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Carlos Boyero: "Creí en el 15-M y casi voto a Podemos, menos mal que no lo hice"
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Carlos Boyero: "Creí en el 15-M y casi voto a Podemos, menos mal que no lo hice"

El conocido crítico publica 'No sé si me explico', su libro de memorias en el que no se corta en hablar de Almodóvar, su ego, la vejez, la política, el miedo al alzhéimer, pero también de la amistad, el amor y, por supuesto, el cine

Foto: Carlos Boyero posa para El Confidencial. (A. M. V.)
Carlos Boyero posa para El Confidencial. (A. M. V.)

Con las entrevistas pasa como con las obras de teatro. A los cinco minutos, con las primeras frases de la primera escena, sabes si es buena o te puedes levantar e irte. Esta conversación con Carlos Boyero (Salamanca, 1953) fue de las primeras. Llegó al hotel para hacer promoción de No sé si me explico (Espasa), su libro de memorias, un ejercicio de honestidad brutal, robándole la expresión a Calamaro. Un compendio de pasajes que van desde los festivales de cine a su llegada a Madrid desde la “provinciana Salamanca” y en el que no se corta nada en hablar de drogas, sexo -incluso de pago- su bastante mala relación con Almodóvar, su ego y narcisismo, su distanciamiento absoluto de la política, la vejez y su miedo a enfermedades como el alzheimer, pero también aspectos luminosos como la amistad, el amor y, por supuesto, el cine.

En total, más de una hora de charla amigable en la que no sale el Boyero megaborde que tanto nutrió sus famosos chats digitales. Sí, se puede decir que el tan traído crítico tiene un lado muy entrañable.

PREGUNTA. Hace dos años salió el documental ‘El crítico’ y ahora este libro de memorias. ¿A qué obedece ese deseo de mostrarse?

RESPUESTA. Prometo que no parte de mí esa necesidad de mostrarme. Debo ser tan orgulloso, tan vanidoso, que no necesito documentales ni libros para andar por ahí. Tanto el documental como el libro no han partido de mí, sino de gente que quería hacerlos. Y como instieron y ya tengo una edad muy provecta, decidí ponerme delante de la cámara y luego escribir este libro. El libro me lo llevaban pidiendo tiempo, pero yo siempre decía lo mismo, que no tenía ningún interés. Pero un amigo íntimo y periodista magnífico, Borja Hermoso, me propuso que habláramos. Y como es alguien que me conoce muy bien, me apeteció. Tuvimos una serie de conversaciones, hablando de todo lo divino y lo humano, y este libro es resultado de esas charlas.

P. 'No se si me explico' está lleno de opiniones contundentes acerca de todo, desde los festivales y Almodóvar hasta mujeres, alcohol, drogas, etcétera. ¿Vivimos un tiempo en el que es necesario dar estas opiniones?

R. Llevo 50 años en esta movida, y para bien o para mal le he interesado siempre a mucha gente, también para llamarme gilipollas, hay de todo. No he podido ser anónimo, y tampoco me hubiera gustado, no hubiera tenido sentido. Pero tampoco me he esforzado nunca por ser nada, las cosas simplemente vinieron así.

P. ¿Y a qué atribuye esa fascinación que ejerce, que nadie permanezca indiferente ante Carlos Boyero?

R. Evidentemente, a mi deslumbrante belleza exterior [carcajadas)]. De verdad que yo no he querido nunca ser nada, pero resulta que Boyero ha estado ahí desde el principio; he pasado por sitios muy vistos, leídos, oídos; y aquí sigo después de 50 años, lo que algo quiere decir algo.

P. Quizás parte de su éxito se deba a su honestidad absoluta, a que no se case con nadie y a que lo que diga o escriba sea lo realmente piense…

R. No tengo que hacer demasiados esfuerzos para ello, es algo que me viene rodado. Es un poco como lo de Roger Rabbit cuando decía: “¿Qué culpa tengo yo de que me hayan dibujado así?”. Pues a mí me dibujaron así, he sido igual toda mi vida. El tío que era a los 18, a los 20 años, es el de hoy, para bien o para mal.

