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'Pobres criaturas': la revolución sexual de una 'Pinocho' lujuriosa
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ESTRENOS DE CINE

'Pobres criaturas': la revolución sexual de una 'Pinocho' lujuriosa

El irreverente director griego Yorgos Lanthimos ya ha sido absorbido por Hollywood y su última película, una fábula lúbrica y cómica, opta a 11 estatuillas en los próximos Oscar

Foto: Emma Stone se ha llevado su segundo Globo de Oro por su papel de Bella Baxter. (20th Century Fox)
Emma Stone se ha llevado su segundo Globo de Oro por su papel de Bella Baxter. (20th Century Fox)

Pobres criaturas, la última película de Yorgos Lanthimos, el director griego más perverso de lo que llevamos de milenio, arranca con unos 15 primeros minutos irritantes y difícilmente soportables. Una puesta en escena exasperantemente artificiosa y burlesca, rodada con lentes ojo de pez, en una especie de extravaganza victoriana en blanco y negro parodia del monstruo de Frankenstein. El exceso, la saturación, el despliegue visual que propone Lanthimos funcionan como un rodillo para pupilas y neuronas, al borde del cortocircuito. Una propuesta radical que hace saltar las alarmas del detector de caprichos. Pero no, Lanthimos juega con el espectador para empujarle dentro de una de las películas más fascinantes del año, por extraña, por asombrosa, como un gabinete de curiosidades en el que cada habitación despliega una rareza aún mayor.

Una prueba de fuego que criba al espectador dispuesto a dejarse llevar por el reverso mordaz, retorcido y lúbrico de Barbie. Incluso el Lanthimos más amaestrado y absorbido por Hollywood —¿quién le iba a decir al director de Canino (2009) que acabaría siendo uno de los directores favoritos de la plana mayor de las alfombras rojas y los paseos de la fama?— todavía guarda colmillo, y en Pobres criaturas ofrece la versión más ligera, festiva y procaz de su cine. Muy lejos de la crueldad densa e inmisericorde de Alps (2011), Langosta (2015) o El sacrificio de un ciervo sagrado (2017), Lanthimos presenta su faceta más socarrona en esta nueva fase que parece ser la de El favorito —en un guiño a su anterior trabajo con Emma Stone—, en un pulso entre la subversión y la complacencia que, de momento, va ganando el griego. Su aval, como mínimo, son las 11 nominaciones en los próximos Oscar. Incluso se ha dejado ronear por Gucci como director de uno de sus cortos-anuncio. Cuidado. En La favorita (2018), sabemos cómo termina el juego de poder de Abigail: con ella arrodillada, humillada y frotándole la pierna infectada a la reina.

Lanthimos ya ha conseguido el equilibrio entre la caligrafía autoral y la taquilla de masas, y en Pobres criaturas lo ha hecho adaptando la novela homónima de Alasdair Gray de 1992, una fantasía científica que el autor hace pasar por las supuestas memorias de un tal Archibald McCandless, "funcionario de salud pública escocés". La novela de Gray es rápida, inteligente y desopilante, y Lanthimos ha conseguido trasladar ese espíritu satírico y bufo a la pantalla.

En Pobres criaturas, la de Lanthimos, el muy deforme doctor Godwin Baxter (Willem Dafoe), un científico con pocos escrúpulos, cría en cautividad a su hija Bella (Emma Stone), una joven que parece sufrir una discapacidad intelectual severa. Bella apenas puede caminar, no retiene sus necesidades y se comunica a través de balbuceos. La casa de los Baxter, como en los cuentos góticos, está repleta de criaturas experimentales salidas del laboratorio del doctor, y por eso a él se refiere Bella como God (Dios, en inglés). No hay pudor en la interpretación de Emma Stone, que se entrega al juego sin ambages, con el espectador incómodo e incrédulo retorciéndose en la butaca.

placeholder Emma Stone protagoniza por segunda vez una película de Lanthimos. (20th Century Fox)
Emma Stone protagoniza por segunda vez una película de Lanthimos. (20th Century Fox)

A la casa de los Baxter llega un estudiante de las clases de Anatomía del doctor, Max McCandles (Ramy Youssef), al que Godwin encomienda registrar los progresos que hace su hija a nivel motriz e intelectual. Lo que no espera McCandles es enamorarse de Bella, a pesar de su discapacidad. Pero es que pronto descubrimos que Bella es, en realidad, otra criatura salida del laboratorio: una mujer con el cerebro de un bebé que está aprendiendo a relacionarse con el mundo. Y es esa asincronía entre el cuerpo de una mujer adulta y la inobservancia de las convenciones sociales del cerebro de una niña lo que enciende la comedia. Y la provocación.

