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¿Qué le escribe un soldado ruso a su madre desde una cárcel ucraniana?
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Cartas desde mi celda

¿Qué le escribe un soldado ruso a su madre desde una cárcel ucraniana?

Cartearse desde prisión puede llegar a ser de lo más reconfortante a nivel psicológico una vez caído rehén del bando contrario

Foto: Cartas de prisioneros de guerra (Comité Internacional de la Cruz Roja)
Cartas de prisioneros de guerra (Comité Internacional de la Cruz Roja)

"Estoy bien. Os echo de menos. Sigo vivo". "Tu hijo ha pesado 4 kilos y 400 gramos al nacer, y mide 54 centímetros". "¿Sigues todavía en casa? No veo la hora de volver". Estos son algunos de los casi 4.500 mensajes que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha logrado transmitir a familias de prisioneros de guerra del conflicto de Ucrania. Palabras cortas, directas, concisas. Muestras de amor y afecto. Así se combate la incertidumbre de un lado, la soledad e indefensión del otro. La familia que añora y llora y el remitente, prisionero en una cárcel enemiga.

Como otros grandes misterios de la guerra, desde las bajas entre ambos Ejércitos o el ritmo de la artillería y la munición, se desconoce exactamente cuántos soldados rusos han caído prisioneros desde el inicio de la invasión de Ucrania, ni cuántos militares ucranianos languidecen en las cárceles controladas por las fuerzas afines al Kremlin. Pero ya sea invasor o víctima, enemigo o verdugo, los límites de la guerra que impone el Tercer Convenio de Ginebra —suscrito por todos los países, incluidos Rusia y Ucrania— recogen el "trato humano" para los prisioneros de guerra durante un conflicto armado, incluida la protección ante cualquier acto de violencia o intimidación, así como la prohibición de represalias y escarnio público.

Foto: Imágenes de satélite de la prisión de Olenivka. (Maxar Technologies)

"Nuestro trabajo es neutral, imparcial e independiente. Estamos presentes en ambas líneas del fuego gracias a que no tenemos ningún sesgo político, tan solo queremos acceder a las víctimas del conflicto armado", explica desde Dnipro Jesús Serrano, responsable de comunicación de CICR. "No somos activistas", incide, justificando una neutralidad a la ultranza más allá de agresor o agredido que a veces es hasta vista con malos ojos. Pero gracias a esa neutralidad, pueden llegar a lugares a los que nadie más alcanza para hacer valer el derecho internacional.

Esta organización es de las pocas que tienen potestad de visitar de manera independiente a cualquier prisionero de guerra —ya sea para corroborar que no recibe ningún tipo de maltrato, castigos físicos o torturas—. Con el acceso muy limitado, ha habido acusaciones de torturas entre ambos bandos. Según declaraciones de la jefa la misión de ONU Derechos Humanos en Ucrania, Matilda Bogner, "la gran mayoría" de los exprisioneros de guerra ucranianos (devueltos en intercambios entre Moscú y Kiev) habían sido objeto de tortura y malos tratos, incluidas palizas y abuso sexual. Los soldados rusos detenidos por Ucrania también han presentado "acusaciones creíbles" de que se habrían cometido delitos como ejecuciones sumarias "y varios casos de tortura y malos tratos", según Bogner.

Foto: El joven marroquí Brahim Saadoun en un momento del juicio en el que lo condenan a muerte. (EFE)

Tras las acusaciones, Kiev habría permitido el acceso a equipos de investigación de la ONU y a la misión de CICR a sus campos de detención, mientras que Rusia y las autoridades afines de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk mantienen un acceso muy limitado o directamente nulo, según han lamentado ambas organizaciones.

Pero el CICR también son responsables de algo quizá menos llamativo, pero también vital para el espíritu de los prisioneros: el carteo entre los reo y sus familias.

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En los últimos meses, Ucrania y Rusia han acelerado el ritmo de intercambio de prisioneros de guerra. Según Kiev, al menos 1.863 ucranianos, hombres y mujeres, habrían sido entregados de vuelta al país, algo más de 800 solo en los últimos seis meses, frente a los apenas 574 liberados durante los primeros seis meses desde el inicio de la invasión.

Pero hasta entonces, las familias pueden pasar semanas sin saber siquiera dónde o cómo se encuentran sus seres queridos. Hasta que un prisionero o su familia reciben el intercambio de mensajes también. Todo se inicia cuando uno de los equipos de detención del CICR se entrevista con los detenidos, quienes tienen derecho a mandar un 'mensaje Cruz Roja'. "Desde luego, este mensaje no puede incluir ninguna información sobre dónde se encuentran, ni tampoco connotaciones políticas que puedan comprometer la seguridad de las operaciones de ambos bandos", recalca Serrano.

Es en estos momentos en los que unas simples palabras pueden suponer el aliento necesario para seguir resistiendo entre barrotes, o fuera de ellos, ante la incertidumbre que supone no saber si tu hijo o padre está muerto. Estas palabras escuetas pueden pronunciarse de viva voz o puestas por escrito. "Los prisioneros de guerra sufren mucho y el contacto con sus seres queridos es fundamental para aliviarles", apunta el miembro del CICR.

Foto: Un momento del 'juicio' contra los tres extranjeros en la Corte Suprema de la autoproclamada República Popular de Donetsk. (Reuters)

Esas palabras viajan hasta el centro nacional de información que todos los países tienen la obligación de crear al mantener un conflicto armado abierto. Dependiendo de dónde provenga el mensaje, acabará en Rusia o Ucrania, donde seguro que hay personas que lo esperan con ahínco. "Son mensajes muy personales en los que aseguran a la familia que están bien, cómo comen, lo mucho que les echan de menos, lo que hacen en la prisión… Básicamente, sirven para que la familia sepa que la persona está viva, y eso ayuda muchísimo a nivel psicológico", detalla Serrana.