"Que me vendan lo que les dé la gana a condición de que esté hecho con inteligencia, con ritmo. Si quieren sororidad que la hagan, pero bien"

P. ¿Estamos faltos en estos momentos de ejercicios de honestidad?

R. Yo creo que sí. Pero en mi caso es algo que no me cuesta trabajo y que me crea problemas. Yo no me despierto por las mañanas y digo: “¡Voy a ser honesto!”. Simplemente me sale así. Y esa “honestidad” implica problemas. He conocido a lo largo de mi vida a bastante gente deshonesta dentro de los juegos de poder de los medios en los que me he movido, y en la política no me quiero ni imaginar cómo será.

P. Los problemas que le acarrea su honestidad, ¿le parece que se han incrementado en los últimos tiempos, tiempos de censura y de cancelación? Ha dicho recientemente lo que le parecía Jodie Foster y en redes sociales se la han liado…

R. Sí, me han dicho que se ha montado. Yo redes sociales no tengo, pero siempre te llega, evidentemente me lo cuentan mis amigos, me dicen la repercusión que eso tiene y cómo de repente soy el malo. El problema no es que yo hubiera dicho a raíz de una serie que Jodie Foster ha envejecido mal o que la han envejecido mal. Utilizaron lo que yo decía para atacarme a propósito de la inclusión, del MeToo… Yo hablaba simplemente de construir una serie partiendo de unos ciertos presupuestos: que la señora tiene que ser mayor, tener una hija india y lesbiana, una compañera negra… Con todo eso se pueden hacer obras de arte, pero me parece muy triste partir de esa base por ser políticamente correcta, por ser adecuada a los tiempos que vivimos. Pero además es que la serie era un coñazo, era muy aburrida. Estoy dispuesto a que me vendan lo que les dé la gana a condición de que esté hecho con inteligencia, con ritmo, con profundidad. Si quieren hacer sororidad que la hagan, pero que la hagan bien.

P. ¿Tampoco le gustó 'Pobres Criaturas', verdad?

R. No, no me gusta nada. Ya sé que Yorgos Lanthimos es como el pope de la modernidad, haciéndose la competencia con el tal Pedro Almodóvar. Lanthimos tiene algunas ideas buenas, pero en esta película no lo aguanto. No entiendo a esa niña que se hace puta y disfruta tanto de ello. No me gusta, sobre todo la forma visual como está contada, me aburre mogollón. Pero vamos, la película tiene mucho crédito entre la modernidad.

placeholder Portada de 'No sé si me explico' de Carlos Boyero. (A. M. V.)
Portada de 'No sé si me explico' de Carlos Boyero. (A. M. V.)

P. A Almodóvar le tritura en su libro. Lo que dice sobre 'Todo sobre mi madre' es brutal…

R. Es que a ver quién se cree que una monja que es Penélope Cruz esté colgada de un transexual que es Toni Cantó vestido de Armani y con dos tetas… En El tercer hombre el mal lo encarna un tal Orson Wells al que solo ves al final y te lo crees y es tan fascinante. Pero yo no me creo a Toni Cantó convertido en transexual y pegándole el sida a una monja. Me parece un disparate.

