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Apuestas, bicis de acero y premios millonarios: sobre el 'keirin' japonés
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Marcos Pereda

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Apuestas, bicis de acero y premios millonarios: sobre el 'keirin' japonés

El 'keirin' es prácticamente una religión en Japón, un país donde, para competir, debes de pasar por la universidad, tal y como confirman a El Confidencial dos leyendas españolas

Foto: El 'keirin', una modalidad ciclista muy extendida. (Paul Keller)
El 'keirin', una modalidad ciclista muy extendida. (Paul Keller)

Nueve ciclistas. Cada uno, vestido con color distinto. Blanco, negro, rojo, azul, amarillo, verde, naranja, rosa, lila. Número en las mangas, en la espalda, en el casco. Sobre un velódromo, un velódromo al aire libre. Y gente, mucha gente. Gente que se está volviendo loca. Es el keirin, amigos, las bicicletas que levantan pasiones en Japón y son casi desconocidas más allá de los tifones y los kappas... Pero dejen, dejen que les cuente cosas. José Antonio Escuredo ha sido medallista olímpico, mundial, de Europa. Campeón de España una treintena de veces. Pistard poderoso, espalda como para descargar buques y corredor en este especialísimo keirin japonés, uno de los primeros gaijin, que es como se dice a los extranjeros en esta disciplina.

"Yo estuve tres años allí... 2005, 2006 y 2007. Era por invitación, iban los nueve mejores del mundo y solo podías ir tres años seguidos, después tenías que descansar al menos otro antes de volver. El primero en ir fue Villanueva. Querían que los japoneses evolucionaran, así que llevaban a gente de fuera, pero a veces cerraban la mano para favorecer a los suyos, eso sí", explica.

El keirin japonés surge allá por 1948. Fue en la ciudad de Kitakyushu y buscaba recaudar dinero con los impuestos de apuestas y boletos. Una especie de quiniela hípica, solo que no se podían usar caballos para tales menesteres, por aquello de la posguerra, el hambre, el país con muchos espacios en ruinas. Así que imitaron lo de los hipódromos con bicis y chiflados que se embalan por encima de setenta kilómetros por hora. Aun hoy, el keirin es uno de los cuatro deportes japoneses en los que está permitido apostar. Los otros son las carreras de caballos (keiba), las de motocicletas (Oto Resu) y las de hidroplanos (Kyotei).

Las bicis mueven, anualmente, por encima de los diez mil millones de euros solo en este tipo de juegos. Pero, además, las apuestas son cosa seria, obsesiva. Metrónomas, cartesianas, el sueño de cualquier friki de los datos. Quien lo desee, recibe una hoja con las estadísticas de cada ciclista, casi una sábana llena de números y kanjis... el porcentaje de victorias, de podios, la táctica que utiliza normalmente, la ratio de éxitos y derrotas... Incluso el grupo sanguíneo y el signo zodiacal. Todo es importante cuando se trata de arriesgar dinero confiando en personas que no conoces.

Foto: Abraham Olano nunca llegó al nivel de Indurain. (Getty Images)

Aquí la gran leyenda es Koichi Nakano, que practicaba keirin y también salía de Japón para hacer sus pinitos en Mundiales y similar. Era bastante bueno también allende los mares. Diez veces consecutivas campeón del mundo, vaya, entre 1977 y 1986, siempre velocidad individual. Tiene reconocimiento internacional pese a no ser el más ganador de siempre en la disciplina nipona. Ese puesto corresponde a Katsuaki Matsumoto, que llegó a sumar 1.300 victorias.

Cuentan que Nakano se quedó por las 800 o así... Ojo, llegar no es fácil, porque debes hacerlo a través de la Escuela Japonesa de Keirin. "Tú no vas allí y compites, ya puedes ser campeón olímpico que debes ir a la Escuela. Hay una Escuela de Keirin igual que hay una Escuela de Sumo, la nuestra está en medio de la montaña, ahí perdida", sigue Escuredo. La Nihon Keirin Gekk, o Escuela Japonesa de Keirin, está en la cima del monte en Shuzenji, una localidad a dos horas de Tokio.

Tiene cuatro velódromos abiertos las veinticuatro horas del día, un circuito de diez kilómetros por carretera, gimnasios, cuartos enormes repletos de rodillos, una tienda de bicis... todo lo que usted pueda imaginar en un centro así. Tiene, también, algo que es pesadilla entre árboles, una recta de asfalto que llanea durante 120 metros, afronta ochenta a 35 grados de pendiente, y desemboca en otro llanito. Hacer, repetir, volver a repetir, con un único desarrollo pensado para la pista. La clave es revolucionar las piernas al máximo durante el comienzo simpaticote y luego dejar que tus pulmones ardan, que tus piernas se bloqueen. Muchos terminan en el suelo, incapaces de dar una pedalada más. Los otros, descienden ese muro con una bici sin frenos.

