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El Shakhtar, la corona de un imperio roto: así escapa de la guerra un club de fútbol
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Tercera jornada Champions

El Shakhtar, la corona de un imperio roto: así escapa de la guerra un club de fútbol

El Real Madrid visita Kyiv para medirse, en la tercera jornada de la Champions League, al Shakhtar Donétsk, que desde hace siete años no juega en su estadio del Donbass

Foto: Los jugadores del Shakthar Donétsk celebran un gol. (EFE)
Los jugadores del Shakthar Donétsk celebran un gol. (EFE)

Todo ha cambiado mucho en la última década para el próximo rival del Real Madrid en la máxima competición continental, pese a que siga siendo un habitual en el bombo de la Champions League. El Shakhtar Donétsk, con la llegada del presidente Rinat Ajmétov en octubre 1996, empezó a crecer en la competición doméstica y a plantar cara al Dinamo de Kiev, absoluto dominador de los noventa en el fútbol ucraniano tras la caída de la URSS. Aunque su primera liga local llegó en 2002, fue poco después, tras la llegada al banquillo del mítico Mircea Lucescu, cuando la escuadra de Donétsk, en la región de Donbass, reinó y consiguió gran parte de los títulos futbolísticos de la antigua república soviética. El culmen de toda esta felicidad llegó en 2009, cuando ganaron la UEFA tras derrotar en la final al Werder Bremen de Mesut Özil. Era un equipo al que todo le salía bien, repleto de atacantes brasileños que hacían las delicias del público por su descaro sobre el césped. ¡Incluso Chigrinskiy parecía una mezcla de Beckenbauer y Puyol!

El crecimiento del equipo fue paralelo al de la ciudad. Ajmétov no solo invirtió en el equipo y en la construcción del moderno estadio Donbass Arena, también lo hizo en infraestructuras para la urbe, que se convirtió en un lugar moderno. Así se presentó al mundo en la Eurocopa de 2012, celebrada en Polonia y Ucrania, ya que fue sede de la competición. “La construcción de su magnífico estadio, sin parangón, me atrevería a decir, en el resto del espacio post-soviético, afianzó Donétsk en el mapa del fútbol internacional. El auge del Shakhtar y la ciudad fue la Eurocopa de 2012. Donétsk se hizo un lavado de cara para recibir a decenas de miles de aficionados, que aterrizaban en un aeropuerto nuevo y flamante y se alojaban en estupendos hoteles modernos”, relata Argemino Barro, colaborador de este periódico y autor del imprescindible 'Una historia de Rus' (La Huerta Grande, 2020), su personal crónica de la guerra acaecida en el este de Ucrania en 2014 y 2015, tamizada con un repaso de los eventos históricos más importantes acaecidos en la región del Donbass y Ucrania en época contemporánea.

Desde el inicio del citado conflicto bélico la realidad del Shakhtar se vio lógicamente alterada. Pese a haber ganado cuatro Premier League ucranianas desde entonces, el equipo tuvo que salir de la zona en guerra y, en la actualidad, tiene su base logística en Kyiv, la capital del país, donde disputa sus encuentros como local, aunque también ha jugado, desde que empezó su exilio, en ciudades como Járkiv o Lviv. Hace más de siete años que el balón no rueda por el césped del Donbass Arena que, durante la contienda, pasó a convertirse en un improvisado campamento de emergencia. Y nadie espera que el estadio vuelva a acoger un partido de fútbol en los próximos tiempos. Mientras tanto, el Shakhtar recibe a Carlo Ancelotti y sus pupilos en el estadio Olímpico de Kiev, en la tercera jornada de la fase de grupos de la Champions.

placeholder El Olímpico de Kiev, después de que el Madrid ganara su tercera Champions. (EFE)
El Olímpico de Kiev, después de que el Madrid ganara su tercera Champions. (EFE)

La triste realidad de la guerra

El citado aeropuerto de Donétsk era un motivo de orgullo para los habitantes del Donbass y toda Ucrania, símbolo de la apertura que la ciudad había experimentado en los últimos tiempos. En el año 2013, Julia S. acudió a la terminal para tomar un vuelo con destino Barajas, ya que vino a Madrid a realizar un máster, pues se había graduado para ser profesora de Lengua y especializado en Traducción, ejerciendo como docente en la Universidad Nacional de Donétsk, su ciudad natal. No podía imaginar que esta sería la última vez que vería a sus padres en persona. Desde entonces no ha podido regresar, aunque confiesa que sueña con volver a la ciudad en la que creció y se formó, aunque sabe que nunca será lo mismo.

