La resaca de Macron: "El sistema francés está agonizando. No podemos continuar así"
El sociólogo Michel Wieviorka, uno de los pensadores más importantes de Francia, analiza el malestar con Macron, los desafíos del presidente y la recomposición del paisaje político francés tras las elecciones
Tras conocer su victoria en la segunda ronda de las elecciones presidenciales francesas, el presidente Emmanuel Macron dio un discurso breve para sus estándares, con la Torre Eiffel de fondo, en el que se mostró visiblemente emocionado. Tras cinco años de mandato plagado de crisis, desde los chalecos amarillos hasta la guerra en Ucrania y sin olvidar la pandemia, logró renovar su pacto con la ciudadanía y permanecer en el Palacio del Elíseo. No obstante, lo hizo gracias a los votos de una mayoría de electores del resto de candidatos que lo eligió por ser el mal menor, para hacer frente a la extrema derecha.
Uno de esos votantes que optó por Macron sin entusiasmo fue el sociólogo Michel Wieviorka, director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y uno de los intelectuales más importantes de Francia. Convencido de que el presidente revalidaría su cargo frente a Marine Le Pen pese al descontento de muchos franceses, había dejado escrito un libro listo para ser publicado tras las elecciones que repasa los últimos cinco años e interpela al candidato ganador de manera directa: 'Entonces, señor Macron, ¿contento?' ('Alors Monsieur Macron, heureux?', Éditions Rue de Seine). En esta entrevista con El Confidencial, Wieviorka analiza los resultados de als elecciones francesas y plantea los desafíos que esperan al presidente y a Francia a la vuelta de la esquina.
P. ¿Macron tiene motivos para ser feliz?
R. Él mismo lo dijo, que estaba feliz, pero no creo sea una felicidad plena porque la situación a la que se enfrenta va a ser difícil. Se espera que se ocupe de los grandes problemas para los que, en la parte que me interesa, la democracia, no siempre ha estado a la altura. Tene motivos para estar contento, ha obtenido una victoria. Pero no ha ganado la guerra.
P. ¿Qué peligros le acecharán en los próximos cinco años?
R. Hay dos temas que deberían preocuparle. En primer lugar, el sistema de nuestras instituciones está agonizando. Fue construido por el General de Gaulle y para el General de Gaulle en un período político completamente diferente. Era la Cuarta República, el final de la guerra de Argelia, Europa apenas se estaba construyendo con muchos menos socios, el mundo era otro. Las instituciones francesas están agotadas, lo que plantea grandes interrogantes: ¿se adapta la Constitución a los nuevos tiempos? ¿No deberíamos pasar a una Sexta República? ¿Es deseable el voto proporcional? ¿Deberíamos cambiar la duración del mandato presidencial? ¿Habría que limitar a un mandato si volvemos a los siete años? ¿Qué papel deben jugar los referéndums?
Hay muchas cuestiones institucionales que deben ser discutidas. Esto no puede continuar así. No podemos seguir viviendo en un país donde la vida política está compuesta principalmente por una izquierda radical, una extrema derecha y un centro más bien de centro-derecha, aunque intente hablar también en nombre del centro-izquierda. Y luego, el segundo gran reto que le espera al Jefe del Estado es el cultural. ¿Será capaz de cambiar la cultura política que ha instaurado? Es vertical, de arriba a abajo, el Elíseo decide y los demás deben obedecer. ¿Va a ser capaz de a entrar en una fase en la quedé mucho más espacio a los debates reales, a la negociación, a la búsqueda de compromisos, a no quedarse en el absurdo o en la irracionalidad de la gente que no está contigo?.
P. ¿Comprende la decisión y los sentimientos de los franceses que se abstuvieron?
R. Tengo un espíritu democrático y eso implica aceptar que otros puedan pensar y actuar de forma diferente a ti y respetarlos. Las personas que se abstuvieron; las personas que optaron por el voto nulo o en blanco; la gente que votó por Le Pen o por Mélenchon en la primera vuelta y en la segunda ella o por Macron... Ninguno de ellos debería ser rechazado como irracional. Hay que intercambiar, dialogar, reflexionar y decirse a sí mismo que, si no han actuado —en el caso de la abstención—, seguro que tienen razones. Y hay que entenderlas.
Hay caso muy interesante: las Antillas [los territorios franceses en el Caribe, Guadalupe, Martinica, San Bartolomé San Bartolomé y San Martín]. Allí, en la primera vuelta, los electores votaron de manera masiva a Jean-Luc Mélenchon. Y en la segunda vuelta, aunque no fueron necesariamente los mismos, la mayoría optó por Le Pen. Mientras que hace 15 o 20 años, en las Antillas eligieron a Jacques Chirac. ¿Qué está pasando? Tenemos partes enteras de la población que se están segregando, que se sienten marginales, excluidas y que, por tanto, adoptan un comportamiento político más o menos radical. Es comprensible que en este tipo de contexto tuviéramos antivacunas y gente que a veces se ha vuelto violenta, rabiosa, iracunda. Si la política de Emmanuel Macron no cambia, dejará a mucha gente encolerizada al otro lado.
"Si la política de Emmanuel Macron no cambia, dejará a mucha gente encolerizada al otro lado"
P. De cara a las elecciones legislativas, dos tercios de los franceses parecen estar a favor de la idea de una cohabitación [del presidente con un Gobierno que no sea macronista]. Cuando ve a Mélenchon y a Le Pen hablar de ‘tercera vuelta’, ¿piensa que sería bueno para la democracia ese contrapeso?
