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Benoît Pellistrandi, hispanista francés: "Nada es más difícil en España que el papel del Rey"
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Benoît Pellistrandi, hispanista francés: "Nada es más difícil en España que el papel del Rey"

El investigador se declara "asombrado" por la situación política en España y alerta sobre la estabilidad de la monarquía parlamentaria y los peligros de una ruptura constitucional

Foto: Benoît Pellistrandi en una imagen de archivo. (EFE/Teresa Suárez)
Benoît Pellistrandi en una imagen de archivo. (EFE/Teresa Suárez)
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Benoît Pellistrandi (Boulogne-Billancourt 1966) es doctor en Historia y profesor de esta disciplina en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y correspondiente de la Real Academia de la Historia. El Gobierno le concedió en 2017 la Medalla al Mérito Civil. Ha escrito Les fractures de l’Espagne: de 1808 à nos jours (Gallimard 2022) y El laberinto catalán. Arqueología de un conflicto superable (Alianza Editorial 2019). Pellistrandi ha escrito también Histoire de l’Espagne des guerres napoléoniennes à nos jours (Paris, Perrin, 2013) y Un discours national? Histoire et culture politique à la Real Academia de la Historia (1847-1897), Madrid, Biblioteca de la Casa de Velázquez, entre otras obras.

El autor francés es un atento observador de la vida social y política española, participa activamente en iniciativas de investigación histórica y ha escrito manuales, ha participado en estudios colectivos y se distingue por una frecuente presencia en los medios de comunicación.

PREGUNTA. Ha escrito que se siente “asombrado” por lo que ocurre en España.

RESPUESTA. La Transición democrática española representa, para mí, un capítulo esencial de la historia contemporánea europea, injustamente valorado. Muchos creen que se trata solamente de un acontecimiento español cuando creo que es un hecho importante para toda Europa. Lo que ha estado en juego ha sido el establecimiento de una democracia plena y consolidada y se ha logrado gracias a la inteligencia colectiva de todos los actores. Y no olvidemos que este proceso de construcción y consolidación de la democracia ha sido posible a pesar y en contra de ETA. El terrorismo vasco siempre fue la peor amenaza para el proceso democratizador y ha constituido la peor perversión de la política.

"Si se abre un periodo constituyente, España entrará en confrontación consigo misma"

P. Pero, volviendo a la pregunta, las razones de su asombro son…

R. Mi asombro reside en tres hechos: el espíritu de la Transición es demasiado poco conocido, respetado, enseñado y cultivado; por culpa del independentismo catalán, las instituciones autonómicas se están utilizando contra el Estado democrático que las legitima; se da un sitio preferente en la vida política a un partido —EH Bildu— cuyas raíces filoterroristas deberían condenar a un aislamiento moral y político. No entiendo que el capital moral e histórico más valioso de la España contemporánea y que la cultura política que generó y que, repito, creo importante no solo por España sino por Europa, se esté despreciando. La deriva del PSOE en eso me parece especialmente preocupante.

P. También ha escrito que la democracia española “va a la deriva”. ¿Teme por el sistema constitucional de 1978?

R. ¡Desde luego! La Constitución de 1978 está sometida a una prueba institucional excesiva. La culpa principal no es del PP o del PSOE… a pesar de la partitocracia que corroe el buen funcionamiento de la Justicia. La culpa radica en la deslealtad institucional de los dos partidos ERC y Junts. Desde 2015, han buscado desacreditar la democracia española, empezando por su base constitucional. Y lo han logrado. El desprestigio del Tribunal Constitucional está casi consumado: todo empezó con las descalificaciones del Gobierno de la Generalitat. El artículo 155 de la Constitución es una herramienta democrática. Existen reglas para su utilización. ¿Quién no contestó a las cartas del Gobierno de Mariano Rajoy? ¿Quién ha querido llevar la confrontación hasta sus últimas consecuencias? ¿Quién, hoy, intenta descalificar a la jefatura del Estado, no acudiendo a las consultas del Rey o declarándole persona non grata en Cataluña? Cuando cada una de las instituciones estatales habrá sido así desacreditada, ¿qué quedará?

