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¿Hipernacionalistas y europeístas?: "Fuera de la UE estaríamos como Ucrania o Bielorrusia"
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la gran contradicción polaca

¿Hipernacionalistas y europeístas?: "Fuera de la UE estaríamos como Ucrania o Bielorrusia"

Al manifestarse en favor de la Unión Europea hace unas semanas, decenas de miles de polacos estaban firmando una carta de amor a Europa que su gobierno se negó a enviar

Foto: Marcha del día de la Independencia en Polonia en 2017 (EFE)
Marcha del día de la Independencia en Polonia en 2017 (EFE)

"Si no estuviéramos en la Unión Europea, ahora estaríamos como Ucrania o como Bielorrusia, ¿sabes? Los rusos nos estarían amenazando y media Polonia estaría intentando cruzar como fuese la frontera para irse a Alemania", defiende Jakub Lewandowski, propietario de una tienda de quesos holandeses en Cracovia. El europeísmo de Polonia habla de sentimientos, de beneficios económicos, de perspectiva histórica e incluso de identidad comunitaria. La crisis migratoria en su frontera ha acentuado como nunca la paradoja política polaca de ser, al mismo tiempo, escudo y azote de Bruselas; pero también su gran contradicción social: una ciudadanía abrumadoramente proeuropea que vota a un gobierno hipernacionalista.

Hace unas semanas, decenas de miles de polacos se manifestaron en las principales ciudades del país para firmar una carta de amor a la UE. Una misiva que su Gobierno, encabezado por el partido ultraconservador PiS (siglas de Ley y Justicia, en polaco), se negó a enviar pese a que más del 70% de los polacos está a favor de permanecer en la Unión, según varias encuestas. El primer ministro Mateusz Morawiecki ha insistido en que el futuro de Polonia está junto a sus socios europeos. Incluso Jaroslaw Kaczynski, el líder del PiS -que gobierna desde 2015-, ha calificado una eventual salida de la Unión como “rumores provocados por periodistas”. Entonces, ¿por qué se habla tanto últimamente del “Polexit”?

Al igual que ocurrió en otros casos, como la casi total prohibición del aborto, el Gobierno del PiS ha usado al Tribunal Constitucional como brazo ejecutor de las decisiones más impopulares de su programa político. Las actuales restricciones polacas al aborto ya habían sido propuestas por el Ejecutivo, sin éxito, en el parlamento. Fue entonces cuando el Tribunal Constitucional, con dos tercios de sus jueces nombrados durante el mandato del PiS, retomó el asunto y dictó su restrictiva sentencia. Del mismo modo, hace unos meses, Morawiecki pidió una aclaración sobre la primacía del Derecho polaco o el europeo en caso de conflicto, basada en la Constitución. Tras meses de deliberaciones e incontables retrasos, el Tribunal Constitucional hizo exactamente lo que se esperaba de él: declaró inconstitucional parte del Tratado de adhesión de Polonia a la Unión Europea y formalizó su desvinculación de facto de la jurisdicción legal europea.

La bofetada en la cara de Varsovia a Bruselas vino acompañada de palabras de cal y arena. Por un lado, Morawiecki declaraba ante la Comisión Europea que la Unión es “el mejor lugar del mundo” y subrayaba su deseo de seguir entre los Veintisiete; por otro, advertía que ese lugar maravilloso ya no lo es tanto por haberse convertido en un “superestado centralista” que trata de imponer sus reglas a países como Polonia y que distingue entre países “de primera” y “de segunda”. El Gobierno polaco quiere estar en una Unión Europea diferente a la actual, con otras reglas.

Desde el punto de vista del PiS, Bruselas está poniendo un precio a su soberanía; al mismo tiempo, Varsovia exige recibir los fondos europeos que, consideran, les pertenecen legítimamente por el simple hecho de haber firmado una adhesión de cuyos términos ahora reniegan.

Los que rezan para que se hunda la UE

Como está demostrando el 'viacrucis' del Brexit, una decisión de calado histórico es quizás demasiado importante como para dejársela a los políticos. El PiS perdió en las últimas elecciones la mayoría absoluta que consiguió en 2015 y cuando tarde o temprano otro partido acceda al poder se encontrará con una situación difícil de enderezar. Por ejemplo, las interpretaciones de la Constitución se suponen definitivas y vinculantes para cualquier Gobierno.

La sociedad polaca es quien más se ha beneficiado del paraguas de la UE en todos estos años y, para la mayoría de los ciudadanos de este país, sería impensable dejar de pertenecer a un club que su presidente, Andrzej Duda, llamo “imaginario” pero que para la gente de a pie es una realidad que ha cambiado sus vidas.