Julia fue testigo del florecimiento que experimentó la ciudad minera en poco tiempo, coincidiendo con la inversión de Ajmétov. Pasó de ser una típica localidad obrera y humilde, a una urbe moderna y estética: “Donétsk germinó y pasó a ser muy bonita, se crearon rascacielos, modernos sitios de restauración y otras infraestructuras. Era un lugar muy agradable, un sitio fantástico para vivir”, recuerda Julia S. con nostalgia. Su implicación con el equipo local era muy grande. Además de aficionada, fue seleccionada para trabajos esporádicos con el Shakhtar. En 2004 ejerció como traductora para la prensa, colaborando con algunos jugadores no ucranianos recién llegados al club, especialmente, con un jovencísimo Fernandinho. “No era un trabajo fijo, me llamaban para traducir cuando tenía entrevistas o para ayudar en la traducción a los jóvenes brasileños que ficharon”, recuerda.

placeholder Imagen de un monumento de la Segunda Guerra Mundial, dañado por el último conflicto bélico en Donetsk. (Reuters)
Imagen de un monumento de la Segunda Guerra Mundial, dañado por el último conflicto bélico en Donetsk. (Reuters)

Un año más tarde, el club volvió a contactar con ella, concretamente el encargado del departamento jurídico, por lo que volvió a colaborar con el equipo. Este último, ya fuera de la disciplina del Shakhtar, volvió a confiar en Julia y la fichó para su empresa, con la que ha trabajado desde entonces y se ha especializado en derecho deportivo: “Este último trabajo ha sido el que me permitió venir a Madrid y luego vivir aquí, pero el Shakhtar fue un trampolín para mi faceta laboral, guardo un gran recuerdo”. Fueron años inusitadamente alegres para la traductora. Tampoco olvida el verano de 2012, cuando trabajó para la selección española y su 'staff' durante la Eurocopa. Lo hizo cuando los de Vicente del Bosque se hospedaron en Donétsk, antes del partido de cuartos de final contra Francia. España arrasó al combinado galo con un doblete de Xabi Alonso, y Julia volvió feliz a casa con numerosos regalos para su padre, hincha acérrimo del FC Barcelona además del propio Shakhtar—.

Dos años después no quedaba nada de este oasis. La fiesta terminó de una manera cruenta e inesperada, con la llegada de la guerra al Donbass, y el inicio de las hostilidades en el espectacular aeropuerto. Pero se ha de retroceder unos meses atrás, a noviembre de 2013. Estudiantes y activistas se reúnen, de modo inicialmente pacífico, en la plaza de la Independencia de Kyiv, clamando contra la corrupción y el giro antieuropeísta del presidente del país, Víktor Yanukóvich, que había estrechado lazos con Rusia. Las fuerzas de seguridad cargaron con dureza contra los manifestantes, y a la plaza se fueron sumando miembros de grupos de extrema derecha, por lo que la violencia no dejó de crecer. El Euromaidán, como se conoce al movimiento surgido en la plaza central de la capital, concluyó en febrero de 2014 con numerosas muertes y la huida del presidente Yanukóvich del país. Una mala noticia para Vladimir Putin, que no tarda en devolver el golpe: en marzo, tropas prorrusas entran y toman las principales urbes de la región de Crimea y, tras un referéndum ilegal preparado en diez días, Rusia se anexiona esta zona.

placeholder Imagen de una protesta de manifestantes prorrusos. (Reuters)
Imagen de una protesta de manifestantes prorrusos. (Reuters)

Con la primavera la guerra se traslada al Este de Ucrania, a la región del Donbass. Es una zona propicia para Putin, ya que buena parte de los habitantes de esta zona —que otrora producía el 87% del carbón en la época imperial rusa, como señala Barro en ' Una historia de Rus'— renegaba de lo ocurrido en Kyiv y miraba a Rusia con esperanza. Mientras la contienda empieza a tomar forma, la propaganda orquestada por Putin funciona de manera escandalosa y efectiva. “Rusia presenta a Europa como una catarsis de la homosexualidad fascista —sí, esas dos cosas van juntas en la propaganda—, por lo que Europa es vista como lugar de sodomía continua llena de neonazis. Es una población bastante envejecida la del Donbass, que obtiene la información en los canales estatales rusos, por lo que los dos enemigos, homosexualidad y nazismo, hicieron el combo perfecto”, explica Ricardo Marquina, periodista y documentalista, autor del excelente 'Ucrania: El año del caos' (2015), que puede verse en YouTube.

