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La Francia racista: de Dreyfus al horror del Velódromo de Invierno (y a Zemmour)
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La Francia racista: de Dreyfus al horror del Velódromo de Invierno (y a Zemmour)

El inesperado candidato a la presidencia partidario de la teoría del Gran Reemplazo invita a recordar tantos episodios donde la etnia jugó un papel crucial en el país vecino

Foto: Judíos presos y hacinados en el Velódromo de Invierno.
Judíos presos y hacinados en el Velódromo de Invierno.

En la pugna ultra en las venideras elecciones presidenciales francesas de 2022, Éric Zemmour es la cuadratura del círculo para cierta extrema derecha del país vecino. Pese a no haber presentado formalmente su candidatura, algunas encuestas lo encumbran hasta la segunda vuelta de la carrera hacia el Elíseo, como si la pandemia hubiese sacudido la hegemonía del Frente Nacional y fueran insuficientes sus prédicas de 'Francia para los franceses'.

El nuevo hombre, célebre polemista, defiende la teoría del reemplazo, según la cual los galos serán sustituidos por población africana de confesión musulmana. Estos postulados rompen a las claras uno de los supremos valores republicanos, el laicismo, además de incorporar un racismo sin ambages, como mínimo curioso si se atiende al origen de Zemmour, hijo de comerciantes judíos bereberes de Argelia.

placeholder Eric Zemmour. (Reuters/Eric Gaillard)
Eric Zemmour. (Reuters/Eric Gaillard)

A cada golpe en torno a estas cuestiones parece romperse una pureza inexistente. La Historia contemporánea de Francia tiene múltiples episodios donde la etnia jugó un papel preponderante. El caso Dreyfus, fruto de la inseguridad de la joven Tercera República tras su derrota contra Prusia en 1870-71, inauguró una senda de continua alerta, nunca liquidada por su empeño en sobrevolar la época, hasta estallar en la crisis de los años treinta.

Foto: La degradación de Alfred Dreyfuss

Durante ese decenio crucial, marcado por el crack de la bolsa de Wall Street y el ascenso de los totalitarismos, grupos extremistas, como Action Française, rebasaron la normalidad democrática hasta plantear un pulso al parlamento durante la jornada del 6 de febrero de 1934, cuando los disturbios finalizaron con la muerte de diecisiete personas de las distintas ligas con tintes fascistas.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial levantó aún más al monstruo, sobre todo tras la debacle de la primavera de 1940, concluida con la asunción de un poder supremo por parte del mariscal Philippe Pétain. El antiguo héroe de 1918 se contentó con mantener la supervivencia del Estado a través de un gobierno asentado en Vichy, ciudad balnearia idónea para acoger al grueso de funcionarios, títere de los ocupantes nazis, a quienes ayudó en la persecución contra los judíos.

La Francia invisible se postra al invasor

El mandato del viejo militar, a la sazón tenía ochenta y cuatro años, puede simbolizarse para mostrar su intento de cambio radical con una frase, pronunciada en un discurso de 1942: "La tierra no miente". De Libertad, Igualdad y Fraternidad se transitó a Trabajo, Familia y Patria. El 60% del territorio estaba controlado por la Wehrmacht, quien asimismo no movió a sus soldados de las posiciones conquistadas durante la arrolladora blitzkrieg contra su enemigo tradicional. Ello no impidió la promulgación de una legislación propia en torno al llamado problema hebreo.

placeholder Franco y el mariscal Pétain, durante un encuentro en 1941.
Franco y el mariscal Pétain, durante un encuentro en 1941.

El 27 de septiembre de 1940 se estableció en cada prefectura un fichero de judíos. A la semana siguiente, estos fueron excluidos de toda función pública, la prensa y la profesión cinematográfica en un estatuto donde se definía como israelita a toda persona con tres abuelos de esta raza. Ese mismo día se permitió a los prefectos internar en campos especiales a los judíos extranjeros, penúltima medida de ese otoño, jalonado en esa exclusión por la obligación de especificar la pertenencia hebrea tanto en el documento de identidad como en el caso de poseer una empresa. El porte de la estrella amarilla no se aceptó, por la renuencia inicial de aplicarla en la denominada zona libre, hasta junio de 1942.