P. En No sé si me explico habla también de la prostitución, de nuevo sin importarle si hace o no amigos…

R. Simplemente cuento mi experiencia. Tuve la suerte, bueno tuve el dinero, porque se lo mangué a mi pobre abuela en casa, de que siendo adolescente unas Navidades fui por primera vez a un burdel en el barrio Chino de Salamanca, y me resultó agradable. Mi experiencia con el puterío de lujo de mujeres, porque yo siempre he estado con mujeres que habían decidido libremente vivir así y que vivían muy bien, ha sido siempre muy agradable y algunas de esas mujeres se han convertido en amigas. Se puede imaginar lo que pienso de la otra prostitución, de la de la mujer a la que fuerzan a hacer eso, de la que lo tiene que hacer por supervivencia y es víctima de trata: me resulta elemental y obvio decir que me parece repugnante. Pero yo hablo de otra cosa, hablo de la capacidad de alguien para utilizar su cuerpo en libertad, sin coacciones, ni chantajes, ni movidas, ni violencia. Mi generación ha recurrido con frecuencia a las prostitutas, y no siempre por ausencia de sexo. Afortunadamente yo he tenido muchas amantes y novias, algo por lo que bendigo al cielo teniendo este careto, ha habido un nutrido grupo de mujeres con las que he establecido amistad, rollos, amores y todo el tema. Pero con lo otro me he divertido y me ha dado placer, todo ello convenientemente animado con sustancias de todo tipo y con alcohol. Me lo he pasado bien y ganaba dinero para poder pagarlo. Ya sé que ahora quieren meter en la cárcel a todo los que recurren a estos servicios y prohibir a las mujeres ejercerlos. Yo pienso que cada uno puede hacer lo que le dé la gana siempre que no fastidie a los demás. Pero también sé que es doblemente amoral decir esto en estos tiempos, en los que hay cacería de brujos en todos los ámbitos. A la gente le gusta mucho cazar.

P. ¿Qué le parece lo de Carlos Vermut?

R. Si todo eso hubiera ocurrido, que no lo dudo, y hubiera tantas mujeres que han sido víctimas, creo que lo fundamental, lo primero que tendrían que hacer, es poner una denuncia y que la ley decidiera si las acusaciones son reales y el castigo que merecen. Pero no estoy seguro de que eso lo tengan que hacer los medios de comunicación. Yo no sé lo que haría o no ese señor, pero hay cosas enrevesadas, acusaciones contra él después de relaciones largas y continuadas… Si hay mujeres que han sido víctimas, pues que en el juzgado lo investigue y decida.

"Mi experiencia con el puterío de lujo, porque yo siempre he estado con mujeres que decidieron libremente vivir así, ha sido siempre agradable"

P. En el libro cuenta que una vez cenó junto a Harvey Weinstein (el productor de cine condenado a más de 20 años de cárcel por varias violaciones y agresiones sexuales) y que le dio muy mala espina…

R. Sí, recuerdo que estaba rodeado de varias mujeres muy espectaculares que se partían de risa con él, con el jefe, con el poder. El que pudiera joder carreras o lanzarlas me parece excrementicio. Es lamentable, pero a lo largo de la historia el poder para los hombres ha implicado sexo. Pero digo yo que habrá mujeres que se habrán prestado a este juego y otras que no. Yo lo que recuerdo es que a Weinstein le reían todas las gracias, eran todo sonrisas hacía el jefe. Pero era bastante asqueroso, daba grima física. Y su gestualidad era la encarnación del poder, del desprecio absoluto con el que puedes abordar al mundo desde el poder. Lo que no quita para que este tío haya producido gran parte del mejor cine que se ha hecho en América en mucho tiempo y que se inventa a un fulano llamado Tarantino. En su vida ordinaria y profesional debía de ser muy muy cabrón, pero siempre existe la opción también de mandar a alguien a tomar por culo. El cine no empezaba y acababa en Weinstein, aunque fuera un hombre tan poderoso.

P. ¿Y usted en el cine español ha visto casos similares al de Weinstein?

R. No, pero es que yo me relaciono poco con el mundo del cine, no voy a rodajes. Tengo amigos y amigas de toda la vida, desde tiempos inmemoriales, que se dedican al cine, y de esos puedo responder. Pero no estoy muy metido en el mundo del cine; es más, procuro estar alejado. Así que yo no he visto nada, pero supongo que habrá casos, como en todos los ámbitos donde hay poder. El poder es capaz de todo tipo de bellaquerías, y el sexo siempre ha estado ahí.

