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Esta novela está tan bien escrita y es tan jugosa... que no tiene ningún futuro
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Esta novela está tan bien escrita y es tan jugosa... que no tiene ningún futuro

'Cerbantes Park', primera novela de Carlos Robles Lucena, propone una simpática mezcla entre Enrique Vila-Matas y Rafael Reig

Foto: Detalle de portada de 'Cerbantes Park'. (Navona)
Detalle de portada de 'Cerbantes Park'. (Navona)

Con la literatura poco se puede hacer, y por eso no tiene remedio. Pensemos que las novelas son solo tinta sobre papel, y que esforzadamente conforman letras y palabras y frases ajustadas a una gramática y cuentan una historia. Esto es así desde que Irene Vallejo dice que es así, y no ha cambiado nada salvo para inventarse editoriales con prestigio. Lo único que ha aportado el siglo XX a la literatura es "editoriales con prestigio". Lo demás en la centuria fue lo de siempre.

Ahora la música suena donde quieras, el cine se ve donde quieres y los dinosaurios parecen de verdad; hasta los museos nos resultan muy modernos de tanto que no vamos. La novela, en fin, sigue siendo el suplicio de pasar una a una 500 páginas e ir leyendo las 800 palabras que hay en cada una de ellas. Es que no se puede salir de ahí, amigos.

¿Y si la literatura diera para un parque de atracciones? Lo cuenta en 'Cerbantes Park'

El e-book no es un avance, sino una ortopedia. Lo usaremos de viejitos para hacer más grandes las letras de un texto. Poner fotos y links y vídeos en un libro es hacer un periódico sin actualidad. No se me ocurren más tonterías que puedan dinamizar, vitaminar o poner al día la lectura de narrativa.

Pero a Carlos Robles Lucena sí se le ha ocurrido una tontería. ¿Y si la literatura diera para un parque de atracciones? Lo cuenta en Cerbantes Park (Navona), donde se confirman muchas cosas sobre la vida y la palabra, mayormente que un parque de atracciones sobre la literatura no tiene ningún futuro.

Cerbantes Park

Nacido en Terrasa en 1977, Cerbantes Park no parece la novela de un cuarentón, sino la de un veinteañero que quiere publicar en Lengua de Trapo (cuando Lengua de Trapo estaba para estas cosas, claro). Me ha sorprendido la edad del autor porque su libro tiene todas esas pulsiones de cuando te lo crees. Cuando te crees que publicar libros en editoriales pequeñas tiene sentido.

Es la jovialidad lo que sostiene y atraviesa toda la novela. Está muy bien escrita, es como si la hubiera escrito yo.

Quiere decirse que me gusta mucho la prosa, la comprendo perfectamente: rítmica, viva, sorteando clichés como si fueran (que lo son) fosas sépticas. Tratando de decir lo de siempre de otra manera. "Toda identidad es un atrezo con ansias de ser paisaje".

placeholder 'Cerbantes Park'. (Navona)
'Cerbantes Park'. (Navona)

Del mismo modo que Rafael Reig imaginó un Madrid veneciano, con canales en lugar de calles, y tiró por ahí a ver dónde llegaba (Sangre a borbotones, 2002), Robles Lucena imagina una literatura visitable, atractiva, de ir toda la familia un domingo. O sea, un parque de atracciones.

Nuestro protagonista, que no narrador, es de hecho un fanático de estos llamativos lugares de esparcimiento, que proporcionan al libro jugosas reflexiones: "Los expertos en parques de atracciones afirman que se siente mayor placer al anticipar la caída de la montaña rusa que durante el propio descenso. Así, la adrenalina que produce una atracción no estaría tanto en ella misma sino en la expectativa que esta fuera capaz de generar". Visitar el parque es, por tanto, una lectura; hay atracciones inspiradas en grandes obras y en el propio lenguaje. "La única revolución pendiente es la de la comprensión lectora", se nos dice.

Es esta mezcla de novela social y ocurrencia culta, casi decantando a Marsé en Mendoza, la que le da su particular gracia

El libro, con todo y lo vila-matiano, es en realidad una novela de formación. Transfigurada en Terradell, Terrassa, ciudad del autor, sale mucho y por sus puntas más políticas. El libro está lleno de barrio, y no en vano la primera parte se titula así. Aparecen las acciones sociales, el compromiso, las asociaciones, cierta militancia a fuego lento en una lucha de clases perdida de antemano. El protagonista, antes de irse de Terradell, comprende, en efecto, que uno solo puede irse, inmejorablemente por Europa, y desclasarse a lo tonto si hace falta: haciéndose experto en parques de atracciones.

"La construcción de un parque de atracciones literario en el extrarradio barcelonés era un proyecto quijotesco". Es esta mezcla de novela social y ocurrencia culta, casi decantando a Juan Marsé en Eduardo Mendoza, la que da su particular gracia a la novela de Carlos Robles Lucena. Ahora se nos cuenta que Cervantes siempre escribió su apellido con b, ahora se nos habla del "tejido asociativo" de la ciudad. Y todo en un tono menor, sin épica en lo político ni pompa en lo erudito, cosas ambas que solo podemos agradecer.

Con la literatura poco se puede hacer, y por eso no tiene remedio. Pensemos que las novelas son solo tinta sobre papel, y que esforzadamente conforman letras y palabras y frases ajustadas a una gramática y cuentan una historia. Esto es así desde que Irene Vallejo dice que es así, y no ha cambiado nada salvo para inventarse editoriales con prestigio. Lo único que ha aportado el siglo XX a la literatura es "editoriales con prestigio". Lo demás en la centuria fue lo de siempre.

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