Se permitió a los prefectos internar en campos especiales a los judíos extranjeros en el otoño del año 1940

El 29 de marzo de 1941 se creó El Comisariado General de Asuntos Judíos, cuyo máximo responsable fue, hasta marzo de 1942, Xavier Vallat, quien, al presentarse a Theodor Dannecker, número uno de la Oficina de Adolf Eichmann en París, no dudó en recordarle como su antisemitismo gozaba de mayor antigüedad, no en vano se había destacado por su xenofobia durante el periodo de entreguerras, hasta calificar de catástrofe para Francia la presidencia de Léon Blum, al ser este judío.

Además del CGQJ, esos meses vieron el nacimiento del Instituto para el Estudio de las Cuestiones Judías, financiado por la administración alemana de la zona ocupada. La mayor contribución a su causa fue patrocinar una muestra en el Palais Berlitz parisino: 'Le Juif et la France', celebrada del 5 de septiembre de 1941 hasta el 15 de enero del siguiente año. La visitaron entre sesenta y seiscientos mil espectadores.

placeholder Exposición antisemita en París en 1940.
Exposición antisemita en París en 1940.

La exposición se basaba en lo científico de las obras del antropólogo George Montadon, quien abogaba por la eliminación total de esa Internacional secreta de delincuentes, y exhibía a lo largo de su recorrido la fórmula para disipar cualquier obstáculo en pos de reconocer a los judíos. Para ello se criticaba al séptimo arte galo, se disponía de una galería con todas las características físicas ya preconizadas en el Ochocientos por Édouard Drummond, homenajeado durante los actos paralelos al evento, e insistía en la infiltración judía en todos los ámbitos humanos, con el fin de acapararlos desde la lujuria y la avaricia.

En la librería antes de la salida quien quisiera podía adquirir los panfletos antisemitas de Louis-Ferdinand Céline, posicionado en esa tendencia sin disimularlo hasta provocar no hace tanto el debate sobre si estos textos debían ser publicados en Gallimard, rechazándose la posibilidad por la típica campaña de cancelación, sin atender a la fiabilidad de una edición crítica con suficiente prestancia como para poner todos los puntos sobre las íes y proporcionar al lector rudimentos para navegar entre tanta ponzoña.

Del Berlitz al Vel d’Hiv

La Historia se aceleraba. Mientras gente de todo tipo, de parisinos a soldados de permiso, de provincianos a judíos horrorizados, se adentraba en esas adoctrinadoras salas, la policía del ocupante y la nacional efectuaban redadas, como la del 12 de diciembre de 1941, saldada con la detención de setecientos cuarenta y tres judíos franceses de postín, aprisionándolos en un campo de concentración cercano a Compiègne, donde se firmó el armisticio alemán de 1918 y el galo de 1940. En marzo de 1942, los supervivientes fueron de la partida en el primer tren hacia Auschwitz desde esas latitudes.

En enero de 1942, los nazis activaron los engranajes hacia la Solución Final. En Vichy, Pierre Laval superó las reticencias del mismísimo Pétain y recuperó la cartera de primer ministro, allanándose una colaboración más estrecha con los alemanes. Vallat cedió su plaza en el CGQJ a Louis Darquier de Pellepoix, aún más fanático e idóneo para los designios establecidos en el panorama por su lealtad incondicional con los planes de Hitler.

La gran batida del 16 de julio de 1942 contó con la participación de 4.500 agentes franceses

Entre ellos figuraba la deportación de cien mil judíos establecidos en Francia. Para posibilitarla, las fuerzas del orden galas debían conducir las detenciones, previo paso para el traslado hacia el Tercer Reich. Se preparó una raffle sin precedentes, coordinada por René Bousquet, el secretario general de la policía de Vichy, acordándose el envío de cuarenta mil hebreos extranjeros de entre dieciséis y cuarenta años, a los que se añadieron los menores de edad libres de orfandad.

La batida, pospuesta hasta el jueves 16 de julio de 1942 para evitar su colisión con la fiesta nacional, contó con la participación de cuatro mil quinientos agentes franceses, bien secundados por voluntarios del Partido Popular Francés del fascista Jacques Doriot. Debían ser veloces, sin atender a súplicas ni lamentos, ignorar el estado de salud de los detenidos y actuar como si fueran robots, sin mediar palabra con su objetivo. Arrestaron a más de doce mil judíos, ocho mil de los cuales fueron internados durante cinco largos días en el Velódromo de Invierno de la ciudad de la luz, tratados desde la inhumanidad más temible mientras se pertrechaba su transferimiento a los campos de Pithiviers, Beaune-La Rolande o Pithiviers, antesala hacia Auschwitz. De la redada solo se conservó una foto, envolviéndose la operación en una bruma aún más densa por el olvido voluntario una vez renació la República y se quiso imponer una visión mentirosa del pasado para ensalzar el mito de la Resistencia como factor fundacional del presente.

