"Me avergonzaría un Gobierno tan mediocre como el de Sánchez"

Habita el despacho que antes ocupó Pablo Casado y, antes aún, Mariano Rajoy. Génova 13, planta séptima. Es un espacio luminoso y sobrio. Dos banderas, la nacional de España y la de la Unión Europea. Estanterías con libros que no parecen leídos. Y fotografías reveladoras. Detrás de su mesa de trabajo, ordenada, sin demasiados papeles, y sobre una estantería lacada en blanco, él con el Rey, en una foto dedicada por Felipe VI, y otra con su toma de posesión de presidente de la Xunta de Galicia en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela en un día lluvioso.

Junto a la butaca en la que se sienta para hacer la entrevista, un marco de alpaca que encuadra la imagen de un saludo cordial entre él y un ya anciano Manuel Fraga, bajo la atenta mirada de Rajoy. Y en los estantes laterales, las instantáneas personales. No son de su hijo de seis años —"se está adaptando a Madrid, al cambio, pero le ha costado"— ni de su compañera —"ha dejado de trabajar, lógico, en las nuevas circunstancias no podía hacerlo"— pero sí una especialmente entrañable con su padre, ya fallecido, al que abraza el rostro con sus manos, emocionado el progenitor. Al lado, otra en la que aparece con su madre, curiosamente ambos con mascarilla —"sí, mi madre vive, en esa imagen en la que estoy con mi padre él ya estaba mal"—, y unas cerámicas de Sargadelos que se ha traído de su despacho en Galicia.

"Sánchez quiere el poder por el poder, pero yo no"

El jueves se presentó en Madrid —y ofició de telonero un Rajoy que por momentos aparece de continuo en la vida política de Núñez Feijóo— un ensayo del politólogo y exvicepresidente de la Xunta de Galicia (1983-1986), Xosé Luís Barreiro Rivas, titulado A propósito de Feijóo (Editorial Nobel). Es breve (268 páginas), y aunque el autor dice no pretender elaborar una biografía del personaje sino insertarlo en el contexto político y social que le ha ido moldeando, en realidad es una afirmación de las virtudes políticas del líder gallego que, al margen de lo que tiene de hagiográfico, resulta una narración interesante. En la página 114 del relato, y bajo la rúbrica de "Pedro Sánchez: la antítesis", Barreiro escribe: "Nada en ellos es igual —se refiere al presidente del Gobierno y al del PP— ni nada entre ellos puede generar un átomo de síntesis. Los que creen que Sánchez es la verdad de la política creen que Feijóo es la falsedad absoluta. Y los que creen que Feijóo es auténtico y verdadero, consideran a Sánchez una mentira con zapatos, o una falsedad ambulante. Ni el concepto de España, ni la idea de gobernarla, ni el concepto de libertad, ni el orden social que nos prometen, ni la justicia, ni la riqueza, ni la igualdad, ni el poder, ni las obligaciones morales, ni los rasgos de humanidad que deben sostener la personalidad de un político".

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Le preguntamos si, efectivamente, entre él y Sánchez no hay ni un átomo que genere síntesis. Duda por un instante, advierte de que desconocía que el libro se estuviera escribiendo, aprecia al autor y reconoce que "me siento bastante identificado con él", aunque matiza que quizás esas frases sean "hiperbólicas", pero lo cierto es que "mi concepción del Estado y de la política, de las prioridades de un gobernante, no coinciden con las de Sánchez, que son las del poder por el poder". Pero distingue: "Seguro que como personas podemos coincidir en algunas cosas, pero no sobre lo que es la política y la vida pública". Y añade que está por una gestión que "no divida, que no fragmente, en la que el Gobierno no se dedique a hacer la oposición a la oposición". Enfatiza: "No llegaría al poder a cualquier precio y no sería capaz de decir a los españoles unas cosas en la campaña electoral y hacer exactamente las contrarias durante el Gobierno".

La estrategia de desgaste de un "Gobierno mediocre"

Forzamos un poco más: ¿no hay química personal alguna entre ambos? "Pues no lo sé, porque esa relación personal no se ha cultivado, pero es cierto que desde que he llegado, su estrategia de desgaste al jefe de la oposición es no tener ningún contacto conmigo y tampoco sus ministros". Lo explica con sosiego, sin alterar el tono de la conversación. Es consciente de que conforme a argumentarios, "probablemente elaborados en la Moncloa", los ministros tienen el objetivo de "descalificar todos los días al jefe de la oposición". Señala que esos ataques "ni siquiera los hace el partido, los hace el Gobierno y todos los ministros lanzan el ataque del día, de la semana". Hasta hace un tiempo, esta forma de enfrentamiento parece haberle sorprendido, pero ya lo ha asumido. Como dijo Rajoy en la presentación del libro de Barreiro, Feijóo es "inmune a esos ataques" que el presidente del PP atribuye a "debilidad del Gobierno" o a un designio de "destrucción del adversario".

