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Los jóvenes que han crecido sin ETA: “Hemos fallado en la asignatura de memoria”
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10 AÑOS DEL FIN DE LA VIOLENCIA DE ETA

Los jóvenes que han crecido sin ETA: “Hemos fallado en la asignatura de memoria”

Tres miembros de las juventudes del PSE, del PNV y del PP reivindican la importancia de conocer el pasado para no repetir errores. Un estudio de Deusto determinó que el 50% de los jóvenes no sabía quién fue Miguel Ángel Blanco

Foto: Aitana Agirre, Gabriel Arrúe e Iñaki García Calvo, los tres jóvenes que han participado en el reportaje.
Aitana Agirre, Gabriel Arrúe e Iñaki García Calvo, los tres jóvenes que han participado en el reportaje.

Los jóvenes vascos que comienzan ahora la universidad o buscan su primer trabajo no han conocido a ETA. Rondaban los 10 años cuando el 20 de octubre de 2011 la banda terrorista anunció el fin de la lucha armada. Muchos no se acuerdan de un día que para sus mayores está marcado en rojo en el calendario. Ha pasado una década, pero más allá de los recuerdos, los conocimientos —el saber qué fue ETA, por qué asesinó a más de 850 personas— escasean. De los 1.000 estudiantes de primero que en 2016 participaron en un estudio del Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto, poco más del 50% sabía quién fue Miguel Ángel Blanco. No obstante, el informe también constató el alto interés de los jóvenes, ocho de cada 10 así lo aseguraron, por una realidad que muchas veces se ha preferido esconder o ignorar.

“Yo diría que, desgraciadamente, el conocimiento es demasiado bajo. Los últimos proyectos audiovisuales, como la serie ‘Patria’ o ‘Maixabel’, han podido ayudar a que aumente el interés por parte de la juventud. Pero se sabe muy poco, la sensación es que es algo muy lejano, que pasó hace mucho tiempo”, explica Aitana Agirre, miembro de EGI (Euzko Gaztedi Indarra, las juventudes del PNV). Ella tenía 13 años en 2011 y no recuerda que en el colegio abordasen el asunto, pero sí en casa.

Foto: Marcelo Azcárraga. (AVT)

Gabriel Arrúe, miembro de las juventudes socialistas, tenía 12 y lo vivido aquel día en parte es borroso. “Tenía un conocimiento limitado. Sabía lo que era ETA, lo que había hecho, mis padres habían hablado conmigo… Pero, quizá por la edad, en un momento en que las prioridades son otras, no recuerdo si sentí esperanza o alegría. Al fin y la cabo, no dejaba de ser un niño”.

Ambos coinciden en que la labor por delante es ingente para que la juventud sepa qué fue ETA y las consecuencias de 50 años de terror. Consideran que una clave fundamental para la construcción del futuro de una sociedad pasa por saber qué es lo que sucedió en el pasado para que no se vuelva a repetir. Por eso, si se le pregunta a Iñaki García Calvo, exconcejal del PP en Vitoria, cuál es el balance de estos 10 años, zanja: “Hemos fallado en memoria”.

placeholder Mural en recuerdo de Miguel Ángel Blanco. (Fundación Miguel Ángel Blanco)
Mural en recuerdo de Miguel Ángel Blanco. (Fundación Miguel Ángel Blanco)

El popular, de 32 años, fue agredido el pasado mes de mayo mientras tomaba algo con unos amigos en una terraza de la calle Cuchillería de Vitoria. Primero, varios jóvenes le arrojaron cerveza y calimocho, y luego le golpearon. Antes de atacarle, le habían preguntado si era miembro del PP. “Evidentemente no matan, no secuestran, pero sigue sin haber libertad. Que gente tan joven, que no ha vivido el terrorismo, o que al menos no había nacido cuando la banda estaba en su máximo apogeo, haga eso... Indica que hemos fallado en memoria”, resuelve.

No obstante, García Calvo defiende que nunca ha perdido la esperanza, el mismo sentimiento que vivió hace ahora 10 años, con ese comunicado de ETA con el que la banda anunció que no volvería a matar. “Lo viví con esperanza. Después de casi 50 años de asesinatos, de secuestros… Se abría un escenario nuevo. Por fin podíamos defender nuestras ideas en pie de igualdad, sin necesidad de mirar debajo del coche”.

