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Imaginemos que se acaba la guerra. ¿Qué va a hacer Ucrania con 2 millones de soldados?
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los problemas de la desmovilización

Imaginemos que se acaba la guerra. ¿Qué va a hacer Ucrania con 2 millones de soldados?

¿Qué suele pasar en casos similares de otros países, donde los veteranos forman bandas criminales (Balcanes) o forman partidos extremistas (Alemania, Italia)?

Foto: Soldados ucranianos en la zona de Donetsk. (Reuters/Viacheslav)
Soldados ucranianos en la zona de Donetsk. (Reuters/Viacheslav)

Una de las pocas predicciones que podemos hacer de la guerra de Ucrania es que algún día se acabará. Ninguna guerra es eterna. Sea cual sea su conclusión, otra garantía es que cientos de miles de ucranianos volverán del frente. Serán desmovilizados. Aparecerán en centenares de estaciones de tren con emoción contenida, recibirán abrazos y ramos de flores, colgarán sus botas y regresarán a la vida civil. Alguno que otro contará batallitas, pero la mayoría probablemente se reservará para momentos íntimos o consagrará sus recuerdos a la memoria.

Aun así, no todo estará zanjado. Algunos de estos veteranos saltarán a la política, propulsados por la gloria y el honor acumulados en el campo de batalla. Los presentadores de televisión les darán las gracias por su servicio a la patria al empezar las entrevistas y los niños discutirán sus hazañas en las aulas. Habrá quienes intentarán prolongar el sentimiento de camaradería y los subidones de adrenalina en otros sectores, como el de los deportes de riesgo o el del crimen organizado. Otros vivirán vidas corrientes y otros quizás se queden atrás, lastrados por las cicatrices físicas y mentales, incapaces de rehacer sus vidas en una sociedad de nuevo individualizada, casi indiferente al sufrimiento de quienes más sacrificaron por ella.

Foto: Alexander, probando los drones en una zona a unos 20 km del frente de Bajmut. (Fermín Torrano)

Antes de la invasión rusa a gran escala de febrero del año pasado, Ucrania tenía casi medio millón de veteranos de guerra. Todo el mundo tenía algún conocido o familiar que había servido en las trincheras de Lugansk y Donetsk. Hoy, según los cálculos oficiales, el número de veteranos supera los 1,7 millones. No se trata de un reto del futuro, sino de un reto que ya está presente en el día a día de los ucranianos.

Las nuevas y diáfanas oficinas de Veteran Hub, antaño situadas en la torre de la televisión, bombardeada los primeros días del ataque, están continuamente ampliando personal y tejiendo una red de socios por toda Ucrania. Los años de experiencia, especialmente este último, han permitido a Veteran Hub (una asociación sin ánimo de lucro destinada a ayudar a quienes vuelven del frente sin saber muy bien cómo obtener asistencia legal, contratar los servicios médicos adecuados o encajar emociones nuevas) desbrozar caminos nuevos en la atención primaria a los veteranos y a sus familias. "Los desafíos no hacen más que crecer y crecer. En cantidad y en calidad, porque afrontamos cuestiones más complejas", dice Olha Kucher, jefa de servicios de Veteran Hub.

Foto: Andriy, colocándose su pierna nueva en un centro de rehabilitación en Leópolis. (Fermín Torrano)

"Hemos hecho una guía orientativa para gestionar la intimidad y la vida sexual después de un trauma espinal o de una amputación, y para aceptarse a uno mismo", dice Halyna Alomova, responsable de comunicación del centro. Otro informe, promocionado con un vídeo en el que veteranos y médicos imparten consejo, está dedicado a la paternidad en tiempo de guerra. "Es muy común que los soldados que van al frente quieran primero concebir un hijo", añade. "Según un veterano, una de las cosas más importantes es mantener la conexión y compartir todas las emociones con la pareja. Porque, una vez el veterano decide que algo es demasiado difícil de exteriorizar, la conexión se rompe y se forma un vacío en la comunicación".

