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Vendida por un policía ruso: así asesinaron a la hija de Dugin, el filósofo de Putin
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Vendida por un policía ruso: así asesinaron a la hija de Dugin, el filósofo de Putin

Un oficial de policía ruso corrupto vendió los datos del vehículo de los Dugin, lo que permitió al comando que puso la bomba identificarlo y, en último término, atentar contra él

Foto: Alexander Dugin, en el funeral de su hija Darya. (Reuters/Maxim Shemetov)
Alexander Dugin, en el funeral de su hija Darya. (Reuters/Maxim Shemetov)

20 de agosto de 2022. Daria Dúgina, la hija del conocido filósofo ultranacionalista ruso Alexander Dugin, sale de un local en un suburbio residencial al norte de Moscú, donde se está celebrando un festival sobre la tradición cultural de Rusia y en el que su padre estaba invitado a dar una conferencia. Monta en su coche, un todoterreno Toyota Land Cruiser, con el que abandona el recinto y sale a la autopista Mozhaisk, que conecta esa zona con la capital rusa. De repente, el vehículo explota, sacudido por una detonación de potencia equivalente a 500 gramos de TNT. Los testigos corren hacia allá, pero no pueden hacer nada por ella. Los fragmentos del automóvil se esparcen por la carretera y las llamas iluminan la noche. En la acera de enfrente, ante la imagen del amasijo de hierros y fuego, Alexander Dugin se agarra la cabeza y se tira de los pelos, en visible estado de shock.

¿Quién colocó la bomba que mató a Dúgina, una periodista de 29 años poco conocida fuera de los ambientes ultranacionalistas? Un año después, el misterio continúa, pero con el paso del tiempo algunas de las piezas del puzle empiezan a encajar. A los pocos días del atentado, el servicio de inteligencia interior de Rusia, el FSB, aseguró haber identificado a las personas responsables de preparar y colocar la bomba, un hombre y una mujer de nacionalidad ucraniana que posteriormente habrían huido a Estonia, aunque muchos expertos cuestionaron la credibilidad de varios de los detalles proporcionados por las autoridades rusas.

Foto: Homenaje a Daria Dugina en Moscú. (Reuters/Maxim Shemetov)

Las acusaciones contra Ucrania ganaron más peso en octubre de ese año, cuando altos funcionarios estadounidenses filtraron al New York Times que, según la información de sus propios servicios de inteligencia, la operación habría sido llevada a cabo por orden del Gobierno ucraniano y sin el conocimiento ni la colaboración de Washington. Kiev sigue negando cualquier implicación, pero muchos de sus habitantes, tanto en privado como en redes sociales, no solo creen que el cerebro de este y otros asesinatos de alto perfil es el conocido líder de la inteligencia militar ucraniana, Kyrylo Budanov, sino que lo celebran abiertamente.

Si bien todavía no conocemos todos los detalles del quién, poco a poco vamos sabiendo el cómo. Fue un oficial de policía ruso quien vendió los datos del vehículo de los Dugin, lo que permitió al comando identificarlo y, en último término, atentar contra él. No se trató exactamente de una traición, sino más bien de un asunto de corrupción, puesto que el policía no supo a priori qué tramaba el comprador de la información. El acusado, detenido en abril, acaba de declararse culpable de estos hechos ante un tribunal de Moscú.

Este individuo ha sido identificado como Ivan Rybin, un oficial con rango de mayor en el Departamento de Asuntos Internos del distrito administrativo suroeste. Rybin fue detenido en abril bajo los cargos de violación de la privacidad y abuso de poder, aunque no el de cómplice de asesinato. Sin embargo, sin su colaboración —aun involuntaria— probablemente no se habría podido cometer el atentado. “Se ha identificado a personas que, por una recompensa monetaria, recogieron y diseminaron información sobre la familia de la fallecida”, declaró en aquel entonces a la agencia RIA Novosti Alexander Bastrykin, jefe del Comité de Investigación de la Federación Rusa a cargo del caso. Según las autoridades rusas, la decisión de arrestarle se tomó porque de haber seguido en libertad podía “crear falsas evidencias sobre su inocencia o destruir las evidencias existentes”. Rybin fue después enviado a un centro de detención a la espera de juicio.