Foto: Periódicos anuncian el fin de ETA. (EFE)

Fue un acontecimiento que dibujó, indudablemente y a pesar de los muchos deberes pendientes, un antes y un después en el País Vasco. García Calvo pone un ejemplo. El joven entró en 2013 en el Ayuntamiento de Vitoria. Él nunca tuvo que llevar escolta, pero todos sus compañeros de entonces, los ediles que o bien pertenecían al PP o al PSE, sí. “El salto era infinitamente mejor, pero hemos fallado en la asignatura de memoria. Y por eso hay que trabajar con los jóvenes, los colegios tienen que hacer un esfuerzo importante para acercar esa memoria, para que las heridas se cierren bien. Las víctimas van a seguir siendo víctimas y los muertos no van a volver, pero precisamente por eso, para rendirles el mejor homenaje posible, debemos hacer ese trabajo”.

“Memoria, respeto y reconocimiento a las víctimas” son los tres pilares que Agirre considera imprescindibles para no caer en errores del pasado. Y si los colegios e institutos pueden desarrollar una labor clave para que los jóvenes sepan que no hace mucho una banda terrorista asesinó a casi 40 políticos o a más de 210 guardias civiles, también es labor de otros agentes sociales, instituciones y las propias familias, sostiene la joven. “Hay que reforzar la idea en la juventud de que matar estuvo mal, que ninguna ideología puede justificar un asesinato. Tiene que haber una condena unánime para que ningún joven pueda pensar que la violencia se puede justificar de alguna forma”, añade en referencia a la izquierda 'abertzale'.

Más allá de los atentados

Para Arrúe, las diferentes experiencias impulsadas por el Gobierno vasco para llevar el testimonio de víctimas a las aulas, de alguna forma, no han dejado de ser un plan piloto o una iniciativa experimental que no termina de articularse y de asentarse en los centros educativos, por eso pide mucha mayor implicación de las instituciones. Y reivindica que, además, por supuesto, de saber quiénes fueron Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, Ernest Lluch, José Antonio Pardines o Diego Salvá, a los jóvenes se les deben explicar otras muchas variantes que acompañaron al terrorismo de ETA, el acoso a los concejales o políticos no nacionalistas, la persecución a aquellos miembros de la sociedad civil que decidieron alzar la voz, la importancia de movimientos como Basta Ya o Gesto por la Paz, los que huyeron del País Vasco o las cartas de extorsión.

Foto: Eduardo Madina durante su etapa como diputado en el Congreso. (EFE)

“Este verano, el Deustobarómetro señaló que una de cada cinco personas entre los 18 y 24 años justificaba la violencia o podría llegar a hacerlo para conseguir determinados fines políticos. Y esto es desolador”, lamenta el joven socialista.

Arrúe y Agirre apuntan y reconocen que, gracias a su interés por la política, los conocimientos que tienen sobre el fenómeno del terrorismo son mucho mayores que los de sus amigos. También en ambos casos sus familias han jugado un papel determinante y con ellas han podido abordar en casa una realidad que para muchos otros chavales es desconocida. No obstante, conceden que les “choca” que sus compañeros de clase o amigos de la cuadrilla ignoren lo vivido en el País Vasco.

placeholder Acto de disolución de Gesto por la Paz tras cerca de 30 años de lucha contra ETA.
Acto de disolución de Gesto por la Paz tras cerca de 30 años de lucha contra ETA.

“Ya no es solo saber qué supuso ETA, en pasado, sino cómo determina el futuro de nuestro país. Es importante que tengamos un conocimiento de las violencias vividas. Somos la primera generación que va a conocer la paz. Ni nuestros abuelos ni nuestros padres tuvieron un presente en paz, ni pudieron dar su opinión política tranquilamente. Nosotros somos los que podemos hablar sin miedo a represalias, por lo que resulta imprescindible que aumente el grado de conocimiento y valorar lo conseguido”, defiende Agirre.