Pero Veteran Hub y otros grupos similares, que sirven de nexo para servicios médicos o legales más especializados, no van a asistir por sí solos a la marea de soldados que vuelven y volverán del frente. El lugar natural al que mirar es el Gobierno de Ucrania, un país cuya economía está, igualmente, bajo asedio: aislada de sus pulmones portuarios y golpeada en sus infraestructuras por las bombas rusas. El Banco Mundial estima que reconstruir Ucrania costará unos 411.000 millones de dólares. Más del doble que el PIB nacional antes de la invasión.

Un cóctel peligroso

"El primer problema es que no estamos viendo al Estado preparar un programa a gran escala para la desmovilización y el desarme de los veteranos", dice Fedir Sydoruk, coordinador de campo del Observatorio Ucraniano en el seno de la oenegé suiza Global Initiative Against Transnational Organized Crime (GI-TOC). "Segundo, no estamos viendo un programa de asistencia psicológica a gran escala. Tercero, pensamos que hay un problema de empleo para los veteranos, y el paro de los veteranos traerá problemas sociales, alcoholismo, drogadicción y crimen. Ese es un cóctel muy peligroso. Creo que el Estado ucraniano necesita hacer más al respecto, porque existe el peligro de que varios cientos de miles de personas sean dejadas de lado. Lo que harán estas personas es difícil de predecir. Y cuando tratamos de predecirlo, no vemos nada bueno. Es algo sobre lo que hay que pensar más".

En una entrevista anterior, publicada en junio, Sydonuk alertaba sobre las armas que están llegando a Ucrania en cantidades industriales. La razón está clara: para garantizar la supervivencia del país. Pero existen detalles colaterales que pueden ramificarse en el futuro. Por ejemplo, tal y como asegura GI-TOC, se dan evidencias de que algunas bandas del crimen organizado están acaparando armas para venderlas después de la guerra. Esto se suma al hecho de que Ucrania no tiene una ley que regule el mercado de las armas y al hecho, también, de que algunos grupos criminales están luchando en el frente, del que volverán probablemente armados, con experiencia de combate y cadenas de mando nuevas y forjadas en el fuego.

Foto: Alexander Kamyshin, en su despacho en Kiev. (Fermín Torrano)

Oksana Koliada, exministra de los Territorios Temporalmente Ocupados, Desplazados Internos y Veteranos, enmarca la cuestión en el difícil paisaje demográfico de Ucrania. "En torno a dos millones de ucranianos están en el frente, hay ocho millones de refugiados en el extranjero y 2,5 millones de niños ucranianos estudian en escuelas foráneas", dice Koliada. "Ucrania necesita pensar en cómo conservar el potencial humano. Sin este, ningún país puede existir. Si hablamos de casi dos millones de futuros veteranos, esta es una gran proporción de aquellos que formarán la base del potencial nacional".

La exministra es hoy directora de proyectos de Espacio de Oportunidades, una oenegé que trata de impulsar la sociedad civil y que está desarrollando, junto al Ministerio de Política Social, un método para gestionar los casos de los veteranos. "Para empezar, hay que entrenar especialistas. Médicos de familia, trabajadores sociales, policía y consejeros de carrera para ver cómo trabajar eficazmente con los veteranos y sus familias. También hace falta infraestructura comunitaria, como hospitales y centros de rehabilitación, y es importante implicar al sector privado. No sabemos cuándo se dará la desmovilización, pero un gran número de heridos ya está retornando. La preparación activa para reintegrar a tanta gente tiene que darse ya".

Línea borrosa

Pese a los planes, en Ucrania la línea entre el soldado activo y el veterano, muchas veces, resulta borrosa. "No es posible regresar totalmente a la vida civil porque la guerra sigue en curso", dice Miroslav Gai, veterano de 2014 que vuelve a estar en activo. "Uno lee constantemente sobre la guerra en los medios o escucha lo que le cuentan los amigos. Por eso muchos veteranos regresan al Ejército incluso después de haber sido heridos. Tenemos veteranos sin una mano o sin una pierna que vuelven al Ejército, o que se hacen voluntarios o instructores. No es posible volver a la vida civil con la guerra en marcha. Cada día las ciudades ucranianas son atacadas".

