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Rafael Reig: "Di caña a Podemos y pensaban que era un facha; ahora me dan la razón"
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nueva novela: 'Para morir iguales'

Rafael Reig: "Di caña a Podemos y pensaban que era un facha; ahora me dan la razón"

El escritor se recrea una vez más en los años de la Transición a partir de los recuerdos de un niño criado en un hospicio madrileño que observa cómo va cambiando el país y él mismo

Foto: Rafael Reig. (EFE)
Rafael Reig. (EFE)

Desde hace un tiempo, Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) vive en Cercedilla, al frente de la librería Fuenfría. “No es un bar, eh”, avisa cuando le pregunto por ella. Allí dice que se siente “como un confesor” porque se sabe los gustos del pueblo, y haciendo “una labor tan útil como la de los médicos”. Reig acaba de publicar 'Para morir iguales' (Tusquets) que sigue la senda de sus anteriores novelas, 'Todo está perdonado' y 'Un árbol caído': una vez más se recrea en aquellos tiempos de la Transición. Esta vez a partir de los recuerdos de Pedrito Ochoa, un niño criado en un hospicio madrileño que observa cómo va cambiando el país y él mismo. Una novela sobre la identidad personal y también nacional. El escritor es conocido por afilar el colmillo, incluso contra los suyos, esa izquierda ya sea más roja o más desdibujada. Así que de todo eso hablamos en esta charla, que él prefiere mil veces antes que el combate en Twitter.

Foto: Rafael Reig y Antonio Orejudo Opinión

PREGUNTA. Después de novelas como 'Todo está perdonado' y 'Un árbol caído', con esta última te van a llamar ‘el escritor obsesionado con la Transición’.

RESPUESTA. Puede ser, pero en este libro más que Transición política hay transición personal, que es igual de catastrófica. Todos nos convertimos en otro, pero la forma en la que lo hacemos determina lo que podemos hacer o no, nos fija un techo de cristal, como nos fija la Transición política. En esta novela me he centrado más en el problema de identidad de este chico huérfano que se hace millonario y que no es del todo una buena persona.

placeholder 'Para morir iguales'. (Tusquets)
'Para morir iguales'. (Tusquets)

P. Un problema de identidad que tiene que ver con el problema de identidad del país que se va generando en aquellos años de la Transición, según cuentas en la novela a través del personaje de Pedrito Ochoa.

R. Claro. Nosotros nos hemos creído que somos Suiza y no lo somos. Somos un país fundamentalmente de pobres de toda la vida. Nos hemos creído que somos como cualquier país europeo y no lo somos. Hay que asumir que jugar a ser un país rico tiene un precio.

P. ¿Qué precio?

R. La destrucción moral. El mismo que tiene para mí protagonista. Un precio que se paga en cinismo, en amoralidades, en indiferencia hacia los demás… Se paga muy alto.

placeholder Rafael Reig. (EFE)
Rafael Reig. (EFE)

P. Me viene a la cabeza el caso de Cristina Cifuentes… ¿Representa el caso del máster lo que dices?

R. Para mí representa una cosa muy valiosa en estos tiempos en los que los jóvenes están muy decepcionados con la universidad, con eso de para qué valen los títulos, porque que alguien esté dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguir un título universitario es un buen ejemplo para la sociedad, porque pone en valor los títulos. Fíjate, hasta el punto de que se cometen fraudes, delitos y se pagan millones por obtener un título. Esa sería la lectura irónica. Cifuentes es el resultado del marasmo moral en el que estamos, ese marasmo en el que todo lo que funciona está perdonado.

P. Bien ahí la cuña publicitaria… Está perdonado, pero es curioso cómo el máster de Cifuentes ha indignado más que todos los casos de corrupción que han salido en los últimos meses.

R. Sí, pero creo que a veces esas agitaciones están un poco promovidas. A mí que alguien falsifique un título, pues para eso están los tribunales y no estoy dispuesto a montar en cólera con esas cosas. A mí es que la política ya me empieza a parecer como el fútbol, una especie de máquina de producir entusiasmos y odios. A mí si hay que hablar de política, hablemos en serio y no de esta tonta.