Esta Nihon Keirin Gekko fue fundada en 1950 y solo acepta a uno de cada diez aspirantes, hasta sumar sobre los noventa. Primero, superas una prueba inicial a contrarreloj. Hay eliminatorias por los cinco distritos del país y los mínimos exigidos varían, porque las condiciones son también distintas. En los primeros años del keirin, tenías que bajar de los setenta y tres segundos para superar el test. Después, llega el siguiente paso. Otra vez la crono de un kilómetro, seguida de un esprint de doscientos metros, seguida de una prueba escrita, una entrevista y una exposición oral. Vamos, como unas oposiciones. Quienes logren sobreponerse a todo esto, entrarán en estricto régimen de entrenamientos que incluyen sus buenas quince horas diarias.

"Nosotras también estábamos en la Escuela, claro", me dice Helena. Helena es Helena Casas. Tres medallas europeas, olímpica en Río de Janeiro. Y con paso, también, por Japón, año 2014. "Me invitaron porque les gustó mi forma de competir, me dijeron que era valiente. La primera vez que corrieron féminas internacionales en el keirin fue en 2012, invitaban a dos para que el nivel de las japonesas subiera, es lo mismo que habían hecho con los chicos. Yo estuve un mes y medio, por mayo o así. Nos llevaron a la Escuela de Keirin, íbamos a clase y nos examinábamos. Teoría y práctica. La práctica era desmontar una bicicleta y volver a montarla en un tiempo determinado y siguiendo los pasos que ellos tenían preestablecidos. Estaba muy chulo", ríe.

Me surge una duda. La sociedad japonesa, tan especialista, tan diferente. Demasiadas pelis y animes en mi psique. Pregunto a Helena. Que cómo era, que si tenían condiciones distintas por ser mujeres. "La organización nos trataba bien, pero dentro del ambiente sí veías diferencias. Si coincidías con chicos durante la competición, las habitaciones de hombres y mujeres estaban en plantas distintas. Y, aunque comíamos en el mismo comedor, no podíamos compartir mesa. Pero, quitando esas cosas, el trato era muy bueno, con mucho respeto".

"Las habitaciones de hombres y mujeres estaban en plantas distintas. Y, aunque comíamos en el mismo comedor, no podíamos compartir mesa"

Así que volvamos a las bicis. Al tema de la mecánica, muy particular. Piensen en Japón: alta tecnología y tradiciones milenarias. Aquí prima lo segundo. Me cuenta José Antonio que "todas las bicicletas son prácticamente iguales, no puedes llevar carbono. Nada, son bicis de acero y con radios, como hace cincuenta años en la pista. Hay un protocolo con las bicis, las medidas, hasta el último dato. Incluso tienes que llevar pedales con rastral, el antiguo. A mí hasta me costó encontrarlos, porque ya no vendían".

Y sigue con la Nihon Keirin Gekko. "Para los japoneses, esa escuela dura un año. Con nosotros, la cosa era de quince o veinte días. Exámenes y todo, ¿eh? Llegas allí, te ponen a tu traductor personal y básicamente aprendes la normativa del keirin japonés, que es totalmente distinta a la occidental. Haces simulaciones de carreras, estudias los videos y te van corrigiendo, hay mucha teoría sobre reglamentación, mecánica de la bici, te hacen unas pruebas físicas... Se supone que todos aprobamos y ya empiezan las competiciones".

El objetivo es prepararte para las carreras de keirin, que son una mezcla de ciclismo tras moto (durante varios giros al velódromo) y esprint (una vez que el guía abandona la pista, a una o dos vueltas del final). A falta de vuelta y media, se empieza a tocar un gong, cada vez de forma más continuada, hasta el repique definitivo cuando reste solo un óvalo. Y, a partir de ahí... el acabose. Tácticas, volattas y valentía. Vale, a ver, cómo explicarles esto.

Todas las bicicletas son iguales, no puedes llevar carbono. Nada, son bicis de acero y con radios, como hace cincuenta años en la pista

Dorsal, maillot y casco a juego. Los números uno, dos y tres están reservados para los favoritos y visten con los colores blanco, negro y rojo. Los demás tienen distintas combinaciones cromáticas e indican a quienes pasan por allí que resultan apuesta de riesgo. Hay tres tipos de ciclistas en el keirin, dependiendo de su estilo. El senko es el más poderoso, alguien con la suficiente fuerza como para liderar el grupo durante toda la última vuelta y que sea imposible adelantarlo. Luego viene el makuri, que ataca en la curva final. Y, por último, el oikomi, esprínter clásico que usa su reprís en la recta definitiva. Antes de la competición debes confesar qué táctica tienes en mente, cómo afrontas el asunto para obtener la victoria. Todos saben dónde piensa hacer el otro arrancada o esprint. Guerra de nervios, de estrategia. Más pólvora para los apostantes, que están totalmente al margen de los atletas.