P. Hablando de poder y de política, en su libro cuenta que nunca ha votado, y que la única vez que lo hizo estuvo a punto de hacerlo por Podemos…

R. Toda mi vida he creído estar más cercano a la izquierda que a la derecha, toda mi vida me he sentido próximo al anarquismo, algo que hoy se considera desfasado y que para mí es una actitud hacia la vida. Y no, nunca me he sentido con la responsabilidad de votar. Solo una vez he tenido la tentación de hacerlo. Yo creí en el 15-M, es de las pocas veces en que sentí que igual se podían cambiar las cosas. Creo que las revoluciones son necesarias y que el principio de las revoluciones es muy hermoso, pero poco tiempo después con frecuencia se convierten en algo igual o peor que aquello que pretendían abatir, se crean nuevas castas y en nombre del poder se pueden perpetrar las mayores barbaridades. Yo estuve tentado de ir a votar por Podemos, pero llegué al sitio donde había que meter en la urna la papeleta, me di la vuelta y me volví a meter en la cama. Menos mal, imagínese el concepto que tengo yo ahora de Podemos. En otros lugares me habría planteado votar, tal vez en la América de Obama hubiera votado a Obama, en Sudáfrica hubiera votado a Mandela, en la República Checa habría votado a Václav Havel y en Uruguay a Múgica. Lo que ocurre es que aquí en España lo que he visto no me ha gustado nada. Sólo hay una única imagen de gente que ejercía la política en España que tengo por gloriosa, como un momento cinematográfico.

P. ¿Y qué imagen es esa?

R. Fue durante el 23-F, cuando un tal Suárez le dijo a los golpistas que se fueran todos a tomar por culo, un viejo general llamado Gutiérrez Mellado se resistió con dignidad a las zancadillas que le propinaba un tarado con triclinio y bigote y un tal Carrillo se puso a fumar impertérrito y se negó a tirarse al suelo porque estaba convencido de que iba a ser el primero al que le iban a dar paseíllo. Esos tres personajes que no tenían nada que ver protagonizaron un momento de dignidad absoluta y de defensa de la democracia frente a unos payasos con tricornios y metralleta. Aquello fue muy cinematográfico y muy literario y sentí admiración por el gesto de esas tres personas, cada uno de su padre y de su madre.

placeholder Foto: A. M. V.
Foto: A. M. V.

P. Por seguir con los términos cinematográficos, dice que Obama sería como Cary Grant…

R. Sí. Es imposible andar mejor, hablar mejor, saber tanto de tantas cosas que nos gustan como la música y el cine, hablar como hablaba, tener esa gestualidad, no decir tonterías… Hay quien dice que podría haber hecho más… Lo intentó, pero hay un sistema que no permite demasiadas licencias. Y su señora... Me encantaba esa mujer, joder qué pareja, era espectacular. Y encima negros, un negro presidente en Estados Unidos. Aquello me pareció altamente estimulante y muy, muy bonito.

P. ¿Y qué le parece Pedro Sánchez?

R. No me gusta nada. Nada, nada, nada. Reconozco que tiene buena planta y habla inglés, pero no me fascina lo más mínimo, no me gusta eso de que se pueda cambiar constantemente de opinión y dividir el mundo entre los que son de la fachosfera y lo que no son de la fachosfera. Igual yo ahora también soy de la fachosfera, de esa cosa que he detestado toda mi vida, por no estar de acuerdo con él ni con su gobierno, no lo sé. Joaquín Sabina, un tipo al que quise mucho y del que tengo muy buen recuerdo, contó alguna vez que él ya no sabía si era de izquierdas o de derechas porque tenía ojos y oídos. Depende cómo te etiqueten y donde quieran encuadrarte, pero la verdad es que es todo bastante confuso.

P. Ahora Felipe González y Alfonso Guerra están por ejemplo en la fachosfera…

R. Sí, claro, también ellos están en la fachosfera, como cualquiera que no este de acuerdo con las movidas del poder.

P. ¿Y qué te parece la oposición?

R. En la vida me hubiera apuntado al PP. Llevo 70 años en este mundo y conozco y tengo memoria. A los que están ahora ahí arriba no los quiero, pero es que a estos no les quiero nada. Me parecen muy mentirosos y me parece todo muy artificioso. Y hay un mundo de crispación. Estamos todos muy jodidos y muy alterados. Y dividir el mundo entre buenos y malos y gente cargada de razón y gente sin ninguna razón y tener que apuntarte… Ahí mantengo mis principios desde niño que han sido una desconfianza absoluta hacia el poder. Nunca lo he visto ejercer bien o no sé cómo se ejerce bien. Además no he tenido nunca poder, igual es la hostia. Debe ser con lo que más disfrutas cuando tanta gente lo busca. Pero no ha sido ninguna de las metas de mi vida.

