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Dios tiene una cita con Elon Musk: quién puede entender al hombre más rico del mundo
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Dios tiene una cita con Elon Musk: quién puede entender al hombre más rico del mundo

Cada tuit suyo expresa un delirio de grandeza muy fundamentado, pues, a diferencia de otros delirios de grandeza en otras personas, el delirio de Musk fragua

Foto: Imagen retocada de Elon Musk. (Reuters/Pool/Patrick Pleul)
Imagen retocada de Elon Musk. (Reuters/Pool/Patrick Pleul)
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Me abrió los ojos Bill Gates hace años con unas declaraciones. Dijo, sobre ser rico, que hay un momento en que carece de sentido tener más dinero, porque ya no puedes comprar ni un coche mejor ni una casa mejor ni un avión más grande. El consumo tiene un límite, debemos entender, bien que muy alto, y superado ese listón solo queda una cosa: la sabiduría.

A Elon Musk se le calcula una fortuna de 219.000 millones de dólares. Eso, amigos míos, es mucha sabiduría. Musk no ha conseguido 219.000 millones siendo sabio, como es obvio, sino seguramente siendo listo. Pero, una vez te encuentras con todo ese patrimonio en tu poder, es muy difícil no entregarse a algunas reflexiones, coquetear con determinadas esencias, proponer, en fin, cierta mirada sobre el mundo.

Foto: Ilustración: P. L. Learte
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Seguramente usted aún cree que voy de broma, pero lo digo en serio. Del mismo modo que el que vive en un piso por encima de usted ve más lejos cuando se asoma a la ventana (no en vano ese piso de arriba es más caro que el suyo), carecer de sueños materiales le deja a uno muy vacío, muy de buscar verdades y preguntarse por las cosas importantes de la vida. Por Twitter.

Cuando envía cosas al espacio, nos indica el camino de su ambición: el universo. Son mensajes a Dios

De momento, sí, Elon Musk se anda preguntando por la libertad de expresión, y su interlocutor y, al mismo tiempo, beneficiario directo es ya la humanidad entera. Cuando Musk tuitea “he comprado Twitter para intentar ayudar a la humanidad, a la que amo”, hay que entender que él ya solo se reúne, come o cena, no con un ministro, un presidente o con otro millonario, sino con la humanidad con mayúsculas; y de ahí para arriba. O sea, Dios tiene en breve una cita con Elon Musk. Porque nuestro hombre no tiene tiempo para los problemas de Cataluña o de la inmigración en Francia. Cuando envía cosas al espacio, nos indica el camino de su ambición: el universo. Son mensajes a Dios.

Delirios de grandeza

El caso es que Musk ha comprado Twitter y aquí estamos los humildes humanos pensando si somos fachas. Parece que, si no eres facha, Musk no te gusta; y, si te gusta Musk, eres de derechas. A mí Musk me hace mucha gracia. Cada tuit suyo expresa un delirio de grandeza muy fundamentado, pues, a diferencia de otros delirios de grandeza en otras personas, el delirio de Musk fragua. Cuando dijo que acabaría con el hambre en África si le presentaban un Excel apañado (la ONU), notamos que erradicar las hambrunas era cuestión de poner de acuerdo a determinados filántropos con determinadas organizaciones, y que para solucionar una gran lacra planetaria bastaba con un poco más de comunicación.

Parece que, si no eres facha, Musk no te gusta; y, si te gusta Musk, eres de derechas

Pero la ONU y Musk no parece que lleven bien lo de la comunicación.

Al entrar en Twitter, Elon Musk mostró, además, su condición de personaje de 'Succession', serie donde la imperial familia Roy compra una web similar y uno de los hermanos la califica de “fosa séptica de muesli”. “¡Estoy conociendo hoy a un montón de gente guay en Twitter!”, escribió en su perfil Elon el primer día con su nuevo juguete, pensando sin duda que acababa de hacerse dueño de una “fosa séptica de muesli”.

Este tuit es fundamental. Cientos de miles de personas le dieron like, pensando sin duda que había ahí mucho buen rollo. Error. Elon Musk va de buen rollo, pero no le sale. 24 horas después de haber conocido gente tan increíblemente “cool” (sic) en Twitter, empezó a despedirla. ¿Cinismo? ¿Hijoputez? No: se está muy solo en las alturas, los sentimientos se solapan, el amor y el odio son el mismo muesli. La vida funciona de otra manera cuando puedes hacerlo todo. Estar al lado de Elon Musk es estar al lado de cualquier posibilidad, y una frase, un tuit, es solo una faceta de esa posibilidad.

Sois muy guais, y estáis despedidos.

“El pájaro ha sido liberado”; “la comedia ahora es legal en Twitter”, ha escrito también este icono neoliberal con 110 millones de seguidores en su propia red social. “Tiene mucho ego”, apuntan algunos, enternecedoramente. Mucho ego tiene tu hermano, tu jefe de sección y hasta algunos camareros. Musk lo que tiene es el poder de cambiar la vida de millones de personas, y eso no proporciona egos inflados, sino la erradicación completa del ego de los demás.

Foto: Elon Musk en la Met Gala. (Reuters)

¿Qué debo hacer?, es la pregunta que se hace un sujeto como Elon Musk. ¿Qué debo hacer si puedo hacer cualquier cosa? Ahí, de nuevo, volvemos a las filosofías, al hombre enfrentado a sus esencias, que no son ya para charlas sin trascendencia entre amigos o para la escritura de libros de autoayuda, sino escalofriantemente categóricas. La muerte, por ejemplo. Si me muero hoy, pensará Musk, ¿qué va a ser de la humanidad? La libertad de expresión depende, para Musk, de que Musk siga vivo. No es poco vértigo.

Solo los pobres entienden a los pobres”, decía Charles Bukowski. ¿Quién puede entender al hombre más rico del mundo?

Nadie.

Me abrió los ojos Bill Gates hace años con unas declaraciones. Dijo, sobre ser rico, que hay un momento en que carece de sentido tener más dinero, porque ya no puedes comprar ni un coche mejor ni una casa mejor ni un avión más grande. El consumo tiene un límite, debemos entender, bien que muy alto, y superado ese listón solo queda una cosa: la sabiduría.

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