"Te hacen el zenken, que es una revisión de la bici, y ahí ya te aíslan", dice Escuredo. "Tras el zenken, entregas todo lo que te pueda comunicar con el exterior, los móviles, todo. Y estás cuatro días así. El del zenken y los tres de competencia, que corres en cada uno de ellos. Dependiendo de tu clasificación, vas pasando a una manga u otra, pero corres cada jornada. Sin contacto con el exterior, eh. Yo tengo una anécdota y es que el día antes de una final me puse con un dolor de muelas horrible, que no podía ni dormir, y para ir al médico no veas qué de problemas... Me escoltaron dos personas de la organización y mi traductor, los tres allí. Casualmente, ese día gané la carrera. De todas formas, creo que esto se ha relajado un poco, te hablo de mis años".

La palabra keirin significa anillo, pero también batalla (allí las grafías pueden ser dobles) y nunca hubo más acertada denominación, porque hablamos de algo salvaje, duelo de samuráis más que esprint en bici. Cabezazos, hombros, roces por doquier... El keirin es más deporte de contacto que una modalidad ciclista. Ojo, no era fácil, lo de ganar. "Los japoneses son muy buenos allí. Tienen una gran cantidad de corredores, son un gigante dormido", comenta Juan Antonio.

Foto: Partido de la NFL. Foto: Matthew Emmons-USA TODAY Sports

"Lo que pasa es que correr en Japón es un poco diferente, son muy duros, tienen mucha habilidad, meten más codos, te enganchan con la cabeza y te sacan fuera. Y los velódromos son distintos, sin casi peralte, muy largos y descubiertos. De hecho, corríamos con lluvia, mi primer keirin fue bajo agua. Van recubiertos con un material que agarra divinamente, se compite incluso nevando. Pero con la peligrosidad del keirin, en esas condiciones... Con lluvia cobrábamos más, por el aumento del riesgo".

Helena apostilla. "Hay diferencias al correr, sí, un poco. Más contacto, pero también por eso puedes llevar protecciones". ¿Protecciones? Pregunto por eso. "Sí, hombreras de plástico, podías llevar protecciones acolchadas por todo el cuerpo, el casco también era un poco más grande. También corríamos con agua, así que era necesario. Piensa que los botines, por ejemplo, tenías que llevar los mismos toda la temporada, no podías cambiar de unos a otros dependiendo de las condiciones".

Y, ¿los desarrollos? "Pues lo normal", me dice Escuredo, "un 48x14, un 49x14. Al final del último año, ya se metía más, yo llevé 51x13. A día de hoy, sigue siendo poquísimo. Pero antes pensábamos que mejorabas a través de la cadencia, hoy está demostrado que es por la fuerza. Ahora se corre con 60x12, barbaridades de esas".

Esa mezcla entre estética deportiva, velocidad alocada y gangsterismo salvaje hace del 'keirin' objeto para plasmarlo en pelis, libros y mangas

La gracia del keirin (una ellas, la preferida para los japoneses) son las apuestas. Bueno, eso y que los japoneses se vuelven locos con el asunto. Hay distintas formas de apostar, dependiendo de si aciertas los dos primeros en su orden (nishatan), en orden cruzado (nishafuku), si lo haces con tres (sanrenpuku), o si aciertas el ganador de las siete últimas carreras de cada día (Dokanto! 7). ¿Resultados? Pues millones y millones de monedas gordas.

Piensen que hay unos cuatro mil profesionales del keirin en Japón y que existe un canal televisivo que solo emite keirin. ¿Resultado adicional? Que los malos buscan el control de todo este rollo. Vamos, que hubo yakuza, dicen, mucha yakuza. ¿Resultado adicional segundo? Esa mezcla entre estética deportiva, velocidad alocada y gangsterismo salvaje hace del keirin objeto ideal para plasmarlo en pelis, libros y mangas. Vamos, que no es azaroso cuando el personaje de Takeshi en El verano de Kikujiro se gasta todo su dinero en un óvalo al primer día...

Lo que decíamos del aislamiento es, precisamente, por esas apuestas, para que no haya tentaciones, para que nadie dude de la competitividad real. La cosa llega hasta extremos que pueden sorprender: las ventanas de los velódromos son opacas, así que nadie en el exterior pueda recibir señal alguna. "El estar incomunicados... Ni siquiera es porque te compren", cuenta Helena, "sino para que no mandes mensajes diciendo que alguien está lesionado o similar. Está todo controladísimo".

