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Rusia toca todas las teclas para volver Ucrania contra sí misma. La última, los prisioneros de guerra
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Bloquea durante seis meses todo intercambio

Rusia toca todas las teclas para volver Ucrania contra sí misma. La última, los prisioneros de guerra

A punto de cumplirse dos años de la invasión, la cuestión de los prisioneros de guerra y sus familias es peliaguda. Rusia busca la tortura psicológica, intentando volverlos contra el Gobierno

Foto: Prisioneros de guerra rusos, en un centro de detención en el oeste de Ucrania. (Albert Lores)
Prisioneros de guerra rusos, en un centro de detención en el oeste de Ucrania. (Albert Lores)

De golpe, suena el teléfono. Y otro. Y otro, y el de más allá. Un grupo de familiares de soldados ucranianos capturados por los rusos se han reunido con funcionarios de Kiev para recabar toda la información posible, y un poco de apoyo. Al otro lado de la repentina oleada de llamadas, todas al mismo tiempo, estaban sus familiares perdidos. Para muchos, esa llamada intempestiva era la primera señal de que seguían vivos en más de un año. “Todos oyeron exactamente el mismo mensaje al otro lado de la línea. ‘Estoy vivo, todo va bien, los rusos me van a liberar. Pero el Gobierno ucraniano no está haciendo nada. Deberías urgir que hagan algo”, rememora uno de los presentes en la reunión. El encuentro terminó entre lágrimas. Y rabia.

Cuando se van a cumplir dos años del inicio de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, la cuestión de los prisioneros de guerra y sus familias sigue siendo extremadamente delicada para Kiev. El Gobierno ha defendido que traerá de vuelta a todos sus héroes de Ucrania capturados en la defensa del país, entre el temor generalizado a las represalias rusas. Sin embargo, en el último año Rusia ha bloqueado durante casi seis meses todo intercambio, ante la angustia de las familias. Y cuando se volvieron a renovar, en diciembre pasado, forzó la catástrofe del derribo de un avión en el que, presuntamente y siempre según Moscú, iba una tanta de prisioneros ucranianos para intercambiar.

En su ataque total a las defensas ucranianas, Moscú lleva meses tensando una nueva cuerda, esperando que en algún momento se rompa y se vuelva contra Kiev: la de las familias de los prisioneros de guerra.

placeholder Soldados ucranianos en el frente oriental. (Albert Lores)
Soldados ucranianos en el frente oriental. (Albert Lores)

“Retrasando los intercambios, los rusos están tratando de destruir la confianza entre el Gobierno y las familias de los prisioneros de guerra ucranianos”, sostiene Petro Yatsenko, portavoz del Centro de Coordinación para el Procesamiento de los Prisioneros de Guerra en Ucrania.

Retrasar los intercambios, publicar en redes vídeos de prisioneros ucranianos torturados en campos rusos, las simples imágenes de soldados famélicos intercambiados por hombres bien alimentados… La lista de herramientas rusas para torturar psicológicamente no solo a las familias de los soldados ucranianos, sino también al alma del país, empieza con algo tan sencillo como una llamada. O más bien, la inexistencia de esa llamada que confirma (o no) si un soldado desaparecido está muerto o detenido. “Si no hay cuerpo, no hay hechos”, explica un trabajador del centro, que trata diariamente a familias de prisioneros de guerra ucranianos.

La incertidumbre es total, y eso tortura a las familias, que mientras tanto ven cómo Ucrania —muy consciente también de la necesidad de mantener el apoyo internacional— cumple las normas básicas de tratamiento de los prisioneros de guerra según la Convención de Ginebra.

Foto: Imágenes de satélite de la prisión de Olenivka. (Maxar Technologies)

En la sede del Centro de Procesamiento en Kiev, la presión emocional y psicológica que sufren las familias de los prisioneros ucranianos es patente. Hoy, 19 personas —hijas, esposas, madres, padres, hermanos— se reúnen en una suerte de chequeo de la información que Ucrania ha podido reunir sobre sus familiares capturados, así como lamentar en grupo su situación o ayudarse incluso con el papeleo. Muchos no están aquí por primera vez.

“¿Por qué los rusos pueden llamar a sus familias una vez cada dos semanas y a nosotros no nos dejan? ¡Queremos poder hacerlo!”, se lamenta una de las madres. Pocos minutos después, la reunión tiene que suspenderse: ha sonado la alarma antiaérea.