Hablar a tu familia entre rejas

Desde que comenzó el conflicto en Ucrania, los 47 operadores que el CICR tiene distribuidos entre la Agencia Central de Búsqueda de Ginebra, Kiev y Moscú han recibido casi 57.000 conexiones entre llamadas, correos electrónicos y formularios que se pueden rellenar vía online de familias que buscan información sobre sus seres queridos. A día de hoy, hay 7.000 solicitudes de rastreo activas de familiares preocupados por sus allegados, aunque desde el Comité son conscientes de que la cifra, en realidad, es mucho más alta. Hasta la primera semana de marzo de 2023, poco más de un año tras el comienzo de la invasión, el CICR ha conseguido compartir 4.448 misivas entre prisioneros y familiares.

"Es solo una forma de humanizar la guerra a través del contacto humano, que es fundamental", enfatiza el portavoz. A tenor de los mensajes que él mismo comparte, no le falta razón. "Estoy bien. Os echo de menos. Sigo vivo" es el mensaje sucinto que un prisionero envió a su familia. Otro, en cambio, escribía: "Mamá, he recibido tu mensaje. Te echo mucho de menos y te quiero". "Tienes todavía un poco de dinero. ¿Sigues todavía en casa? Os echo mucho de menos y no veo la hora en la que poder regresar".

Algún que otro, incluso, con una promesa de poder telefonearse: "Estoy bien, no te preocupes. Cuando pueda te llamo". También hay buenas noticias, de esas que hacen que uno saque la fuerza de donde antes no existía: "La próxima vez que veáis a mi marido decidle que nuestro hijo nació, ha pesado 4 kilos y 400 gramos y mide 54 centímetros. Estamos todos bien y te echamos mucho de menos".

Foto: Liliia Stupina, mujer de un soldado de Azov, en un momento de la entrevista en Kiev.

Estas frases cortas, casi como si fueran una suerte de telegrama, deben ser transmitidas en un contexto de plena libertad para el recluso encarcelado. ¿Cómo? Serrano responde: "El CICR tiene derecho a visitarles de forma independiente, así que debemos entrevistarles sin que nadie de la autoridad de la prisión esté delante porque eso puede condicionar lo que nos va a contar". Eso no impide que desde la prisión lean los mensajes que desean enviar, aduciendo motivos de seguridad. Según especifica el integrante del Comité, si es un mensaje oral se transcribe, pero en ningún caso se envía ningún documento vía digital por los metadatos que albergan archivos de este tipo.

Sin información sobre las condiciones de los presos

Desde el CICR admiten que no se trata de una empresa fácil. Según un último informe publicado a finales de año, la organización ha tenido acceso a muchos de prisioneros de guerra, pero no a todos, agrega Serrano. "Recordamos a ambas partes del conflicto que el Comité es el gran valedor de la dignidad y el bienestar de los prisioneros de guerra a nivel mundial y la falta de acceso nos imposibilita realizar este trabajo tan necesario, porque no solo sufren los soldados, también sus familias", incide.

Quizá nadie más que quien lo sufre sepa lo que significa vivir sin saber dónde están tus hijos que hace meses marcharon forzosamente, o no, a la guerra. También, quizá no haya nadie más interesado en el mundo por saber las condiciones en las que se encuentran estos presos que sus propias familias. Para su desgracia, Serrano no puede hablar de ello. Así lo justifica: "A todo el mundo le gustaría saberlo, pero nuestro mandato es neutral, independiente y trabajamos con las autoridades de manera confidencial. No somos activistas ni comentamos de forma pública las condiciones de detención de un lado ni del otro".

Foto: Soldados ucranianos de Azovstal heridos. (Reuters/Alexander Ermochenko)

Su acción, en este sentido, se basa en hacer las recomendaciones pertinentes a las autoridades de las prisiones en las que objetivan maltrato hacia los prisioneros de guerra. No se quedan ahí, también donan mantas, kits de aseo, libros o comida si es necesario, hasta procuran ingenieros si hicieran falta para mejorar las infraestructuras carcelarias y hacer que los reclusos tengan una vida más decente y digna, tal y como establecen los convenios de Ginebra.

El CICR, guardián del derecho internacional humanitario, lleva 160 años dando esta batalla que no se libra con munición, ni tanques, ni drones, sino con solidaridad, compasión y respeto. "Yo sé que en 2023 la neutralidad no es un concepto que guste y que es difícil de aceptar, sobre todo en tiempos de guerra, pero es fundamental para que nosotros podamos seguir desempeñando nuestra labor como hasta ahora. Eso nos hace ser algo silenciosos a nivel público, pero nuestro trabajo está en el diálogo con las autoridades para que se respeten todos los derechos de los prisioneros de guerra", concluye Serrano.

"Estoy bien. Os echo de menos. Sigo vivo". "Tu hijo ha pesado 4 kilos y 400 gramos al nacer, y mide 54 centímetros". "¿Sigues todavía en casa? No veo la hora de volver". Estos son algunos de los casi 4.500 mensajes que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha logrado transmitir a familias de prisioneros de guerra del conflicto de Ucrania. Palabras cortas, directas, concisas. Muestras de amor y afecto. Así se combate la incertidumbre de un lado, la soledad e indefensión del otro. La familia que añora y llora y el remitente, prisionero en una cárcel enemiga.

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