Tráfico de información

Retrocedamos hasta mayo de 2022. Rybin trabaja por aquel entonces como investigador policial, con un expediente no demasiado brillante, y se saca un sobresueldo traficando con datos confidenciales sobre vehículos. Según el testimonio de su mujer, lo hace de manera más o menos regular: los clientes potenciales le contactan a través de aplicaciones de mensajería más o menos privadas, donde le piden informaciones específicas que él consigue en pocos días y que proporciona a cambio de un pago. Todo se hace en la dark web, para que las transacciones no puedan ser rastreadas.

A principios de ese mes le aborda un posible cliente que se identifica como Daniil Chowdhury, y que le pide información sobre el vehículo de Alexander Dugin. Quizás el perfil de la víctima debería haber hecho saltar las alarmas de Rybin, pero en cualquier caso eso no disuade al policía de seguir adelante. El 4 de mayo de 2022, Rybin utiliza la base de datos del Sistema de Información Federal de la Inspección Estatal de Tráfico para obtener lo que le han pedido. Dos días después, se lo hace llegar al tal Chowdhury.

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Durante tres meses y medio nada sucede, y Rybin no tiene motivos para pensar que esta transacción de datos haya sido diferente a otras que realiza de forma rutinaria. Pero mientras tanto, el comando usa esa información para localizar el vehículo utilizado por Dugin y realizar un seguimiento exhaustivo, una operación de vigilancia imprescindible ante lo que preparan. En agosto, el todoterreno vuela por los aires con Dúgina dentro.

El atentado ha sido posible porque en la Rusia contemporánea, un país que Transparencia Internacional sitúa en la posición 137 de 180 en su índice global de la corrupción —que puntúa a los países de menos a más corruptos—, es posible comprar información casi sobre cualquier individuo, por sensible que sea. Así, por ejemplo, es como periodistas de investigación rusos y extranjeros han logrado acceso a las bases de datos de los pasaportes de los agentes del GRU (el servicio de inteligencia militar) enviados a misiones de asesinato y sabotaje en numerosos países en los últimos años. El hecho de que Dugin se dispusiese a viajar en el Toyota, pero en el último momento decidiese cambiar de vehículo, hace pensar que probablemente el verdadero objetivo de la operación de asesinato era él.

Foto: Aleksandr Dugin en Moscú, en 2014. REUTERS

Lentamente, el cerco se cierra alrededor de Rybin. El equipo del fiscal Bastrykin consulta las bases de datos y allí está la evidencia clave, que no puede ser borrada ni falsificada: la consulta realizada por este oficial de policía a principios de mayo. No hace falta mucho más. Consciente de que las pruebas contra él son abrumadoras, lo confiesa todo. “Rybin ha tenido varias posiciones en el Ministerio de Asuntos Internos de Rusia por mucho tiempo, tiene habilidades especiales y conocimientos en el campo de las acciones investigativas y de actividades operativas y de búsqueda y también tiene un número importante de conexiones entre funcionarios policiales”, se lee en el sumario de la acusación. Los investigadores logran acceso a sus comunicaciones y siguen tirando del hilo hasta hallar sus contactos con el llamado Chowdhury, quien resulta ser un mero fantasma digital.

Poco importa. El FSB ya ha señalado a los presuntos culpables materiales, y el Kremlin a los autores intelectuales. Para la cúpula dirigente en Kiev, sea o no la verdadera responsable, el impacto psicológico de un atentado de estas características contra un miembro de la élite moscovita también ofrece muchas ventajas. Mientras tanto, el colaborador necesario dentro del sistema ruso ha sido identificado y purgado. Ha confesado, y no caben dudas sobre su culpabilidad. Caso cerrado, para beneficio de todos.

20 de agosto de 2022. Daria Dúgina, la hija del conocido filósofo ultranacionalista ruso Alexander Dugin, sale de un local en un suburbio residencial al norte de Moscú, donde se está celebrando un festival sobre la tradición cultural de Rusia y en el que su padre estaba invitado a dar una conferencia. Monta en su coche, un todoterreno Toyota Land Cruiser, con el que abandona el recinto y sale a la autopista Mozhaisk, que conecta esa zona con la capital rusa. De repente, el vehículo explota, sacudido por una detonación de potencia equivalente a 500 gramos de TNT. Los testigos corren hacia allá, pero no pueden hacer nada por ella. Los fragmentos del automóvil se esparcen por la carretera y las llamas iluminan la noche. En la acera de enfrente, ante la imagen del amasijo de hierros y fuego, Alexander Dugin se agarra la cabeza y se tira de los pelos, en visible estado de shock.

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