“Estamos viendo muchos prisioneros ucranianos a los que se les impide comunicarse con sus familias: cartas, mensajes… Algunos llevan más de un año capturados y todavía no han contactado con su familia”, dice Danielle Bell, directora de la Misión de la ONU Derechos Humanos en Ucrania. “Esa falta total de información hace que las familias estén fuera de sí”, añade, en entrevista con El Confidencial.

placeholder Dos prisioneros de guerra rusos detenidos en Ucrania. (Albert Lores)
Dos prisioneros de guerra rusos detenidos en Ucrania. (Albert Lores)

Este diario ha visitado uno de los centros de detención de prisioneros de guerra rusos en Ucrania. Allí, en un oscuro corredor, un grupo de al menos doce soldados capturados esperan en fila india su turno para usar el teléfono. Un prisionero de guerra ruso, ya entrado en años, está justo llamando a su casa. Al otro lado de la línea se oye la voz de una mujer, preguntándole cómo está. “Todo bien”, responde el soldado. “¿Qué dices, cómo que todo bien? ¡Estás detenido en Ucrania!”. “Todo bien”, insiste el ruso, con voz calmada, mientras un guarda ucraniano se sienta a su lado y escucha la conversación.

"¿Por qué somos tan tolerantes con los rusos? Si no acatan la Convención de Ginebra, ¡nosotros tampoco!"

El equipo telefónico que conecta esta prisión en el oeste de Ucrania con las familias a lo largo y ancho de Rusia ha sido facilitado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Según detalla Yatsenko, se les permite llamar a sus familias no solo cuando llegan, para avisarles de que están vivos y son prisioneros de guerra, sino también cinco minutos cada dos o tres semanas desde entonces. Ucrania también informaría a las autoridades rusas prácticamente del 100% de los soldados capturados, gracias entre otros al acceso que se le permite a organizaciones internacionales como la propia Cruz Roja. Moscú da la callada por respuesta, se quejan desde Kiev.

El silencio y la incertidumbre que lo acompaña es un arma, pero incluso cuando hay comunicación, es manipulada.

placeholder Vista de Kiev tras un ataque con misiles. (Albert Lores)
Vista de Kiev tras un ataque con misiles. (Albert Lores)

Olena*, una profesora de música de Vinnytsia (centro del país), habla de su hijo. Con solo 23 años, fue capturado durante el verano de 2022. Poco después, recibió unos mensajes vía la aplicación Viber. “Pero podía ver que no era él quien me estaba escribiendo, era otra persona. Podría reconocer por sus frases y palabras, por el uso de las comas”, cuenta Olena, apretando los puños, mientras intenta recomponerse. “Así que le pregunté: ¿cómo se llama tu profesor de informática? ¿Cómo se llama tu gato?”.

Entonces los rusos empezaron a mandarle vídeos en los que pudo ver a su hijo con la cara amoratada por los golpes. “También me mandaron mensajes con su voz, con él hablándome y diciéndome ‘mamá, estoy en el trabajo. Todo está bien”. Después, no volvió a saber nada de él. “Y entonces recibí una notificación [del Ejército de Ucrania] de que estaba desaparecido [en combate]. Sin más información; no podía creérmelo”.

La primera vez que lo vio con vida fue el 19 de enero de 2023, cuando apareció en un vídeo de propaganda rusa en un canal de Telegram.

Unos meses después, un soldado ucraniano liberado, recluido en la misma celda que su hijo, le dijo que sigue allí y vivo. Olena muestra una carta que escribió al Papa pidiendo ayuda. Su tío vive en España desde hace 25 años, y la apoya económica y emocionalmente desde Málaga.

placeholder Prisioneros de guerra rusos, en el centro de detención ucraniano. Rusia no ha permitido el acceso a sus campos de detención de prisioneros ucranianos. (Albert Lores)
Prisioneros de guerra rusos, en el centro de detención ucraniano. Rusia no ha permitido el acceso a sus campos de detención de prisioneros ucranianos. (Albert Lores)

"Es muy difícil hablar con las familias, porque están muy frustradas. Por supuesto, saben que las condiciones de detención en Rusia son mucho peores y que a los rusos no les importa el derecho internacional humanitario", explica Yatsenko. En la misma línea habla Bell, la directora de la misión de la ONU. "Hemos observado pautas de tortura y horribles condiciones de detención. El 91% de los prisioneros de guerra ucranianos dan testimonios creíbles y fiables de tortura".