Barro también incide en la relevancia que la propaganda juega. Estuvo en el este ucraniano en los compases iniciales de la guerra, y nunca podrá olvidar algunas de las escenas que vivió como periodista, como la primera vez que vio la violencia, a punto de ser atacado por un enmascarado prorruso. Junto al periodista bielorruso Pavel Sheremet —posteriormente asesinado con un coche bomba— visitó al Batallón Donbass, en un campamento militar a las afueras de Kyiv. Pudo charlar con el líder y con algunos integrantes de esta unidad militar del bando ucraniano: “Vi a señores de mediana edad rodando por la hierba con metralletas invisibles en las manos. Había un español en sus filas. Había también uno que parecía un bárbaro, con la mandíbula cuadrada, la cara curtida, cicatrices, y que decía unas palabrotas impresionantes. Algunos me querían contar su historia porque sospechaban, creo, que iban a morir. Era como si quisieran hacer una confesión o algo así”, atestigua Barro.

La declaración unilateral de independencia

Al igual que el llevado a cabo en Crimea, en los territorios de Donétsk y Lugansk —ambos en el Donbass— se lleva a cabo un referéndum para separarse de Ucrania que no cumple ningún mínimo estándar democrático. Tras esto, ambas regiones declaran su independencia de forma unilateral e ilegal, y se constituye la República Popular de Donétsk y la de Lugansk que, en la actualidad, no son reconocidas por ningún país. “Nadie en el mundo democrático reconocerá estos territorios como independientes o como parte integrante de la Federación Rusia. De facto, van a ser territorios subsidiarios y su población se va a reducir a pensionistas. La mano de obra sea va, ya sea a Rusia o a Ucrania”, asegura Marquina.

Foto: El encuentro sobre Crimea, organizado por Ucrania (EFE)

En febrero de 2015 se firman los acuerdos de Minsk, el alto el fuego entre las posiciones ucranianas y prorrusas. En ese momento, toda la región del Donbass, y Donétsk en particular, era un lugar fantasma. El número de muertos era inmenso y, en la actualidad, la normalidad prebélica está muy lejos de alcanzarse. "La situación sigue más o menos congelada, con enfrentamientos esporádicos y un goteo lento pero constante de muertes. Además Rusia ha dado algunos pasos para reforzar aún más su control político de Donétsk y Lugansk. No solo ha repartido 650.000 pasaportes rusos entre los habitantes de estas regiones, sino que el pasado septiembre cerca de 110.000 de estos nuevos ciudadanos rusos votaron en las elecciones legislativas de Rusia", afirma Barro.

"Dicen que la guerra les quitó la infancia, y no quieren que otra les quite la vejez"

Julia S. también es consciente de que el idílico pasado nunca regresará. A los problemas burocráticos que ha tenido siempre que ha intentado retornar a su patria, se suma el miedo por la situación que aún se vive en el Donbass. Los años 2014 y 2015 fueron años muy duros para la traductora. Solo podía ver a sus padres por videollamada, siempre que la conexión no se cortaba, escuchando los bombardeos de fondo. Sufrió numerosos ataques de pánico y de ansiedad. Para su suerte, sus padres consiguieron escapar de la autoproclamada y no reconocida república, y residen, como refugiados, en otra ciudad ucraniana, lejos de donde estalló el conflicto, dejando toda una vida tras de sí. Pero no todos sus familiares cortaron con sus raíces. "Mis abuelos viven en el Donbass, en una población pequeña, ellos no han querido irse. Dicen que una guerra les quitó la infancia, y no quieren que otra les quite la vejez, y entonces han decidido quedarse. Siempre me preguntan cuándo voy a ir, y no le puedo decir exactamente que yo no puedo ir, viven con la idea de que en cualquier momento puedo llegar. Les digo que pronto, pero dudo mucho que lo pueda hacer", explica la traductora.

