Eso incluye el show del desarme en Baiona en 2017 para tratar de rentabilizar el desmantelamiento de sus zulos o el comunicado de disolución de 2018. Mediadores y presuntos expertos en resolución de conflictos hicieron su agosto. Una dirección de ETA acudió a Oslo para negociar citada por el anterior Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, pero el Ejecutivo de Rajoy no mandó a nadie. Los tres emisarios de la banda acabarían arrestados, entre ellos el histórico y escurridizo 'Josu Ternera'.

placeholder Uno de los últimos comunicados de ETA.
Uno de los últimos comunicados de ETA.

Estrasburgo tumbó la doctrina Parot y eso liberó a decenas de veteranos etarras y rebajó algo la presión del Colectivo de Presos de ETA. Languidecía ya con apenas una veintena de miembros la llamada 'Vía Nanclares', los presuntos arrepentidos de donde salieron los encuentros restaurativos entre víctimas y terroristas como el de Maixabel Lasa con Ibon Etxezarreta. El frente de presos asumió la legalidad penitenciaria, hoy casi ninguno está en primer grado y el Gobierno de Sánchez les va poco a poco acercando a todos al País Vasco. Otegi terminó de cumplir condena por ser miembro de ETA.

No, el llamado 'frente de makos' nunca se llegó a partir. Siguieron a menor ritmo las detenciones, otros iban cumpliendo condena, desde Sudamérica volvieron muchos veteranos tras comprobar que ya habían prescrito todas sus causas pendientes. Siguieron, como siempre, los 'ongi etorris' para escarnio de las víctimas. Francia entregó a la justicia española toneladas de material incautado. Apisonadoras trituraron ante los ojos de todos las armas que a tantos mataron en un acto celebrado en un cuartel de la Guardia Civil. A la izquierda abertzale le surgió una escisión crítica con este proceso, pero sin llegar a retomar las armas...

No cabe esperar ninguna colaboración de los terroristas para esclarecer los atentados

Y así hasta este octubre de 2021, una década después. El aniversario llega con varios frentes en la agenda. El más importante es el de avanzar en la resolución de atentados sin resolver, en torno a 300 todavía. No cabe esperar ninguna colaboración de los terroristas en esto. Otro frente son las cárceles donde dentro de diez años apenas quedarán 83 terroristas, según los cálculos de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). En este último punto, jueces, fiscales, profesionales de las cárceles, el Ministerio del Interior —y desde este mes también el Gobierno Vasco — siguen sin hallar una respuesta unitaria ante los presos y su presunto arrepentimiento plasmado en escritos de dudosa credibilidad.

El tercer reto es la batalla del relato para afianzar la tesis de que matar no estuvo nunca justificado. Ahí está el Centro Memorial en Vitoria que gestiona el periodista Florencio Domínguez. Convive con un auge creativo de libros, películas, documentales, series… el tema interesa, también a los jóvenes que no saben quién fue Miguel Ángel Blanco.

En realidad, el anuncio del final de ETA empezó tres días antes del 20 de octubre de 2011. Fue en el Palacio de Aiete de San Sebastián, en el que Franco pasaba los veranos. Allí se reunió un grupo de personalidades internacionales con más o menos prestigio que le pidieron a ETA que echase la persiana. Hasta ese lugar, engalanado aquel día como para una boda, acudieron los periodistas y todos los partidos políticos vascos, menos el PP.

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