El relato de Bell, fundamentado en entrevistas con centenares de soldados ucranianos intercambiados de vuelta al país, habla de lo que llaman "palizas de bienvenida", con descargas eléctricas, apaleamientos brutales, amenazas de ataques con perros, palizas con porras, martillos, descargas eléctricas y cuchilladas. Bell también señala violencia sexual, "incluidas violaciones, desnudez forzada, cacheos y desnudamientos injustificados, incluso en presencia de personal penitenciario del sexo opuesto, y prácticas humillantes y degradantes como obligar a hombres, a grupos de prisioneros de guerra, a arrastrarse desnudos y con las piernas abiertas". "No cabe la menor duda de que se trata de una práctica habitual y generalizada por parte de las autoridades de la Federación Rusa contra los prisioneros de guerra ucranianos", concluye.

El Confidencial ha hablado con un soldado ucraniano que pasó cuatro meses en cautiverio ruso. "Durante esos meses nos pegaron dos veces al día, por la mañana y por la noche, durante unos 30 minutos cada vez". Describe el uso de diversas herramientas, como martillos de goma, que eran de las más inofensivas. No quiere entrar en más detalles sobre otros métodos. Otro soldado, con un caso similar, relata cómo recuerda el momento en el que finalmente fue intercambiado por prisioneros de guerra rusos. "Cuando veíamos a los rusos en la línea de intercambio, podíamos notar lo bien alimentados y sanos que parecían, en comparación con nosotros. Por supuesto, es difícil de vivir algo así. Pero entendemos que ésta es la principal diferencia entre ellos y nosotros".

placeholder Familias de prisioneros de guerra, en el centro de Kiev. (Albert Lores)
Familias de prisioneros de guerra, en el centro de Kiev. (Albert Lores)

En Kiev, donde las familias se desahogan esperando noticias de sus hijos, hermanos o esposos, la rabia va bullendo. "¿Por qué somos tan tolerantes con los prisioneros de guerra rusos?", pregunta una mujer, visiblemente enfadada. "Si ellos no acatan la Convención de Ginebra, ¡nosotros tampoco deberíamos!". Un funcionario ucraniano intenta calmar la situación. "Respetamos el derecho humanitario. Por favor, créanme, si cambiáramos eso, solo empeoraríamos las cosas".

En este escenario se produce una situación casi paradójica. Mientras que las organizaciones internacionales en Rusia tienen las manos atadas, y en la gran mayoría de los casos ni siquiera están informadas sobre el paradero de los prisioneros de guerra ucranianos, en Ucrania se centran en mejorar las condiciones de los prisioneros de guerra rusos.

"No tenemos forma de obligar a los Estados a hacer nada, esa es la realidad", admitía Achille Després, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en una entrevista con la emisora de radio ucraniana Hromadske.

Una prisión 'amable' con los rusos

En una de las paredes del principal centro de detención de prisioneros de guerra rusos en Ucrania hay placas azules recién impresas, con fragmentos de párrafos de la Convención de Ginebra sobre el trato que se debe dar a los prisioneros de guerra. El idioma: ruso.

"Antes solo estaban en ucraniano", explica Yatsenko. "Pero el CICR nos pidió que tradujéramos estas importantes normas para que los prisioneros pudieran entenderlas perfectamente".

placeholder Uno de los centros de detención de prisioneros de guerra rusos, en el oeste de Ucrania. El Confidencial no puede dar a conocer su localización exacta. (Albert Lores)
Uno de los centros de detención de prisioneros de guerra rusos, en el oeste de Ucrania. El Confidencial no puede dar a conocer su localización exacta. (Albert Lores)
placeholder Un prisionero de guerra ruso llama a su familia, mientras un soldado ucraniano escucha atentamente la conversación. (Albert Lores)
Un prisionero de guerra ruso llama a su familia, mientras un soldado ucraniano escucha atentamente la conversación. (Albert Lores)

Detrás del muro con las placas está la enfermería, recientemente renovada. Aquí, soldados detenidos con diversas heridas de batalla descansan en catres. En la sala contigua, un grupo de prisioneros de guerra ve la televisión en una gran pantalla. También se pueden ver tableros de ajedrez. En el mismo pasillo hay nuevas salas de tratamiento, incluida una luminosa sala blanca con un sillón e instrumental de dentista.