P. ¿Por qué cree que la izquierda española está pactando con los partidos independentistas?

R. Pues ahí está la paradoja: se está debilitando la Constitución… y sin embargo será imposible reformarla constitucionalmente ya que existen mayorías cualificadas y que el entendimiento entre PSOE y PP es imprescindible. Debo confesar mi incomprensión frente a esta situación. Debe ser una decisión del pueblo soberano español decidir si la Constitución necesita ajustes o reformas. Que algunos partidos lo crean exige de ellos que hagan un trabajo de pedagogía —no de insultos o de sectarismos excluyentes— para lograr abrir un debate de la calidad del que existió previamente y durante el periodo constitucional. El legado de la cultura política que permitió la Constitución de 1978 debe seguir rigiendo el proceso de reflexión sobre su puesta al día. España no puede volver a la confrontación de bloques.

"La deriva del PSOE respecto de la Transición me parece especialmente preocupante"

P. Quizás hay una izquierda republicana nostálgica.

R. Puede haber nostalgia política hacia la Constitución de 1931… pero no hacia el ambiente en el cual se redactó… y, peor, se aplicó. Además, la Constitución de 1978 enlaza con una parte de la herencia de la de 1931 por el tema de las autonomías. Suárez, al negociar con Josep Tarradellas, injerta parte de la legitimidad republicana en la discusión constitucional. Quizás eso sea una parte esencial de la contribución catalana al espíritu de la Constitución española. Y todo este trabajo tan generoso desde las distintas partes implicadas está olvidado, menospreciado y criticado.

P. ¿Riesgo de un periodo constituyente?

R. Si se abre un periodo constituyente apostando primero por la destrucción del orden actual, España entrará en confrontación consigo misma, lo que tan malos resultados ha dado en su historia. No entiendo que teniendo entre sus manos un legado político de gran calidad, los distintos partidos estén dilapidándolo. Ningún partido tiene el monopolio de la Constitución. El PSOE ha sido uno de los mayores artífices del proceso constitucional junto a la UCD. Pero no hay que olvidar la contribución del PCE, del nacionalismo catalán y también de AP. El PP ha ido reforzando su identidad democrática siendo un partido de gobierno y constitucional. Las acusaciones mutuas del PP y PSOE sobre su respeto a la Constitución son una lacra para la calidad del debate político español y producen un trabajo subterráneo de debilitamiento, no de los partidos, sino de la Constitución.

"Si se hubiera hecho campaña con la amnistía, el debate actual sería mucho más honesto"

P. Los independentismos están en ese propósito y lo dicen claramente.

R. ERC y Junts no olvidemos nunca que no han dudado en intentar destruir el marco constitucional, haciéndolo consciente y públicamente, con la agravante de haber negado los derechos de la oposición en el Parlament. La estrategia del PSOE de Pedro Sánchez es muy clara: mantenerse en el poder. Si los siete votos de Junts no fueran imprescindibles, se estaría en otro momento de la política española. Por eso no creo que exista una estrategia del PSOE para España y para Cataluña (en realidad, hemos vuelto a una situación pre primero de octubre de 2017 con una relación de fuerzas desdibujada). Si se hubiera hecho campaña con el tema de la amnistía, el debate actual sería mucho más honesto. Creo —pero soy un inocente— en la honestidad del debate público, sobre todo en un momento tan complicado para las democracias. Hay que restablecer la confianza de los ciudadanos en la palabra pública. No es, desgraciadamente, el camino emprendido hoy por el PSOE.

P. En sus obras y en sus escritos periodísticos, valora extraordinariamente la monarquía parlamentaria. ¿Cree que la función del Rey es compatible con una correlación de fuerzas de gobierno que incluya a los secesionistas?

R. Nada es más difícil en España que el papel del Rey parlamentario y constitucional. Los dos únicos reyes que lo han logrado han sido Juan Carlos I y Felipe VI. A pesar del hundimiento de la figura personal del rey Juan Carlos, nunca deberemos olvidar su impecable actuación constitucional a lo largo de sus casi 40 años de reinado. Del mismo modo, la perfecta y casi podríamos decir exquisita manera de actuar de Felipe VI —que procede de una necesidad absoluta que es la restauración de la auctoritas de la Corona— es, en un momento de enorme tensión política, la ilustración que, ciñéndose al papel que le otorga la Constitución, cada institución puede tener un papel positivo para el conjunto de la sociedad española. En la fragilización de las instituciones —Gobierno, Parlamento, comunidades autónomas, Justicia—, la Corona es la única que ha empezado desde 2014 su propia corrección. Eso será una de las aportaciones de Felipe VI a la democracia española.

