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Soy de Madrid y estas son las 5 cosas que deberías evitar a toda costa si vienes a visitar la capital
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Soy de Madrid y estas son las 5 cosas que deberías evitar a toda costa si vienes a visitar la capital

Madrid es una ciudad atestada de gente y en constante movimiento, pero es acogedora, amable y ofrece la posibilidad de hacer mil planes. Estos son los que yo, como madrileño, evitaría para no hacer la turistada

Foto: Soy de Madrid y estas son las 5 cosas que deberías evitar hacer a toda cosa si vienes de visita a la capital (Reuters)
Soy de Madrid y estas son las 5 cosas que deberías evitar hacer a toda cosa si vienes de visita a la capital (Reuters)

Más allá de etiquetas políticas o debates sobre el centralismo, Madrid es una ciudad auténtica que recibe con los brazos abiertos a todo el que viene de fuera. Da la bienvenida, acoge e integra. Su hospitalidad es su bandera. La ciudad que nunca duerme está llena de vida y fluye en un ir y venir continuo, a pesar de la escandalera de sus calles y sus gentes.

Abierta y tolerante, la capital es generosa, señorial y tradicional y, a pesar de su constante evolución y desarrollo, sigue siendo campechana y de barrio. Madrid se vive y se siente. Su encanto es innegable, y propios y extraños disfrutan de ella. De paso, de escapada o para instalarse. Madrid gusta (y no gusta). Esa es su identidad y su idiosincrasia.

Foto: Dos turistas pasan por la Plaza Mayor. (EFE/Sergio Pérez)
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Pero lo cierto es que tarde o temprano uno siempre va a Madrid y más allá de los tópicos, es un buen momento para conocer la ciudad por primera vez o redescubrirla si ya se ha estado antes. Planes típicos o nuevos, pero habiendo nacido en Madrid y viviendo aquí toda la vida, te desaconsejo por completo que hagas estas cinco turistadas en tu próxima visita.

1.- Tomar un bocadillo de calamares en El Brillante

Se trata del bocata por excelencia de Madrid y es uno de los planes que nunca suelen fallar en el To do list de todo aquel que visita la capital. Suele ser barato, te atienden rápido y es una solución perfecta para recuperar fuerzas en pocos minutos y seguir danzando por la ciudad.

Sin embargo, y a pesar del renombre de este icónico lugar, situado frente a la estación de Atocha y dentro del perímetro del conjunto de ‘El paisaje de la Luz’ (Patrimonio Mundial de la Unesco), lo cierto es que los bocatas de El Brillante (Plaza del Emperador Carlos V, 8) son cada vez más caros (pueden llegar a costar hasta 7 euros) y los calamares terminan siendo pura fritanga entre dos panes. Es lo que tiene criar fama y tener el local siempre a rebosar.

Por eso, si quieres tomar un buen y castizo bocata de calamares, te propongo visitar La Ideal (Calle de Botoneras, 4) o La Campana (Calle de Botoneras, 6), situadas ambas en una de las calles que dan acceso a la Plaza Mayor. ¡Más céntricos imposible! Destacan por su pan crujiente, que los sirven recién hechos y en abundancia, y su precio no tiene parangón: unos 4 euros. Eso sí, casi con toda seguridad lo comerás de pie, en la barra o en la calle.

2.- Tomar un café en la Plaza Mayor

Desde que la exalcaldesa Ana Botella dijo aquello de tomarse un “relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor, quedaron claras dos cosas. La primera, que se trataba de un eslogan publicitario para atraer en masa al turista nacional o extranjero a este emblemático lugar. Y, la segunda, es que no se había tomado un buen café en su vida. Cada vez más turísticos, más caros y de peor calidad, lo cierto es que no merece la pena sentarse en ninguna de sus terrazas, salvo honrosas excepciones.

Si eres amante del buen café existen otros sitios mucho mejores y más interesantes. Por un lado, está la mítica Confitería El Riojano (Calle Mayor, 10), fundada en 1855. Muchos acuden a comprar dulces de todo tipo (¡Están buenísimos!), pero muchos no saben que esconde un secreto: su bullicioso salón interior donde puedes tomarte un buen café y tu pastel favorito. Todo un acierto. Palabra de goloso.

Por el otro, y algo menos recargado, está el Café de la Plaza (Calle Imperial, 8), que esconde un increíble espacio diáfano, luminoso y acristalado en el patio interior del Hotel Pestana Plaza Mayor. Allí podrás disfrutar de un café de primera entre árboles y en la tranquilidad más absoluta.