La renovación fue financiada en gran parte por el CICR, que visita con frecuencia los campos para hablar con los prisioneros rusos, señalar los problemas de las cárceles y sugerir mejoras. "Cuando los rusos empezaron a bombardear nuestra infraestructura eléctrica, el CICR compró un generador muy grande para el campo, con el objetivo de ayudar a los prisioneros a sobrevivir al invierno, incluso en el caso de que una bomba rusa destruyera la central eléctrica", explica Yatsenko.

placeholder Un soldado ucraniano cruza el río de Irpín en las primas semanas de la invasión rusa. (Albert Lores)
Un soldado ucraniano cruza el río de Irpín en las primas semanas de la invasión rusa. (Albert Lores)

La paradoja de prisioneros con calefacción mientras civiles ucranianos aprietan los dientes por el frío que deja la destrucción de los drones rusos no sienta bien a parte de la sociedad ucraniana, admite el funcionario. "Pero queremos demostrar que, como país europeo, tratamos a los prisioneros de guerra de acuerdo con la Convención de Ginebra. Y si tratáramos a los rusos como los rusos tratan a nuestro pueblo, seríamos como ellos". El CICR ha admitido en varias ocasiones que no tiene el mismo nivel de acceso ni las mismas facilidades para proteger a los prisioneros de guerra ucranianos al otro lado de la línea del frente.

No parece haber represalias a los comentarios a periodistas en el centro de detención de Ucrania. Un prisionero de guerra ruso afirma a El Confidencial que se alistó a la guerra para "castigar" a los ucranianos. Otro, que se presentó voluntario buscando adrenalina, lamenta amargamente que la protagonista de la guerra fuera la artillería, ya que esperaba más "combates directos uno vs. uno". Otro, soldado profesional, se mantiene en la narrativa de Moscú, negándose a hablar de "guerra" y hablando en su lugar de la "operación militar especial". Un último prisionero afirma haber sido engañado por las autoridades de reclutamiento y que, si tuviera que elegir de nuevo entre la trinchera y la cárcel en Rusia, hubiera elegido la cárcel.

Todos esperan el intercambio; algunos volverán después al frente, a petición propia, otros no. Es probable que muchos de ellos estén ya de vuelta a Rusia.

placeholder Un prisionero ruso en un centro detención en el oeste de Ucrania. (Albert Lores)
Un prisionero ruso en un centro detención en el oeste de Ucrania. (Albert Lores)

Antes del intercambio, todos los prisioneros de guerra rusos reciben una tarjeta de visita de los ucranianos. Contiene un número de teléfono al que pueden llamar o escribir si, cuando estén de vuelta al frente, quieren rendirse.

Si tienen suerte, encontrarán el camino de vuelta a un centro de detención, tras los muros de chapa nueva en los que están escritos los Convenios de Ginebra. Mientras tanto, la mayoría de los padres, parejas, hijos y amigos de los prisioneros de guerra ucranianos siguen sumidos en la más absoluta incertidumbre, y vulnerables a la manipulación psicológica de Rusia.

Y no tienen más remedio que seguir esperando... y esperando.

* Este artículo se ha financiado parcialmente con una beca periodística del fondo europeo IJ4EU

De golpe, suena el teléfono. Y otro. Y otro, y el de más allá. Un grupo de familiares de soldados ucranianos capturados por los rusos se han reunido con funcionarios de Kiev para recabar toda la información posible, y un poco de apoyo. Al otro lado de la repentina oleada de llamadas, todas al mismo tiempo, estaban sus familiares perdidos. Para muchos, esa llamada intempestiva era la primera señal de que seguían vivos en más de un año. “Todos oyeron exactamente el mismo mensaje al otro lado de la línea. ‘Estoy vivo, todo va bien, los rusos me van a liberar. Pero el Gobierno ucraniano no está haciendo nada. Deberías urgir que hagan algo”, rememora uno de los presentes en la reunión. El encuentro terminó entre lágrimas. Y rabia.

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