P. El ataque a la Corona de los secesionistas es constante.

R. Los secesionistas, así como parte de la izquierda radical, han manifestado su desprecio y rechazo no solo al sistema monárquico constitucional sino a la persona misma del Rey. Todo eso me parece lamentable, increíblemente pueril e inmaduro. Pero, naturalmente, con la correlación de fuerzas que se está dibujando en el Parlamento, una de las víctimas políticas puede ser la monarquía. Forman parte de este proceso de descalificación progresiva de todas y cada una de las instituciones de la Constitución de 1978 estos ataques a la jefatura del Estado. El peligro sería convertir al PP y Vox en únicos defensores de la monarquía. ¡No! La monarquía es un bien común de todos los españoles. No hay que arrinconarla a la derecha. De ahí, creo, la responsabilidad del PSOE en recuperar su inmensa y lúcida generosidad de la Transición, contribuyendo a la fortaleza de esta representación de la neutralidad del Estado.

"La Transición democrática española representa un capítulo esencial de la historia contemporánea europea, injustamente valorado"

P ¿Qué opinión le merecen las estrategias de la derecha democrática española?

R. Creo, efectivamente, que existe en España una derecha democrática. A veces, cuando veo las preguntas que los medios de comunicación europeos hacen, ¡se podría dudar de esta realidad! Existe una leyenda negra de la derecha española. Sería la hija directa del franquismo… y se olvida el papel de cierta derecha en la oposición antifranquista, se olvida el papel de UCD en la conformación de una cultura política democrática. El PP, como el PSOE, está marcado por luces y sombras, sobre todo la corrupción y la participación en la partitocracia. La tarea pendiente del PP es hacer un balance e inventario honesto de los gobiernos de José María Aznar y de Mariano Rajoy. Es una asignatura pendiente.

P. ¿Y Vox?

R. No debemos olvidar que Vox nace de una escisión del PP y que adquiere peso y densidad electoral después de los acontecimientos de Cataluña. Desde entonces, ha sabido expresar y capitalizar la radicalización de una parte de la opinión pública española. La gran dificultad a la que se enfrenta la derecha española es saber cómo articular esta radicalización —sin caer en la tentación de profundizarla— con la necesidad de evitar lo que llamaría la trampa de la extrema derecha. Esta trampa que fue tendida en Francia por François Mitterrand a la derecha tiene consecuencias letales para la calidad de la democracia. Lo vemos con el voto Le Pen, que alcanzó el 42% en las presidenciales de 2022. Puede ser rentable para la izquierda fomentar el auge de una derecha radical que frena las posibilidades de la derecha en general. Pero a largo plazo es fomentar pasiones tristes que, en el mundo complejo en el cual nos movemos, serán difíciles de combatir. Vox es hoy efectivamente la versión española de la tentación iliberal de parte de la derecha europea. Sería prestar un gran servicio a la democracia española reducirlo a lo que era antes, una cosa anecdótica y sin peso. Me temo que no vaya a ser así.

"La presidencia española de la UE ha sido contaminada por asuntos internos y España ha desaprovechado la proyección internacional"

P. En Francia han desaparecido la derecha tradicional y el Partido Socialista, y su país marca tendencia, ¿sucederá lo mismo en España?

R. Mientras España evite un sistema presidencial a la francesa, esto no ocurrirá. El Partido Socialista francés, en su versión mitterrandiana, ha muerto con la presidencia de François Hollande por las mismas razones por las cuales entró en crisis al final de la presidencia de Mitterrand. Gobernar cuando uno ha hecho una campaña izquierdista se revela muy difícil y decepciona a gran parte del electorado. Mitterrand tenía un carisma fascinante que explica que haya secuestrado la izquierda francesa… pero le dio el poder. Sin embargo, como despreciaba los asuntos económicos, encerró la izquierda en un callejón sin salida. A partir de 1983, asumió un viraje europeísta y liberal que chocaba con el discurso anterior. La izquierda francesa se convirtió en una fuerza conservadora, guardiana de algunos dogmas como por ejemplo la jubilación a los 60 años. Los socialistas franceses siempre han sido hostiles a las distintas reformas que habido… pero nunca las derogaron ni tenían un proyecto alternativo. El presidente Hollande no tenía el carisma de Mitterrand y ha pagado la tecnocratización del socialismo francés. No es extraño ver al PS lograr un ridículo 1,7% en las últimas elecciones en 2022 de la mano de Anne Hidalgo.