"Sánchez no me gusta nada. Tiene buena planta y habla inglés, pero no me gusta eso de que se pueda cambiar constantemente de opinión"

P. Hay un poder que sí que tiene. Hay gente que lee sus críticas y dice, voy a ir al cine a verlas… O no voy a ir a verla por lo mismo.

R. Eso [risas] También hay mogollón que dice, si la ha puesto a parir seguro que es fantástica y que voy a disfrutar mucho. Pues que ellos disfruten con unas cosas y yo con otras, y luego los que me hacen caso pues igual se están perdiendo algo importante si no van o igual les decepcionó mucho con mis opiniones y les he animado… Pero de eso no soy responsable, solo soy responsable de lo que yo siento, pienso, digo, y escribo conmigo mismo. Quiero decir, la responsabilidad se acaba en mí mismo. Y luego mis gustos evidentemente pueden estar equivocados o no ser los de los de otra gente. Lo que no hago es mentirme. Y no requiere mucho mérito. No hay que ser un héroe, es que genéticamente me resulta imposible mentirme ahí mismo y mentir a los demás.

P. ¿Y cómo lo has hecho para sobrevivir con tanta gente poderosa que ha pedido su cabeza?

R. Pues igual he tenido suerte, pero me he salvado. He tenido problemas. He cambiado de sitios de trabajo. Pero está claro que siempre he molestado a determinada gente poderosa en su ámbito. Todavía me pueden cortar la cabeza, pero me tendrán que jubilar a la fuerza. Yo no me no me jubilo.

P. Además cuenta que incluso se le han hecho campañas desde dentro de medios en los que ha trabajado o donde trabaja.

R. Por el juzgado, eso de querellas y tal, nunca han venido por gente del cine, sino gente ajena al cine. Jesús Gil, Mourinho, José Luis Moreno… Lo que sí han hecho es presionar a los medios en los que trabajo algunas personas con mucho poder. Me montaron una lista de firmas de cientos de críticos y directores pidiendo que me echaran de El País, que es el sitio en el que trabajo desde hace 17 años. Pero debieron de sentirse muy frustrados, pobrecitos míos, porque no lo consiguieron y aquí sigo. No sé dónde andan ellos, ni siquiera los conozco. No soy nada corporativista, aunque ellos sí lo fueron intentando joderme a mí, pero se quedaron con las ganas.

P. ¿Mira con cierta melancolía el mundo de la crítica en el que trabajó? ¿Ha desaparecido? ¿Ha cambiado?

R. No leo crítica de cine. Tengo un gran amigo, Oti Rodríguez Marchante, que es el crítico en el ABC. Pero la gente que se dedicaba a eso están muertos la mayoría. De jovencito sí he leído crítica. Mogollón. Y a gente muy ilustre como François Truffaut, Godard, cuyo cine detesto pero que era muy bueno escribiendo de cine. Y aquí en España, todo mi respeto y cariño a José Luis Guarner, Ángel Fernández- Santos, Manolo Marinero, Antonio Gasset, éramos muy amigos y teníamos unas broncas tremendas porque era todavía más malo que yo, más perverso. Pero actualmente solo hablo de cine con mis amigos que no se dedican a eso. Es un mundo que creo que ha desaparecido. Y es que leer de cine me aburre mogollón. A veces no entiendo lo que me están contando. Estoy apartado del mundanal ruido desde hace mucho tiempo.

P. Y al hilo de eso, en su libro en algún momento habla de su madre, que sufrió alzheimer y varios familiares más también. A la hora de escribir un libro como este de memorias, ¿es porque hay miedo a perder la memoria, a perder los recuerdos?

