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Rodrigo Sorogoyen: "Las ciudades se han convertido en lugares hostiles y desagradables"
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ESTRENA 'AS BESTAS'

Rodrigo Sorogoyen: "Las ciudades se han convertido en lugares hostiles y desagradables"

Después de pasar por Cannes y de llevarse tres premios en el Festival de Tokio, el cineasta madrileño estrena este viernes 'As bestas', un 'thriller' rural ambientado en Galicia

Foto: Sorogoyen en la presentación de 'As bestas' en Cannes . (Reuters/Stephane Mahe)
Sorogoyen en la presentación de 'As bestas' en Cannes . (Reuters/Stephane Mahe)

Cuando Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña leyeron la noticia del caso Martin Verfondern, supieron que habían dado con su película. Ocurrió alrededor de 2014, antes, incluso, de que ellos escribieran El reino (2018). Verfondern, un electricista holandés, dejó su trabajo y se mudó junto a su mujer, Margo Pool, a una aldea gallega casi abandonada, Santoalla do Monte, para emprender una vida basada en la sostenibilidad y el contacto con la naturaleza. En el año 2000, en el municipio convivían nueve vecinos. Consiguieron vivir de la tierra y de la ganadería y, durante un tiempo, vivieron exactamente como habían planeado. Hasta que una disputa por derechos de un monte común tensó las relaciones entre los vecinos. El director y la guionista encontraron una película en esta noticia y, sobre todo, en la cabezonería de Pool de quedarse en su casa de Santoalla a pesar de las hostilidades, que fueron subiendo de intensidad hasta que se hicieron insoportables. Un pueblo perdido. Nueve vecinos y mal avenidos. El escenario perfecto para un Perros de paja en la España del siglo XXI.

"Nos atrapó de esta historia ella, Margot Pool, que es una holandesa que decide seguir viviendo en esa aldea con unos vecinos que le destrozan esa vida, que decide que no la echarán del pueblo", explica a El Confidencial el director madrileño. "Aparte de que la historia era en sí un thriller rural terrorífico en el que dos vecinos se enfrentan con la intención de hacerse mucho daño, que es algo que ya hemos visto en muchas películas y que está bien para empezar, pero luego está lo otro, que es lo que nos fascinaba, que es la tipa que no es de allí, pero que siente tanto esa tierra que quiere quedarse ahí, a pesar de todo. ¿Por qué lo hace? Contestar esa pregunta es lo que nos hizo escribir de ello".

Ocho años después, este viernes, la película llega a la pantalla. Lo hace después de su première en Cannes en mayo. Del premio del jurado a Mejor película europea en San Sebastián. De los tres galardones —Grand Prix, Mejor director y Mejor actor— en el Festival de Tokio, de clase A, uno de los más importantes del mundo. De su estreno en Francia, donde ha recibido muy buenas críticas y donde entró en el top 10 de películas más vistas en su estreno a finales de julio. Ahora le toca medirse con el público español.

As bestas, como es habitual en el cine de Sorogoyen, se adentra en los aspectos más rugosos de la psicología humana. Aquí es en el aspecto territorial del hombre como animal. "El hombre" porque en As bestas son los hombres los que ladran, los que mean el terreno para dejarlo marcado. El pulso eterno entre el campo y la ciudad se concreta aquí en la historia de Antoine y Olga (Denis Ménochet y Marina Foïs), una pareja de franceses que se mudan a una aldea gallega —las localizaciones de la película se encuentran entre El Bierzo y Galicia— para reconstruir una casa —y una vida— autosuficiente vendiendo los productos ecológicos de su huerto, criando a sus propios animales. Detrás de esa decisión hay una convicción política, un idealismo que cree que la supervivencia del ser humano pasa por una vida de vuelta a la economía básica en comunión con la naturaleza. Su hija, Marie (Marie Colomb), vive en París y no llega a entender el impulso de sus padres.

placeholder Luis Zahera y Denis Ménochet reciben instrucciones de Rodrigo Sorogoyen. (AContracorriente)
Luis Zahera y Denis Ménochet reciben instrucciones de Rodrigo Sorogoyen. (AContracorriente)

Apenas son un puñado de vecinos, entre los que se encuentran Xan (Luis Zahera) y Lorenzo (Diego Anido). Dos hermanos nacidos allí y que han heredado de sus padres y de los padres de sus padres, y así hasta el infinito, un modo de vida que les ha sido impuesto. Cuidan de su madre anciana (Luisa Merelas) y de sus cabezas de ganado y de su casa y de su pueblo con la seguridad de quien se sabe dueño del suelo por derecho de sangre. "La tierra para el que la trabaja", dijo Zapata, y más aún si sus hombros sostienen el peso de las generaciones. Nunca se habían planteado antes los hermanos la desgracia o la fortuna de esa carga, hasta que una empresa de energías renovables les ofrece más dinero del que ellos nunca han imaginado por colocar un parque eólico en el monte comunal. Para aprobar el proyecto —y conseguir el dinero— necesitan la firma de todos los vecinos. Y Antoine y Olga se niegan. Lo demás, ya se lo imaginan. O no.

