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¿Quién mató al Dios de la Lluvia? El libro peligroso que inspira a Dugin para pedir sacrificar a Putin
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¿Quién mató al Dios de la Lluvia? El libro peligroso que inspira a Dugin para pedir sacrificar a Putin

La pasada semana, el filósofo ruso que perdió a su hija en un atentado exigió en Telegram la inmolación del presidente ruso en caso de que pierda la guerra en Ucrania y citó 'La rama dorada', memorable obra de Frazer

Foto: 'La rama dorada', Turner, 1834.
'La rama dorada', Turner, 1834.

Ningún viajero que llegue al pequeño lago del bosque de Nemi al que los antiguos llamaban "el espejo de Diana", en las verdes colinas Albanas del Lacio, podría imaginar que aquel pasaje selvático y plácido fue el escenario de una extraña y recurrente tragedia. Allí se levantaba un árbol muy especial en el bosquecillo sagrado que servía de santuario a la diosa Diana Nemorensis alrededor del cual rondaba día y noche una siniestra figura con una espada en la mano. Sacerdote y homicida a la vez, era conocido como el rey del bosque, pero "ningún monarca descansó peor ni fue visitado por pesadillas más atroces". Cuenta la leyenda que todo aquel que, tras cortar una rama dorada del árbol de Diana, lo retara al combate y lo venciera, heredaría el trono y quedaría, por tanto, inmediatamente expuesto al ataque de nuevos aspirantes. ¿De dónde viene semejante mito bárbaro que parece retrotraernos a edades muy antiguas? ¿Y si no fuera exclusivo, y si lo encontráramos más o menos idéntico en todo tipo de épocas y culturas? ¿Y si todas las religiones se fundaran en el culto y sacrificio mágico y repetido de un rey sagrado?

Hacer unos días, el filósofo Aleksandr Dugin, acuñador del euroasianismo que inspira a los rojipardos y otras extremas derechas del planeta, el hombre que perdió una hija hace unos meses debido a un atentado terrorista de oscuras intenciones que los rusos atribuyeron a los ucranianos, los ucranianos a los servicios secretos rusos y otros incluso a su propio progenitor, publicó en Telegram un texto —que posteriormente borró— indignado tras la retirada de sus compatriotas en Jersón en el que venía a decir que si Rusia era derrotada en su guerra contra Ucrania, Vladímir Putin debería ser sacrificado y afrontar "el destino del Rey de la Lluvia". Él mismo aclaraba que se trataba de una alusión a La rama dorada (FCE) del erudito inglés James George Frazier, el libro que inició la antropología comparativa y uno de los más deslumbrantes que pueda uno leer. También uno de los más peligrosos, al menos para cuando se publicó, en las postrimerías de la época victoriana.

placeholder 'La rama dorada', de James George Frazier. (FCE)
'La rama dorada', de James George Frazier. (FCE)

"Si en algo se parece a lo que dices que es, entonces ese libro no es ni seguro ni apropiado como para venir a buscarlo aquí", respondió un bibliotecario de Dublín al joven dramaturgo Sean O'Casey cuando pidió La rama dorada un buen día a finales del siglo XIX. Lo relata Robert Fraser, el introductor y compilador de la edición abreviada de la obra de James George Frazer, y añade: "En su época, La rama dorada fue el tipo de libro que había que leer debajo de las sábanas, a la luz de una linterna. En 1890, cuando apareció la primera edición, un pequeño estremecimiento le dio la vuelta al mundo literario. La gente intercambió cartas redactadas con un aire de urgencia. No sorprende la velocidad y lo excesivo de esta reacción, pues se trata de un libro peligroso que conserva su capacidad para desconcertar". ¿Qué exponía aquella obra, por qué resultaba tan peligrosa y cómo logró cautivar la imaginación humana posterior hasta el punto de inspirar a un loco místico el sacrificio de su líder?

Magia y religión

Hoy la hipótesis de Frazer es casi banal, una ley antropológica apenas discutida —otro asunto son sus derivaciones desaforadas—, pero, a finales del siglo XIX, cuando el Imperio Británico dominaba el mundo, suponía casi una llamada a la sublevación. Porque sostener que existe una sola naturaleza humana compartida, un único motor neuronal de mitos y leyendas con imágenes y motivos comunes a la variopinta colección de todas las culturas humanas, socavaba radicalmente la posición de predominio exclusivo del hombre blanco que entonces se creía destinado a subyugar a las otras razas.

placeholder Sir James George Frazer.
Sir James George Frazer.

