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"Muchos jóvenes no se definen como heterosexuales porque se ve como algo desfasado"
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ENTREVISTA CON DARIAN LEADER

"Muchos jóvenes no se definen como heterosexuales porque se ve como algo desfasado"

El psicoanalista autor de '¿Qué es la locura?' dedica su último trabajo, 'Nunca es solo sexo', a entender a través del sexo nuestros miedos, comportamientos y las convenciones sociales del tiempo moderno

Foto: Darian Leader. (Alamy/Keith Morris)
Darian Leader. (Alamy/Keith Morris)
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Nunca antes en la historia del ser humano se había pronunciado de manera tan frecuente “ha sido solo sexo”. Para empezar porque nunca antes habíamos hablado tan abiertamente de nuestras relaciones sexuales; para seguir, porque el sexo no tenía la misma centralidad en nuestras vidas; y para terminar, y más importante, porque seguramente nadie pensase de verdad que el sexo solo pudiese ser sexo, un ritual que como el resto de rituales hoy se ha desacralizado.

El californiano Darian Leader, uno de los grandes psicoanalistas del siglo XXI, ha utilizado la frase Nunca es solo sexo (Sexto Piso) para titular su último trabajo, en el que analiza los sentimientos que acompañan a las relaciones sexuales, los condicionantes sociales que influyen en ellas y el rastro de vivencias infantiles que aún laten en la edad adulta, gracias a décadas de experiencia como psicoanalista en su consulta londinense.

El autor de La moda negra. Duelo, melancolía y depresión (2011) o ¿Qué es la locura? (2013) sigue el camino opuesto al del psicoanálisis: mientras que aquel partía de cualquier experiencia vital para llegar a la causa sexual primigenia, Leader interpreta nuestras actitudes y comportamientos sexuales como una manera de entender nuestras conductas cotidianas.

Pregunta. Si el sexo no solo es sexo, ¿qué más puede ser?

Respuesta. A menudo se dice que algo ha sido solo sexo para implicar que no ha significado nada, que no ha habido emociones en juego. Creo que es algo que muchos hombres dicen como parte de un proceso de defensa por el que quieren distanciarse del acto sexual, porque el sexo implica una gran cantidad de emociones y de implicación personal.

"El sexo no tiene que ver con emociones positivas sino con estar inquieto o ansioso"

Una de las cosas más interesantes que he encontrado investigando es que los hombres a menudo tienen fantasías sexuales donde se distancian emocionalmente de la persona con la que se están acostando, incluso aunque sea alguien a quien quieren. Pero en determinado momento del acto sexual puede que de repente empiecen a fantasear con una conexión más profunda, e intentan librarse de ella. Eso explica por qué a menudo, después del sexo, algunos hombres de repente sienten una extraña e inexplicable hostilidad hacia la persona con la que están.

P. Del libro se desprende que la violencia forma una parte importante del sexo. ¿No hay ningún tipo de interacción sexual donde la violencia no juegue ningún papel, y sí lo hagan la ternura o el cuidado?

R. Este problema se ha tratado cada vez más desde los años setenta, gracias al estudio de la violencia en las relaciones sexuales por los movimientos feministas, y más concretamente, en el pionero estudio de 190 sociedades humanas que encontró que no hay una sola sociedad donde la violencia no estuviese presente en el sexo. Siempre lo hace de forma recíproca, por parte de ambos.

placeholder Ilustración de El 'kamasutra' de la Pinacoteca de París.
Ilustración de El 'kamasutra' de la Pinacoteca de París.

En el libro analizo cómo el sexo es el único espacio donde mucha gente puede sentirse legitimada para expresar esa clase de violencia. Los grandes libros orientales sobre sexo como el Kamasutra contienen muchas referencias a la violencia sexual: morderse, arañarse, etc. Lo vinculo a las primeras ideas que tenemos de niños sobre el sexo, cuando nos parece increíble o imposible que un cuerpo pueda penetrar otro cuerpo. ¿Cómo es posible sin hacerle daño? ¿Cómo pueden hacer el amor dos cuerpos sin dolor, sin violencia, sin destrucción? Probablemente esas ansiedades tempranas se queden con nosotros el resto de nuestras vidas y jueguen su rol en la práctica sexual.