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Reconoce que desde julio hasta agosto del año pasado estuvo un "poco sorprendido de ese fuego a discreción de diez o doce ministros" y "no lo entendí", porque no "pensé que el Gobierno pudiera ser tan mediocre", pero ya pasados los meses "he confirmado que son así, mediocres". Y llega a ironizar: "En alguna ocasión, determinadas descalificaciones me provocan una sonrisa porque me pregunto si estarán tan necesitados como para que la ministra de Ciencia me compare con Trump, o que ministros que no han gestionado ni un euro me aleccionen, o que otros que ni siquiera han terminado sus estudios universitarios se permitan decir que soy un analfabeto". Él asegura que se avergonzaría de tener unos ministros como los que le atacan de esa forma y que acreditan —repite el diagnóstico— "una enorme mediocridad". Pero después de su trayectoria, en la gestión y con el apoyo obtenido en el PP, se siente firme y seguro. De tal manera que, "a veces, me da la impresión de que el presidente del Gobierno soy yo y sus ministros forman el banco de la oposición".

"Este es el proyecto más importante de mi vida"

¿Es usted un gallego en Madrid o un pueblerino en la capital? Ríe. Pero Madrid es para él plaza conocida. "Con treinta y pocos años tuve la responsabilidad de la gestión del organismo más grande del Estado —el Insalud— bajo el mandato de Romay Beccaría y, luego, con Cascos, fui presidente de Correos, que era la empresa pública más grande del Estado. Si se comparan los presupuestos de esas entidades, se verá que es mayor que los de muchos ministerios. El Insalud podría ser, teniendo en cuenta que hay 22 ministerios, como tres o cuatro ministerios a la vez". Ese tramo de su vida en Madrid lo califica de "máster" y afirma taxativo que esas gestiones de entidades públicas "imprimen carácter". Y luego vuelve a Galicia: "Durante trece años manejé trece presupuestos que en conjunto sumaban 130 o 140 mil millones de euros, que eran los presupuestos de Xunta, de modo que no sé cuanta gente en la política activa puede acreditar tanta experiencia de gestión de las cosas públicas".

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Seguimos hablando de la capital: "Cuando llego, es evidente que le pido un esfuerzo a mi familia, es un esfuerzo para mi hijo, es un esfuerzo para mi pareja, porque la calidad de vida es distinta en un sitio que en otro". Esas palabras son preámbulo, sin embargo, de un compromiso: "Si ahora me dicen que me tengo que desenchufar de la actividad de Madrid, de la actividad de un político nacional y volver a una política distinta, no lo haría porque esta engancha, yo no sería capaz de irme voluntariamente de este proyecto, porque es el más importante que voy a hacer en toda mi vida" y añade: "Siento que mi vida ha sido una preparación para llegar hasta aquí".

"No vine antes porque tenía un compromiso con Galicia"

Le sugerimos que pudo llegar antes —cuando cesó el liderazgo de Rajoy y advino el de Casado—, pero la respuesta es defensiva: "No me vi diciendo a los gallegos que hacía la maleta después de haber ganado por mayoría absoluta las elecciones en las que el eje fundamental de la campaña era si yo me iba o no a Madrid y me comprometí a no venirme". Pero quizás la causa de mayor envergadura la desliza con un eufemismo ("en segundo lugar"): "Yo no estaba de acuerdo en la manera en que se actuó después de la moción de censura de Sánchez a Rajoy, con el partido en shock". No aclara más, pero se deduce que se apartó dejando sitio a un Casado en el que Feijóo parece no reflejarse. "Yo con Casado no solo tengo amistad, sino también cariño personal y le he ayudado todo lo que he podido. También le he proporcionado mis opiniones, incluso sin que me las pidiera, e intenté que cosas que ocurrieron en mi partido no ocurriesen".

"El PP actuó con Casado en legítima defensa"

¿Qué ocurrió en el PP que le disgustase tanto a Feijóo como para mantenerse tan a distancia? Lo suelta: "Intenté persuadir a Casado de que el enfrentamiento con la presidenta de la Comunidad de Madrid era absolutamente desacertado y que mi experiencia de gestión y de presidente de Galicia no avalaban ese enfrentamiento". Se duele de que no tuviera éxito en sus consejos, de tal manera que el descabalgamiento en febrero del año pasado de Pablo Casado "no tenía otras alternativas", porque las elecciones andaluzas eran "determinantes". Andalucía, dice, "era el objetivo del año 2022 y si en eso hubiéramos fracasado, sería muy difícil enfrentarnos con éxito a las municipales y las generales de este año. Así que, cuando nos reunimos, todos los presidentes autonómicos trasladaban la tensión que se estaba viviendo en el partido, en los territorios, emails de afiliados dándose de baja y, por tanto, las cosas se hicieron muy rápidamente y no se faltó el respeto a Pablo Casado. Pero él tomo algunas decisiones durante un tiempo que no convencían a la mayoría del partido y, al final, en mi opinión, el partido actuó en legítima defensa".