Y es que La rama dorada defiende nada menos que el cristianismo solo es otra versión de un patrón que lo conecta con toda clase de ritos de los cinco continentes, de los dioses de la lluvia africanos, como los que menciona Dugin a los cultos del Cercano Oriente, los mitos griegos, la divina Balder nórdica o la adoración de las deidades aztecas, siempre sedientas de la sangre de los sacrificios humanos. Así, las religiones antiguas se habrían forjado en el principio sobre cultos de fertilidad en torno al sacrificio periódico de un rey sagrado que moría y renacía, una deidad solar que tomaba por matrimonio mística diosa Tierra que expiraba en la cosecha y se reencarnaba en primavera. Y según Frazer tal leyenda era común a casi todas las culturas humanas. La inspiración se la dio precisamente el cuadro La rama dorada, de Turner (que en realidad no muestra la laguna de Nemi sino el lago Averno) y la lectura del pasaje de La Eneida de Virgilio sobre el rey-sacerdote prerromano del festival de Nemi, ritualmente asesinado por su sucesor.

El manuscrito de 'La rama dorada' creció y creció hasta que acabó por desbordar a su autor

Tras aquel feroz rapto de inspiración, el manuscrito de La rama dorada creció y creció hasta que acabó por desbordar a su autor. La primera edición, de 1890, tenía dos volúmenes; la segunda, de 1900, tres; la tercera, ya en 1915, sumaba ya nada menos que doce tomos y, en 1936, ya el final de su vida, Frazier añadió un apéndice que suponía la entrega 13 y última. La difusión de tan mastodóntica obra resultaba sencillamente imposible y, con la ayuda indispensable de su mujer, fue compendiada al fin en un solo volumen que es el que hoy puede leer el lector español convenientemente expurgado de las censuras sufridas en el pasado y del que Frazier confesaba que "se lee con fluidez y creo que el argumento gana en claridad y fuerza al liberarlo de tantos ejemplos y digresiones".

La temible influencia de Frazer

La influencia de La rama dorada de Frazier excedió los estudios antropológicos -que desde el principio mostraron serias reservas sobre sus elaboraciones más extravagantes para cautivar a las humanidades de todo el siglo XX. El recientemente fallecido antropólogo David Graeber ironizaba sobre el tan problemático como indudable peso de su magisterio: "Frazer, catedrático de Antropología en Cambridge a finales del XIX, era el típico victoriano pesado que escribía informes sobre las costumbres salvajes, basándose sobre todo en los resultados de los cuestionarios que se enviaban a los misioneros y a los oficiales de las colonias. Aparentemente, su actitud teórica era muy condescendiente —afirmaba que casi todos los mitos, la magia y los rituales se basaban en estúpidos errores lógicos—, pero su obra maestra, La rama dorada, contenía tal cantidad de descripciones exuberantes, fantasiosas y extrañamente hermosas de los espíritus de los árboles, los obispos eunucos, los dioses moribundos de la vegetación y el sacrificio de los reyes divinos, que fue la inspiración de toda una generación de poetas y literatos".

'La rama dorada' contenía tal cantidad de descripciones fantasiosas y hermosas que inspiró a toda una generación

Tal vez el más maravilloso discípulo de Frazer fue otro sabio británico afín a las teorías más insólitas sobre el pasado: Robert Graves. Conocido sobre todo por su serie de novelas sobre el emperador Claudio adaptadas por una célebre serie de la BBC, Graves fue también autor de otro ensayo sobre historia religiosa antigua inolvidable, aunque tal vez demasiado locuaz e imaginativo para los estándares académicos, titulado La diosa blanca. En sus páginas defendía un matriarcado original en la Europa prehistórica que las invasiones indoeuropeas habrías aniquilado y establecía "los rudimentos de un calendario de los ritos en diferentes partes de Europa, centrándose en el asesinato ritual periódico de los consortes reales de la diosa, lo que entre otras cosas garantizaba que no hubiera ningún gran hombre descontrolado, y terminando el libro con una llamada a un eventual colapso de la sociedad industrial".

Ningún viajero que llegue al pequeño lago del bosque de Nemi al que los antiguos llamaban "el espejo de Diana", en las verdes colinas Albanas del Lacio, podría imaginar que aquel pasaje selvático y plácido fue el escenario de una extraña y recurrente tragedia. Allí se levantaba un árbol muy especial en el bosquecillo sagrado que servía de santuario a la diosa Diana Nemorensis alrededor del cual rondaba día y noche una siniestra figura con una espada en la mano. Sacerdote y homicida a la vez, era conocido como el rey del bosque, pero "ningún monarca descansó peor ni fue visitado por pesadillas más atroces". Cuenta la leyenda que todo aquel que, tras cortar una rama dorada del árbol de Diana, lo retara al combate y lo venciera, heredaría el trono y quedaría, por tanto, inmediatamente expuesto al ataque de nuevos aspirantes. ¿De dónde viene semejante mito bárbaro que parece retrotraernos a edades muy antiguas? ¿Y si no fuera exclusivo, y si lo encontráramos más o menos idéntico en todo tipo de épocas y culturas? ¿Y si todas las religiones se fundaran en el culto y sacrificio mágico y repetido de un rey sagrado?

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