R. Es un debate que no está al nivel adecuado, son cambalaches electorales. Buscan alianzas frágiles que tienen como objetivo principal ver cómo ganar tal o cual puesto de diputado en tal o cual lugar que sí, pero no discuten los problemas profundos. No creo en absoluto en la idea de la cohabitación, a menos que una de las dos fuerzas de la oposición consiga una mayoría muy fuerte. ¿Qué podemos esperar? O bien Macron conseguirá la mayoría de los parlamentarios y seguimos igual, en mi opinión, sin cambiar mucho la forma de trabajar del Gobierno o no. Si no consiguen la mayoría, no habrá 'cohabitación'. Será como en la IV República, juegos políticos inestables, cosas que se harán y se desharán. Entraremos en un periodo en el que Francia será aún más difícil de gobernar. Para que haya una verdadera cohabitación, debe haber una fuerza mayoritaria en la oposición. Y para que haya algo más que el poder único del partido del presidente, debe haber acuerdos de gobierno sobre una base programática entre las organizaciones políticas que representan algo, como ocurrió en Alemania tras las elecciones. No vamos s en esa dirección.
P. La campaña presidencial de 2022 le ha parecido mediocre y triste para Francia. ¿Por qué?
R. Hay muchas explicaciones, pero quiero introducir una de ellas porque no está suficientemente presente. El debate político se basa en el debate social y cultural; no podemos decir que la política es autónoma de lo que ocurre en la sociedad y el problema es la debilidad de los conflictos socioculturales en Francia. Pienso en la gente que se preocupa por el medio ambiente, la igualdad de género y las cuestiones de orientación sexual, las generaciones más jóvenes… Cuanto más se desarrollen estos debates —mucho menos presentes aquí que en Estados Unidos, por ejemplo—, más se articularán al mismo tiempo otras impugnaciones de protesta social y más se obligará a la escena política a transformarse. Considero que una de las explicaciones de la situación actual y de la mediocridad de los debates es que la vida social y cultural francesa es bastante decepcionante hoy en día.
"Existe la sensación de que los franceses no son tratados de forma equitativa y justa"
P. ¿Es mucho más fácil para un español, un italiano o un alemán ser macronista que para un francés?
R. El presidente tiene una relación psicológica complicada con los franceses y los franceses tienen una relación psicológica con su presidente, que no es en absoluto la que uno puede tener con él cuando está en Italia, España o Bélgica. Está presente un sentimiento de que hay arrogancia, desprecio... He aquí un hombre muy joven que se permite decir cosas inaceptables a sus mayores, que quiso presentarse como Júpiter y forjó una relación sin empatía. Él desea ser amado, estoy convencido. Le encanta hablar con la gente, pero para que te quieran, quizá haya que comportarse de otra manera.
Entre los que lo pasan peor, hay quien ha interiorizado una especie de rabia, de odio, de resentimiento que va más allá de la realidad. Francia es un país donde se vive mucho mejor que en la mayoría de los países del mundo, pero existe la sensación de que los franceses no son tratados de forma equitativa, justa y con cierto reconocimiento. Si a eso le sumas el comportamiento personal del presidente, su política, al final, es vista como indiferente a las realidades de la vida de la gente.
P. Estamos viendo en directo la lucha entre la derecha y las distintas ultraderechas (Le Pen y Zemmour) en Francia por la hegemonía en el espacio político a ese lado de Macron. Pero, ¿cómo puede recomponerse la izquierda?
R. ¿Qué es la izquierda hoy en día? Es la Francia Insumisa, una izquierda radical, atenta a temas sociales y culturales, pero que tiene dimensiones radicales que asustan a algunos izquierdistas y una visión muy preocupante de la política internacional. Mélenchon ha sido durante mucho tiempo más bien favorable a Putin o a Chávez y Maduro en Venezuela, algo que no encaja con un alguien de izquierdas no radicalizado. Los ecologistas del Partido Verde han sido una gran decepción. Con el cuatro y pico por ciento, no ha capitalizado las expectativas y demandas culturales, sobre todo de la juventud. Un Partido Socialista descompuesto, un Partido Comunista casi moribundo. En resumen, todo esto es muy frágil, muy débil. Y la única dinámica fuerte está del lado de Jean-Luc Mélenchon. Para mí, la cuestión es muy sencilla: ¿podrá ser la Francia Insumisa el polo desde el que se produzca una reconstrucción? Para ello, debe ser menos radical y más socialdemócrata, aunque no haya que decirlo así en Francia. O bien la izquierda de la izquierda que representa Mélenchon es capaz de crear una dinámica de apertura o todo seguirá como hasta ahora, en crisis, con la radicalidad de unos y la disolución o casi desaparición de otros.
P. Tras el hundimiento de los partidos tradicionales, ¿es el macronismo la única opción para seguir conteniendo a la extrema derecha?
La política es algo que va muy rápido, que puede cambiar en un momento. Recuerdo que en 1997, cuando Jacques Chirac disolvió la Asamblea Nacional con mayoría y bien asentado en el poder, el Partido Socialista estaba moribundo y en pocas semanas reapareció como una fuerza poderosa. Yo me he arriesgado y mi libro ha salido el día después de las elecciones presidenciales. Tuve que convencer a mi editor diciéndole: estoy seguro de que será elegido. Pero fue un riesgo calculado, sobre esto no podemos saber nada.
Tras conocer su victoria en la segunda ronda de las elecciones presidenciales francesas, el presidente Emmanuel Macron dio un discurso breve para sus estándares, con la Torre Eiffel de fondo, en el que se mostró visiblemente emocionado. Tras cinco años de mandato plagado de crisis, desde los chalecos amarillos hasta la guerra en Ucrania y sin olvidar la pandemia, logró renovar su pacto con la ciudadanía y permanecer en el Palacio del Elíseo. No obstante, lo hizo gracias a los votos de una mayoría de electores del resto de candidatos que lo eligió por ser el mal menor, para hacer frente a la extrema derecha.