P. ¿Hay siempre sufrimiento en el sexo?

R. No creo que siempre. Pero una de las cosas más fascinantes que descubres si estudias la historia de las investigaciones sobre sexo son las razones por las que se excita la gente: en el que quizá sea uno de los estudios más tempranos en EEUU, se fijaron en qué era lo que ocasionaba reacciones fisiológicas de excitación como erecciones o lubricación. De los 77 casos analizados, solo 13 tenían motivos manifiestamente sexuales. El resto estaban relacionados con el miedo, la ansiedad, la furia o la amenaza.

Poco a poco, a lo largo del siglo XX, todo el mundo se puso de acuerdo. Para cuando llegaron los años setenta, estaba claro que el sexo tenía menos que ver con el resultado directo de emociones positivas de atracción y placer y estaba más relacionado con situaciones donde alguien se sentía inquieto, ansioso, furioso o amenazado. Eran estos sentimientos los que generaban el deseo sexual.

"Los hombres fantasean con que su pareja es otra, y las mujeres, que ellas también lo son"

P. ¿Somos todos otra persona cuando hacemos el amor? Si es así: ¿quién?

R. En el libro cuento ese chiste en el que una pareja está en la cama, uno se gira hacia el otro y le dice: ¿te apetece? Y su pareja le responde: “No, estoy demasiado cansado para pensar en otras”. Es algo muy común tanto para hombres como para mujeres, pero de forma diferente. Los hombres a menudo imaginan que la persona con la que están es otra, mientras que las mujeres piensan no solo que la otra persona sea alguien diferente, sino que ellas no son las mismas, algo que según mi experiencia, no hacen los hombres.

No hay una única explicación para todo, pero creo que un motivo interesante aquí es la responsabilidad. Aunque vivamos un tiempo ilustrado y liberal, en nuestra educación sexual el sexo aún se considera inconscientemente como una ofensa punible, algo incorrecto y sucio que no deberíamos practicar. Sin embargo, la sociedad nos dice cuando nos hacemos mayores que debemos hacer el amor y disfrutarlo, y verlo de forma positiva, pero aún tenemos muchas cosas negativas en nuestra cabeza. Por eso cuando hacemos el amor, una de las cosas más importantes es separar esta responsabilidad de nosotros mismos, permitirnos tener placer porque sabemos que no está bien.

P. Hablemos de la autenticidad en el sexo, que analiza en el libro. Señala que hace décadas se convirtió en un valor muy importante, hasta que nos dimos cuenta de que es imposible ser auténtico en el sexo.

R. Antes de los años setenta y los ochenta, el sexo era visto como rendimiento. ¿Puedes hacerlo mejor? ¿Puedes durar más? ¿Cómo es tu habilidad física? Si fracasabas, puede que necesitases ayuda, porque algo funcionaba mal. A partir de los setenta, con el movimiento de la autenticidad, la idea era que el sexo es más bien un ritual de afirmación mutua: seamos nosotros mismos con el otro, no necesitamos demostrar nada. Pero ¿qué es más difícil de probar que ser uno mismo? La exigencia es mucho más alta, porque es imposible demostrar autenticidad en el sexo. Así que en cierta forma, decirle a la gente que no tienen que rendir hace su vida incluso más difícil porque está fijando un nuevo estándar.

placeholder El psicoanalista Darian Leader. (Angus Muir)
El psicoanalista Darian Leader. (Angus Muir)

P. ¿Por eso ha cambiado esta perspectiva durante los últimos años?

R. Creo que sí. Hasta cierto punto, en algunos sectores de la sociedad occidental, la presión aún se encuentra en que la gente sea ella misma durante el sexo, que se comunique, que diga qué quiere y que tenga en cuenta a la otra persona y no ver el sexo como una especie de posesión objetificadora o una prueba de virilidad. Pero el criterio de ser tú mismo es más difícil porque siempre sientes, al ser tú mismo, la amenaza de estar siendo juzgado o evaluado. ¿Soy digno de ser amado? ¿Tengo algún valor? ¿Merezco la pena? El sexo pone en foco todas esas preguntas.

P. Incluso aunque no nos demos cuenta, seguimos un guion durante el sexo. ¿Sería posible hacer el amor sin un guion cultural?

R. Piensa que has pasado tu vida deseando y fantaseando con alguien a quien conoces y te encantaría acostarte con esa persona. Un día, de viaje, vuelves a tu hotel y te la encuentras desnuda esperándote. Lo más probable es que llames a la policía. Eso se debe a que no se ha seguido el guion. Esa persona tiene que estar en el lugar correcto en el momento correcto, en el contexto adecuado. La atracción sexual no son dos palitos que frotas para hacer fuego, es algo que necesita mucho contexto, señales y códigos que nos dicen cuándo, cómo y con quién podemos excitarnos.