Angelika, una anciana de 86 años que vive en el centro de Cracovia, recuerda muy bien cómo era su vida “antes”. En un saloncito repleto de souvenirs de media Europa, donde algunas reliquias traídas de Roma tienen un lugar preferente, explica que es su hijo quien le ha traído casi todos esos regalos. "Antes de la pandemia, casi cada fin de semana mi hijo viajaba con su novia a algún sitio y me traía recuerdos de allí. Me parece maravilloso que pueda hacerlo sin pasaporte, sin trabas. Cuando vivía mi marido, el único viaje al extranjero que pudimos hacer fue a Praga, cuando le invitaron a un congreso profesional".

Foto: Jóvenes protestan en Polonia contra la "censura" del museo Nacional. (Reuters)

Los miles de estudiantes polacos del programa Erasmus que completan sus estudios en universidades de todo el continente, aunque debido a su juventud no puedan comparar las ventajas actuales con épocas anteriores, son también entusiastas defensores de una Europa sin fronteras. Jakub Lewandowski, que pasó “dos años inolvidables” estudiando en Holanda, regenta ahora una tienda de quesos en Cracovia y viaja dos veces al mes hasta ese país para traer, en el maletero de su propio coche, los artículos con los que surte su tienda.

Sin embargo, la asociación de varios países -como el caso de la UE- se sostiene en mucho más que matices sentimentales o los beneficios para empresarios. La tortuosa historia europea, con multitud de guerras, acuerdos y desacuerdos ocurridos a lo largo de los siglos, requiere del cumplimiento ineludible de ciertos compromisos en puntos básicos que son, precisamente, en los que se basa la credibilidad de su compromiso. Cuando Donald Tusk, líder del partido de la oposición y expresidente del Consejo Europeo, propuso hace poco cambiar la Constitución polaca para conseguir que hagan falta dos tercios de los votos para abandonar la Unión, el Gobierno calló por respuesta.

Hay falta de sintonía entre la actitud hacia la UE que tienen la mayoría de los polacos y lo que dicen sus representantes

Que el viceprimer ministro Zbigniew Ziobro se refiera a la Bruselas como un poder “colonialista”, o que una de las juezas del Tribunal Constitucional, Krystyna Pawlowicz, afirmase “rezar cada noche para que la Unión Europea se derrumbe”, o que el mismísimo presidente Duda afirmase que los fondos europeos alcanzan “para reparar las aceras y poco más” demuestran la falta de sintonía entre la actitud hacia Europa que tienen la mayoría de los polacos y lo que piensan sus representantes.

El ¿impensable? Polexit

"En manifiesta violación de los Tratados de la UE, los compromisos de Polonia anteriores a la adhesión a la UE y la propia Constitución polaca, el actual Gobierno polaco, a través de su Tribunal Constitucional cautivo y compuesto de manera ilegal, ha formalizado un Polexit del orden legal de la UE. Es un hecho sin precedentes y muy peligroso, ya que significa que las autoridades polacas ya no reconocen estar sometidas a los requisitos del Estado de Derecho de la UE y a las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión sobre temas de independencia judicial", explica a El Confidencial el profesor de Ley Europea de la universidad de Middlesex de Londres, Laurent Pech.

Después del camino andado, una Europa sin Polonia es tan impensable como una Polonia fuera de Europa. Por peso específico, influencia regional e importancia histórica, Polonia es parte de la identidad europea y una pieza fundamental de la Unión. Los gobiernos cambian, pero sus decisiones permanecen, aunque a veces vayan en contra de la voluntad de sus ciudadanos. Alguien debería ponerle sellos a la carta de amor de los polacos a la UE y enviarla, aunque se trate de un compromiso postergado por las circunstancias.

Angelika, quien proclama orgullosa el pasado “austro-húngaro” del que le hablaba su abuela, y que en su opinión fue “como una primera Unión Europea”, afirma que el primer viaje que le apetece hacer en cuanto le sea posible será a Bruselas: “siempre había pensado que era una ciudad insignificante, pero ahora me parece que allí se decide el futuro de Polonia. Y me parece bien que así sea, en vez de en Berlín o en Moscú, como ocurrió en el pasado”.

"Si no estuviéramos en la Unión Europea, ahora estaríamos como Ucrania o como Bielorrusia, ¿sabes? Los rusos nos estarían amenazando y media Polonia estaría intentando cruzar como fuese la frontera para irse a Alemania", defiende Jakub Lewandowski, propietario de una tienda de quesos holandeses en Cracovia. El europeísmo de Polonia habla de sentimientos, de beneficios económicos, de perspectiva histórica e incluso de identidad comunitaria. La crisis migratoria en su frontera ha acentuado como nunca la paradoja política polaca de ser, al mismo tiempo, escudo y azote de Bruselas; pero también su gran contradicción social: una ciudadanía abrumadoramente proeuropea que vota a un gobierno hipernacionalista.

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