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Polonia, el país sin izquierda: "Si un partido comunista ofreciese más y mayores subsidios..."
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Cuando la derecha es el centro

Polonia, el país sin izquierda: "Si un partido comunista ofreciese más y mayores subsidios..."

Desde hace casi dos décadas, el ultraconservador PiS (en el gobierno desde 2015) y el conservador-liberal Plataforma Cívica han instalado el bipartidismo 'de facto' en Polonia

Foto: Protesta contra el Gobierno del PiS en Varsovia. (EFE/Piotr Nowak)
Protesta contra el Gobierno del PiS en Varsovia. (EFE/Piotr Nowak)

Los dos únicos senadores con los que contaba la coalición polaca Izquierda abandonaron la formación hace unas semanas. De esta manera, la Cámara Alta se quedaba sin representantes de una tendencia política que, desde 2005, parece condenada a la marginalidad en la conservadora Polonia.

Además de esos dos senadores, otro diputado dejó la coalición progresista, formada por Primavera (un partido de reciente creación, liderado por Robert Biedron), Juntos (socialistas, con un apoyo reducido al electorado de las grandes ciudades) y el histórico SLD, los abanderados ideológicos de la coalición que cuentan con la autoridad de haber sido fundados por el expresidente Kwiasniewski y haber colocado a cuatro primeros ministros en sucesivos gobiernos desde 1991.

Foto: Marcha del día de la Independencia en Polonia en 2017 (EFE)

Que las fuerzas políticas progresistas del país se tengan que coaligar para mantener cierta presencia describe, en cierto modo, el mapa político polaco. Un mapa manco en el que la palabra 'izquierda' sigue estigmatizada por asociarse, aún, con la herencia comunista y los tiempos de la transición democrática polaca. Desde hace casi dos décadas, el ultraconservador PiS (en el gobierno desde 2015) y el conservador-liberal Plataforma Cívica de Donald Tusk han instalado el bipartidismo 'de facto' en la política de un país donde el centro de gravedad está claramente a la derecha.

Cuando, debido a desavenencias con sus socios de coalición, el Gobierno necesitó apoyos parlamentarios para sacar adelante la votación del presupuesto de recuperación económica que se envió a Bruselas, fue precisamente la coalición Izquierda quien, en un pacto de lo más inesperado, se prestó a ello. Imaginemos, trasladando las coordenadas políticas a España, que un Gobierno de Vox lograse el apoyo, aunque fuese para un proyecto puntual, de Izquierda Unida.

Foto: Imagen de archivo del día nacional polaco, el 11-11, en 2017. (Reuters/Adam Stepien)

Con tan solo el 8% de los diputados del Parlamento, a pesar de aglomerar facciones con poco en común, el grupo parlamentario de izquierdas es poco más que un mero espectador del devenir político en su país. En Polonia, frases como “a nuestra derecha nadie, más allá solo hay un muro”, pronunciada por el líder del PiS hace unos meses, no son tomadas como una muestra de extremismo, sino de solidez ideológica. En cambio, apoyar los derechos de la comunidad LGBT, declararse ecologista o a favor de una sociedad laica son ideas propias que colocan a quien las defiende en una posición casi marginal. Los nuevos partidos surgidos en los últimos años, como Polonia 2050, solo se aventuran a proponer versiones descafeinadas de la política ultraconservadora que practica el PiS, porque un centímetro más a la izquierda está el abismo de la irrelevancia.

Las políticas sociales del Gobierno, basadas en las subvenciones a la natalidad, la familia, la agricultura, la Iglesia y la exención de impuestos para los jóvenes, dejan sin mucho que poner en el escaparate a Izquierda. Para muchos polacos, la ideología progresista, proeuropea e inclusiva es ciertamente deseable, pero si hay que elegir entre eso y varios cheques mensuales de subvenciones, no hay duda posible.

Foto: Manifestación en Varsovia contra la sentencia del Constitucional polaco. (Reuters) Opinión

Por otro lado, el puzle que forma la coalición Izquierda tiene para gran parte del electorado una credibilidad limitada, al incluir tendencias tan dispares como nostálgicos herederos del poscomunismo, jóvenes urbanitas que reclaman un cambio generacional y elementos acomodaticios como los senadores y el diputado tránsfugas.