Son muchos los que, como los padres de Julia, han abandonado la zona este de Ucrania desde que el conflicto estalló, hasta cerca de un millón y medio de habitantes, en torno a un tercio de la población. La perspectiva es muy gris para los que se han quedado, como cree Marquina, quien ha visitado varias veces los territorios ocupados desde la firma del armisticio: “Mucha de la gente trabajadora se ha ido. La situación económica es muy mala y es un lugar nada atractivo para comenzar un negocio o una familia. Mucho han de cambiar las cosas para que vuelva a ser la región próspera de antes de la guerra”, asegura el documentalista. Similar opinión tiene Rubén Ruiz Ramas, profesor de la UNED y especialista en el mundo post-soviético, autor y coordinador de un volumen colectivo que explica, con gran detalle e interés, estos turbulentos años en el país: 'Ucrania: de la revolución del Maidán a la guerra del Donbass' (Ediciones Comunicación Social, 2020): “A día de hoy, es más probable una congelación del conflicto que alargue el actual 'statu quo' que una reactivación sin cuartel de la guerra. Kiev sabe que una ofensiva para tomar el Donbass por la fuerza enfrentaría una reacción rusa ante la que no tiene capacidad de respuesta. Y a Rusia le interesa más mantener su influencia sobre una región 'de iure' ucraniana que un hipotético escenario de contienda bélica que no dejase otra solución que la anexión”, confiesa. En el ámbito artístico, el director de cine Sergei Loznitsa ha mostrado muy bien las escaramuzas de la guerra y su sinsentido en una película como 'Donbass' (2018).

placeholder Partido de Champions de esta temporada. (Reuters)
Partido de Champions de esta temporada. (Reuters)

De todo ello se deduce que, muy probablemente, el Shakhtar seguirá jugando sus partidos como local lejos de la región minera durante mucho tiempo. Los miembros de la plantilla, del cuerpo técnico y los trabajadores del club, como la población civil del Donbass, no fueron ajenos a los cambios que trajo la guerra. Por supuesto, la triste realidad también afectó al enigmático presidente del club.

La intrigante figura de Rinat Ajmétov

A Abraham Campomar la vida le llevó a Ucrania hace varios lustros, y lleva vinculado al balompié en el país del Este desde antes que estallase la guerra de 2014. Actualmente, trabaja como analista principal de la Selección de Ucrania, y atiende amablemente a El Confidencial en plena concentración del club, inmerso en los partidos de clasificación para el Mundial de Catar de 2022. Reside en Kyiv, donde también vivió el Maidán y la guerra del Donbass: “Fue una época muy difícil. No se sabía que iba a ocurrir en Kyiv, se hablaba de que se podía tomar. Fue un momento delicado. Desde aquí sentimos el colapso económico y el estado de alerta, aunque no es lo mismo que lo que tuvo que sentir la gente del Donbass”, relata el analista.

Campomar ha escuchado numerosos relatos de personas que sufrieron el conflicto en la región minera, ya que trabajó durante dos años, desde 2018 hasta el pasado año, en la Academia del Shakhtar, con sede ya en Kyiv. “La parte más ucraniana de la plantilla es la que más sufre no estar en Donetsk. Para ellos, la región era incluso más importante que el país. El cambio supuso un golpe, contaban historias muy duras de la guerra en el Donbass”, explica. Su función en la academia del Shakhtar, en un primer momento, fue servir como traductor y asistente del entrenador Sub-19, Andrés Carrasco, y después trabajó como asistente del director de la propia academia del club ucraniano, Jorge Raffo —actualmente en el Elche—. De su día a día recuerda lo importante que era transmitir a los jugadores cuáles eran las raíces y la esencia del equipo, mostrar de dónde procedía el club y ofrecer tranquilidad y seguridad a los que formaban la familia del Shakhtar.

