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Havel y su verdulero te explican por qué Orbán es el bueno de la UE para sus votantes
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Havel y su verdulero te explican por qué Orbán es el bueno de la UE para sus votantes

En su libro 'El poder de los sin poder', en el que argumenta la necesidad de 'vivir en la verdad', recoge la presión que muchos euroescépticos de Europa Central ejercen sobre la UE

Foto: Primer ministro húngaro, Viktor Orbán. (Reuters)
Primer ministro húngaro, Viktor Orbán. (Reuters)

Václav Havel es adorado en Chequia. Hijo de Praga, disidente perpetuo del régimen comunista, fue el primer presidente de la Checoslovaquia libre tras el comunismo y, después, de la República Checa hasta 2002. Su figura sigue siendo venerada todavía hoy. El aeropuerto de la capital checa lleva su nombre y la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea ha regalado a todos los periodistas que han acudido a la cumbre de Praga a principios de octubre uno de los discursos más célebres Havel, el titulado "Europa como tarea".

Pero en ningún otro sitio queda mejor reflejado su pensamiento que en el pequeño libro "El poder de los sin poder", una obra poderosísima escrita tras ser aplastada la Primavera de Praga de 1968 y en un contexto en el que Havel se había involucrado en los movimientos disidentes que estaban siendo perseguidos, como por ejemplo un grupo de rock. El checo abogaba por "vivir en la verdad" y enfrentarse a un sistema basado en la ideología y el miedo.

Una de las ideas más interesantes que desarrolla Havel es la diferencia entre las dictaduras "clásicas" y los sistemas "postotalitarios", siendo esta segunda etiqueta la que mejor se adapta al régimen comunista en el que él vive. El sistema no tiene capacidad para imponerse a través del "poder desnudo", es decir, la violencia directa y la coerción, sino que debe basarse en un complejo entramado que haga que la población se mantenga viviendo "en la mentira", fuera del mundo real, repitiendo una y otra vez eslóganes vacíos y toda una serie de rituales que conforman la ideología. De esta forma, son los ciudadanos comunes, asumiendo esa ideología por miedo a las represalias o simplemente por vivir tranquilos, los que permiten que el sistema continúe. Son, a ojos de Havel, "víctimas y verdugos" al mismo tiempo.

El verdulero que aparece mencionado en "El poder de los sin poder" es el ejemplo perfecto. Pone en su escaparate un cartel que reza "Proletarios del mundo, ¡uníos!", pero lo hace como un automatismo. No ha pensado a fondo si de verdad cree en ello, sencillamente lo hace porque el resto de comercios también ponen ese cartel en su escaparate. Y vota cuando y como tiene que votar y participa en las reuniones del sindicato diciendo lo que se supone que tiene que decir simplemente por un automatismo, porque siempre ha sido así y porque todo el mundo lo hace. En realidad el cartel, para adaptarse a lo que realmente quiere decir el protagonista del libro de Havel, el verdulero, debería llevar escrito: "Tengo miedo y por eso soy incuestionablemente obediente".

Hasta que un día el verdulero decide retirar el cartel de su escaparate. Ha decidido dar un paso adelante y "vivir en la verdad". La ausencia del cartel expone no solamente su disidencia, sino la fragilidad del resto del sistema. Havel opina que con que una sola persona decida "vivir en la verdad" todo se tambalea y el organismo intenta expulsar al disidente para evitar que otros sigan su ejemplo. Una sola persona que rompe filas es una cortina que se abre y permite a todo el resto de la sociedad ver que el mundo que la ideología y el sistema imponen es solamente "un mundo de apariencias".

Mural en conmemoración de Vaclav Havel. (EFE)

A través de otros ojos

La obra de Havel es mucho más que un ensayo contra el régimen comunista. Es una crítica a las tecnologías, que preocupaban y mucho al pensador checo, es también un ataque a las sociedades modernas y consumistas. Y un mensaje y advertencia a Occidente, avisando de que la situación de Checoslovaquia debería ser un ejemplo, y es también una crítica a sus democracias.

Por eso no es de extrañar que no haya una interpretación única del libro. En Europa del este y Centroeuropa, el pensamiento de Havel se ha filtrado de manera directa o indirecta a una buena parte de la sociedad y la manera de entender el poder. Él y los acontecimientos de finales de los ochenta y los noventa han moldeado la manera en la que millones de ciudadanos ven el mundo y especialmente la relación con un poder supranacional. También, por ejemplo, cómo lo ven parte de los votantes de líderes autoritarios como Viktor Orbán o del Ley y Justicia (PiS) polaco. Leer la obra desde los ojos de un euroescéptico convencido, ayuda a entender la visión que tienen sobre la Unión Europea.