¿Puede resurgir la izquierda?

Aun así, una encuesta electoral concluía el año pasado que el 30% de los jóvenes polacos de entre 18 y 24 años se identificaba con las propuestas de Izquierda, el doble que cuatro años antes. ¿Hay entonces esperanza de un giro progresista en futuras elecciones polacas?

En primer lugar, hay que tener en cuenta que es en la Polonia rural donde el actual Gobierno tiene su principal banco de votos: ninguna de las 15 ciudades polacas más pobladas tiene un alcalde del PiS. Además, es necesario considerar que entre el electorado masculino y el femenino hay una gran diferencia. Entre los hombres polacos de 18 a 30 años, la formación preferida es Confederación, un partido ultranacionalista, tradicionalista y en muchos sentidos aún más radical que el PiS. La proporción de jóvenes mujeres que, según las encuestas, votarían por Izquierda (cerca del 30%) es casi idéntica al número de hombres jóvenes que darían su voto a Confederación. Esa misma encuesta reveló que, para el 48% de ellos, “un Gobierno no democrático puede ser, en determinadas situaciones, mejor que un Gobierno democrático”. Asimismo, para el 78% de estos jóvenes, “el papel del hombre es trabajar y proveer para la familia”, una opinión que solo comparte el 50% de las jóvenes polacas.

En Polonia, las etiquetas políticas como 'conservador' o 'progresista' tienen más de sociológico que de ideológico. Asuntos como la liberalización del aborto, el apoyo a los subsidios sociales, la inmigración, la Iglesia o un sentimiento patriótico que en España sería considerado nacionalista, encuentran una acogida dispar entre los votantes polacos. En otras palabras: no es tan frecuente el prototipo de votante identificado con el paquete ideológico completo de un partido. El politólogo de Cracovia Jan Kewoski considera que “si un partido comunista ofreciese más y mayores subsidios” podría "ganar las elecciones sin problemas, la gente defiende su ideología pero solo hasta cierto punto". Según Kewoski, “la democracia polaca nació y creció de manera un tanto caótica, desordenada, y ahora, como todo adolescente, presenta una figura un tanto desgarbada, todavía con rasgos infantiles y al mismo tiempo tiene unas partes de su cuerpo y su personalidad más desarrolladas que otras”.

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La falta de un contrapeso progresista en la balanza política polaca puede, en opinión del politólogo, ser causa de distorsiones no solo electorales, sino también sociales, e incluso afectar a la imagen y la política exterior de este país. La reciente crisis fronteriza con Bielorrusia, por ejemplo, fue aprovechada por el Gobierno para inflamar de nacionalismo la vida política de manera que cualquier partido que no se alinease con la “heroica defensa de la integridad de la patria” se arriesgaba a ser considerado poco menos que un enemigo de todos los polacos. Plataforma Cívica, el principal partido de la oposición, tuvo que hacer malabarismos para criticar la militarización de la situación que impulsó el PiS y dejar claro al mismo tiempo que apoyaba a los soldados y la defensa de la frontera.

“Hace falta una redefinición de lo que es la izquierda en Polonia, explicar a los polacos que el progresismo no es la vuelta al comunismo ni pertenecer a un club estrafalario de 'neo-hippies' que desprecian la economía o quieren prohibir el capitalismo; es simple falta de cultura ideológica y una mala herencia política, la del comunismo”, afirma Kewoski. “Aquí, la derecha es llamada 'centro' y el centro es 'centro izquierda', y eso lo distorsiona todo”.

Esa crisis de identidad que apunta el politólogo polaco fue, en su opinión, lo que impulsó a Izquierda a apoyar al Gobierno en la importante votación parlamentaria del presupuesto remitido a Europa. Para algunos, se trató de simple oportunismo; para otros, fue un pragmático intento de redefinirse y de acomodar los postulados progresistas a la realidad polaca.

Los dos únicos senadores con los que contaba la coalición polaca Izquierda abandonaron la formación hace unas semanas. De esta manera, la Cámara Alta se quedaba sin representantes de una tendencia política que, desde 2005, parece condenada a la marginalidad en la conservadora Polonia.

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