Una de las personas que han querido generar la sensación de calma y tranquilidad pese a todo, según Campomar, es el presidente Ajmétov. Tras el inicio de la guerra, su presencia ha decrecido notablemente, siendo un personaje al que rodea cierta aura de misterio. Muchos lo han llegado a acusar de borrarse del mapa, como si se hubiese escondido en una mina de la región del este. El analista lo defiende: “Nunca apoyó lo sucedido, para él fue un sufrimiento que no se haya reconducido la situación, e hizo la promesa de que no volvería al estadio hasta que se jugase en el Donbass Arena. Es algo difícil. No quiere romper su promesa, y eso no quiere decir que haya desaparecido. Él ha estado en celebraciones internas del club o aparece en las presentaciones de los entrenadores. Sigue involucrado, pero esperando que todo se reconduzca”.

placeholder Rinat Ajmetov, presidente del Shakthar Donétsk, celebra con el trofeo la victoria de su equipo ante el Werder Bremen en la final de la UEFA. (Reuters)
Rinat Ajmetov, presidente del Shakthar Donétsk, celebra con el trofeo la victoria de su equipo ante el Werder Bremen en la final de la UEFA. (Reuters)

Rinat Ajmétov heredó el Shakhtar Donétsk de Ajat Bragin, más conocido como 'el Griego', considerado capo de la mafia de la ciudad en los noventa y que fue asesinado, en 1995, en extrañas circunstancias, como cuenta Barro en 'Una historia de Rus'. Su llegada al club supuso el crecimiento rápido del equipo, pero también de la ciudad. Un ascenso meteórico que no estuvo exento de polémica, pues pronto se alió con Víktor Yanukóvich, futuro presidente del país y huido tras lo acaecido en el Maidán. Ajmétov, prácticamente, se convirtió en el mecenas del líder del Partido de las Regiones. Mientras tanto, su economía no dejaba de crecer, y se convirtió en el hombre más rico de Ucrania. “Si uno quería prosperar en Donétsk, en el campo que fuera, se iba a dar de bruces con el imperio de Ajmétov. Y la corona del imperio, su lavadero de imagen, era el Shakhtar. Es un claro ejemplo de 'panem et circenses' romano. Y Ajmétov, claro, sería el emperador”, afirma Barro.

Pero ¿qué pasó con Ajmétov tras la huida de su socio Yanukóvich y la llegada de la guerra a la región que reinaba? Desde entonces, el misterio rodea su persona. Barro asegura que, aunque se podía pensar que podía apoyar en un primer momento la sublevación prorrusa, el magnate pareció pronto ponerse del lado de la unidad de Ucrania, y las milicias separatistas ocuparon sus fábricas en el Donbass. Ruiz Ramas, por su parte, cree que el presidente del Shakhtar se vio obligado a cambiar de bando: “Ajmétov y otros miembros de la oligarquía en Donétsk intentaron extraer de Kyiv una federalización que les permitiera preservar su influencia a cambio de neutralizar las protestas contra el nuevo gobierno de Ucrania. Permitieron las ocupaciones de edificios, manteniendo a la policía pasiva. La llegada de ultranacionalistas rusos armados desde el otro lado de la frontera provocó que perdieran el control de la rebelión, e intentaron recular. Era demasiado tarde, y ya solo quedó negociar el mantenimiento de la actividad de sus empresas en la zona bajo control rebelde”, opina el investigador.

Un partido ofensivo contra el Real Madrid

En una secuencia del documental 'The Other Chelsea. A Story from Donétsk' (2010), dirigido por el alemán Jakob Preuss, se observa la masiva celebración en la ciudad minera tras la consecución de la UEFA del año 2009. En el guateque no faltan Ajmétov ni su cercano Yanukóvich. Micrófono en mano, el que será presidente ucraniano a partir de 2010, alienta a las masas con soflamas en las que relaciona al equipo con la región y su orgullo proletario. Para Ruiz Ramas y Barro, no cabe duda que el Shakhtar se convirtió en una herramienta de 'soft power' para ofrecer una imagen más moderna y dinámica de la región, como también muestra el referido documental. “A menudo existe un vínculo entre el deporte, la política y los negocios, especialmente en las regiones en las que el Estado de derecho no está muy asentado. El prestigio y el éxito son buenos para los políticos. Para Ajmétov también era un campo de juego, ya que es un feroz patriota local y quería hacer que su ciudad fuera conocida en todo el mundo. Desgraciadamente, ha sido la guerra la que lo ha logrado, incluso más que el equipo”, explica el cineasta Preuss, agradecido por el interés que su documental continúa suscitando una década después.