Es muy interesante estudiar cómo esos guiones dan forma a nuestras vidas sexuales, pero también ver qué ocurre cuándo se vienen abajo. Por ejemplo, ahora para los jóvenes es cada vez más difícil encontrar guiones al derrumbarse los valores heteronormativos en algunas partes del mundo, porque los guiones sobre qué hacer en el sexo para adolescentes y veinteañeros están mucho menos claros que antes. Por eso hay que reescribirlos.

"Hoy circula la idea de que tenemos que inventarnos nuestra vida, pero es imposible"

P. ¿Y cómo se hace?

R. Hoy hay una gran presión para que cada persona escriba sus propios guiones. Pero es muy difícil porque aunque tienen una dimensión personal ligada a la historia personal de cada uno, hay una influencia social. Los demás siempre nos dicen qué hacer. Piensa en los juegos sexuales tempranos que juegan los niños. Nunca van de un cuerpo encontrándose con otro sexualmente, sino que siempre empiezan con un rol sexual: tú eres el doctor, yo soy el paciente. En el siglo XXI circula la idea de que tenemos que inventarnos nuestra propia vida, cuando los condicionantes sociales en los que vivimos lo impiden.

P. A eso se añade que por lo general, el contexto es a menudo más importante que la persona con la que se mantienen relaciones.

R. Eso se ve muy bien en Ariane, la película de Billy Wilder. El protagonista, interpretado por Gracy Cooper, vive en el Ritz de París y cada día ve a una mujer diferente en la misma situación. Hay una banda tocando la misma música, come lo mismo, la habitación está preparada de la misma forma. Lo que le importa es más el contexto que las mujeres que entran en la habitación. Cuando cambia de espacio, pierde el interés por ellas. Eso es el guion sexual.

P. También explica que el orgasmo nunca había sido tan importante como hoy. ¿Estamos obsesionados por él?

R. Creo que la mercantilización del orgasmo a principios del siglo XX ha tenido un impacto muy importante en la forma en la que la gente entiende el sexo. El orgasmo masculino siempre ha sido visto como algo dado, pero el femenino no tanto, por lo que ha habido un mayor interés por igualar el campo. El problema es que es una visión muy masculina, porque los hombres tienden a relacionarse con el sexo con un modelo fálico que concluye con el orgasmo. Mientras que las mujeres en casi todas las encuestas publicadas en todos los países occidentales casi siempre valoran el orgasmo como la cuarta cosa más importante en el sexo.

Pueden ocurrir un montón de cosas antes del orgasmo, después del orgasmo o incluso sin el orgasmo. Así que convertir el orgasmo en lo más importante sigue siendo un reflejo de la sexualidad masculina. No ha cambiado nada porque no tiene en cuenta los aspectos multisensoriales de la sexualidad femenina. Es bueno poner la sexualidad femenina en la agenda cultural, pero no es bueno centrarse en el orgasmo como si la sexualidad femenina se redujese a él: o lo alcanzas o no, porque si no es así, eso implica que algo no funciona en la mujer, en lugar de que algo no funciona en un sistema que evalúa el sexo en términos de lo que logras y lo que no.

P. También habla de cómo para muchos adolescentes les resulta difícil definirse como “hetero”.

R. En algunas partes del mundo y en algunas partes de la sociedad, se juzga de forma muy muy negativa ser heterosexual porque se ve como una reliquia desfasada del patriarcado, como algo negativo. Hay nuevas etiquetas más dinámicas que ofrecen perspectivas más amplias que no te vinculan a una única orientación. Trabajo con muchos chicos aquí en Londres, y casi nunca se definen así porque lo perciben como una categoría desfasada. Pero hay que recordar que el que un chico no se sienta a gusto diciendo que es heterosexual no significa que se sienta a gusto en otra categoría. Todos los niños, en un colegio o un grupo social, se sienten diferentes al resto, así que buscan etiquetas que nombren esa diferencia.