Las ventanas de los velódromos son opacas, así que nadie en el exterior puede recibir señal ni mandar mensajes. Está todo controlado

Y es que el keirin mueve dinero. Mucho dinero. Muchísimo. "Bufff, una barbaridad, era exagerado. Piensa que había cincuenta velódromos en Japón y cada fin de semana tenían carreras, hay corredores de primera categoría, de segunda, de tercera...", cuenta Escuredo. Y continúa. "Hay una carrera, el Gran Premio, que la corren solo los primeros del ranking durante el año, y esa tenía de recompensa un millón de dólares para el ganador. Luego hay otras de doscientos mil, de ciento cincuenta mil, y en las normales igual te ganas quince mil euros o así.

Es mucho más lucrativo que la pista aquí, no hay ni punto de comparación". Y... ¿para las chicas, Helena? "Creo que se cobraba lo mismo, si no fuera así me parecería muy mal, ¿no?", me cuenta. Yo quedo callado, sonrío a través del teléfono; ella queda callada, sonríe a través del teléfono. "Es verdad", continúa, "solo con la historia de los Juegos Olímpicos, que hasta 2012 no se corrían las mismas pruebas masculinas y femeninas pues...", tampoco nos hubiese extrañado ver diferencias, concluyo la frase.

Y con todas esas apuestas, con todo ese dinero... oye, José Antonio, ¿a ti alguna vez se te acercó alguien así, trajeado, con tatuajes, con pinta de Kitano en sus pelis sobre la yakuza? Ríe. "No, no... pero sí había pasado antes. Los yakuzas habían querido meter la cabeza ahí, según me dijeron. Y por eso el aislamiento, estabas muy controlado, en las carreras era imposible que nadie contactara contigo. Sí sé que hubo algunas cosas en años anteriores, con algún alemán, y hasta tuvo que intervenir la policía, hubo lío. Pero yo personalmente no me lo encontré".

placeholder Helena Casas, en una prueba de 'keirin'. (EFE/EPA/Anthony Anex)
Helena Casas, en una prueba de 'keirin'. (EFE/EPA/Anthony Anex)

Así que enormes premios, un deporte de rascar, esfuerzos intensísimos, la gloria (y la pasta) tan cerca. Emociones, pero sin pasarse, porque los japoneses son así. "Nos avisaron que, si ganábamos, no lo celebrásemos", me cuenta Helena. Discreción nipona y algo más. "Es por respeto a quienes apuestan, igual alguien perdió mucho dinero, o se había arruinado. No podías celebrar, tampoco las japonesas. Unas veces te tocaba a ti y, otras veces, a las rivales". Pero continúa. "Luego, los aficionados eran muy detallistas, te traían regalos". Cuenta, cuenta, que me interesan estas minucias.

Y continúa. "Pues dulces, también cosas más personales, fotos, asuntos que ellos hayan hecho. Si has dicho en una entrevista que te gustan los dibujos de, no sé, Doraemon, luego te llevan calcetines de eso, o si se enteran que coleccionas algo te regalan una pieza... cosas así".

José Antonio ha vivido la otra cara de la moneda, porque donde hay un ying siempre tiene que existir el yang. "El público va por la apuesta, es un poco como las carreras de caballos aquí, no van a ver deporte, las revistas de keirin no están en la sección de Deportes, sino en la zona de apuestas, de juegos. Y te miran igual que a los caballos, si han apostado por ti y les has hecho perder dinero, te dicen de todo. Yo algunas veces oía go home, go home". Era porque ganaba o porque ellos pierden. Centellas, luces, espectáculo. Tanta intensidad, mundo inmenso y desconocido. En serio, mírense alguna competición de keirin. Hay pocas cosas tan excitantes.

Nueve ciclistas. Cada uno, vestido con color distinto. Blanco, negro, rojo, azul, amarillo, verde, naranja, rosa, lila. Número en las mangas, en la espalda, en el casco. Sobre un velódromo, un velódromo al aire libre. Y gente, mucha gente. Gente que se está volviendo loca. Es el keirin, amigos, las bicicletas que levantan pasiones en Japón y son casi desconocidas más allá de los tifones y los kappas... Pero dejen, dejen que les cuente cosas. José Antonio Escuredo ha sido medallista olímpico, mundial, de Europa. Campeón de España una treintena de veces. Pistard poderoso, espalda como para descargar buques y corredor en este especialísimo keirin japonés, uno de los primeros gaijin, que es como se dice a los extranjeros en esta disciplina.

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