3.- Comer en grandes cadenas

Madrid, como todas las ciudades, se ha llenado de establecimientos de franquicias de renombre. Han crecido como las setas en el campo y su éxito se debe principalmente a que sirven rápido, ofrecen productos sabrosos y cuestan poco dinero, aunque lo cierto es que la gran mayoría no son nada saludables. Lo peor de esta invasión es que se ha llevado por delante numerosos negocios centenarios y tradicionales, restando personalidad y esencia a la capital.

Por fortuna, hay locales castizos donde se puede seguir disfrutando de los típicos platos madrileños. Uno de ellos es la Taberna Casa Alberto (Calle de las Huertas, 18). Fundada en 1827, en el mismo edificio donde vivió Cervantes, conserva su hermosa barra de ónice y madera, una pila de cinco grifos o su antigua caja registradora. Pero lo que más destaca, además de unos camareros profesionales y atentos, es su comida: platos de cuchara como lentejas, judías o costillas con patatas, a los que se suman los callos o el bacalao a la madrileña, sin olvidarnos de sus deliciosas croquetas o sus torreznos. Y todo a un precio muy asequible.

Otros templos emblemáticos que puedes visitar cuando vengas a Madrid son Casa Ciriaco (Calle Mayor, 84), Malacatín (Calle de la Ruda, 5), Botín (Calle de Cuchilleros, 17), Taberna La Bola (Calle de la Bola, 5), Casa Labra (Calle de Tetuán, 12), Lhardy (Carrera de San Jerónimo, 8) o Bodegas de la Ardosa (Calle Colón, 13), entre otros. El cocido madrileño, sus croquetas o sus vermuts destacan entre sus cartas.

4.- Hacer cola en Doña Manolita

Lo sé. Acudir a Doña Manolita (Calle del Carmen, 22) es un acto de fe y supone uno de los mayores atractivos de Madrid, sobre todo en Navidad. Nadie quiere dejar escapar la ocasión de hacerse rico teniendo la oportunidad tan cerca. No es para menos, ya que ha repartido el Gordo hasta en 76 ocasiones desde que sus puertas abrieron en 1904.

Foto: Decenas de personas hacen cola para comprar lotería de Navidad. (EFE/Fernando Villar)

Lo entiendo, es tradición y más si se viene de fuera. Pero lo de las colas que se forman en la calle no tiene nombre, aparte de que para mí no tiene mucho sentido pasar horas a la intemperie pasando frío, pudiendo hacerte con un décimo de la administración de lotería más famosa y antigua de España a través de internet. No es lo mismo, no. Pero es mucho más práctico y menos molesto para los viandantes de esta atestada zona comercial.

5.- Coger el bus turístico de Madrid

Si tienes poco tiempo, tienes niños o eres una persona mayor, coger el bus turístico puede ser una buena opción de “ver” Madrid, sin andar y sin cansarte, en hora y media. Aunque ofrece varias rutas, audioguía y la posibilidad de subirte y bajarte todas las veces que quieras, es muy caro. El precio de un billete individual cuesta unos 25 euros y te hace una visita muy sesgada y por encima de lo que una ciudad como Madrid puede ofrecer a sus visitantes. Particularmente, recomiendo caminar la ciudad y coger el metro o el autobús para hacer desplazamientos cortos y seguir con el itinerario previsto.

placeholder Autobús turístico circula frente a la madrileña Puerta del Sol. (EFE/Zipi)
Autobús turístico circula frente a la madrileña Puerta del Sol. (EFE/Zipi)

En cualquier caso, si visitas Madrid, podrás conocerla y descubrirla de la manera que elijas y más cómoda te resulte. Eso sí, cuídala, quiérela y siéntete como un madrileño más. Haz tus turistadas, faltaría más, pero mi consejo es que vivas Madrid haciendo cosas locales. Será entonces cuando esta ciudad que nunca duerme te enamorará y te atrapará para siempre. Y ya se sabe, de Madrid al cielo. ¡Disfruta tu viaje!

Más allá de etiquetas políticas o debates sobre el centralismo, Madrid es una ciudad auténtica que recibe con los brazos abiertos a todo el que viene de fuera. Da la bienvenida, acoge e integra. Su hospitalidad es su bandera. La ciudad que nunca duerme está llena de vida y fluye en un ir y venir continuo, a pesar de la escandalera de sus calles y sus gentes.

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