Cifuentes es el resultado del marasmo moral en el que estamos, ese marasmo en el que todo lo que funciona está perdonado

P. Pues te iba a preguntar por otros a los que has dado caña y con los que ya tuviste problemas porque avisaste de que no iban a poder. Podemos, claro.

R. Bueno, es que ellos no pudieron. A mí todo eso me costó muy caro, y dije desde el principio lo que ahora está diciendo todo el mundo. No estoy orgulloso de aquello y desde luego no compensa porque había un momento en el que todos pensaban que era un facha… pero ahora todo el mundo me da la razón.

P. ‘Facha’ es una etiqueta muy facilita ahora. Se ven fachas por encima de nuestras posibilidades. Esa perversión del lenguaje. No te digo más con el caso de Cataluña.

R. Sí, sí. Pero es lo típico cuando no se tiene mucho que decir. En el caso de Cataluña la culpa es del PP, que es una fábrica de independentistas. Pero la culpa también es nuestra porque yo no he oído a Podemos, ni al PSOE, ni a la izquierda en general decir, ya está bien, y hagamos una República federal y laica. Nos quitamos al Madrid de los Borbones, montamos un estado federal, denunciamos el Concordato y quitamos la religión de las escuelas. El independentismo se integraría en un proyecto de República Federal laica.

placeholder Rafael Reig. (EFE)
Rafael Reig. (EFE)

P. ¿Y cómo?

R. La única posibilidad es dejar de votar al PP porque Rajoy no se va a ir a ninguna parte y yo no estoy viendo que se esté dejando de votarle. Y la verdad es que si los votos del PP van todos a Ciudadanos tampoco me arriendo la ganancia. De hecho puede ser peor el remedio que la enfermedad.

P. Vamos a volver a la novela, que nos perdemos. Esta historia habita en el terreno de la infancia, volver a ese lugar que algunos retratan como idílico.

R. La infancia no es idílica, todo lo contrario. Lo que pasa es que en la infancia las cosas que pasan son de verdad. Y luego todo se convierte en un teatro. En la vida adulta fingimos preocuparnos por cosas que nos importan un rábano y estamos muy poco dispuestos a la intensidad de la vida tal y como es. En los niños está el apetito de poder, y por eso está lleno de abusones. Y todo eso en nosotros ya no existe, es una especie de teatro, una película porno mal doblada.

La infancia no es idílica, todo lo contrario. Lo que pasa es que en la infancia las cosas son de verdad. Y luego todo se convierte en un teatro

P. Y, haciendo un paralelismo con España, ¿cuándo se jode la infancia de la España democrática?

R. Con la entrada en la OTAN. Ahí es cuando nos imponen un referéndum, movilizan a todo el mundo, y todos los intelectuales, incluido Ferlosio, se ponen firmes y apoyan la entrada en la OTAN. Yo he estado gritando "¡OTAN no, bases fuera!" con Javier Solana al lado en la Complutense. La misma persona que ordenó el bombardeo de Yugoslavia. Así que yo creo que ese es el momento en el que empieza todo, la cultura del pelotazo, el país en el que es más fácil hacerse millonario, la falta de moral, la ruptura del mercado laboral, el destrozo de los sindicatos…

P. ¿La crisis de 2008 no nos ha enseñado nada?

R. Estamos peor. La crisis ha sido un mecanismo de adaptación de la economía española a una en la que todos van a acabar de camareros en un chiringuito y de animadoras de discoteca. Ya no tenemos un tejido productivo, ya no tenemos agricultura ni somos un país turístico de patio de recreo de los ricos europeos.

La crisis ha sido un mecanismo de adaptación de la economía española a una en la que todos van a acabar de camareros

P. De aquellos años ochenta que citas es también la Nueva Narrativa que sigue siendo hoy hegemónica. Tu generación, puedo citar también a Antonio Orejudo, ha sido muy crítica con ella, pero vuestra generación también publica. Insistís en el tapón.

R. Bueno, tampoco quiero tirarles piedras porque no son malos. Lo que pasa es que ellos se dirigen a unos lectores que son los que siguen teniendo el poder.

P. También están siendo conocidos por gente más joven, quizá por las batallas que se montan en las redes sociales a raíz de sus columnas y comentarios.