En un principio el mundo que la rodea es limitado, pero pronto la casa se queda pequeña para las ambiciones exploratorias de Bella, que se rebela contra la sobreprotección —el encierro—, primero de su padre —con quien tiene una relación muy ambigua— y después de McCandles —que se convierte en su tutor y enamorado—. Una búsqueda de la emancipación y la libertad que se desata cuando la protagonista descubre el placer del clítoris. La persecución del orgasmo la lleva a emprender una aventura en la que se cruzará con muchos hombres —y alguna mujer— que querrán dominar —hablando en plata— su coño. Y Bella lucha por ser la dueña de su entrepierna... y de su vida.

placeholder Willen Dafoe es Godwin, el científico fuera de la ley. (20th Century Fox)
Willen Dafoe es Godwin, el científico fuera de la ley. (20th Century Fox)

Pobres criaturas pasa del retrofuturismo a lo macabro, de la fábula a la crítica, a través de una protagonista que, como un Pinocho femenino se lanza al mundo exterior buscando convertirse en una mujer de verdad. Por el camino se encuentra con el pecado, con personajes que le incitan a la perdición, que buscan aprovecharse de su aparente candidez. Esa falta de filtros la enfrenta una sociedad victoriana encorsetada y estrictamente reglada.

Y Bella se embarca en ese viaje iniciático en el que su desinhibición social y moral la lleva a poner en cuestión las estructuras de poder y las relaciones entre hombres y mujeres. Con la libertad absoluta que le otorga la inconsciencia de las reglas, los usos y costumbres, Bella solo se deja llevar por sus propias necesidades, primero fisiológicas y luego espirituales e intelectuales. Su realidad en blanco y negro se vuelve colorida y saturada y suntuosa y llena de texturas. Y Emma Stone domina un papel que va de lo inocente, lo mímico, a lo sicalíptico. También la acompaña Mark Ruffalo, en uno de los papeles masculinos del año

Y como no podía ser de otra forma, Lanthimos hace equilibrios en los bordes afilados de la moral con un planteamiento polémico: ¿puede una mujer emanciparse a través de la prostitución? ¿Puede una mujer utilizar su capital sexual en beneficio propio? Bella transita un camino hacia el autodescubrimiento, pero también hacia el descubrimiento de un mundo que puede ser cruel y miserable, y cuya crueldad y miseria no deja de existir cuando nosotros dejamos de mirar. Y todo esto sin dejar de ser una película extremadamente divertida, en la que el griego cuestiona desde la base la norma y los orígenes del patriarcado. Una película que no contenta, en este sentido, ni a un bando ni a otro, pero que supone un derroche de ingenio y un despliegue de gusto para los ojos... y para el clítoris.

Pobres criaturas, la última película de Yorgos Lanthimos, el director griego más perverso de lo que llevamos de milenio, arranca con unos 15 primeros minutos irritantes y difícilmente soportables. Una puesta en escena exasperantemente artificiosa y burlesca, rodada con lentes ojo de pez, en una especie de extravaganza victoriana en blanco y negro parodia del monstruo de Frankenstein. El exceso, la saturación, el despliegue visual que propone Lanthimos funcionan como un rodillo para pupilas y neuronas, al borde del cortocircuito. Una propuesta radical que hace saltar las alarmas del detector de caprichos. Pero no, Lanthimos juega con el espectador para empujarle dentro de una de las películas más fascinantes del año, por extraña, por asombrosa, como un gabinete de curiosidades en el que cada habitación despliega una rareza aún mayor.

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