P. Pero la derecha francesa tradicional se ha desplomado también.

R. Sí. La historia de la derecha francesa es muy distinta y si se encuentra en la crisis mayúscula en la cual está se debe, creo, a su dependencia hacia un líder y a los odios que la atraviesan. En Francia, cuando la derecha pierde las elecciones presidenciales (1981, 1988, 2012), se abre una crisis de liderazgo. Chirac sustituyó a Giscard. El propio Chirac sorteó a sus adversarios y logró ser elegido presidente a pesar de dos derrotas anteriores. Sarkozy nunca aceptó su derrota. Es el convidado de piedra de la derecha francesa desde entonces. Perdió estrepitosamente las primarias en 2016 (un pobre 20% frente al 28% para Juppé y el 44% para Fillon) y participó en el asesinato mediático de Fillon en la campaña electoral. La elección de Macron cambió todo el panorama y fue una explosión de los marcos políticos tradicionales. Macron ha canibalizado la derecha francesa, logrando la adhesión de varias figuras de la derecha (Édouard Philippe, Bruno Le Maire, Gérald Darmanin). En 2022, la candidatura de Valérie Pécresse no fue del agrado de Sarkozy… y esta se estrelló. Pero, ojo, la derecha cómoda con Macron no sabe cómo hacer después de él… y no se trata solo de los aparatos partidistas, sino de los electores. Pues bien, está Marine Le Pen en emboscada, dispuesta a reunir la derecha en un proyecto populista. Que lo logre es otra cosa.

P. Algunos hispanistas franceses, como Pierre Vilar (1906-2003), han avalado las tesis filoindependentistas de Cataluña y secundado la escuela de Josep Fontana, ¿en qué momento se encuentra el hispanismo francés?

R. Pierre Vilar es el gran historiador de la Cataluña moderna y su obra ha marcado tanto los estudios historiográficos franceses como españoles y catalanes, tanto por el ámbito de su tesis como por el resultado que describió a una Cataluña en plena modernización a lo largo del siglo XVIII. Creo que debemos subrayar una contradicción: Vilar es un historiador marxista que el nacionalismo no ha dudado en recuperar. Sin embargo, nacionalismo y marxismo son antinómicos… Pero, como sabemos, el mundo de las ideas no se rige por lógica racional. De ahí la confusión mental que mezcla categorías de análisis en un sentido reivindicativo…

P. Muy distinto Pierre Vilar a Joseph Pérez.

R. Con Joseph Pérez, el hispanismo francés vuelve a contemplar España como un conjunto sin ninguna ceguera ideológica ni instrumentalización partidista. Frente a la crisis catalana, ha habido globalmente un consenso para apoyar el modelo constitucional español. Redacté una tribuna que se publicó el 10 de octubre de 2017 en Le Monde y que fue firmada por John Elliott, Joseph Pérez, Jean Canavaggio, Gérard Chastagnaret, Marc Vitse, Odette Gorse, Mercedes Blanco y Jean-Pierre Étienvre, entre otros. Barbara Loyer, especialista en geopolítica y experta en las cuestiones del País Vasco, lucha para advertir de los graves riesgos ideológicos que hacen correr el separatismo vasco y catalán, sobre todo a la izquierda universalista. El jacobinismo francés —Joseph Pérez se reclamaba de él— vinculado al ideal republicano hace que los hispanistas franceses, sin ser partidarios de un Estado centralizado, sean más bien reacios ante los nacionalismos vasco y catalán.