Con Madre, su anterior película, empezó ya su relación de coproducción con Francia. En As bestas son Ménochet y Foïs, dos actores franceses, los protagonistas. Ménochet (Custodia compartida, en Malditos bastardos es el hombre al que el coronel Hans Landa le pide un vaso de leche) es un actor atípico que siempre cumple y cuyo nombre, aunque no puede levantar un proyecto por sí mismo, sí que aporta el sello de calidad. Foïs es la eterna nominada al César que, aunque su cara no sea fácilmente reconocible en España, puede dar la campanada en la carrera a los premios.

PREGUNTA. Cannes, San Sebastián, Tokio. ¿Habías viajado tanto alguna vez con una película? Además, acabas de llevarte tres premios gordos en Tokio.

RESPUESTA. Ha sido curioso haber estado en tantos festivales, sobre todo antes de estrenar en España. Habitualmente vas a uno, estrenas en España y luego empiezas a viajar. Tengo unas ganas de estrenar aquí. Me preguntan: "¿Estás nervioso?". Pues no tanto. Porque hemos estrenado ya en tantos sitios… Entre ellos en Francia. En Cannes se supone que gustó muchísimo, tanto a la crítica como al público. Hubo una ovación bastante grande. Aunque luego resulta que en Cannes todo el mundo ovaciona a todo el mundo (ríe). La verdad es que fue muy bonita la proyección y la crítica la puso muy bien y la eligió la tercera película del festival.

P. ¿Qué es lo que ha llamado la atención fuera, siendo el retrato de una parte muy concreta de la geografía y la idiosincrasia española?

R. Todo el mundo resalta lo complejo del conflicto y cómo le gusta que se dé voz también a los personajes antagonistas. Lo agradecen mucho, al igual que cómo hemos construido la escalada de la tensión. Luego están los espectadores que te compran la segunda parte y los que dicen que el último tercio baja la intensidad.

placeholder Diego Anido interpreta a Lorenzo, el hermano de Xan. (AContracorriente)
Diego Anido interpreta a Lorenzo, el hermano de Xan. (AContracorriente)

P. Pero lo de las películas divididas en dos partes es ya marca de la casa Sorogoyen-Peña, ¿no?

R. Sí. Es verdad que, en la primera parte, lleva más el peso el personaje de Denis. Y luego es Marine la que toma el relevo. Esta película la escribimos Isabel y yo después de Que Dios nos perdone, antes de El reino. Me gusta recalcarlo porque siempre la protagonista era ella y, aunque hemos ido mejorando el guion, de lo que se ve en pantalla, el 80% ya estaba escrito entonces. Desde el principio nos gustaba que pareciese la típica mujer que está al lado del héroe, o detrás, en un papel secundario. Que el espectador creyese que es una película más de ese estilo y que quedase desconcertado cuando ella se descubre como la protagonista. Que es algo totalmente honesto, porque es lo que nos llamó la atención de la película. Que él se hubiese empeñado en quedarse en el pueblo nos hubiese parecido la idea de un loco, de un testarudo, de un hombre con un profundo sentido de la justicia. Pero hay miles de noticias así. Pero yo no había leído tantas noticias así protagonizadas por mujeres.

Es verdad que ahora nos hemos dado cuenta que hemos navegado con los tiempos. Si los tiempos no hubiesen sido los que son, no hubiésemos llegado a ciertas conclusiones. Un ejemplo de esto es la penúltima escena, en la que Olga le dice a la madre de ellos que, si necesita algo, ella estará en la puerta de al lado, que es la escena conciliadora por antonomasia de la película, antes era una escena de absoluta violencia. Pero antes no estábamos preparados, no nos dimos cuenta de muchas cosas, y eso es lo bueno de madurar un guion durante varios años. Nos da igual que sea menos climática, pero, si somos honestos con la película y los personajes, en esta escena se descarga toda la tensión. Hay gente a la que se le pone la piel de gallina.

