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'Al descubierto': así destaparon dos periodistas los abusos sexuales de Harvey Weinstein
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'Al descubierto': así destaparon dos periodistas los abusos sexuales de Harvey Weinstein

Más cercana al lenguaje del telefilme que del cine, la quinta película de Maria Schrader ha conseguido una nominación a los Globos de Oro por la interpretación de Carey Mulligan

Foto: Carey Mulligan y Zoe Kazan interpretan a las dos periodistas de 'The New York Times'. (Universal)
Carey Mulligan y Zoe Kazan interpretan a las dos periodistas de 'The New York Times'. (Universal)

De buenas intenciones está el cementerio lleno y Al descubierto, la quinta película de la directora alemana Maria Schrader —nada que ver con Paul Schrader, que sepamos—, no cesa un fotograma de mostrar la cantidad de buenas intenciones sobre las que se ha cimentado. Schrader, conocida por su trabajo en la serie Unorthodox, ya demostró en Stefan Zweig: adiós a Europa (2017) que la búsqueda de la expresividad de la imagen no le despierta un interés particular y que lo suyo es agitar templadamente las conciencias y limitarse al plano de situación y el plano contraplano. La narrativa de Schrader convierte en tediosa e insípida una historia real que ha transformado radicalmente ya no solo la industria del cine, sino las relaciones laborales entre hombres y mujeres en el primer mundo: el movimiento #MeToo.

Desde que en 2016 empezaron a destaparse casos silenciados de víctimas de acoso y abuso sexual en Hollywood, se han hecho públicos cientos de historias de mujeres cuyas carreras profesionales y trayectorias vitales se vieron cercenadas el día que se cruzaron con alguien como Harvey Weinstein, un depredador al que el sistema ha amparado y protegido. Sin embargo, Al descubierto no consigue siquiera forzar una mínima emoción, a pesar de empeñarse en taladrarnos el corazón a base de música tétrica y lacrimógena y de lugares comunes y de líneas de diálogo escupidas a la cara sin un mínimo de trasfondo o subtexto.

Al descubierto podría haber sido un noir periodístico en el que dos plumillas tozudas no solo tiran abajo a un magnate poderosísimo y acaban prendiendo la mecha de un cambio social y legislativo profundo que se replica en otros sectores y países. No hablamos del pedestal de Todos los hombres del presidente, inalcanzable para la propuesta de Schrader, sino una mínima ambición que la acercase a las más recientes Spotlight (2016) o Los papeles del Pentágono (2018), que, aunque hoy se han perdido en la memoria de una producción cinematográfica hipervolátil, sí fueron películas dignas de esas en las que periodistas moralmente inquebrantables e incansables frente al desánimo destapan una trama de corrupción o de espionaje o de abusos o de lo que sea anteponiendo la búsqueda de la verdad a la hora de la cena de sus hijos o del polvo con sus parejas.

placeholder La redacción de 'The New York Times' en una conversación con Weinstein. (Universal)
La redacción de 'The New York Times' en una conversación con Weinstein. (Universal)

Lo único que diferencia Al descubierto de un telefilme cualquiera es el magnífico trabajo que hacen Carey Mulligan —nominada al Globo de Oro por este papel— y Zoe Kazan como las reporteras de The New York Times Megan Twohey y Jodi Kantor. También porque por la pantalla aparecen y desaparecen Patricia Clarkson (La milla verde) y Andre Braugher (Brooklyn 99), que construyen sus personajes con dos pinceladas certeras, y porque han conseguido rodar —por primera vez en el cine— en el interior real del edificio de The New York Times, un edificio icónico en el skyline de Manhattan, la representación arquitectónica del rigor, la rectitud, la fiabilidad, un edificio transparente, de cristal, sin mácula.