Más allá de esto, lo cierto es que, en la era Ajmétov, el Shakhtar es el equipo más laureado de Ucrania, con éxitos internacionales y grandes victorias en Europa ante equipos como el FC Barcelona, Arsenal o Real Madrid. Contra estos últimos ya se enfrentaron el pasado curso, también en la fase de grupos, y consiguieron vencer tanto en Kyiv como en Valdebebas, lo que supuso una auténtica campanada. Este año se prevén partidos diferentes. No solo porque habrá público en las gradas, lo que imposibilitó la pandemia el otoño pasado, sino porque se espera un conjunto ucraniano mucho más díscolo: “De Zerbi va a plantear un partido ofensivo, y será muy abierto, con muchos espacios. El Madrid va a tener más posibilidades ante la portería rival que el año pasado, pero también tendrá que estar más atento en defensa”, piensa Campomar.

Tanto Real Madrid como Shakhtar Donétsk llegan necesitados al choque de este martes. Ambos han pinchado contra la presumible cenicienta del grupo, el sorprendente Sheriff Tiraspol, y el equipo que no sume los tres puntos quedará muy tocado. El periodista deportivo Sergio Vázquez ha narrado en distintas ocasiones al cuadro ucraniano: “El punto fuerte del equipo es el gen y el estilo que quiere imprimirle De Zerbi. Está consiguiendo encajar poco, y dejó la puerta a cero contra el Inter y el Dinamo. Tiene que complementar eso con el fútbol ofensivo que busca De Zerbi. Traoré estaba siendo el mejor antes de la lesión, así que tendrá que confiar en el joven Pedrinho y el veterano Marlos”, asegura el redactor de la revista 'Panenka'.

placeholder Shakhtar Donétsk y Real Madrid, en su último enfrentamiento. (Reuters)
Shakhtar Donétsk y Real Madrid, en su último enfrentamiento. (Reuters)

Los de Ancelotti son los favoritos sobre el papel, pero los últimos resultados han dejado varias dudas en el plantel madrileño. Además, el antecedente del pasado curso es suficiente amenaza como para no mostrar una mínima relajación si se quiere conseguir los tres puntos en el estadio nacional de la capital ucraniana. “El Real Madrid es superior, pero el Shakhtar puede ponerle en problemas. De Zerbi es atrevido y va a jugar igual contra el Madrid que contra el colista de la liga ucraniana”, añade Vázquez.

Lo que parece seguro es que, gane quien gane, en el palco no se verá a Ajmétov, y que no hay mucho que celebrar pese a cumplirse sus bodas de plata al frente del club. También faltarán numerosos hinchas de la orgullosa región minera, atrapados en un limbo espacial sin futuro, donde el tiempo parece congelado desde hace seis años. Queda mucho, presumiblemente, para que el balón vuelva a rodar en el Donbass Arena. Ocurra eso o no, el Shakhtar tratará de hacer olvidar la realidad, aunque sea momentáneamente, con goles y victorias.

Todo ha cambiado mucho en la última década para el próximo rival del Real Madrid en la máxima competición continental, pese a que siga siendo un habitual en el bombo de la Champions League. El Shakhtar Donétsk, con la llegada del presidente Rinat Ajmétov en octubre 1996, empezó a crecer en la competición doméstica y a plantar cara al Dinamo de Kiev, absoluto dominador de los noventa en el fútbol ucraniano tras la caída de la URSS. Aunque su primera liga local llegó en 2002, fue poco después, tras la llegada al banquillo del mítico Mircea Lucescu, cuando la escuadra de Donétsk, en la región de Donbass, reinó y consiguió gran parte de los títulos futbolísticos de la antigua república soviética. El culmen de toda esta felicidad llegó en 2009, cuando ganaron la UEFA tras derrotar en la final al Werder Bremen de Mesut Özil. Era un equipo al que todo le salía bien, repleto de atacantes brasileños que hacían las delicias del público por su descaro sobre el césped. ¡Incluso Chigrinskiy parecía una mezcla de Beckenbauer y Puyol!

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