P. ¿Por qué habéis tardado tanto en sacar adelante As bestas?

R. Ha tardado tanto porque yo consideré que no tenía que ser nuestra tercera película, que yo quería tener más control-barra-libertad —que, seguramente, es lo mismo— en la producción. Yo intuía que no tenía el suficiente poder para controlar la producción y consideraba que era muy importante, porque, cuando Isabel y yo la escribimos, consideraba que teníamos un peliculón entre manos. El tiempo nos ha permitido escribir el guion muchas más veces. Considero que tenemos mejor guion que en 2015. Y que nosotros somos más maduros; también mi director de fotografía (Alejandro de Pablo), el músico (Olivier Arson), el montador (Alberto del Campo) y yo mismo. También hemos tenido la suerte de encadenar proyectos muy atractivos, muy rápidamente y que nos han gustado. Se nos cruzó El reino, se nos cruzó el corto de Madre, con una nominación al Oscar, con lo que luego hicimos el largo corriendo, hasta ahora, que hemos encontrado el momento para As bestas.

P. Ahora también hay en el cine de autor en España una mirada hacia la periferia que era más difícil encontrar en el cine. Pienso en Alcarrás, de Carla Simón; en O que arde, de Oliver Laxe; en Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra; en El agua, de Elena López Riera... ¿Por qué esta nueva corriente de cine rural?

R. Yo creo que la gente se empieza a cansar de las ciudades muchísimo. Se han convertido realmente en lugares hostiles, muy poco saludables y muy poco agradables. Creo que se las están cargando. Lo cual me da mucha pena, porque yo vivo en una de ellas. Y la pandemia ha ayudado a hacer ver estos problemas. Luego hace falta tomar la decisión de irse, que eso es otra cosa.

placeholder Ménochet junto a Marina Foïs. (AContracorriente)
Ménochet junto a Marina Foïs. (AContracorriente)

P. Aquí no hay una romantización de la vida en el campo. Aunque los antagonistas sean los dos aldeanos, también se explican los motivos de sus decisiones, que son comprensibles.

R. Creamos personajes que no son blancos y negros. En la primera fase, Isabel y yo hablamos, hablamos y hablamos. Encontramos personajes que sean verosímiles, nos interesa un tipo de perfil y buscamos que le venga bien a la historia. Quisimos contraponer estos dos tipos de personajes y los diseñamos pensando cómo deberían ser para tocarles los cojones lo máximo a los aldeanos. Cuanto más ilustrados fueran, cuanto más majos, cuanto más perfectitos, mejor. Los otros no son los malos. Imagínate vivir ahora toda tu vida allí. Hay una cosa que me gusta mucho del personaje de Luis, cuando dice que están hartos de ser unos desgraciados, pero que lo peor no es serlo, sino que no se habían dado cuenta de que eran unos desgraciados hasta que les pusieron los billetes esos encima de la mesa. De repente, te das cuenta: ¿qué cojones vas a hacer tú ahí si te puedes ir? Antes había una inercia en la que asumían las cartas que les había dado la vida. Pero, de repente, viene la oportunidad y ese que no es de aquí, con su superioridad moral, viene a decirte que no puedes coger el dinero y marcharte de ahí… Pues claro que se cabrea.

P. ¿Hablasteis con Margo Pool para que os contase su versión?

R. No queríamos contar la historia tal y como pasó por pudor y por respeto. Dejamos de leer las noticias sobre el caso. Tampoco hablamos con Marine; solo después de acabar el guion y cuando estábamos con la preproducción en marcha le envié una carta y le dije que habíamos hecho una película, que esperaba que no le importara y que, incluso, le gustase. De hecho, le hemos enseñado la película y le ha gustado mucho. Pero ella no nos contó nada para hacer la película.

P. El pulso ciudad-campo siempre ha estado ahí. Pero ahora ese pulso se complica, porque muchos modelos de energía renovable o de nuevas tecnologías están acabando con las formas de vida tradicionales y con el paisaje. En Alcarrás son las placas solares, en As bestas son los parques eólicos...

R. Cuando decidimos que íbamos a hablar del entorno rural gallego fuimos allí a empaparnos y nos dimos cuenta que allí el tema de las eólicas —igual que en otros sitios de España, pero allí más heavy— está cambiando mucho el paisaje. Está llevándose a cabo una implantación masiva de parques eólicos que desde la ciudad nos parecen bonitos y que ayudan a las energías renovables y todo muy bien, pero que, en cuanto te informas, descubres que es una salvajada, que ganan dinero los de siempre con la excusa de una energía verde, pero se están cargando el ecosistema, especies animales y provocando una gran contaminación visual y acústica. Hay una escena en la que Ménochet se acerca a los molinos y los ve gigantescos que no estaba en el guion. Lo añadimos cuando estuvimos allí bajo uno de esos molinos, y no te puedes imaginar cómo suena uno de esos.

placeholder El personaje de Ménochet se enzarza en una espiral de violencia con dos de sus vecinos. (AContracorriente)
El personaje de Ménochet se enzarza en una espiral de violencia con dos de sus vecinos. (AContracorriente)

P. Mientras en anteriores películas tuyas, como Que Dios nos perdone o El reino, el suspense se construía de forma laberíntica y trepidante, a través de tramas que se enmarañan, en As bestas la tensión es soterrada, creciente, costumbrista y a cielo abierto...