P. ¿Es una especie de mercado de valores donde algunas etiquetas se revalorizan y otras pierden valor?

R. Absolutamente. Lo interesante es que esos productos pueden convertirse en mercancía, porque se crean y se descartan rápidamente, cada pocas semanas hay una nueva. Eso implica que hay gente intentando crear etiquetas que vayan a más velocidad que ese mercado para evitar que se conviertan en productos. Podemos ser cínicos y reírnos de que hoy haya 150 etiquetas sobre el género y hace años solo hubiese 50. Pero creo que es positivo porque eso muestra que la gente está intentando escapar de esa comercialización.

"La gente que hace mucho el amor es probable que lo haga para aliviar su sufrimiento"

P. En los últimos años se ha hablado mucho de recesión sexual. ¿Por qué está ocurriendo?

R. Me he interesado por ello después de que se publicase el libro, porque hay unas cuantas encuestas que parecen sugerir que la gente hace menos el amor ahora. Pero si te fijas en la historia de esas encuestas, en los cuarenta, los setenta o los noventa, los resultados eran muy similares y los investigadores decían “oh, dios, la gente hace menos el amor”. ¿Qué ha cambiado y qué no? Lo que es estable es que la gente cree que los demás hacen el amor sin parar, por lo que les sorprenden las encuestas que muestran que no es así. Pero la situación estadística no es tan diferente. Siempre imaginamos el sexo como algo que ocurre tras puertas cerradas, algo de lo que nos sentimos excluidos. Así que pensamos que todo el mundo lo hace más que nosotros, pero la realidad es que la gente no hace tanto el amor. De hecho la gente que hace el amor todo el rato probablemente sufra mucho y lo hace para suavizar su sufrimiento e infelicidad.

P. ¿Puede tratarse de una reacción a la cultura del sexo casual?

R. Por lo que veo entre los jóvenes con los que trabajo, aún es muy prevalente. La lección que podemos aprender es que el sexo no es solo sexo, que implica otras emociones y mucha carga emocional. La clase de sexo que produce la cultura del sexo casual implica dolor, sufrimiento, corazones rotos, como con cualquier clase de encuentro sexual. Creo que lo que ha cambiado es la manera en la que la gente transmite su deseo, que es muy distinto ahora porque las mujeres por ejemplo pueden hablar de ello de manera más clara y directa que a mediados del siglo XX.

Lo importante es ver la revolución sexual no tanto como cambios en las prácticas sexuales, en cuanto que la gente haga más o menos el amor, sino en el hecho de que es más fácil admitir lo que te gusta. También es interesante lo mucho que la cultura del sexo casual debe a la comunidad sadomasoquista, porque introdujo la idea de que el primer paso en una relación sexual es preguntar qué quieres hacer. ¿Está bien esto? ¿No lo está? ¿Dónde deberíamos detenernos? La cultura del consentimiento en la que vivimos ha introducido los valores de la cultura sadomasoquista.

P. Al fin y al cabo, descubrimos lo que deseamos durante el sexo, no antes.

R. Así es, y a veces cambiamos. He trabajado durante muchos años como psicoanalista y he visto que cuando las prácticas sexuales de la gente cambian, raramente lo hacen como resultado de un proceso de psicoanálisis, sino como resultado del encuentro con los demás. A veces se acuestan con alguien que les introduce en determinada práctica, o que les preguntan sobre ciertas cosas que les permiten hablar sobre ellas.

P. Si el sexo es terapéutico, ¿lo necesitamos en una sociedad que cada vez recurre más a la medicación psiquiátrica?

R. El sexo es una forma de tratar el dolor, el trauma y la opresión, pero no es una solución. Es una medida temporal. No creo que haya una relación directa entre el sufrimiento de la gente y cuánto hacen el amor.

P. ¿Algo que quiera añadir?

R. Aunque parezca que somos más ilustrados y liberales, los viejos juicios negativos sobre el sexo aún están muy presentes en todos los niveles de la sociedad. Lo que encuentro interesante es que eso da forma a lo que hacemos en la cama, y eso implica que hagamos grandes esfuerzos para librarnos de esa responsabilidad.

Nunca antes en la historia del ser humano se había pronunciado de manera tan frecuente “ha sido solo sexo”. Para empezar porque nunca antes habíamos hablado tan abiertamente de nuestras relaciones sexuales; para seguir, porque el sexo no tenía la misma centralidad en nuestras vidas; y para terminar, y más importante, porque seguramente nadie pensase de verdad que el sexo solo pudiese ser sexo, un ritual que como el resto de rituales hoy se ha desacralizado.

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