"Tenemos 15 equipos trabajando en propuestas"

La gran cuestión: ¿tiene usted equipo?, porque en la Villa y Corte se dice que no lo tiene completo. Sí ha fichado a José Ignacio Wert como asesor, a Iñigo de la Serna y Borja Sémper, entre otros, pero, ¿se ha encontrado los despachos de Génova ya ocupados? Se le endurece el tono: "Yo estoy acostumbrado a llegar a una casa ya amueblada —lo dice por su primera época de mandato en Galicia— y llego a Madrid con un Congreso y con un Senado en el que yo no había participado". Se vuelve hacia su mesa: "Yo tengo ahí dos carpetas con los nombres de personas que están con nosotros. Forman más de quince equipos de trabajo, con entre ocho y diez personas por equipo, y colaboran fuera de su horario laboral y gratuitamente. El PP tiene equipo en todas las áreas: en asuntos exteriores, en justicia, en todas las ramas de la economía, en todos los sectores estratégicos". Cierto, detalla, que esos equipos trabajan a tiempo parcial y subraya que el grupo parlamentario tiene gente "muy experimentada" con "buena asesoría tanto en el Congreso como en el Senado". Después va desgranando las propuestas que el partido ha venido haciendo. "No ha habido mes, dice, que no hayamos hecho una propuesta documentada". Aunque la más importante es la de Cádiz, el llamado Plan de Calidad Institucional.

"Gobierno el PP como gobernaría España"

"Vamos terminando esta aproximación personal" —nos estamos alargando— y asiente: "Se dice que usted gobierna el partido como si fuera la Confederación de Derechas Autónomas, la CEDA de Gil Robles, con horizontalidad y no con verticalidad". Contestación fulminante: "Yo gobierno el Partido Popular como se gobierna España y España es el Estado de las autonomías. Creo en el Estado y creo en las comunidades autónomas y en cada una de ellas juegan su partido, pero tienen que dar los resultados. Si juegan bien, estupendo". Réplica: ¿y si no juegan bien? "Pues hay que ajustar y hacer los cambios necesarios como hace un equipo cuando no tiene buenos resultados". Matiza: "El Gobierno del PP, como el de España, con la unidad del Estado para la política nacional, pero con respeto al hecho autonómico. Es mi manual de trabajo. Yo no me meto en el nombramiento de un consejero autonómico, pero le pido al equipo que sea capaz de renovar en la legislatura siguiente. Yo no pongo a los presidentes autonómicos del PP. Lo son aquellos que ganan las elecciones y si llevan dos veces intentándolo y no logran gobernar, hay que sentarse y ver a quien ponemos".

"No me afilié al PP hasta el 2000 y voté a González"

Vamos concluyendo el aspecto más personal del presidente del PP. Falta poner encima de la mesa un nombre: José Manuel Romay Beccaría. Amigo de Fraga, consejero de Xunta, letrado y presidente del Consejo de Estado, exministro. Nos refiere Feijóo con mucho detalle cómo le conoció, cómo inicialmente rechazó colaborar con él y cómo finalmente lo hizo después de que le detectase sus habilidades como letrado en la consejería de Hacienda de Xunta cuando él tenía 29 años. Dice que con Romay ha aprendido "a estudiar, a ser riguroso, el sentido del deber en el servicio público", circunstancias que considera "determinantes" en su forma de entender la política. Trabajó con él desde 1991 hasta el 2000 "sin afiliarme al Partido Popular" y en 1982 voté a Felipe González.

En las distancias largas y medias, es difícil evaluarle; en las cortas se le puede tomar la medida por muy gallego que sea

Feijóo, orensano, sesentón, un "adulto" de la política, según Cayetana Álvarez de Toledo, está en buena forma. Va al gimnasio dos veces a la semana, duerme en tres o cuatro ciudades diferentes a lo largo de la semana, ni en hipótesis admite que no vaya a gobernar en 2024. Le ocurre como a muchos: en las distancias largas y medias, es difícil evaluarle; en las cortas se le puede tomar la medida por muy gallego que sea. Que lo es mucho. Y eso debería preocuparle especialmente a Pedro Sánchez porque, efectivamente, entre ambos no generan "ni un átomo de síntesis".