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Los tambores de crisis frenan en seco el consumo de las familias
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EL ‘EFECTO PRECAUCIÓN’ SE DISPARA

Los tambores de crisis frenan en seco el consumo de las familias

La economía continúa por la cuesta abajo. Lo singular es que crecen el empleo y los salarios, pero las familias desconfían, lo que ha provocado un estancamiento del consumo

Foto: Una mujer hace la compra en un Supermercado de Valencia. (EFE)
Una mujer hace la compra en un Supermercado de Valencia. (EFE)

Parece una contradicción, pero no lo es. La economía española continúa creando empleo a buen ritmo, un 2,5% en el segundo trimestre en términos anuales, mientras que los salarios están creciendo muy por encima de la inflación, un 2,4% frente al 0,1% que suben los precios, pero el PIB, lejos de acelerarse, se ralentiza. De hecho, ya avanza a un ritmo anual del 2%, la menor tasa desde 2014. O un 0,4% si se comparan el segundo y el primer trimestre del año. Por lo tanto, lejos ya del 1% en que crecía hace apenas dos años. ¿Qué está pasando?

Hay una primera evidencia. El consumo privado, que representa el 56% del PIB a precios de mercado, se ha estancado (0,0% de avance en el segundo trimestre). Hay, sin embargo, otra prueba todavía más visible. Pese a que la renta disponible bruta de los hogares se incrementa a un ritmo del 5,8% (por el efecto combinado del empleo y del alza salarial), las familias no gastan más, lo que explica que la tasa de ahorro haya crecido hasta el 8,7% de su renta disponible, dos puntos más que en el trimestre anterior. Se trata del mayor registro desde el primer trimestre de 2013, cuando la recuperación no se había materializado.

Es decir, la propensión al consumo de las familias se ha hundido en favor del ahorro por el llamado ‘efecto precaución’. Optan por dejar su dinero en el banco pese a que la remuneración de los depósitos bancarios sea nula, sin duda por las incertidumbres que sobrevuelan sobre el futuro de la economía. Los hogares prefieren no consumir de manera adicional o, incluso, están dispuestos a reducir sus inversiones (principalmente, en bienes de carácter duradero como el automóvil) ante un horizonte menos halagüeño, lo que explica el frenazo del PIB.

En definitiva, algo parecido a lo que sucedió al comienzo de la anterior recesión, aunque en un contexto macroeconómico muy diferente. Ahora, los desequilibrios, en particular la balanza de pagos, son menores e, incluso, España tiene capacidad de financiación, equivalente al 2,5% del PIB. Lo nunca visto en un país acostumbrado a generar fuertes desequilibrios exteriores.

La evolución del consumo privado, en todo caso, tiene antecedentes recientes. En 2008, como se recordará, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó una paga lineal para todos los contribuyentes de 400 euros que pinchó en hueso. Las familias, en vez de gastar esa renta adicional, como pretendía el Ejecutivo para hacer una política contracíclica y estimular la demanda, la ahorraron, lo que tuvo efectos devastadores para el déficit público, como recuerda el economista José Carlos Díez.

Decisiones racionales

Fallaron, por lo tanto, las políticas destinadas a evitar el enfriamiento económico. Precisamente, por la menor propensión al consumo de los hogares en un contexto de incertidumbre. Una reacción muy estudiada por economistas de difícil solución, toda vez que tiene que ver con decisiones racionales de los agentes económicos que no pasan por el Boletín Oficial del Estado (BOE). Sí pasan, por el contrario, las políticas de oferta encaminadas a aumentar el potencial de crecimiento de la economía, pero esas reformas estructurales dependen de la estabilidad política, y España se ha metido en un ciclo electoral que empieza a ser crónico.

Ahora está sucediendo algo parecido. Y esto es algo más evidente teniendo en cuenta que el salario mínimo interprofesional (SMI), que afecta a muchos trabajadores (entre un 5% y un 10% de los asalariados), creció en enero un 22%. Por lo tanto, y pese al crecimiento de la renta disponible (más empleo y salarios más elevados), el consumo crece menos, pero también la inversión de las familias, que cayó en los últimos 12 meses un 4,2%. En particular, en bienes duraderos.