Foto: Viktor Orban saluda a los simpatizantes tras conocer los resultados de los comicios. (EFE/Zoltan Fischer/Oficina del primer ministro de Hungría)

Para ellos sus líderes, los nacionalistas y ultraconservadores, son el verdulero. Lo que han hecho es, básicamente, retar el status quo. Apartándose de lo que el resto de la Unión considera los "valores europeos", sus líderes han rechazado la ideología impuesta desde fuera que les obliga a vivir en la mentira, y han retirado el cartel del escaparate de la tienda. Rechazan una serie de ideas que para ellos están vacías. Cuando Havel identifica el sistema "postotalitario" como uno en el que se aleja al ser humano de su propia naturaleza, de su "identidad", un votante del PiS entiende esa "identidad" no desde la perspectiva humanista, sino desde la idea que la mejor representación de esa identidad es la nación, la tradición y la religión.

Cuando Havel señala que los seres humanos han “creado y cada día crean” un "sistema autodirigido a través del cual se separan de su propia identidad", para un euroescéptico esa identidad es, inevitablemente, la nación. Y Europa, la ideología que la rodea, que para ellos incluyen, por ejemplo, los derechos de la comunidad LGTBI, es la negación de esa identidad, de la misma manera en la que el sistema postotalitario negaba la identidad del verdulero. Oponerse a ello es, por lo tanto, lo correcto. Lo que hace Orbán negando derechos a la comunidad homosexual es, en cierto modo, emular al verdulero, quitar el cartel del escaparate.

Y en ese sentido, la respuesta de la Comisión Europea y del resto de socios es solamente el intento de mantener a todo el mundo en línea. Atacar a Hungría y a Polonia es la forma en la que el sistema se protege, es el ataque al verdulero que ha decidido retirar el cartel vacío de mensaje pero lleno de ideología.

placeholder Viktor Orbán, primer ministro húngaro, durante una reunión del Consejo Europeo. (EFE)
Viktor Orbán, primer ministro húngaro, durante una reunión del Consejo Europeo. (EFE)

Por qué nada de esto se sostiene

La mala noticia para ellos es que es una interpretación absolutamente equivocada. Havel efectivamente realiza una crítica que va más allá del sistema postotalitario, y que concierne también a las sociedades democráticas occidentales. Pero eso no quiere decir que el modelo que adoptan el PiS en Polonia o Fidesz en Hungría pueda encontrar algún tipo de legitimidad en el pensamiento del checo, aunque sea de forma inconsciente.

Orbán hostiga precisamente a la parte de la sociedad húngara que no quiere participar en su sistema, a los que no están dispuestos a aceptar con resignación que todo el país gire sobre sus intereses particulares y sus redes clientelares. El objetivo de Orbán es, precisamente, que nadie pueda "vivir en la verdad", y que se mantenga todo un mundo de apariencias que le permita retener el poder e instrumentalizar el Estado húngaro. Por otro lado, el desmantelamiento de la justicia en Polonia difícilmente puede encontrar apoyo en el pensamiento de Havel.

Las diferencias entre la Unión y el sistema postotalitario que se describe en "El poder de los sin poder" son todas. Primero, porque los valores europeos que atacan los líderes identitarios no limitan a la sociedad, sino que expanden derechos, y esa es la diferencia fundamental: se tratan de derechos humanos y universales, de la garantía de que existen límites al poder central, de establecer mecanismo para que, precisamente como apuntaba Havel, nadie se vea obligado a "vivir en la mentira". Cuando un debate pone en el mismo nivel medidas dirigidas a reducir derechos o a ampliarlos sencillamente se están haciendo trampas.

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Además, estos países decidieron unirse a la Unión Europea libremente y libremente pueden abandonarla cuando quieran, y lo hicieron aceptando unos valores y unos principios. Y esta es la segunda gran diferencia: nadie obliga a Orbán a poner el cartel en el escaparate del verdulero. Esa es la gran mentira: nadie obliga al Gobierno húngaro a promover una "ideología de género" (el uso de esa palabra no es baladí y entronca directamente con la idea de ideología expresada por Havel). En la Unión Europea, los Estados miembros retienen toda su soberanía sobre la mayoría de asuntos internos, como por ejemplo, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo o el matrimonio entre personas del mismo sexo. En el caso polaco, plantear como "ideología" lo que son pilares básicos de la democracia, como la independencia judicial, forman parte del mismo juego de espejos para justificar el ataque contra el estado de derecho.

Sencillamente no existe el cartel imaginario que en la cabeza de Orbán o del PiS que sus seguidores creen que están retirando. La línea roja es la discriminación activa, la persecución hacia una comunidad. La protección de la Carta Europea de los Derechos Humanos, la defensa de los valores, estándares y condiciones, como la independencia judicial, que ellos mismos aceptaron. Leer “El poder de los sin poder” ayuda a entender la visión de la Unión que tienen muchos de los votantes de fuerzas ultraconservadoras en Europa central y del este, y debería ayudar a armar un discurso que permita desmontar ese argumentario.

Václav Havel es adorado en Chequia. Hijo de Praga, disidente perpetuo del régimen comunista, fue el primer presidente de la Checoslovaquia libre tras el comunismo y, después, de la República Checa hasta 2002. Su figura sigue siendo venerada todavía hoy. El aeropuerto de la capital checa lleva su nombre y la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea ha regalado a todos los periodistas que han acudido a la cumbre de Praga a principios de octubre uno de los discursos más célebres Havel, el titulado "Europa como tarea".

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