R. Total. Yo me alimento ahora a mi provecta edad con el enorme pastilleo que tengo que tomar. Pero pastilleo del legal, que yo prefería el ilegal. Ahora tomar 12 pastillas diarias y tener que inyectarme insulina continuamente por una diabetes fuerte… . Sí, tengo antecedentes de personas maravillosas en mi familia… Yo no tengo ahora familia, no hay hijos ni hermanos ni pareja ni padres… Y el alzhéimer y la demencia se cebaron mi madre, con mi tía, con mi abuela. Me provoca auténtico pavor. Yo vivo en soledad desde hace bastantes años. ¿Y qué me queda? Pues los recuerdos. Y te ayudan mucho a sobrevivir y a decir, pues grandes negruras, pero también momentos y personas resplandecientes. Conocí eso que se llama el esplendor en la hierba. Pero lo que más miedo me da es perder la memoria. Es mi mayor, mi único terror. Si eso va a llegar yo quiero acabar antes porque es lo único que tengo, mis recuerdos. Mi realidad es la que es, pero eso te lo puedes haber buscado a lo largo de una vida. El presente tal vez sea muy grisáceo, pero en el pasado ha habido muchas cosas hermosas y muchas cosas tristes y desoladoras también. Pero bueno, he llegado hasta aquí.

"Lo que más miedo me da es perder la memoria. Si eso va a llegar yo quiero acabar antes porque es lo único que tengo, mis recuerdos"

P. Y las cuentas en el libro, que te lo has pasado muy bien también. Leyéndolo pensaba que no nos preparan para la vejez. Que uno está pasándoselo muy bien y, de repente, es viejo.

R. [risas] Yo creo además profundamente, no ya en la eutanasia, que es la única causa por la que yo lucharía y me movilizaría. Es que además soy partidario, pero feroz, del suicidio asistido, o sea, que si alguien no puede seguir por aquí, por su cabeza, su corazón… no hablo ya de la enfermedad, pero las de la cabeza y el corazón son enfermedades también muy dolorosas y muy opresivas. Quien quiera irse de forma indolora… Porque para suicidarse se necesita mucho coraje Y tal vez de forma indolora. Y porque para liquidarse se necesita mucho coraje. Y cómo se suicida uno, ¿cuántas pastillas? Y si se tira por la ventana y se cae encima de otro o te quedas hemipléjico. Me gustaría que ayudaran con una muerte indolora para gente que no quiera seguir por aquí. Y de verdad, que no sea un suicidio literario, simplemente irte rápido e indoloro. Hay gente hecha polvo por ahí.

P. ¿Y usted a estas alturas de la vida se arrepiente de algo?

R. Supongo que de muchas cosas, pero prefiero no hacer la cuenta porque me saldrían demasiadas. Pero ocurrió lo que tenía que ocurrir. Lamentas sobre todo las separaciones de personas que te hicieron feliz y a las que hiciste felices. Pero estoy bastante en paz, dentro de una paz relativa con los tumultos que siempre andan por dentro. Pero creo que he tenido suerte y talento. Alguien que no quería hacer nada y he vivido bastante bien porque se me ha pagado muy bien hablando de lo que más me gustaba que era el cine. A la estética del perdedor le he tenido mucho cariño y es muy prestigiosa. pero yo no he sido un perdedor. Lo he sido en determinadas cosas, todos los somos, pero he ganado y he perdido y he tenido la existencia que yo quería. No puedo quejarme excesivamente, aunque todos tengamos motivos.