En una idea similar coincide García Calvo. El popular destaca la importancia de una educación en valores democráticos, la llave para la convivencia futura. “Cada uno puede pensar y votar lo que le dé la gana. Siempre habrá gente de izquierdas, de derechas, constitucionalista o independentista. Yo no quiero cambiar la forma de pensar de la gente. Yo lo que quiero es que todos, en igualdad de condiciones, podamos tener nuestras ideas y expresarlas”.

La importancia de la empatía

Cuando en 2017 el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto publicó los datos del estudio que había elaborado un año antes para determinar el grado de conocimiento de los universitarios sobre el terrorismo, todas las alertas saltaron. La mitad de los participantes, 1.000 estudiantes de primer curso de los tres centros de enseñanza superior del País Vasco (la UPV, la Universidad de Mondragón y el propio Deusto), no supo contestar a la pregunta de si el atentado de Hipercor lo había perpetrado una organización yihadista o ETA. Poco más de la mitad de los encuestados supo identificar a Miguel Ángel Blanco como una víctima de la banda terrorista y un 32% aseguró no saber quiénes fueron Lasa y Zabala.

Foto: Imagen: Rocío Márquez.

Pero más allá de estos llamativos datos, José Ramón Intxaurbe, uno de los investigadores, destaca otras muchas conclusiones que entonces pasaron desapercibidas pero que permiten mirar al futuro con optimismo. La primera es que, a pesar de los conocimientos limitados de los jóvenes cuando se les preguntó por hechos concretos, los participantes de forma mayoritaria mostraron un interés por saber qué sucedió, ocho de cada 10, la misma proporción que defendió la importancia de que la Administración y otras instituciones impulsasen políticas de memoria.

Pero Intxaurbe destaca ante todo el papel de la familia y de los medios de comunicación como deslegitimadores de la violencia y el hecho de que un 91% de los jóvenes defendiese que ningún proyecto político es más importantes que el derecho a la vida, y que un 79% se mostrase en contra de la violencia de ETA y solo un 2% asegurase estar de acuerdo.

Foto: ETA no se ha ido del todo, pintada en el barrio del Gros de Donosti, mayo de 2018. (EFE)

Pero ¿cómo trabajar con los jóvenes la memoria, cómo explicarles y transmitirles qué supuso ETA? La Universidad de Deusto ha impulsado varias iniciativas encaminadas a que las nuevas generaciones sepan lo que implicó el terrorismo en el País Vasco. “Hay que aportar datos, testimonios y dejar que fluya. No estamos hablando de conocimientos abstractos, sino de posicionamientos morales, de una cuestión de justicia”, apunta el también profesor de Derecho. Y ahí juegan un papel clave las víctimas.

“La presencia de las víctimas en las aulas debe entenderse como personas que aportan un testimonio moral. Son testigos morales de un sufrimiento. Y deben contar su experiencia, su sufrimiento, y ese testimonio se debe incorporar a la reflexión de los alumnos”, añade. Por eso remarca que, cuando algunos centros educativos han rechazado que los que sufrieron la violencia de ETA cuenten sus vivencias bajo el pretexto de “no politizar” las aulas, lo que se debe tener presente es que “las víctimas son un testigo moral y la labor del docente es impulsar una reflexión ligada a la conmoción que ha generado su testimonio entre los alumnos”. Y ahí radica el valor de la empatía que estos testimonios pueden causar en los alumnos, el ponerse en su lugar, el derribar prejuicios, estigmas o miedos, como cuando una víctima relató a sus alumnos que ella, a su edad, con 19 años, tuvo que identificar el cadáver de su padre.

Los jóvenes vascos que comienzan ahora la universidad o buscan su primer trabajo no han conocido a ETA. Rondaban los 10 años cuando el 20 de octubre de 2011 la banda terrorista anunció el fin de la lucha armada. Muchos no se acuerdan de un día que para sus mayores está marcado en rojo en el calendario. Ha pasado una década, pero más allá de los recuerdos, los conocimientos —el saber qué fue ETA, por qué asesinó a más de 850 personas— escasean. De los 1.000 estudiantes de primero que en 2016 participaron en un estudio del Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto, poco más del 50% sabía quién fue Miguel Ángel Blanco. No obstante, el informe también constató el alto interés de los jóvenes, ocho de cada 10 así lo aseguraron, por una realidad que muchas veces se ha preferido esconder o ignorar.

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