El militar, que se hizo famoso en 2014 por recolocar la bandera ucraniana en Sloviansk después de haber expulsado a los ocupantes rusos y prorrusos, se muestra pesimista. "Llevo en guerra diez años. Y es posible que esté en guerra otros diez años más". Pero si todo esto acabase mañana, dice Gai, le gustaría ver, además de inversiones gubernamentales en tratamientos médicos, especialistas, oportunidades educativas y de empleo, etcétera, una implicación de la sociedad civil con los veteranos. "Un buen ejemplo es Estados Unidos. Cuando alguien ve a un militar o a un veterano, se le acerca y le dice: gracias por tu servicio. Es una buena tradición".

Extremistas o criminales

Cada posguerra, naturalmente, es distinta. Los soldados alemanes que volvieron a casa tras la Primera Guerra Mundial lo hicieron agotados, depauperados y humillados. Habían luchado con eficacia pero habían perdido. Y la recién nacida república que los recibió se caía a pedazos, presionada por los extremismos políticos, la crisis económica y las condiciones fijadas por los vencedores. Muchos de estos veteranos traumatizados y llenos de costurones engrosaron las filas del nazismo. El cabo Hitler fue uno de estos veteranos. En 1939 lanzarían lo que consideraban una justa venganza destructora contra la humanidad.

En Estados Unidos, por el contrario, quienes participaron en la Segunda Guerra Mundial han pasado a la historia como la Gran Generación: los valientes soldados de una guerra donde estaba claro quiénes eran los malos, con el importante añadido de que el combate y la destrucción se dio en otros continentes, no en América. Los veteranos volvieron a un país intacto, entusiasta y con una economía lista para alumbrar el milagro económico de los años cincuenta y sesenta. Algunos de estos antiguos infantes, sin embargo, echaban de menos las emociones fuertes. De entre ellos surgieron los Ángeles del Infierno y los primeros conductores del Nascar.

Las otra guerras norteamericanas fueron distintas. Se libraron en lugares remotos y completamente ajenos al entendimiento de los G.I. Joes. Vietnam, Irak, Afganistán. Según el Departamento de Asuntos Veteranos de EEUU, sólo un 3% de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra de Corea padecieron el síndrome de estrés postraumático; la proporción subió al 10% entre quienes combatieron en Vietnam, a un 20% entre los de Afganistán y a un 29% entre los de Irak.

Foto: Liliia Stupina, mujer de un soldado de Azov, en un momento de la entrevista en Kiev.

Kateryna Prokopenko, presidenta de la Asociación de Familiares de los Defensores de Azovstal y esposa de Denys Prokopenko, comandante del Regimiento Azov y de la guarnición ucraniana en Mariúpol, confía en que la naturaleza defensiva de esta guerra mitigue las secuelas psicológicas en el futuro. "Siempre lo comparo con los soldados americanos: ellos luchan en otros territorios, pero nosotros luchamos en nuestro territorio. Nos defendemos. No hemos invadido ningún país. Vi una gráfica que comparaba los países en función del número de personas que padecían estrés postraumático después de una guerra y los soldados americanos estaban arriba del todo porque luchaban en algún territorio extranjero. Y luego vuelven con muchas preguntas. Pero nosotros no invadimos nadie. Luchamos por nuestra tierra".

Como Gai y otros veteranos entrevistados, Prokopenko piensa que la guerra va para largo y que Ucrania probablemente no tendra más remedio que convertirse en una fortaleza. "Tengo la esperanza de que, tras la guerra, tendremos más experiencia en el campo de batalla y podremos prepararnos para otro ataque futuro por parte de Rusia, porque sabemos que nos atacarán. Sea quien sea el presidente".

* Nota: el Ministerio de Asuntos Veteranos de Ucrania no respondió a ninguna de las cuatro peticiones de comentario enviadas separadamente por correo electrónico a lo largo de tres semanas, ni tampoco a otras tantas llamadas telefónicas.

Una de las pocas predicciones que podemos hacer de la guerra de Ucrania es que algún día se acabará. Ninguna guerra es eterna. Sea cual sea su conclusión, otra garantía es que cientos de miles de ucranianos volverán del frente. Serán desmovilizados. Aparecerán en centenares de estaciones de tren con emoción contenida, recibirán abrazos y ramos de flores, colgarán sus botas y regresarán a la vida civil. Alguno que otro contará batallitas, pero la mayoría probablemente se reservará para momentos íntimos o consagrará sus recuerdos a la memoria.

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