Normalmente, a los periodistas, como poco, nos llaman la curiosidad las películas de periodistas. Nos imaginamos en esas redacciones gigantescas y diáfanas, punteadas por ordenadores de Apple, donde los trabajadores hablan bajito, se saludan cortésmente, beben kombucha y comen fruta variada troceada, sacada de un táper de cristal pulcramente ordenado. Las reporteras investigan a lo largo de meses, incluso años, y toman aviones para ir a visitar a sus fuentes, y fruncen mucho el ceño, y, cuando llegan a casa, aliñan las horas extras frente al ordenador con una copa de vino tinto, probablemente francés. Y una sueña con ese shangrilá de la profesión que debe de ser The New York Times.

placeholder La redacción perfecta es la redacción de 'The New York Times'. (Universal)
La redacción perfecta es la redacción de 'The New York Times'. (Universal)

Volviendo a la película, Al descubierto comienza con una pequeña introducción en los años 90 para, inmediatamente después, saltar a 2016, que es el año en el que Twohey y Kantor comenzaron su investigación en torno a Weinstein. De esta forma, la directora recuerda que el modus operandi de Weinstein con las mujeres estaba plenamente integrado en el funcionamiento del sector y que los casos expuestos no son producto de enajenaciones mentales transitorias ni del alcohol ni de las drogas ni de la viagra. Weinstein —y muchos otros— simplemente se relacionaban así y así es como era. Twohey es una periodista incisiva que se enfrenta al presidente Trump después del famoso "agarrar por el coño", una mujer que no se deja amedrentar y que está embarazada de su primer hijo. Kantor, a pesar de su aspecto juvenil, es madre de familia numerosa y busca la orientación de Twohey en una investigación sobre el que sea, probablemente, el sector en el que más depredadores sexuales haya, con permiso de la política.

El guion de Rebecca Lenkiewicz acompaña a las dos periodistas en su periplo para encontrar fuentes en la industria que quieran hablar. Se dan cuenta de que las denuncias siempre han estado ahí, en los medios, en las redes sociales, pero que siempre han pasado desapercibidas porque nunca se ha considerado que tales abusos fuesen un crimen. Es más, parece que, hasta que el periódico no ha dado más visibilidad y medios a los enfoques alrededor del feminismo, estos casos se trivializaban. Las protagonistas contactan con asistentes, actrices famosas, actrices desconocidas para conseguir pruebas y documentos que inculpen al productor. Y, por cierto, uno de los productores de Al descubierto es Brad Pitt, que salía con Gwyneth Paltrow cuando, como ella denunció, Weinstein abusó de ella. A lo largo del filme, también aparecen las denuncias de Ashley Judd —quien se interpreta a sí misma— o de Rose McGowan —a quien da voz Keilly McQuail—. Como recurso, también utilizan la grabación real de la actriz Ambra Battilana, usada en el juicio contra Weinstein.

placeholder La primera secuencia de la película se retrotrae a los años 90. (Universal)
La primera secuencia de la película se retrotrae a los años 90. (Universal)

Mientras Mulligan, Kazan y compañía mantienen un registro sobrio, los personajes secundarios están dirigidos en clave dramática pasada de vueltas. Muchos lloros que, pudiera parecer contradictorio, restan emoción al relato, una emocionalidad impostada que choca frontalmente con la apuesta visual sobria, naturalista y fría. Los planos son puramente narrativos, al igual que los diálogos. Porque, probablemente, la intención de la película es más informativa que emocional: aquí pasó esto, esto y esto. Y poco más. Tampoco hay una propuesta rigurosa —es extraño el uso del flashback— y hay momentos en los que el trazo gordo —la secuencia con los clientes del bar— desactiva todo el poder didáctico de la película para aquellos hombres que siguen normalizando o excusando actitudes despóticas y de una sexualidad no deseada contra las mujeres.

Ojalá un poco más de mala leche y un poco menos de dogmatismo en una película que tenía un gran potencial para convertirse en uno de los grandes títulos del año, pero que ha acabado siendo un ejercicio abúlico y previsible de concienciación social.

De buenas intenciones está el cementerio lleno y Al descubierto, la quinta película de la directora alemana Maria Schrader —nada que ver con Paul Schrader, que sepamos—, no cesa un fotograma de mostrar la cantidad de buenas intenciones sobre las que se ha cimentado. Schrader, conocida por su trabajo en la serie Unorthodox, ya demostró en Stefan Zweig: adiós a Europa (2017) que la búsqueda de la expresividad de la imagen no le despierta un interés particular y que lo suyo es agitar templadamente las conciencias y limitarse al plano de situación y el plano contraplano. La narrativa de Schrader convierte en tediosa e insípida una historia real que ha transformado radicalmente ya no solo la industria del cine, sino las relaciones laborales entre hombres y mujeres en el primer mundo: el movimiento #MeToo.

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