P. Habla muy bien de los amigos que todavía mantiene después de 50 años…

R. Los que me soportan. Porque puedo ser bastante insoportable y ciclotímico y haber andado en tormentas muy fuertes que suponen inquietud o dolor para la gente que te quiere. He tenido la suerte de mantener amistades. O sea que algo bueno tendré. De eso sí me puedo sentir orgulloso. He sido un buen amigo. Y me han soportado porque habido épocas heavys e insoportables provocadas también por mis adicciones excesivas y lo que eso implica de subidas, bajadas… Ya no soporto a los drogadictos ni a los borrachos [risas]

P. Es divertido cuando habla de las broncas entre yonkis y borrachos en la clínica de desintoxicación…

R. Sí, sí, en una de las clínicas que me acogieron andaban allí juntos. Desde luego no había ninguna simpatía entre ellos y yo como iba de todo les decía que haya paz, que estamos todos en el mismo túnel.

P. ¿Le costó mucho desengancharse?

R. Sí. La primera vez me daban descargas eléctricas con alcohol en la boca, que eso está prohibido ya, y que era muy bestia. También me colocaron injertos, que era como llevar una bomba dentro. Si entraba alcohol en tu cuerpo… La vida se tornó rara. Me tiré nueve años y medio sin probar una gota de alcohol. La cocaína la dejé varias veces, pero volví. No sé, debe haber un afán de supervivencia importante. O sea, de saberte destruido y tener la humildad contigo mismo y la inteligencia de decir hay que parar. Porque además lo tuyo afecta también a otras personas. Pero también me ha gustado mucho todo esto [risas]. Pagas una cuota y algunos no sobreviven. Tengo amigos, gente muy cercana, que se fue de este mundo por sobredosis, cirrosis, accidentes provocados, suicidios. Pero yo por un esfuerzo sigo aquí todavía.

placeholder Foto: A. M. V.
Foto: A. M. V.

P. Y sigue en este Madrid que ahora califica de duro y hostil.

R. Me resulta muy hostil. Entre otras cosas, la gente que me embiste por la calle con los putos teléfonos y que va pasando de los demás. Como una vez que se metió uno un hostión con un patinete de esos que andan por la acera a toda hostia. Y un día casi se llevan a una anciana que salía de su casa. Y además van con gesto ecológico. No respetan lo más mínimo. Pero eso de los teléfonos es como la invasión de los ultracuerpos. Es que todo Dios… muchas veces soy el único en la calle que no va con el teléfono y a mí eso me da miedo. Antes la gente hablaban entre ellos por la calle o miraban a los pájaros.

P. ¿Vive de la nostalgia?

R. Tengo nostalgia de cosas buenas que me han ocurrido en la vida. O de épocas o de personas determinadas. Me siento muy perdido en este tiempo, en este mundo fundamentalmente tecnológico. Lo único que aprendí fue eso de las plataformas aunque me cuesta un trabajo de la hostia. Pero me las ha ingeniado porque es lo que más me gusta. Mi medio de supervivencia mental es el cine. Eso es lo que hago, ver películas.

P. ¿Le parece un mundo cada vez más inhumano?

R. Yo creo que sí. Yo noto la hostilidad en una ciudad como Madrid, a la que vine con 18 años y en la que me sentí muy a gusto. Yo percibo en el ambiente, en los caretos de la gente que algo ha cambiado. O igual soy yo, que soy un vejestorio acabado y que no sé adaptarme a la belleza que implica también los nuevos tiempos. Esta ciudad cada vez me gusta menos. Y yo me se sentí de aquí. Para mí Madrid era salir de Salamanca, de la ciudad provinciana en la que pasé una infancia y adolescencia en medio de las bestias aquellas de los curas. Y Madrid para mí llegar en el año 72 y poder ver todas las películas y los conciertos y los bares y las noches interminables. Me sentía en Madrid muy a gusto. Y ahora tampoco sé dónde me sentiría un poco feliz. Aquí me enterrarán. Estoy con otra canción de Joaquín Sabina que se titula Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid. De todas formas, lo frecuento poco. Me muevo por mi barrio. Soy de los pocos de esos ancianos que se sientan en los bancos y que van a ver las obras.