R. Yo, para la tensión, consigo 100% en el guion y en los actores. Si es verdad que soy osado al hacer, por ejemplo, ese plano del bar en el que la cámara no se mueve. A veces sale bien y a veces sale mal, pero los actores se crecen mucho sabiendo que llevan todo el peso. Si tú haces un plano excesivamente largo, ya creas un suspense, una incomodidad en el espectador que ayuda al malestar de la historia. Eso lo hace Haneke y supongo que lo aprendí de él (ríe). Yo quería que la cámara mantuviese una equidistancia con los personajes de Ménochet y Zahera, que estuviesen en igualdad de condiciones, que los dos hablasen y contasen su historia y sus argumentos. Luego, tú, como espectador, juzgas. Cuando se me ocurrió esto, sí que sabía que iba a haber un plano secuencia en la cocina —aunque siempre se te puede caer— con Marina Foïs y Marie Comb. La película juega todo el rato a los contrarios. A los hombres por un lado y las mujeres por otro. La primera parte de la película está rodada toda con soportes fijos, lo que da esa cosa pesada que tienen los hombres, que aquí no se quieren mover de sus posiciones. Y la segunda toda está rodada con steady cam. Así que pensé hacer un plano secuencia entre madre e hija, en la cocina, en la que la hija, que es una energía joven, se mueve por todo el espacio y la cámara la sigue, pero que también provoca mucha tensión.

P. El personaje de Zahera ya estaba dado desde la escritura. Decís que era un personaje nacido para él. Pero ¿por qué Ménochet?

R. Ya que estábamos haciendo un Perros de paja, pensamos cómo nos gustaría que Antoine fuese lo contrario al personaje de Dustin Hoffman. Es que es enorme y parece que se va a cargar a todos. As bestas. Había algo de ponerles en igualdad de condiciones físicas. Normalmente no suele haber tantos protagonistas que pesen ciento y pico kilos. Y luego te lo voy a desnudar y se va a meter en el agua. Aparte que tiene esa mirada tierna e inteligente, que no lo hace el típico bruto, que es menos interesante. Es un tío inteligentísimo e hipercurrante, que no sabía nada de castellano y en 15 días se sabía el papel entero. Es un tío agilísimo, porque fue skater en su juventud y técnicamente es muy fácil trabajar con él.

P. Creo que hay algo que ha cambiado en tu forma de contar historias. Ha habido un cambio en tu voz desde Madre. Siento que tienen mucho más que ver Stockholm (2013) y El reino (2018), por muy diferentes que sean las tramas, que El reino y As bestas. ¿Lo sientes así?

R. Intentamos hacer películas lo más especiales posibles, dentro de que tampoco nos podemos pasar de especial. No son rarezas. Dentro de que hemos hecho un thriller rural, queríamos que fuese especial en algo. Igual que Madre, que también tenía algo especial. No sé si tiene que ver que sea una coproducción con Francia. Pero estoy de acuerdo con que Stockholm se parece más a El reino que El reino a As bestas. Es lógico que haya una evolución, si no, ¿para qué hago películas?

Cuando Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña leyeron la noticia del caso Martin Verfondern, supieron que habían dado con su película. Ocurrió alrededor de 2014, antes, incluso, de que ellos escribieran El reino (2018). Verfondern, un electricista holandés, dejó su trabajo y se mudó junto a su mujer, Margo Pool, a una aldea gallega casi abandonada, Santoalla do Monte, para emprender una vida basada en la sostenibilidad y el contacto con la naturaleza. En el año 2000, en el municipio convivían nueve vecinos. Consiguieron vivir de la tierra y de la ganadería y, durante un tiempo, vivieron exactamente como habían planeado. Hasta que una disputa por derechos de un monte común tensó las relaciones entre los vecinos. El director y la guionista encontraron una película en esta noticia y, sobre todo, en la cabezonería de Pool de quedarse en su casa de Santoalla a pesar de las hostilidades, que fueron subiendo de intensidad hasta que se hicieron insoportables. Un pueblo perdido. Nueve vecinos y mal avenidos. El escenario perfecto para un Perros de paja en la España del siglo XXI.

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