La incomodidad y el reconocimiento

Durante los años de la Cuarta República poco o nada se comentó del antisemitismo colaboracionista durante la Segunda Guerra Mundial. En 1968, un joven Patrick Modiano publicó 'La place de l’Étoile', novela rompedora desde lo estilístico y en lo esgrimido, añadiéndole mordiente por su título, cuyo significado tanto podía aludir a donde se ubica el Arco del Triunfo como al emplazamiento de la estrella en la ropa de los judíos. La apuesta del joven talento, continuada con las dos siguientes ficciones de su 'Trilogía de la Ocupación' (Anagrama), levantaron una enorme polvareda, ampliada desde su colaboración cinematográfica con Louis Malle en 'Lacombe Lucien', casi coetánea a 'Séction speciale', de Costa- Gavras, y la imprescindible 'Monsieur Klein', de Joseph Losey, donde, además de diseccionarnos con absoluto rigor documental los métodos represivos de Vichy, el final transcurre justo en el Vel d’Hiv, con el personaje encarnado por Alain Delon perdiéndose desesperado hasta ascender a uno de los vagones hacia la muerte por perseguir a su doble nominal.

Estos fogonazos pudieron gozar de parabienes críticos, no así de las alturas políticas, más bien tímidas en reconocer la participación en todo el entramado de la Ocupación. El 16 de julio de 1995, frente a un monumento en el Velódromo de Invierno, Jacques Chirac declaró lo siguiente: "Esas horas negras manchan para siempre jamás nuestra Historia, son una injuria para nuestro pasado y nuestras tradiciones. Sí, la locura criminal del ocupante fue respaldada por franceses, por el Estado Francés. Francia, patria de las luces y de los derechos del hombre, tierra de acogida. Ese día Francia faltó a su palabra y libró a sus protegidos a los verdugos".

El presidente de la República remediaba una vergüenza y un silencio de medio siglo. En 1997 de nuevo Patrick Modiano, quien a lo largo de su trayectoria ha escrito sin cesar sobre aquellos años, sobresalía en la denuncia con 'Dora Bruder', sensacional reconstrucción de la singladura vital de una adolescente austríaca emigrada con sus padres al difícil París de entreguerras, desvaneciéndose su pista en consonancia con la redada del Vel d’Hiv.

"Esas horas negras manchan para siempre jamás nuestra Historia", declaró Chirac

El encaje de bolillos tiene un conejo en su chistera. El 15 de mayo de 1942 se publicó 'El extranjero', de Albert Camus. Lo peor estaba por venir y el Premio Nobel de 1957 se presentaba en la sociedad literaria más exigente del planeta con un anticipo de otro racismo, teñido para la ocasión de absurdo. La muerte del árabe en la playa presagiaba la pesadilla venidera de Argelia por ausencia de racionalidad, maltratos metropolitanos y odios inconscientes.

El pasado 16 de octubre, Emmanuel Macron admitió que la matanza de entre setenta y doscientos argelinos en una manifestación parisina de 1961 fue un crimen inexcusable para la República. La segunda herida puede cicatrizar, si bien la demostración de arrepentimiento nunca se produce en el instante justo ni evita, por desgracia, un poso consolidado de racismo para dificultar la plasmación real de los proverbiales valores republicanos, magníficos como código ciudadano, válidos para advertir de los fallos del sistema y estériles por la tardanza en aceptar un pasado a recordar para no repetir.

En la pugna ultra en las venideras elecciones presidenciales francesas de 2022, Éric Zemmour es la cuadratura del círculo para cierta extrema derecha del país vecino. Pese a no haber presentado formalmente su candidatura, algunas encuestas lo encumbran hasta la segunda vuelta de la carrera hacia el Elíseo, como si la pandemia hubiese sacudido la hegemonía del Frente Nacional y fueran insuficientes sus prédicas de 'Francia para los franceses'.

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