"Para desengancharme me daban descargas eléctricas. También me colocaron injertos y si entraba alcohol en tu cuerpo estallaban"

P. ¿Escribir palia la soledad de alguna manera?

R. Escribir me supone siempre un pequeño tormento que no existía con el alcohol por la valentía que te da. También te expones al disparate. Con el alcohol y las drogas tienes un punto de lucidez enorme o puedes pasarte 20 pueblos. Pero en el momento que empiezo a escribir todo fluye. El mal momento es antes. Nunca lo repaso ni miro nada de lo que he escrito, con lo cual siempre habrá alguna errata… Pero en eso tengo mucha seguridad. No soy capaz de leerme a mí mismo a no ser que esté templado, ahí soy menos Torquemada conmigo mismo. Pero el rollo que hago le ha llegado a tanta gente durante tanto tiempo que algo debe haber ahí. En la radio no paso torturas ni miedos ni inseguridades y llevo ahí 36 o 37 años. La radio tenía un problema cuando ibas muy acelerado o no iba… Pero escribir puede ser muy complicado.

P. Durante muchos años hizo chats digitales también y que son los que labraron su imagen de mega borde.

R. Estuve 19 años haciéndolos. Sí, sí, pero tenía mogollón de fans, que no podían vivir sin el megaborde de Boyero [risas]. Había tres personas conmigo, dado mi desconocimiento absoluto. Una cogía preguntas, otra me preguntaba. yo contestaba, otro lo escribía… Pero hostia, si fui pionero en eso de internet. Era el siglo pasado y tenía mogollón de audiencia. A lo tonto y sin querer hacer nada, siendo Bartleby, al final he estado en todos los sitios… Multimedia [risas] Tuve la enorme suerte, o igual me la merecí, me la gané, de no ir jamás a pedir un trabajo. Ellos siempre vinieron a por mí desde múltiples sitios y con frecuencia, digo yo que por algo sería. Y respeto a la gente que va a pedir un trabajo, pero yo no tuve necesidad. Otra cosa es que no me gusten los trepas ni los arribistas. La ambición me parece legítima, pero hablo de otra cosa. Es diferente estar dándole besos a los jefes todo el día. Y de eso he conocido mucho.

P. En el libro dedica mucho espacio a comentar lo importante que fue para usted Fernando Savater en su formación.

R. Absolutamente. Toda mi deuda de gratitud hacia sus libros y hacia alguien con su cerebro y con su libertad. Eso me ha ocurrido desde la primera vez que leí un artículo suyo que se llamaba La cultura como forma de estilo. Y compré el primer libro que él sacó que se llamaba Nihilismo y acción. Y le he seguido siempre y le seguiré. Mi agradecimiento es absoluto, lo cual en estos momentos es complicado. No necesariamente tenía que estar de acuerdo con algunas de sus opiniones, pero toda mi admiración hacia su escritura, su pensamiento, sus recomendaciones. A mí me descubrió todo. Era capaz de hacerme llorar con las columnas que ha estado dedicando siempre a una persona muerta que fue su mujer. Y luego tiene libros que son fundamentales. Para mí La infancia recuperada y Criaturas del aire. Pero es que de Savater me leía hasta las carreras de caballos. Estoy harto de que lo maldigan continuamente. Su personaje tiene tanta trascendencia, por lo menos para mí. Enormemente agradecido a Fernando por todo lo que me has regalado con tu escritura y tu pensamiento y tu libertad y tu heterodoxia.

Con las entrevistas pasa como con las obras de teatro. A los cinco minutos, con las primeras frases de la primera escena, sabes si es buena o te puedes levantar e irte. Esta conversación con Carlos Boyero (Salamanca, 1953) fue de las primeras. Llegó al hotel para hacer promoción de No sé si me explico (Espasa), su libro de memorias, un ejercicio de honestidad brutal, robándole la expresión a Calamaro. Un compendio de pasajes que van desde los festivales de cine a su llegada a Madrid desde la “provinciana Salamanca” y en el que no se corta nada en hablar de drogas, sexo -incluso de pago- su bastante mala relación con Almodóvar, su ego y narcisismo, su distanciamiento absoluto de la política, la vejez y su miedo a enfermedades como el alzheimer, pero también aspectos luminosos como la amistad, el amor y, por supuesto, el cine.

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