R. Es una forma de hacerse publicidad. Y el papel del viejo cascarrabias siempre es agradecido. Dices barbaridades y gol. A mí me parece bien sacar músculo en el borde de la piscina para que te vean las chicas pero a veces también hay que tirarse a la piscina y nadar un largo. Y eso significa escribir una novela buena. Los agitadores, como Marías o Pérez-Reverte, están siendo mucho más conocidos por eso que por sus novelas, que no se leen tanto.

Los agitadores, como Marías o Pérez-Reverte, están siendo mucho más conocidos por eso que por sus novelas, que no se leen tanto

P. ¿Tú no te sientes cómodo dando caña en las redes?

R. No, a mí en Twitter no, porque está lleno de gente que sólo da caña. A mí me gusta dar caña en cualquier sitio menos en Twitter. Twitter me resulta una pelea de verduleras. A veces no me puedo contener porque soy humano… Pero Twitter es una especie de basurero en que todo el mundo puede meterse con cualquiera, y supongo que eso en cierto modo es un espacio de libertad, pero también es un espacio de convertirse en un idiota si te dejas llevar por ello. Además que te lleva mucho tiempo porque como te enzarces con alguien se te va toda la mañana.

P. Hablábamos de esa generación que llegó al poder en los ochenta y que ha ejercido de tapón a otras, pero cuesta encontrar autores, no ya de cuarenta, sino de treinta años, publicados, con premios… alcanzando la hegemonía, vaya.

R. Bueno… sí hay algunos, ¿no? Está claro que hay recambio. Quizá no tienen la visibilidad que deberían, y eso es culpa nuestra por no apoyarles, y es algo que hay que hacer más. También es culpa vuestra, de los medios. Yo vivo en un pueblo y allí la gente entiende muy bien que no puede ir al Carrefour a comprar aunque le salga cinco euros más barato porque si no, en el pueblo no habrá nada. Y nosotros, aunque nos fastidie, tenemos que apoyar a los autores jóvenes, porque eso significa que nuestra literatura seguirá viva. Yo soy muy partidario de apoyar a los jóvenes.

Ahora ni existe la clase obrera, ni los de abajo ni los de arriba les tienen el más mínimo miedo

P. ¿Qué dirían los niños de la Transición de su novela de la España actual?

R. Ellos vivieron una España irreal primero por lo que les contaban las monjas. Y creo que se sentirían muy decepcionados porque al menos ellos tenían rencor de clase y sabían identificar al enemigo, sabían que los niños pijos del cole eran los malos porque tenían más dinero, y no les tenían miedo. Y ahora ni existe la clase obrera, ni los de abajo ni los de arriba les tienen el más mínimo miedo.

P. Es que ahora todos somos clase media.

R. La clase media fue una creación del franquismo. La República no tuvo tiempo de crear una clase media. Pero el propio Franco lo tenía muy claro. De hecho, como digo en la novela, su gran monumento y legado no fue la Cruz de los Caídos, sino la clase media española, que ahora es la clase media franquista emocionalmente.

P. Por lo tanto, ¿la regeneración sólo puede ser demográfica, es decir, una cuestión de tiempo?

R. Yo creo que no. El tiempo por sí solo no arregla nada. Hay que moverse en una dirección política, y en una dirección que centre la atención en los verdaderos problemas, como son la forma del Estado, el lugar que ocupa la Iglesia y la estructura territorial. Por lo tanto, para mí la República Federal laica es la estructura perfecta.

Desde hace un tiempo, Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) vive en Cercedilla, al frente de la librería Fuenfría. “No es un bar, eh”, avisa cuando le pregunto por ella. Allí dice que se siente “como un confesor” porque se sabe los gustos del pueblo, y haciendo “una labor tan útil como la de los médicos”. Reig acaba de publicar 'Para morir iguales' (Tusquets) que sigue la senda de sus anteriores novelas, 'Todo está perdonado' y 'Un árbol caído': una vez más se recrea en aquellos tiempos de la Transición. Esta vez a partir de los recuerdos de Pedrito Ochoa, un niño criado en un hospicio madrileño que observa cómo va cambiando el país y él mismo. Una novela sobre la identidad personal y también nacional. El escritor es conocido por afilar el colmillo, incluso contra los suyos, esa izquierda ya sea más roja o más desdibujada. Así que de todo eso hablamos en esta charla, que él prefiere mil veces antes que el combate en Twitter.

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