Los indicadores adelantados, que hacen posible un análisis cualitativo y no meramente cuantitativo, ya lo anticipaban. Las familias gastan menos, y solo el consumo público, que representa el 18,7% del PIB, y el sector exterior tiran del carro, aunque en el segundo caso más por una significativa caída de las importaciones (por el descenso de la demanda interna) que por un crecimiento relevante de las exportaciones, afectadas por las guerras comerciales.

Incertidumbres geopolíticas

De hecho, ha sido el sector exterior el que ha salvado a la economía en el segundo trimestre, ya que ha aportado al crecimiento del PIB nada menos que un punto porcentual, exactamente lo mismo que la demanda interna. Y hay que tener en cuenta que es el sector exterior, precisamente, el más vulnerable por las incertidumbres geopolíticas (Brexit) o comerciales (guerra arancelaria EEUU-China). Es decir, su evolución, como sucede en el caso del consumo de las familias, no depende de medidas nacionales sino del contexto internacional.

El margen de maniobra se estrecha, igualmente, si se tiene en cuenta que la crisis del crédito de 2007, aunque hoy nadie apuesta por que se repita con la misma intensidad, cogió a España con un nivel de deuda equivalente al 35,8% del PIB, pero hoy, como ayer certificó el Banco de España, se sitúa en el 98,9% del producto interior bruto, una de las más elevadas de la eurozona. Y lo que es todavía peor, el flujo de desequilibrios, que se manifiesta en la persistencia de elevados déficits fiscales, no remite.

Este lunes mismo, Haciende reveló que el déficit presupuestario hasta julio (incluyendo todas las administraciones salvo las corporaciones locales) alcanza ya el 2% del PIB. Justo lo contrario del escenario que existía inmediatamente antes de la anterior crisis, cuando el Estado pudo aprovecharse de tres años consecutivos de superávit fiscal (53.000 millones durante el trienio). Por el contrario, según Estadística, las necesidades de financiación del sector público se situarían en el segundo trimestre de este año en el 3,2% del PIB, seis décimas más que en el trimestre anterior. Por lo tanto, lejos de mejorar, empeora el desequilibrio fiscal.

Indicadores adelantados

No parece que la economía española avance en aquella dirección. Al contrario, la ralentización, alentada por la revisión a la baja realizada recientemente por Estadística, ha sorprendido a los expertos en coyuntura por su intensidad, aunque ya los indicadores adelantados lo venían advirtiendo. Entre otras cosas, porque el nivel de integración de la economía española con la europea es cada vez mayor y el PMI de septiembre en la eurozona (el índice de compras de los gestores de negocios) ya marcó un descenso hasta los 50,4 puntos (51,9 en agosto).

Es decir, ya prácticamente al mismo nivel que el umbral de los 50 puntos que separa la zona expansiva de la contractiva. Se trata del nivel más bajo desde el verano de 2013, cuando la eurozona estaba en plena recesión. Y hay que tener cuenta que el empleo (que es el principal motor de crecimiento de la economía española) es un indicador retrasado de actividad, lo que quiere decir que primero empeora la confianza y después esta impresión se traslada al mercado laboral, como las decisiones de inversión de las empresas. Y todo en un contexto de continuado deterioro de la productividad que acumula ya cinco trimestres consecutivos en negativo (-0,5% entre abril y junio).

Parece una contradicción, pero no lo es. La economía española continúa creando empleo a buen ritmo, un 2,5% en el segundo trimestre en términos anuales, mientras que los salarios están creciendo muy por encima de la inflación, un 2,4% frente al 0,1% que suben los precios, pero el PIB, lejos de acelerarse, se ralentiza. De hecho, ya avanza a un ritmo anual del 2%, la menor tasa desde 2014. O un 0,4% si se comparan el segundo y el primer trimestre del año. Por lo tanto, lejos ya del 1% en que crecía hace apenas dos años. ¿Qué está pasando?

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