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Arreón sindical: que suban los precios no puede ser culpa del Gobierno
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MALA FAMA

Arreón sindical: que suban los precios no puede ser culpa del Gobierno

En las pancartas de cabecera se decía: 'Salario o conflicto'. Sonaba como que se le había ocurrido a un divorciado

Foto: articipantes en la manifestación, convocada este jueves en Madrid por las centrales sindicales UGT y CCOO, bajo el lema "Salario o conflicto". (EFE/Javier Lizón)
articipantes en la manifestación, convocada este jueves en Madrid por las centrales sindicales UGT y CCOO, bajo el lema "Salario o conflicto". (EFE/Javier Lizón)
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Pasado el arreón térmico, llega el arreón sindical, otra anomalía que sube inusualmente la temperatura, da muchos titulares y a nadie le extraña particularmente. A finales de octubre hizo más calor, pero diríamos que nos quedó algo exagerado lo de arreón. A comienzos de noviembre se ha hecho una mani, pero no estaba claro contra quién. Que haga más calor es culpa de todos, pero que suban los precios no puede ser culpa del Gobierno.

Para diferenciar arreones, en este llovía. Me acerqué a Puerta de Toledo (Madrid) a contemplar la movilización. La convocatoria de los sindicatos constaba de tres columnas; las otras dos partían de Atocha y de Bailén, y acababan todas en la plaza Mayor. Los tres itinerarios eran cuesta arriba, lloviendo, por calles clásicas con vecinos no tan comprensivos. Yo creo que las manifestaciones hay que plantearlas cuesta abajo, como que tienes razón y las piernas van solas hacia la victoria.

A Puerta de Toledo, hacia las diez, empezaron a llegar los autobuses. Iba bajando la gente con ese entusiasmo que da siempre venir a la capital. Eran de Asturias, unos, de Extremadura, otros; de País Vasco; de Valencia. Al bar donde me tomaba un café llegó un grupo de asturianos. Llevaban banderas que mezclaban el azul autonómico y el rojo sindical, pidieron unas cervezas. Me pegué a ellos porque tenían pinta de saber cómo se hacen las manifestaciones. "¿Te tomas otra o qué?", oí.

Foto: Los secretarios generales de CCOO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez. (EFE/Fernando Alvarado)

Y también, a uno que se unió de pronto al grupo: "¿De qué va la manifestación?" Me sentí muy identificado con este hombre, tomaba notas en mi móvil de sus palabras literales. "De los salarios o así", le contestaron los demás, según anoté. Me pareció muy genérico ese "de los salarios o así". Luego escuché: "Hay que ir a Toledo, 103". Empecé a sentirme de la secreta, escuchando por encima del hombro y anotando consignas fundamentales.

Como acababa de dejar a mi hija en el colegio, y allí no está permitido que metas los paraguas, llevaba el de la niña en la mano, rosa y con silbato. Los paraguas de los niños ahora se hacen con silbato, y las manifestaciones se hacen por "los salarios o así". Me pareció que podía ponerme a tocar el silbato rosa de mi hija para confundirme entre los manifestantes, llegado el caso.

En Toledo, 103 había silbatos, en efecto, y tenderetes de camisetas y chalecos, y tambores, pancartas largas, una congregación creciente de banderolas, cuarentones, cincuentones y alegría. “Contento, ¿no?”, le dijo uno a otro viendo la afluencia obrera. “Sí, bueno, uno siempre espera más”, contestó el exigente. Las camisetas decían: “Si le pones ganas, ganamos todxs (UGT)”, que me pareció de nuevo bastante impreciso. Valía lo mismo para ir al gimnasio a ponerse en forma que para traer la revolución. En las pancartas de cabecera decía: "Salario o conflicto". Lo correcto sería: “O salario o conflicto”, pero tampoco lo vi claro. Aunque tenía fuerza: “Salario o conflicto”, sonaba como que se le había ocurrido a un divorciado.

El perfil mayoritario era gente como yo, así que no vi necesidad de tocar el silbato de mi paraguas infantil. O sea: hombres de más de cuarenta y vestidos de H&M. Mujeres había menos, pero había. Lo que casi no se veía era gente joven.

“Contento, ¿no?”, le dijo uno a otro viendo la afluencia obrera. “Sí, bueno, uno siempre espera más”, contestó el exigente

El momento andadero de la cosa no llegaba, y la calle la íbamos taponando para desgracia de los vecinos, que sólo querían ir a comprar el pan, y no podían porque mucha gente era pobre. Un hombre preguntó a uno de estos vecinos dónde había una administración de lotería, “para comprar lo típico para Navidad”, apuntó. Era bonito que las manifestaciones obreras también dejaran tiempo para soñar con hacerse millonario, realmente.

“¡Viva la lucha de la clase obrera!”, se coreó. La manifestación discurría al fin, y hasta había dejado de llover y podían alzarse banderas de colores y no paraguas. Me puse en la acera a ver cuánta gente subía la calle en demanda de un aumento en los salarios. Mucha. Me pareció mucha. Si digo 2.000 personas a lo mejor soy un esquirol. Varios miles. Muy autonómicos. Veía pasar los nombres y los colores asturianos, extremeños y vascos, agrupados y perfectamente identificables.

Y sonaban los tambores sin cesar, imponiendo un ritmo festivo, muy enérgico, en los pasos y en las conversaciones. Me pareció que la música de la manifestación era muy buena, pero que la letra no se la sabía nadie.

Pasado el arreón térmico, llega el arreón sindical, otra anomalía que sube inusualmente la temperatura, da muchos titulares y a nadie le extraña particularmente. A finales de octubre hizo más calor, pero diríamos que nos quedó algo exagerado lo de arreón. A comienzos de noviembre se ha hecho una mani, pero no estaba claro contra quién. Que haga más calor es culpa de todos, pero que suban los precios no puede ser culpa del Gobierno.

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