Si tu vida vale la pena, no te jubilas
Por mucho que lloriquee la juventud y crea mantener a anciano y medio cada uno de ellos con su exiguo sueldo, no hay nada que envidiar a un pensionista
Me gusta mucho ese gráfico que representa en cuadritos cada partida de los presupuestos generales del Estado. Los cuadritos o rectángulos van con colores, y aun así hace falta un buen rato para encontrar el cuadrito de 'Sanidad'. Los presupuestos generales del Estado son como el CIS por sus últimas páginas: demasiado sinceros. Si en la conversación pública todo es ecoansiedad y violaciones, en la encuesta del CIS nadie se acuerda del planeta Tierra ni del patriarcado, y la mayor preocupación que declara la práctica totalidad de los españoles es tener trabajo, y la segunda mayor preocupación son los propios políticos. Del mismo modo, mientras que cada impuesto que se sube o se inventa va en las portadas de los periódicos a pagar hospitales, luego en los presupuestos generales del Estado vemos cómo realmente la mayor parte de nuestros impuestos sirven para asalariar funcionarios y pensionistas. La Sanidad pública, después de tanta inflamación declaratoria, parece incluso una partida ridícula con sus 7.000 millones de nada. Las pensiones suponen 190.000. Hasta en Defensa (12.000) se gasta más el Estado que en Sanidad.
Cada vez que oigan a un político, o a un periodista simplón, decir que los impuestos sirven para pagar la Sanidad (que, hombre, es obvio), piensen en todo lo que ese político nunca recortaría antes de recortar en Sanidad: en nada. Ni un tanque, ni un coche oficial, ni un asesorcito. Si hay que recortar, solo se recortará en tu salud, dicen con desaprensión refleja: si alzas la voz, el desaprensivo eres tú.
No hay nada que envidiar a un pensionista. Aquí debemos abrir un poco la mirada, amigos
El caso es que los presupuestos han generado una imagen equívoca de varios millones de españoles: los jubilados. Sale, en el gráfico que les digo, enorme el cuadrado de las pensiones, pues supone un 39% del total. En 'elDiario.es' lo han puesto color playa de Benidorm, con bastante ojo. Es como una 'rave' de jubilados, ese 39%, una explanada inmensa de dinero público para que unos nueve millones de personas escuchen bonitos recitales a fin de mes. Diríamos que toda esta gente es privilegiada y un poco abusona.
Y no. Por mucho que lo de los pensionistas suba, mientras que lo de los demás —la población activa— se estanca o se rebaja; por mucho que el de los abuelitos se considere un voto cautivo y venal; por mucho que lloriquee la juventud y crea mantener a anciano y medio cada uno de ellos con su exiguo sueldo, no hay nada que envidiar a un pensionista. Aquí debemos abrir un poco la mirada, amigos.
El sueño de nadie
Los jubilados o pensionistas son, antes que nada, ancianos. Tener 70 años nunca ha sido el sueño de nadie. Tener 80 suele ser la pesadilla de muchos. Tener 90 sugiere (Delon, Godard) suicidios asistidos en Suiza. La vida vieja es ya bastante jodida como para que encima la gente te señale con el dedo por 75,69 euros más al mes.
Cerca de mi casa hay una cafetería que frecuento, y que frecuenta también un jubilado, aunque solo por fuera. No toma café. Se planta en la acera, como si esperara a alguien, y se tira ahí media hora mirando para los lados. Nunca viene nadie porque no ha quedado con nadie, así que, como diría seguramente él mismo, va pegando la hebra con algún parroquiano sentado a las mesas de la terraza. Y le dice cosas como: “Hoy me he puesto guapo”, porque lleva unos pantalones mejores que los de ayer. Y el de la mesa le contesta: “Usted no es guapo”, y esa es un poco su vida.
Jubilarse es empezar a no valer para nada, algo que, por mucho que lo paguen, no debe inspirarnos otra cosa que piedad
Jubilarse es empezar a no valer para nada, algo que, por mucho que lo paguen, no debe inspirarnos otra cosa que piedad. Cuento a menudo que hace años, cuando vivía en un barrio de Usera (Madrid), había un quiosco en mitad de una plazuela. El quiosquero debía de llevar allí 50 años. Un día, sin más ni más, el quiosco desapareció, había baldosas rotas en los tres metros cuadrados de nada que había ocupado el tenderete de periódicos. Pusieron un banco, a las dos semanas, de los de sentarse. Y desde el primer día del banco nuevo, todas las mañanas te encontrabas sentado en él al propio quiosquero, soñando con cuando valía para algo y te vendía el 'Marca'.
Quiere decirse que el apartadero o aparcadero de la vida que es la jubilación bien podría estar bonificado con 5.000 euros, que a nadie le saldría a cuenta. Javier Cansado contaba en una entrevista que sus hijos le envidiaban el dinero que tiene, y que él les decía que les daría todo ese dinero a cambio de su juventud. Algo parecido escribe Rafael Chirbes en sus diarios, poniendo voz al joven que envidia: “Tú tienes el dinero, yo el vigor”.
Jubilarse no es pasar el día en la playa y acudir de noche a clubes BDSM, amigos, es un aburrimiento minucioso, lento, dentro de un cuerpo achacoso y que guarda ya mucho rencor de sí mismo, amén de todos esos amigos muertos que hay que penar y todos esos hijos vivos que no llaman. Los jubilados echan el Euromillón y no les toca. Aciertan ocho como mucho en la quiniela. Y así.
Jubilarse no es pasar el día en la playa y acudir de noche a clubes BDSM, es un aburrimiento
La gente cree que quiere jubilarse y es probable que los funcionarios sean los únicos que saben hacerlo. Los demás, al jubilarse, entran en tristezas, debacles, inutilidades. Dense cuenta de la cantidad de gente que trabaja en lo que le gusta y no lo deja nunca, como los periodistas (Losantos, Boyero), los escritores (Vila-Matas, Marías) o los Rolling Stones. Si tu vida vale la pena, no te jubilas. La prisa por pensionar es como la prisa por reconocer que has dedicado buena parte de tu tiempo sobre el mundo a algo que detestabas. Luego que el Estado te suba un 8,5% la pensión no es un consuelo para nadie.
“Ser viejo es que la guerra ha terminado”, escribió Joan Margarit. La vejez supone, sobre todo, demasiada paz. Hay que recordar a veces que la vida de batalla siempre será mejor que no tener nada por lo que luchar. Da igual cuánto te paguen por ser viejo: no es suficiente.
Me gusta mucho ese gráfico que representa en cuadritos cada partida de los presupuestos generales del Estado. Los cuadritos o rectángulos van con colores, y aun así hace falta un buen rato para encontrar el cuadrito de 'Sanidad'. Los presupuestos generales del Estado son como el CIS por sus últimas páginas: demasiado sinceros. Si en la conversación pública todo es ecoansiedad y violaciones, en la encuesta del CIS nadie se acuerda del planeta Tierra ni del patriarcado, y la mayor preocupación que declara la práctica totalidad de los españoles es tener trabajo, y la segunda mayor preocupación son los propios políticos. Del mismo modo, mientras que cada impuesto que se sube o se inventa va en las portadas de los periódicos a pagar hospitales, luego en los presupuestos generales del Estado vemos cómo realmente la mayor parte de nuestros impuestos sirven para asalariar funcionarios y pensionistas. La Sanidad pública, después de tanta inflamación declaratoria, parece incluso una partida ridícula con sus 7.000 millones de nada. Las pensiones suponen 190.000. Hasta en Defensa (12.000) se gasta más el Estado que en Sanidad.
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