P. En Francia hay intelectuales muy amables con el secesionismo.

R. Sí, existen partidarios del nacionalismo catalán. Los encontramos en la Universidad de Perpiñán (Nicolas Marty). Alguien como Stéphane Michonneau (Universidad de Lille) hizo su tesis sobre Barcelona y la memoria urbanística y está muy vinculado emocionalmente a Cataluña. El hispanismo francés está en transición: nos están dejando los grandes maestros (Pérez ha muerto en 2020, Canavaggio en 2023) y, por la evolución de las universidades, existe una dispersión temática y cronológica de los estudios hispánicos, que ganan en diversidad lo que pierden en profundidad u originalidad. Y también pasa algo fundamental: la historiografía española es la que marca el ritmo. Hace tiempo que ha pasado la tutela británica o francesa sobre el hispanismo… y es una muy buena noticia. Somos nosotros los que estamos ahora en deuda con las aportaciones de los españoles. Quiero dejar constancia de mi deuda hacía la obra de José María Jover Zamora, de Miguel Artola, de Santos Juliá, Antonio Morales, José Álvarez Junco, Juan Francisco Fuentes, Pablo Pérez López, entre otros.

"La sensación en Europa es que el problema catalán es un problema meramente español y anecdótico. Es en parte verdad y en parte no"

P. ¿Cómo cree que los países europeos están comtemplado los acontecimientos políticos en España?

R. Creo que hay muy poco interés y mucho desconocimiento. En octubre de 2017, los europeos descubrieron el tema catalán y estuvieron atentos. Después se cansaron, por dos razones: primero, es imposible entender el laberinto catalán, los odios internos, los movimientos milimétricos de los partidos, etcétera; segundo, y perdón por ser tan brutal, es que existen problemas mucho más graves en el mundo. La sensación es que el problema catalán es un problema meramente español, provincial, secundario, anecdótico. Es en parte verdad… y en parte no. Porque lo que está en juego es cierta idea de la democracia, cierto ideal moral y jurídico de la voluntad popular. Por eso, lo que está ocurriendo en España me parece importante y creo que debemos alertar a las opiniones públicas y a las autoridades europeas para que Cataluña no se convierta en la causa de la degradación de la democracia española y europea. Pero, al mismo tiempo, creo que hay que relativizar y recordar —cosa que parte de la opinión catalana ya ha hecho— que existen otros temas mucho más importantes y urgentes.

P. ¿Hay que relativizar la importancia del separatismo en Cataluña? Eso puede ser sorprendente.

R. Bueno, existe otra dimensión: con esta crisis permanente, España se encierra en sí misma… para mal, para ella y para Europa. Seamos sinceros: la presidencia española de la UE ha sido contaminada por asuntos internos y España ha desaprovechado este momento de proyección internacional. Políticamente perjudicada, España no es capaz de proyectar un soft power a la altura de su vitalidad. O por decirlo de otra manera, la sociedad española es dinámica, creativa, acogedora, inclusiva… pero el poder político desprecia estas ventajas y se encierra en luchas internas minúsculas a la hora de los grandes desafíos mundiales.

P. Y respecto del revisionismo de la Hispanidad, ¿cuáles son sus criterios?

R. Creo que España tiene algo que decir a Europa y al mundo. Es una voz singular, tejida en su historia, en su cultura, en su posición geográfica, que es también un rol geopolítico. Si no sabe exponer al mundo nada más que sus problemas internos, seguirá siendo lo que muchos creen que es: un país de segunda o tercera división. Y volvemos a su aportación a la historia de la democracia en Europa. España ha sido un modelo de modernización feliz. No podemos consentir que los fantasmas del pasado y que las teorías racistas de los nacionalismos excluyentes la encierren en sí misma. Necesitamos la España de los ideales democráticos, del consenso como herramienta del acuerdo… y del desacuerdo.

Benoît Pellistrandi (Boulogne-Billancourt 1966) es doctor en Historia y profesor de esta disciplina en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y correspondiente de la Real Academia de la Historia. El Gobierno le concedió en 2017 la Medalla al Mérito Civil. Ha escrito Les fractures de l’Espagne: de 1808 à nos jours (Gallimard 2022) y El laberinto catalán. Arqueología de un conflicto superable (Alianza Editorial 2019). Pellistrandi ha escrito también Histoire de l’Espagne des guerres napoléoniennes à nos jours (Paris, Perrin, 2013) y Un discours national? Histoire et culture politique à la Real Academia de la Historia (1847-1897), Madrid, Biblioteca de la Casa de Velázquez, entre otras obras.

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